La historia de una de las primeras sectas Cristianas surgidas a partir del siglo II d.C., que desapareció víctima de su propia doctrina.

Ebionitas es el nombre conque se identifica a una secta Cristiana bastante antigua surgida por el siglo II E.C.

De significado incierto, se piensa que el término podría derivarse de la palabra hebrea evion cuyo significado en Español equivale a pobres.

Es casi seguro que ese nombre no fue elegido por ellos como identificación entre la sociedad, más bien, el nombre les fue atribuido porque, se dice, voluntariamente se sometían a vivir en pobreza.

Algunos escritores de la Iglesia, entre ellos Tertuliano y Epifanio, creían que ese nombre se derivaba del nombre de su fundador quien presumiblemente pudo haberse llamado Ebion de donde vendría el nombre ebionitas.

De estos dos supuestos, la derivación hebrea es la mejor aceptada, aunque dentro del campo de la imparcialidad ambas suposiciones están en el mismo nivel; después de todo, los calificativos provienen de los, hoy conocidos como, padres de la Iglesia, quienes buscaron un calificativo con el cual identificar a quiénes se referían.

Otro calificativo adoptado a partir de los escritores de la Iglesia y por los teólogos de nuestro tiempo es el de judíos cristianos, y judíos cristianos adopcionistas.

Como puede verse, históricamente se conoce la existencia de esa secta, pero se desconoce si ellos se identificaban a sí mismos con un nombre especial. Lástima grande que nada de su literatura sobrevivió los ataques de sus enemigos, de otra manera hoy conoceríamos acerca de su organización y de sus alcances geográficos.

Judíos Cristianos

Es claro e indiscutible que los ebionitas eran de origen judío. Siendo judíos aceptaron las enseñanzas del Señor Jesucristo pero sin abandonar el sistema de justificación de la Ley; de allí proviene que hayan sido identificados como judíos cristianos, pues habiendo recibido el evangelio, continuaron viviendo en sus prácticas legalísticas que por el sacrifico de Cristo habían quedado abolidas.

Por supuesto que por legalismo se entiende la tendencia a mirar la Ley como medio de justificación y salvación, lo cual en el Nuevo Pacto es incorrecto pues quien justifica y salva es Cristo; entendiéndose asimismo que la justificación por Cristo de ninguna manera significa abandonar la parte moral de la Ley sino obedecerla como manifestación de amor a Dios, como declara el siervo Juan:

“pues este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.” I Juan 5.3).

Una cosa es obedecer la Ley moral como muestra de amor a Dios y otra es creer que en la gracia de Cristo la Ley continúe teniendo el mismo significado asignado en el Antiguo Pacto.

Esta diferencia era desconocida por el ebionismo que, como se mira más adelante, creían en la observancia de la Ley desde el punto de vista justificativo y salvífico, y aceptaban la doctrina de Cristo pero sin otorgarle el completo significado otorgado por Dios. De esa manera, para los ebionitas las enseñanzas de Cristo no eran suficientes para la salvación ni superaban el valor del sistema bajo el cual vivían, sino que todo valor y ponderación la continuaba teniendo la Ley.

Judíos Cristianos Adopcionistas

Por otra parte, los ebionitas también fueron conocidos como judíos cristianos adopcionistas; la razón para esto se debe a que rechazaban que Cristo había descendido del Padre, y que era de la misma naturaleza del Padre; sus creencias afirmaban que Cristo había sido adoptado por el Padre como su Hijo. De esa manera sus doctrinas contradecían totalmente a todo cuanto los profetas del Antiguo Pacto habían hablado de Cristo antes de venir a la tierra.

Este grupo sectario sostenía que aquél hombre, judío, era humano en todo aspecto como todos los hombres, pero que en reconocimiento a su abnegado y estricto apego a la Ley, el Padre Eterno lo había adoptado como su hijo. No se conoce cómo defendían esa creencia ni se conoce que hayan tenido las Sagrada Escritura como apoyo, lo cual significa que era una creencia particular, exclusiva, extraña y ajena al punto de vista general judío que, aun cuando rechazaron a Cristo en carácter de Hijo de Dios, no contradecían a los profetas sino que simplemente no entendieron sus profecías. Los ebionitas ni entendían las profecías y además las contradecian interpretándolas a su manera.

