La salvación de Dios a la humanidad ha estado disponible desde que el Salvador vino a la tierra hace unos dos mil años. Su Sacrificio abrió la puerta de la reconciliación, la cual permanece abierta hasta que venga el momento en que vuelva a ser cerrada.

De esa manera, el humano enemistado con el Todopoderoso, ha estado teniendo la oportunidad de entrar por ella para encontrarse frente a frente con él para establecer una relación tan especial que le exime de toda culpabilidad por la vida de pecado y por la herencia de condenación que de Adán recibió.

En realidad la condenación fue puesta en marcha por el primer hombre, y ésta pasó a todos sus descendientes; pero Dios no desea aplicarla a nadie, más bien les ha proporcionado el medio de escape, el cual es el derramamiento de la sangre de su Santísimo Hijo; de esa manera la muerte eterna que pende sobre ellos, queda sin efecto.

La Sagrada Escritura declara categóricamente que: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Esta declaración encierra un profundo significado que debiera ser tomado como la clave para alcanzar la bendición divina, pero aún con todo ese profundo significado, parece que la reacción multitudinaria al escucharla no despierta ningún interés sino poca estima. Los siglos han transcurrido velozmente y esa declaración continúa sin encontrar la respuesta esperada por Dios.

Parece que el mundo está demasiado ocupado poniendo toda su atención a los problemas del diario vivir, a los problemas ecológicos, a la economía mundial, a las guerras, al crimen y a la depravación en general. Sí, el mundo está dando más importancia a las guerras, a los tornados, a las inundaciones, al derretimiento del hielo polar, y a las enfermedades que al mensaje que seguramente evitaría todos esos males.

El mundo, sin la menor importancia, está contemplando cómo la degeneración cada vez va teniendo más aceptación, al grado que aquello que la Palabra de Dios declara como inmundicia y como pecado digno de condenación, está siendo visto como algo normal, a lo cual no hay por qué sentir rechazo, y que no vale la pena frenar sencillamente porque son cambios que la sociedad misma demanda.

El mensaje de advertencia escrito en la Sagrada Escritura no está teniendo la debida atención por que el pensamiento satánico contrapuesto a ella influye poderosamente en la mente humana, diciéndole que no vale la pena poner atención a mandamientos de la Ley divina, porque hoy en día esas son normas sin sentido a las cuales no vale la pena poner atención porque fueron para una sociedad y para un tiempo demasiado alejados de la sociedad y del tiempo actual.

Una cosa es que la humanidad no le preste atención al mensaje preventivo sagrado por considerar que no vale la pena invertir tiempo en semejantes cosas, y otra es que en realidad el mensaje carezca de importancia.

La ira divina viene, y con cada segundo que transcurre se acorta más el tiempo, cuando el momento haya llegado, entonces el mundo echará de ver que sus conclusiones a favor del pecado eran incorrectas y con resultados nefastos; y que el mensaje divino pregonado por todos los rincones del mundo llamando a los humanos al arrepentimiento y a abandonar la vida de pecado, merecía toda la atención.

Para ese entonces será demasiado tarde, la humanidad echará de ver que cometió un gravísimo error al haber desestimado la Palabra de Dios. La oportunidad para enmendar lo incorrecto desde tiempo atrás habrá terminado, y entonces se echará de ver que el mensaje de arrepentimiento en verdad era la opción para limpiar el alma de toda inmundicia de pecado, y para alcanzar la vida eterna.

Advertencia de que las plagas vienen

Millones de personas no creen que Cristo reinará futuramente sobre la tierra, miran eso como un cuento, como una historieta para niños. Lo miran como una esperanza ilusoria de muchos que viviendo en dificultades económicas o en dificultades de cualquier índole, desean escapar de la miseria en la cual viven. En otras palabras, lo miran con verdadera incredulidad, como algo inexistente. Miran el anuncio de ese reino como algo que no tiene cabida en las mentes modernas.

¿Ha oído usted hablar acerca del reino de Cristo? ¿Ha leído al respecto en la Sagrada Escritura?

