Conocí el evangelio, y las delicias de vivir bajo su sombra, a principios del año 1969. Dios quiso que mis primeros pasos en el camino hacia la vida eterna fueran dados en la Iglesia de Dios (Séptimo Día); desde entonces en su seno persevero. He de admitir que una de las razones que me cautivaron para permanecer en la iglesia fue ver la destreza de los predicadores en el manejo de las Sagradas Escrituras.
La mayoría de sermones tomaban porciones del Antiguo y Nuevo Pactos al mismo tiempo. Asimismo, allí aprendí que para entender por qué el evangelio era necesario, había que conocer el sistema de salvación que Dios dio a Israel.
A través de los años he venido aprendiendo que el legalismo y el cristocentrismo en nada ayudan al creyente; más bien, ambas corrientes son una seria amenaza contra la enseñanza de Cristo y sus Apóstoles.
También he aprendido que Dios no cambia sus pensamientos, y que la Santa Escritura son sus pensamientos. Los siglos irán transcurriendo sin que los pensamientos de Dios cambien. De esa manera prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación en Cristo Jesús. De esa manera enseño, acomodando mis pensamientos y estilo de vida a las enseñanzas de la Sagrada Escritura y no acomodando la Sagrada Escritura a mis pensamientos y estilo de vida; porque si esto último predominara, entonces seguramente habría perdido lo que tanto anhelo alcanzar la vida eterna.
A Dios sea la gloria.
Andrés Menjívar