Su creencia acerca de un Cristo adoptado dependía de la interpretación que hacían del relato de Lucas respecto a que cuando inmediatamente después que el Señor fue bautizado se oyó una voz del cielo declarando “Tú eres mi hijo amado, en ti tengo complacencia” (Lucas 3:22), cuyas palabras, aunque no existe duda que son referencia al Salmo 2:7 “Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”, los ebionitas no las validaban como referencia. Seguramente ellos conocían la relación entre ambas citas pero manipulaban el contenido de las palabras de Lucas para explicar dos seres con distinta naturaleza y diferentes entre sí.

Lástima que los escritores de la Iglesia no proporcionaron detalles claves en torno a la interpretación ebionita sobre Lucas que posteriormente habrían ayudado a entender detalladamente cómo aquella secta tergiversaba las Escrituras Hebreas y las de los Apóstoles.

De esa manera, según la interpretación que Epifanio (aprox. 310-403 E.C.) hace de los escritos usados por aquella secta, para los ebionitas Jesús era un judío natural, de padre y madre humanos, con ancestros que el mismo Lucas proporciona en detalle, y que les servía como base irrefutable y fácilmente comprobable hasta el grado que ninguna autoridad de la iglesia, que hubiera desconocido las profundidades del misterio del nacimiento del Redentor, habría encontrado imposible contradecir.

Esto significaba para aquellos judíos una base fuerte que desde el punto de vista legal era imposible para cualquier persona rebatir, de esa manera fuertemente sostenían que Jesús era el Mesías, pero sin ningún parentesco con el Padre excepto el de haber sido adoptado inmediatamente después de su bautismo; llegando de esa manera a convertirlo en un judío designado por Dios para redimir a los judíos y a cualquier gentil dispuesto a aceptar semejante modalidad doctrinal.

Primeros repuntes del ebionismo

La raíz del ebionismo hace su aparición, por primera vez, en la tendencia de algunos judíos infiltrados en el seno de la iglesia en los primeros años de su establecimiento; contrarios a la enseñanza de los Apóstoles, se identificaban como parte de la iglesia pero en realidad no eran convertidos a la fe de Cristo sino que continuaban fieles a la justificación por la Ley. De ellos Lucas, en el Libro de los Hechos 15:5, dice:

“Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley de Moisés”.

Claro que por aquellos años cuando la iglesia de Dios estaba consolidándose, el ebionismo estaba muy distante de aparecer como grupo organizado, sin embargo, la tendencia farisea a producir una mezcla de fe con elementos justificativos propios de la Ley (que eventualmente fue punto principal del ebionismo), está claramente expuesta en el relato de Lucas.

La lectura del libro de Hechos habla de la bienvenida de la cual el mensaje lleno de poder, y testificado por señales portentosas, tuvo entre el pueblo, hasta el grado de alcanzar una cantidad de 144.000 convertidos Israelitas en poco tiempo, de los cuales Apocalipsis 7. 1-7 lo testifica y Hechos 26. 7 reafirma.

Pero el mismo libro de Hechos reporta cómo los judíos legalistas enfatizaban dentro de la iglesia la observancia de la circuncisión y de todo el sistema ritualista, hasta el grado de haber habido necesidad de convocar una reunión de los Apóstoles en Jerusalén para acordar redactar una carta con la cual contradecían firmemente las pretensiones judaizantes.

Aquellos judíos formaban una verdadera fuerza hasta el grado de hacer sucumbir a Pedro en sus pretenciones tan seria vino a ser aquella situación que Pablo la narra en su carta a los Gálatas 2. 11-16:

“11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, lo reprendí cara a cara, porque era de condenar, 12 pues antes que llegaran algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que llegaron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. 13 Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. 14 Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: «Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?». 15 Nosotros—judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles—, 16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado”.

Al parecer, aquel grupo judaizante, contrario a la pureza del evangelio, era significante y estaba organizado con el propósito de hacer valer la Ley con el mismo significado que tenía antes de venir Cristo a la tierra; y el momento vino cuando Pedro se vio indeciso si predicar las enseñanzas de su Maestro o ponerlas en segundo lugar para priorizar la Ley como medio justificativo.

Las palabras de Lucas 15.5 no están aisladas, Pablo, en Gálatas 2:1-5, dice:

“(1) Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. (2) Subí debido a una revelación y, para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación, el evangelio que predico entre los gentiles. (3) Pero ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse, (4) a pesar de los falsos hermanos que se habían introducido entre nosotros a escondidas, para espiar nuestra libertad la que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud. (5) A los tales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciera con vosotros”.