Ciertamente ese reino está anunciado por los profetas y por los escritores evangélicos como un tiempo sin precedentes, como un tiempo único de verdadera paz y sosiego, digno de gozar. Tiempo que no vendrá sin que antes acontezcan unos fenómenos extraños nunca antes vistos sobre la redondez de la tierra. Fenómenos que incluso los científicos mirarán estupefactos e impotentes de encontrarles una explicación razonable. Ya han comenzado a manifestarse algunos fenómenos menores tales como la frecuencia de terremotos, inundaciones y el derretimiento del hielo polar a causa del recalentamiento de la Tierra. Con todo, aún no es el tiempo para que aquellos terribles fenómenos que abatirán el ánimo de los incrédulos se manifiesten.

Actualmente la ciencia y el pensamiento filosófico encuentran abundantes argumentos para explicar los fenómenos que están sucediendo; a su vez, el público al escuchar esos argumentos, los toma como respuestas satisfactorias. La hora viene cuando la situación va a cambiar totalmente porque los fenómenos extraordinarios que sucederán sobrepasan la capacidad humana de explicar sus causas. En ese entonces el mundo querrá continuar conociendo la opinión autorizada de los científicos sin tomar en cuenta que la respuesta se encuentra dentro de la Palabra de Dios.

Los eventos que preceden al establecimiento del reino de Cristo sobre la tierra son de terribles magnitudes, y pueden ser comparados al caudal de un río que rápidamente va en aumento. Quienes han estado a la orilla de un río crecido cuentan que poco antes de venir la enorme correntada con toda su fuerza, empezaron a mirar en la superficie del agua pequeñas ramas, alguna espuma y otros objetos de poco peso. Además, cuentan que a lo lejos escuchaban un sonido que poco a poco iba haciéndose más sonoro, hasta que repentinamente apareció la enorme correntada de agua mezclada con tierra, la cual arrastraba enormes árboles y otros objetos de gran peso y tamaño.

Quienes han narrado esas experiencias tuvieron tiempo para escapar a lugares altos a donde los niveles del agua no alcanzaron; pero aquellos que no se percataron del peligro murieron ahogados, arrastrados por la poderosa corriente.

Igual en comparación son los eventos que a nivel mundial se están dando, ya que son como avisos de que están por venir con terrible fuerza otros eventos de los cuales ningún desprevenido escapará.

Los eventos que anteceden al establecimiento del reino de Cristo sobre la tierra son las plagas. Actualmente se están dando muchos eventos que fuertemente están advirtiendo a la humanidad del peligro en que se encuentran, y de la necesidad de “subir a lo alto” a fin de escapar de la ira de Dios que a su debido tiempo será sentida en toda la tierra. Pero por lo que puede mirarse, tanto la alteración climatológica, los desastres ambientales y las enfermedades, que son la voz de alerta; son mensajes que carecen de importancia, el mundo tiene otros asuntos en que está ocupado. Sin lugar a dudas la fuerza de la catástrofe les arrastrará a la muerte segura, y cuando busquen cómo librarse del peligro, será demasiado tarde.

El incremento de los fenómenos naturales tales como terremotos, sequías y pestilencias son voces avisando al mundo que deben escapar para protegerse de las siete plagas postreras. Con todo, en vez de tomar esos fenómenos como aviso de que algo de catastróficas consecuencias está por venir, lo más común es esperar explicaciones científicas que por cierto en nada sugieren que es Dios quien está anunciando un peligro inminente.

Las potencias mundiales están gastando dinero en sus programas de exploración espacial en el afán de hallar vida en otros planetas. El hombre moderno está pensando en cómo las computadoras pueden facilitarle comodidad hogareña y facilidad en el desempeño de su trabajo. En fin, la ciencia no tiene tiempo para ocuparse en asuntos ajenos a sus respectivos campos.

Cada segundo transcurrido va siendo restado al tiempo determinado por Dios como oportunidad para escapar del furor de su ira.

Por qué las siete plagas

“Entonces oí desde el templo una gran voz que decía a los siete ángeles: «Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios»” (Apocalipsis 16:1).

Las palabras de este texto informan al lector la razón por la cual las siete plagas serán derramadas, identificándolas específicamente como “las copas de la ira de Dios”.