Esta porción es clara referencia a los fariseos que querían validar la circuncisión dentro de la iglesia, y sin lugar a dudas estos individuos eran del mismo partido mencionado en Hechos 15:5 por Lucas, lo cual claramente reporta que el trabajo de predicar el evangelio puro, y cuidar la nueva fe de los convertidos era un trabajo bastante arduo de los mensajeros del Señor.

La decisión de confundir a los creyentes estaba determinada, tan así es que incluso por el siglo 100 d.C. en que fue escrito en libro de Apocalipsis, esos individuos estaban activos pervirtiendo el mensaje de salvación. El mensaje a las siete iglesias de Asia (Apocalipsis capítulos 1-3) está destinado a prevenir a las iglesias acerca de aquellos individuos.

El libro de Apocalipsis, entonces, es un relato clave para mirar a aquellos judaizantes no como pequeño y débil grupo, sino como un conglomerado de congregaciones ya establecidas indudablemente a costas de haber engañado a cientos de creyentes originalmente convertidos al genuino evangelio. Por razones que competen exclusivamente al Padre Celestial y a nuestro Salvador, nunca conseguiremos entender las razones por las cuales a los judaizantes les fue permitido golpear a la iglesia de Dios y obtener abundante provecho a costas del cuerpo de redimidos.

Si lo que dicen los escritores de la Iglesia del siglo III en adelante (con I mayúscula para desligarla de la iglesia de Dios), relacionado a que los ebionitas creían en la circuncisión y en la justificación por la Ley, entonces queda confirmado que sus raíces están en aquellos judíos que desde los primeros años de la fundación de la iglesia de Dios mostraron abierta contradicción y abierta hipocresía, pues diciéndose ser seguidores del Señor engañaban a la gente introduciéndolas a la justificación por la Ley, desdeñando, de esa manera, la justificación por la fe en Cristo, aunque ciertamente el sagrado nombre les servía como excusa para introducir su mensaje.

Pero claro, aunque estos, originalmente identificados como fariseos, falsos convertidos al evangelio, promovían la circuncisión , es notoria la inexistencia de sectas Cristianas apóstatas organizadas durante el siglo I E.C., de otra manera habrían sido denunciadas por los escritos de los Apóstoles. Con todo, aquellos identificados como fariseos por los Apóstoles, ya por los siglos II d.C. en adelante vinieron a ser conocidos como ebionitas y como un conglomerado formado por varias, si no muchas, iglesias, con suficiente fuerza para prescindir del nombre original de iglesia de Dios, e iglesia de Cristo, bajo el cual se cobijaron al principio, sino con algún otro nombre que debido a la falta de sus propios documentos, será imposible conocer.

Así, los términos, judíos cristianos, judíos Cristianos adopcionistas y Ebionitas, no fueron conocidos durante el siglo I E.C., más bien fueron términos usados por los escritores de la Iglesia con el fin de señalar explícitamente a qué secta se estaban refiriendo. Esto, por cierto, estuvo atinado si se toma en cuenta que por ese mismo tiempo, es decir, por el siglo II E.C., también aparecieron los Marcionitas. Incluso la misma Iglesia comenzó a ser fundada por ese tiempo. Curiosamente, la iglesia ganada por Cristo fue catalogada como herejía por los escritores de la Iglesia, con la notoria diferencia que se le menciona como iglesias guardadoras del Sábado y nunca ninguno de los escritores (¿por desconocimiento de la verdad?) la mencionan como el cuerpo original. Dos referencias a las iglesias de Dios son mencionadas, una por Eusebio en la Historia Eclesiástica, y otra por Sócrates Escolástico en su Historia de la Iglesia.

Ebionitas, una secta exclusivista

Como era de esperarse debido a la inconstancia y poco entendimiento del mensaje apostólico de muchos, a partir del siglo II, E.C., posterior a la muerte de los Apóstoles, el mundo sectario se afanó por validar sus pretensiones de ser la genuina iglesia ganada por Cristo incluso sin reparos de eclipsar la verdadera iglesia de cuyo cuerpo sustrajeron la doctrina original y la distorsionaron, es decir aquella por la cual los Apóstoles trabajaron. Lo importante era disputarse el puesto que no les correspondía. El grupo vencedor eventualmente reclamaría su título y vendría a ser reconocido como la representación del Cristianismo.

Ebionitas, Nazarenos, Iglesia (Católica, en formación) y Marcionismo se cuentan entre los grupos en pugna por establecer y consolidar sus organizaciones y doctrinas bajo la sombra de la genuina iglesia que, al parecer, nunca tuvo intenciones de escribir su propia historia. Con excepción de la Iglesia, o Iglesia Católica pues son la misma, ninguno de estos otros grupos sectarios logró sobrevivir más allá del siglo V d.C., aunque algunos movimientos sectarios modernos sin ninguna razón o base hacen propaganda declarando ser descendientes de aquellos grupos desaparecidos.

Pues bien, referente a los ebionitas, su posición era que siendo judíos (a lo cual daban gran crédito) y Cristianos, habían alcanzado alturas a las cuales otras sectas judías jamás habían alcanzado. Otro punto exclusivo era que en carácter de judíos, su Dios era exclusivamente un Dios para los judíos, principalmente a favor del ebionismo, y los judíos que quisieran alcanzar el favor de Dios debían convertirse al ebionismo; en otras palabras, su sectarismo era una isla en la cual el Altísimo estaba encerrado y de donde no podía salir porque ellos no se lo permitían. Así, su Dios nacional había adoptado como hijo a un judío natural como ellos para ser el redentor de Israel, de cuya adopción, de acuerdo a ellos, se dio testimonio inmediatamente después de haber sido bautizado.

Para el ebionismo, todos los beneficios de la salvación estaban a su favor, y fuera de ellos la salvación era inalcanzable.

No tenemos hoy sus escritos para conocer si desde su punto de vista aquel judío que murió crucificado fue resucitado al tercer día en cumplimiento de las Escrituras y ascendió a los cielos. Porque de haber sido así, entonces a los ebionitas se debe el origen de la creencia de que los humanos pueden ascender a los cielos “en cuerpo y alma” lo cual la Palabra de Dios no apoya. Lástima que no tenemos su literatura para saber cómo se las arreglaban para explicar si otros siervos de Dios (Josué, Samuel, Josafat, Daniel, etc.) por haber vivido su vida sin transgredir la Ley, al estilo del Cristo por ellos fabricado, fueron declarados aptos para recibir el mismo premio o si su Cristo fue galardonado con el cielo como una excepción.

En conclusión, según el ebionismo, quien deseara alcanzar todos los beneficios de la salvación, traída por su mesías ebionita, debía convertirse a la fe ebionita. Esto significa que ellos reclamaban el derecho de ser el pueblo exclusivo de Cristo, con una línea ininterrumpida por haber estado representados en las creencias de aquellos fariseos que estando dentro de la iglesia demandaban que todo redimido fuera circuncidado y obediente a la Ley. Sin el ebionismo, en otras palabras, no existía salvación para la humanidad.

Lo que permanece en oculto

Los obispos de la Iglesia combatieron la herejía ebionita, pero aunque es clara la razón que los movió al combate, nunca nadie habla de eso; lo cierto es que siendo dos grupos que estaban bajo organización, era natural que existiera pugna por alcanzar el predominio doctrinal. De allí puede deducirse el recelo de los obispos de la Iglesia, pues viendo amenazada su aspiración de ver su organización coronada como la genuina iglesia, arremetieron tenazmente contra aquellos judaizantes. Así, entretanto la iglesia de Dios se dedicaba a obedecer el mandamiento de Cristo de ir a predicar el evangelio, aquellas dos agrupaciones estaban en abierta lucha por tomar para sí el puesto de la genuina iglesia.

Siendo el ebionismo una creencia originada en el fariseísmo, con varias décadas de más antigüedad que el cuerpo (Iglesia) que estaba siendo organizado por los obispos de origen pagano, causaba irritación que con una doctrina intolerable para el mundo gentil los ebionitas pretendieran tomar tan alta posición; y a los obispos del siglo II en adelante, afanados en introducir la observancia del descanso dominical en las iglesias que tomaron a su cargo, y la celebración de la pascua a modo de que siempre la resurrección cayera en domingo, les causaba malestar que aquellos judíos se cruzaran por su camino. A los obispos líderes de la Iglesia disputarles la supremacía a la cual aspiraban les causaba irritación, pero ese malestar los años siguientes se encargarían de recompensar. El triunfo definitivo para los obispos llegó con la venida del siglo IV d.C. al haber alcanzado el apoyo del Imperio Romano. A partir de ese entonces, las décadas de existencia del ebionismo estaban contadas, pues por la historia se conoce que el ebionismo llegó hasta el siglo V d.C.

Postura ebionita contra los escritos paulinos

Las cartas de Pablo abren el entendimiento de lo que es la justificación por la fe sin necesidad de la circuncisión y de elementos ritualistas justificativos que por el sacrificio de Cristo terminaron. Las epístolas a los Romanos, a los Colosenses, a los Gálatas y a los Hebreos, son un tesoro de conocimiento alcanzado por aquel siervo de Dios, impartido al cuerpo de Cristo desde el siglo I d.C. hasta el presente. La doctrina enseñada por Pablo no era de él mismo sino aprendida directamente del Señor Jesucristocomo él lo declara.