Por causas desconocidas por los humanos, las copas de la ira divina son siete, ni menos, ni más. El número podría ser intrigante, sin embargo no encierra misterio alguno, más bien identifica al “paquete” dentro del cual están completas todas las manifestaciones del castigo divino próximo a ser derramado.

Ciertamente Dios es amor, pero ante la indiferencia humana y la necedad de vivir en pecado, no queda otra alternativa que mostrarle cuán grande error es despreciar ese amor.

Dios es amor, por eso desea que la humanidad escape de las consecuencias de vivir bajo la esclavitud del pecado. Dios es amor, y lo ha evidenciado al haber enviado a su Hijo a padecer la muerte que la humanidad pecadora debía padecer; de esa manera, al aceptarlo como salvador la culpa es abolida.

En verdad, cualquier padre de familia que ame a sus hijos siente verdadero dolor al ver sufrir a uno de ellos. Más doloroso es si el que padece es hijo único. Eso puede dar al amable lector una idea del dolor padecido por el Altísimo Padre al ver a su Hijo sumido en indescriptible dolor por un error que él nunca cometió.

Con todo, su dolor encontró alivio pues el sacrificio cumplió el propósito de librar de la muerte a aquellos sobre los cuales pesaba el castigo final. Así, la declaración divina es: “para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Pero una cosa es tan cierta como que existen el día y la noche: El mensaje acerca de la muerte redentiva está siendo predicado por toda la tierra, y la oportunidad está disponible para todos. ¡Ay de quienes rechacen a Cristo y estén vivos cuando las plagas vengan, porque se lamentarán grandemente! La palabra es clara: Las plagas serán para que el mundo sienta la ira de Dios a causa de haber rechazado la muerte de su Hijo. Entonces echarán de ver cuán catastrófico les fue no haber puesto atención al evangelio.

Un vistazo a las siete plagas

Los castigos de Dios a la humanidad desobediente son dos: El primero está manifestado por medio de las siete plagas postreras. El segundo es el castigo final. La posible diferencia entre ambos castigos podría consistir en que durante el derramamiento de las plagas todos los humanos estarán con su plena conciencia, y se mirarán unos a otros, y la ciencia se esforzará por combatir el mal por diferentes medios. En cambio el castigo final, que es la consumación de todo, no dará lugar a ningún humano para que piense acerca de otras personas. En ese momento el humano no tendrá tiempo para pensar en otros sino en sí mismo, lamentándose de haber tenido en sus manos el regalo divino que le hubiera hecho evitar tan dolorosa situación. En ese momento la persona estará sola frente a frente con el Gran Juez de toda la tierra que le dictará la sentencia de condenación que le hará ser lanzado al lago que arde con azufre.

He aquí, pues, el contenido de las siete plagas postreras según el libro de Apocalipsis 16:1-21.

“Entonces oí desde el templo una gran voz que decía a los siete ángeles: «Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios». Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y que adoraban su imagen. El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y este se convirtió en sangre como de muerto, y murió todo ser viviente que había en el mar. El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí que el ángel de las aguas decía:

«Justo eres tú, Señor,
el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.

Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre, pues se lo merecen». También oí a otro, que desde el altar decía: «¡Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos!». El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual le fue permitido quemar a los hombres con fuego. Los hombres fueron quemados con el gran calor y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria. El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrió de tinieblas. La gente se mordía la lengua por causa del dolor, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras. El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y el agua de este se secó para preparar el camino a los reyes del oriente. Vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos semejantes a ranas. Son espíritus de demonios, que hacen señales y van a los reyes de la tierra en todo el mundo para reunirlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. «Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza». Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón. El séptimo ángel derramó su copa por el aire. Y salió una gran voz del santuario del cielo, desde el trono, que decía: «¡Ya está hecho!». Entonces hubo relámpagos, voces, truenos y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande cual no lo hubo jamás desde que los hombres existen sobre la tierra. La gran ciudad se dividió en tres partes y las ciudades de las naciones cayeron. La gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira. Toda isla huyó y los montes ya no fueron hallados. Del cielo cayó sobre los hombres un enorme granizo, como del peso de un talento. Y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo, porque su plaga fue sumamente grande”.