11 Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí no es invención humana, 12 pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Gálatas 1.11–13.

Esta razón conduce los lectores a entender la enorme diferencia entre la justificación por la fe en Cristo y la justificación por la Ley.

Indudablemente semejante posición irritaba a los judaizantes quienes levantaban el ánimo de las multitudes contra aquel siervo de Dios con intenciones de matarlo, lo cual hicieron varias veces.

Pero aunque eso es así, y el lugar de Pablo en la iglesia de Dios es indiscutible, para el ebionismo Pablo era un apóstata, pues siendo judío, celoso guardador de la Ley y de las tradiciones judías, había renunciado para predicar un mensaje extraño basado en la fe que prescindía de la circuncisión. No hubo peor enemigo para el fariseísmo, más tarde identificado como ebionismo, que las enseñanzas de Pablo. Así, aquél que tanto se afanó por predicar de día y de noche, en todo lugar, y por cuyo mensaje miles de judíos se convirtieron al evangelio, eventualmente vino a ser enemigo. Vaya cosa.

Aquí surge otro aspecto controversial negativo para el ebionismo, pues siendo grupo minoritario nacido por, o después del siglo II E.C., se atrevieron a tildar de herejes a los Apóstoles que predicaron el Evangelio muchas décadas antes que el ebionismo aflorara como agrupación religiosa, ignorando voluntariamente que sin el trabajo de aquellas columnas comisionadas por Cristo el ebionismo con su interpretación distorsionada de las Escrituras, no habría existido.

En comparación con el numeroso grupo de miembros de la iglesia de Dios del primer siglo, compuesto de 144.000 israelitas, tomados 12.000 de cada tribu durante el siglo I, E.C., más los incontables gentiles convertidos, que formaron un número posiblemente mayor que los 144.000, aquel grupo minoritario legalista estaba adoptando una posición que les era poco favorable pues habiendo empezado dentro de la iglesia de Dios que había sido su cuna optaron por declarar hereje a Pablo a quien el Salvador del mundo había declarado ser su instrumento escogido (Hechos 9.15).

Su posición adoptada también significa que el ebionismo no era la genuina iglesia de Dios original sino un grupo apóstata que el tiempo se encargaría de exterminar.

Una secta enigmática

De esta agrupación no se conoce ni el tiempo de su fundación, ni quién fue su líder, ni su doctrina, ni sus alcances geográficos (aparte de cuanto vengo diciendo de ellos); y la escasa información de sus creencias doctrinales y estilo de vida que se conoce proviene de referencias hechas por Ireneo (aprox. 130-200 E.C.), que según se dice, escribió por el año 180 d.C., su obra “Contra Los Herejes”; y por Epifanio (aprox. 310-403), de quien se dice por el año 340 escribió su obra conocida como “Panarion” destinada a combatir las enseñanzas judaizantes dentro de las cuales encajaban los ebionitas.

Esto lleva a entender que cuanto se conoce de los ebionitas proviene de terceras personas, lo cual coloca a los lectores de la historia, imparciales, en una difícil situación puesto que es verdaderamente imposible formarse una idea exacta de lo que en realidad aquella secta creía.

Si los escritos sobre los cuales el ebionismo basaba su fe estuvieran entre nosotros, y si sus escritos (si hubiera habido alguno) con los cuales se defendían contra los ataques de los obispos de la Iglesia estuvieran entre nosotros, las cosas serían diferentes. Serían diferentes porque la opinión imparcial sería conducida libremente a alcanzar un juicio más apegado a la realidad, ya fuera para modificar la opinión general o para justificar la acción católica de los siglos pasados.

En realidad es una verdadera lástima que sus escritos hayan desaparecido del mismo modo en que desaparecieron los escritos de otras sectas (Marcionitas y Arrianos entre ellos) contrarios a las doctrinas de la Iglesia Católica.

Podría ser que el liderato de la Iglesia Católica de aquel tiempo no estuvo interesado en conservar los escritos de quienes eran considerados enemigos pero sí tomaron cuidado en preservar cuanto sus obispos escribieron.

Si la Iglesia conservó los “escritos enemigos”, o yacen olvidados en alguna biblioteca antigua, quizás algún día saldrán a luz, entonces la verdad será conocida, y entonces la crítica será imparcial.