La sola lectura de este texto es suficiente para entender que grandes calamidades futuras repercutirán severamente sobre toda la tierra. Ningún elemento terreno escapará de sufrir las consecuencias del castigo que como fruto del pecado y de la indiferencia mundial hacia la voluntad divina será enviado desde lo alto.

Lamentablemente, el tiempo está transcurriendo sin ser aprovechado. Podría servir eficazmente para evitar la catástrofe, pero la indiferencia es mucha, el mundo está demasiado ocupado en vaciedades, sin fruto espiritual, ignorando que venido el momento, nadie podrá evadir recibir su justa paga.

Así como no habrá una segunda oportunidad para quienes hayan de comparecer ante el juicio final a recibir la sentencia que los enviará al lago de fuego, así tampoco la habrá para quienes hayan de padecer en carne propia cada una de las plagas. El tiempo habrá llegado y no habrá tiempo para enmendar el error.

La primera plaga

“Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y que adoraban su imagen” (Apocalipsis 16.2).

Úlcera es una llaga, y aunque no puede precisarse qué tipo de úlcera será, sí se sabe que será de terribles consecuencias. Ésta estará acompañada de insoportable hedor.

Allí tanto la delicadeza como el orgullo humano desaparecerán para dar paso a un espectáculo enteramente desagradable en el cual los tumores en descomposición producirán abundantes gusanos, que al estar devorando la carne causarán dolor extremo.

Otras versiones de la Escritura, en lugar de decir que será pestilente dicen que será dolorosa. En realidad no hay error de traducción, más bien ambas palabras son correctas, y lo que se da a entender es que además de ser pestilente será dolorosa.

Generalmente las úlceras sangran constantemente, la piel al rededor de su centro se torna de color rojizo, y tanto en su superficie, como debajo de ella se pudre, de tal manera que emanan pus debido a la descomposición del tejido. Generalmente la parte infectada se altera y se siente como fuego; y entre más avanzada está la descomposición del tejido, más fuerte y constante es el dolor. Eso ocasiona fiebre, las energías menguan notoriamente hasta hacer que la persona caiga postrada en cama.

El versículo menciona “una úlcera”, pero eso de ninguna manera significa que a cada persona le aparecerá una sola; más bien el texto puede ser interpretado en el sentido de que ese tumor estará extendido en todo el cuerpo desde la planta del pie hasta la cabeza.

La imaginación personal no encuentra dificultad para mirar que esa úlcera cubrirá ambos pies, la boca, el rostro, el área frontal y la espalda. El cuerpo sobre el cual caiga esa plaga será estremecido por fuerte fiebre debido a la terrible infección. El mal olor proveniente de esa descomposición hará todavía más insoportable el estado lamentable proveniente de ese flagelo.

Debe advertirse que esa plaga es sólo el principio de una cadena bastante larga y pesada de consecuencias que están por venir a la tierra, y su propósito es hacer entender que la indiferencia con la cual se vio el deseo divino de salvar al mundo tuvo como nefasto resultado desatar la ira celestial por haberse desechado con desdén e indiferencia la oportunidad de entrar por la puerta estrecha, y que la oportunidad de salvación fue desaprovechada.

Esto significa que la retribución o paga debido a la indiferencia al ofrecimiento divino, será justa y exactamente igual en el nivel de las consecuencias, porque de la manera en que la vida eterna es una recompensa sumamente alta, así el castigo es también una paga sumamente alta.

Si ese tumor maligno y maloliente viene como consecuencia de la desobediencia, entonces se infiere que caerá sobre quienes estén marcados como desobedientes por Dios. Por lo tanto, no parece que la solución para quienes padezcan esa úlcera sea visitar los consultorios médicos, ya que la plaga será incurable. La ira divina no hará distingos de ninguna índole excepto entre la obediencia y la desobediencia, aparte de eso no existe una tercera categoría.

No importa qué tan avanzada esté la ciencia médica, ante el castigo divino ningún avance científico será capaz de producir medicinas capaces de contrarrestarlo. Eso significa que de nada servirá a los enfermos acudir a la ciencia, ya que incluso los científicos estarán sufriendo exactamente la misma condición dolorosa y pestilente. Pareciera que si esta plaga viene sobre los moradores de la tierra, los grandes laboratorios donde se fabrican medicinas, tendrán dificultades de producción, porque los científicos que no tuvieron tiempo para pensar en asuntos de valor eterno estarán padeciendo penosas circunstancias.