Los ebionitas fue una de las primeras sectas que surgieron de la iglesia de Dios; claro que no hay registro en los escritos apostólicos por los cuales entender que tal agrupación haya existido en el siglo I, E.C., pero se ve la huella visible de sus antepasados fariseos; esto significa que la secta vino a existir después de la muerte del último de los Apóstoles—Juan.

Que sus miembros eran de origen judío está claro pues los escritos de ambos, Ireneo y Epifanio, centran sus ataques en la circuncisión y el Sábado, cuyo día nunca fue observado por los obispos de la Iglesia que fue fundada desde sus inicios sobre la base de guardar el día dedicado a la adoración al sol.

El dilema de la legitimidad

Es notorio que siendo la Iglesia Católica la agrupación mayoritaria, aunque no más antigua que los Ebionitas, reclamó el derecho de prioridad y el de dictar las reglas de fe que quienes habitaban bajo su autoridad debían obedecer; pero no sólo eso sino que siendo la agrupación que apoyaba el culto al sol establecido por el Imperio Romano, arremetió contra el pueblo judío, tomando el derecho de desprestigiarlos, de tildarlos de herejes y, el colmo de todo, de interpretar las Escrituras a su manera, alegando que los judíos desconocían la Ley que Dios les había dado desde hacía más de mil quinientos años, cuya pretensión aún hasta el día de hoy es alegremente saludada por la Religión Cristiana (católicos, protestantes y evangélicos).

Notoriamente, la Iglesia (con I mayúscula) comenzó a formarse después de la muerte de los Apóstoles, esto es, a partir del siglo II de nuestra era, pero eso es difícil probarlo frente a dos mil millones de Cristianos que, aunque carecen de bases para confirmar que la Iglesia es en verdad la iglesia fundada por Cristo, fuertemente le otorgan ese derecho que ella misma tomó sin pertenecerle para lo cual ubicó en la categoría de herejes a los genuinos redimidos del Señor. Hoy en día nadie busca esa verdad.

El obispo que reclamó el derecho para que Roma viniera a ser el asiento de la Religión Cristiana fue Víctor (siglo II d.C.), y aunque sus demandas no fueron aprobadas de inmediato, eventualmente su iniciativa condujo a la Iglesia a tener su cuartel general en Roma.

Eusebio de Cesarea menciona la fuerte oposición de un considerable grupo de obispos a las pretensiones de Víctor de convertirse en líder de las iglesias locales con sede en Roma al tiempo que otro grupo le favorecía. El segundo grupo eventualmente le dio la victoria a aquel obispo y Roma vino a ser la capital de la Religión Cristiana.

Aquí entonces tenemos una pelea de dos grupos antagónicos, nacidos a partir del siglo II E.C., por una legitimidad que no les pertenecía, que fácilmente fue ganada por los obispos de la Iglesia, y los ebionitas, los cuales fueron un grupo relativamente minoritario, quedaron a merced del tiempo que se encargaría de disipar.

La carga más pesada sobre los hombros ebionitas era su origen judío, cuya condición los obispos de la Iglesia explotaron exitosamente porque su interés era legitimar la observancia del primer día de la semana al cual llamaron día del Señor, y desprestigiaron el Sábado porque era observado por los judíos. Siendo el pueblo de Israel una raza detestable para la Iglesia, la secta de los ebionitas, que era de origen judío, fue fácilmente desprestigiada.

Ortodoxia y Heterodoxia

El grupo mayoritario vencedor en aquella confrontación hoy es generalmente reconocido y aceptado como la religión ortodoxa de aquellos días, mientras que los ebionitas caen en el rango de heterodoxos.

Tómese en cuenta que ortodoxo es el nombre aplicado a quien sigue el orden de fe establecido por el grupo mayoritario que es la Iglesia, mientras que heterodoxo es el nombre aplicado a quienes rechazan obedecer esas instituciones, y por consiguiente, los heterodoxos fueron ubicados en la categoría de herejes, esto es, alguien que rechaza los dogmas de la Iglesia.

La Wikipedia define la heterodoxia de la manera siguiente:

“El término heterodoxia, de origen griego hace referencia a la cualidad del heterodoxo, el cual está disconforme con el dogma de una religión. 1 Por heterodoxia también se entiende la doctrina u opinión que no está de acuerdo con la sustentada por la mayor parte de un grupo (que constituiría el dogma, 'statu quo' o posición ortodoxa) y, en especial, la que aparece ante la gran mayoría como disidente, herética, extraña o insólita, o incluso apartada de lo aceptable y reprobada.”