Dolor, incomodidad, lamentos y demás manifestaciones corporales estarán a la orden del día, sin que la solución para los enfermos sea buscar alivio y consuelo en otros que estarán afanados buscando lo mismo.

En realidad, sólo pensar en lo terrible que será la primera plaga, es suficiente para ver que la situación por venir es enteramente caótica. Nadie podrá auxiliar a nadie.

Quejidos, gritos de dolor, lamento y llanto serán escuchados por todas partes, en todo el mundo.

La Palabra claramente advierte que las plagas vienen sobre los hombres que tienen la marca de la bestia y que adoran su imagen. Póngase atención a que el texto de Apocalipsis 16:2 enfáticamente identifica a los padecedores de esta plaga como adoradores de la bestia y poseedores de su marca, (para un estudio más a fondo de esto, por favor vea el estudio “666, La Marca de la Bestia”).

Esa bestia es el Imperio Romano. Sí, es aquella Roma tan poderosa que llegó a ser el imperio más extenso que jamás se haya conocido. Roma no fue conocida debido a sus bondades sino por su idolatría y por el establecimiento de fiestas religiosas que impuso en todos los lugares bajo su dominio. Asimismo, es conocida como una bestia “espantosa, terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos grandes dientes de hierro; devoraba y desmenuzaba, pisoteaba las sobras con sus pies” (Daniel 7:7).

Leer un poco de historia respecto al mundo antiguo sirve para llegar a la asombrosa conclusión de que parte de esas festividades paganas han sido incluidas dentro del Cristianismo con nombres diferentes. A manera de pequeño ejemplo puede citarse al sol invicto, que era el dios por excelencia entre los romanos, título que mediante el manejo de palabras fue acomodado al Sol de Justicia que es el Divino Salvador. Roma había dedicado el primer día de la semana para su adoración, al cual también hoy se le conoce como “domingo” o sea “del señor”. (Vea el estudio “¿Es el Domingo el Día del Señor?”).

Lo mismo es con algunos títulos eclesiásticos actuales, como por ejemplo el de “sumo pontífice”, cuya frase Latina viene significando en nuestra lengua poco más o menos “gran constructor de puentes”, que era uno de los títulos conque era honrado el emperador. La “curia” era el nombre conque se conocía al senado romano.

Leyendo a los “padres apostólicos” y a los “padres de la Iglesia”, se puede corroborar cómo la dedicada adoración al sol fue impulsada en la Iglesia por la fortísima presencia de sus líderes, quienes argumentaron que el cambio fue hecho mediante autoridad del Divino Salvador.

De esta manera se concluye en que la marca de la bestia no es un supuesto número conque los moradores de la tierra serán marcados o identificados futuramente. La marca de la bestia es nada menos que la obediencia a sus leyes religiosas que como un sello practicaban sus ciudadanos y que aun hoy en día son obedecidas al pie de la letra y defendidas con verdadero vigor.

Adorar su imagen significa someterse a ella, pero ese sometimiento no debe entenderse materialmente sino espiritualmente. De esa manera, adorarla significa obedecerle y honrar cuando ella determinó desde hace más de dos mil años.

Ciertamente, el Imperio Romano llegó a su final ya hace muchos cientos de años, pero su influencia religiosa fue tan poderosa que incluso hoy en día continúa impactando sobre miles de millones de humanos que afanosamente se mantienen ocupados divagando acerca de una marca que supuestamente en lo futuro será para identificar a sus adoradores, ignorando que obedecerle es poseerla.

Sin lugar a dudas las plagas harán grandes estragos porque el texto claramente dice que vienen sobre aquellos que poseen la marca de la bestia.

La segunda Plaga

Antes de comentar algo sobre la segunda plaga conviene aclarar dos cosas: Primero, la Palabra de Dios no dice cuánto tiempo va a durar cada plaga. Segundo, tampoco dice si hasta que finalice el derramamiento de una empezará la siguiente. Por consiguiente, eso hace entrever que cada plaga durará todo el tiempo que Dios haya estimado conveniente. Es más, podría ser que el plan divino consista en no esperar a que termine una para derramar la siguiente.