Es obvio que si los ebionitas hubieran sido los ganadores hoy serían conocidos como el grupo ortodoxo, mientras que los obispos y la Iglesia habrían sido los heterodoxos. Todo es cuestión de quién es el ganador sin importar de parte de quién esté la verdad.

Obsérvese lo dicho arriba en el sentido de que ambos grupos nacieron por el siglo II E.C., pero la batalla fue ganada por la Iglesia, con lo cual se posesionó del lugar predominante.

Quizás, como ya se dijo, el problema más severo que pesaba sobre los Ebionitas fue su origen judío. El pueblo judío, a partir del siglo II E.C., vino a ser oprobio entre las naciones, y los ebionitas eran judíos, de esa manera, el trabajo de los obispos de la Iglesia fue extremadamente fácil y el exterminio del ebionismo vendría cuando el entronamiento de la Iglesia, como religión aceptada por el Imperio Romano, fuera realidad en el siglo IV de nuestra era.

Literatura ebionita

Es una verdadera lástima que los escritos Ebionitas no estén al alcance del mundo actual; con todo, los escritores de la Iglesia dicen que la secta usaba una copia del Evangelio del Mateo escrito en hebreo; obviamente una copia reproducida por ellos que no se sabe si se trataba de una copia fiel o alterada. La razón de esa preferencia pudo deberse a que Mateo presenta un evangelio orientado a los judíos. Además, su evangelio informa acerca de la genealogía terrena que ellos tanto enfatizaban. Jesús, tal como es presentado por Mateo, no rechaza la observancia de la Ley antes bien la apoya, pues no vino a abrogar la Ley sino a cumplirla.

Tomando en cuenta las características del evangelio de Mateo es fácil entender las razones por las cuales era para los ebionitas el escrito de su preferencia.

La genealogía descrita por Mateo era era la base ebionita para confirmar que Cristo era enteramente humano, nacido de José y María, y por lo tanto, no había razón para contradecir lo que para todo judío era normal, es decir, un hombre nacido humano, de padres humanos, sin orígenes celestiales pero totalmente agradable a los ojos de Dios, quien debido a su intachable apego a la Ley fue adoptado por Dios como su hijo y lo designó para salvar del pecado a los israelitas.

Comentario al Evangelio de los Ebionitas

Lo siguiente es mi traducción de Early Christian Writings.

“Información sobre el Evangelio de los Ebionitas:

En Los Otros Evangelios, Cameron hace las observaciones siguientes: El Evangelio de los Ebionitas (Ev. Eb.) es una armonía de los evangelios preservada en pocas citas en los escritos de Epifanio (un escritor de la Iglesia que vivióa finales del siglo IV E.C.)

El título original de este evangelio es desconocido. Su designación actual se basa en el hecho de que este fue probablemente usado por los ebionitas, un grupo de Judíos Cristianos de habla Griega que fueron prominentes a lo largo de los siglos II y III.

Epifanio incorrectamente lo llama ‘Evangelio Hebreo’, y alega que es una versión abreviada y recortada del Evangelio de Mateo.

Mientras que el Evangelio de los Ebionitas está en verdad estrechamente relacionado con Mateo, el examen de los fragmentos que han sobrevivido revelan que mucho del texto es una armonía, compuesta en Griego, de los Evangelios de Mateo y Lucas (y probablemente del Evangelio de Marcos).

Aunque Ireneo (de finales del siglo II) atestigua la existencia de este evangelio, nosotros sólo dependemos de las citas dadas por Epifanio para nuestro conocimiento del contenido de ese texto.

El Evangelio de los Ebionitas omite las narraciones de la infancia.

Cameron sugiere que el Evangelio de los Ebionitas fue escrito a mediados del siglo II en Siria o Palestina...”

Como puede verse por este comentario, parece que la crítica de los escritores de la Iglesia es controversial y no es convincente en el sentido total.

Si Ireneo atestigua, como lo expresa Cameron, la existencia de ese escrito, obviamente no existía sólo una copia pues el ebionismo estaba bastante extendido por aquellos siglos; entonces estamos frente a una agrupación de “herejes” con literatura propia abundante. Pero como vengo diciendo, la producción literaria de aquella secta desapareció dejando un enorme vacío de información que de ninguna manera permite a la crítica imparcial formar un juicio certero.

Vegetarianos

El escrito llamado Panarion, de Epifanio, (30.13.1-8, 30.14.5, 30.16.4-5, y 30.22.4.) proporciona algunos comentarios referentes al Evangelio de los Ebionitas y por esos comentarios sabemos que ellos eran vegetarianos, es decir, se abstenían de comer carne.

El error ebionita se hizo notorio por adulterar los hechos bíblicos referentes a Jesucristo; su tendencia vegetariana llegaba al grado de manipular el ministerio de Jesucristo aduciendo que en la celebración de la Pascua él no comía el cordero como manda la Ley.

Si lo dicho en el Panarion es verdad, entonces el ebionismo se contradecía, pues al tiempo de afirmar que el Mesías no vino a abrogar la Ley sino a obedecerla, al mismo tiempo lo acusaban de transgresor de la Ley al no comer el cordero pascual; de allí que, para evitar contradicciones debieron recurrir a distorsionar los escritos de Mateo que era el evangelio de su preferencia. Claro, tratándose de una secta, sus enseñanzas eran antojadizas, más encaminadas a exponer sus ideas que a exponer la verdad de la Palabra de Dios. Ponderaban a su Mesías como alguien al cual Dios había adoptado como hijo debido a su obediencia irreprensible de la Ley pero al mismo tiempo lo mostraban transgresor. ¿Cómo conciliaban tales cosas? Nadie puede saberlo al no tener a mano su literatura.

Si las palabras de Epifanio son ciertas, entonces tenemos en los ebionitas una secta judío-cristiana con fuerte tendencia a deformar la verdad con el propósito de validar sus creencias vegetarianas.

Entre esas tendencias, Epifanio dice que ellos tergiversaban el significado de langosta para sostener que Juan no comía langostas y miel sino pan con miel. Dice Epifanio, la palabra para langosta es akris, y la que ellos usaban para pan es enkris.

De esta manera, su evangelio deformado decía que la comida de Juan era miel silvestre con pan cuyo sabor era como el maná.

Las alteraciones a los manuscritos originales fueron frecuentes no sólo por el ebionismo sino por las personas que reprodujeron los escritos inspirados que tenemos entre nosotros.

De la manera como los Ebionitas alteraban el significado cambiando una letra por otra (enkris en lugar de akris), eso mismo sucedió con Apocalipsis 22:14, cuando el rechazo hacia la Ley, propulsada por el odio hacia el judaísmo, motivó que manos desconocidas alteraran el texto original, cuya alteración se puede notar en el cambio de la palabra mandamientos por el de ropas. En el texto griego más antiguo se lee entolás (mandamientos) en cambio en las alteraciones la palabra fue sustituida por estolás (ropas), obviamente el cambio requirió de una modificación total a Apocalipsis 22:14.

En fin, las palabras de Epifanio sugieren que los ebionitas poseían copias del libro de Juan y de Hechos, pero otra vez, siempre se llega a la conclusión de no disponer de esa literatura en nuestros días para examinar el contenido.

Por qué los Ebionitas terminaron

No sólo los padres de la Iglesia fueron sus acérrimos enemigos que se empeñaron en combatirlos como secta rival, sino que, a la par de eso, estaba un contrapeso mayor. Ese contrapeso era el mundo pagano al que trataban de convertir al ebionismo.

En esta parte la Iglesia tenía un poderoso aliado que les facilitaba enormemente la labor de combatir a los herejes judaizantes y que a la postre les daría la victoria definitiva.

Los paganos estaban en medio de dos mensajes, el de la Iglesia que validaba el día de adoración al sol al cual el paganismo estaba acostumbrado, y el minoritario ebionita que enfatizaba la observancia del Sábado.

Además, el mayor problema del ebionismo radicaba en su exclusivismo dentro de un mundo que le era completamente antagónico: Así, debido a su mezcla de elementos ritualistas de la ley con elementos del evangelio, eran intolerables tanto para los judíos como para los gentiles.

Su mensaje presentaba un Dios exclusivamente judío. Su mensaje rechazaba la procedencia celestial del Salvador. Por último, enfatizaban que la salvación se podía alcanzar únicamente perteneciendo al ebionismo, lo cual para los paganos era totalmente indiferente y, obviamente, las probabilidades proselitistas eran extremadamente pocas.

Así, odiados por los judíos que rechazaron que Cristo era el genuino Mesías. Y odiados por la Iglesia que presentaba un mesías venido del cielo. Las probabilidades de triunfo ebionita estaban demasiado lejanas.

Rechazados por el mundo pagano que no deseaba judaizarse para ser salvo según el mensaje ebionita el ebionismo eventualmente vino a su fin.