Posiblemente la primera plaga estará en pleno apogeo cuando el segundo ángel sea enviado a derramar su copa.

Lo que el texto dice acerca de la segunda plaga es:

“El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y este se convirtió en sangre como de muerto, y murió todo ser viviente que había en el mar” (Apocalipsis 16:3).

El aspecto que presenta la sangre descompuesta en realidad causa estupor. Esta deja de ser roja para adquirir una transparencia de color amarillento con algo de viscosidad. Conociendo el color rojo vivo de la sangre, podría decirse que al entrar en descomposición, su apariencia viene a ser enteramente desagradable.

En aquel entonces el azul profundo que por naturaleza presentan las aguas del mar, será cambiado a un aspecto horroroso. Semejante color corresponde con el color asignado a la muerte, según lo dice Apocalipsis 6:8, en donde se le describe poseyendo un color amarillento verdoso.

Tan grandes serán los estragos de la segunda plaga que la vida marítima llegará a su fin.

En la actualidad las naciones del mundo sostienen programas por medio de los cuales controlan la contaminación de los mares, pero cuando el segundo ángel derrame su copa sobre sus aguas, entonces no habrá nación alguna capaz de controlar la contaminación que en ese entonces alcanzará los más altos niveles jamás imaginados, lo cual significa que es difícil imaginar el grado de desaliento y frustración de la ciencia que en aquel entonces estará imposibilitada de contrarrestar lo que para ellos será un desastre natural, pero que ante los ojos de Dios serán evidencias de un castigo que estará dando inicio.

La poderosa industria pesquera multinacional vendrá a la quiebra puesto que, como dice la declaración, todos los seres marítimos morirán en las aguas de los mares totalmente descompuestas y malolientes. La fauna marítima morirá, eso significa que el hedor de toda la materia orgánica en descomposición hará demasiada penosa la navegación. El lector puede en este momento tener una idea de lo que significa el hedor de un pescado en descomposición y concluir en que es insoportable. ¿Cómo no será en aquellos días de angustia, cuando semejante hedor sea producido por millones y millones de animales muertos que las mismas aguas se encargarán de arrojar a tierra? El espectáculo sin lugar a dudas será desalentador y horrible puesto que el macabro espectáculo será acompañado por una espesa y negra nube de moscas que en ese tiempo tendrán festín.

Como si eso fuera poco, la descomposición de la materia origina gases enteramente tóxicos para la salud, lo cual tendrá como resultado el surgimiento de enfermedades tanto en la piel como en los órganos internos incluyendo el cerebro.

Una pregunta resulta interesante formular: ¿Padecerán los hijos de Dios las plagas? Seguramente no, ninguno de ellos estará expuesto a eso ya que las plagas están preparadas para los humanos antagónicos a la voluntad divina. Cuando el derramamiento de las plagas empiece se cumplirán las palabras dichas por David en el Salmo 91:5-7,10

“No temerás al terror nocturno ni a la saeta que vuele de día, ni a la pestilencia que ande en la oscuridad, ni a mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegarán, no te sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada”.

Sobre quien viene una vienen todas

De vez en cuando equivocadamente se piensa que al empezar a caer la primera plaga será el preciso momento para buscar el arrepentimiento y rápidamente pedir perdón a Dios para que él detenga el castigo, y de esa manera las seis plagas restantes no causen estragos a la persona arrepentida.

Seguramente ese tipo de conclusiones no pasa de ser simple idea. Además, es un error cuyos costos serán demasiado altos sencillamente porque a quien le caiga una le caerán todas.

Debe recordarse que para ese entonces las puertas del arrepentimiento que estuvieron abiertas durante muchos siglos, ya habrán sido cerradas, de tal manera que no habrá lugar para el arrepentimiento que pueda hacer que Dios se compadezca y suspenda el castigo.

Al presente van casi dos mil años desde que el evangelio empezó a ser predicado previniendo al mundo que debe alejarse del pecado. Con todo, no parece que el mensaje haya encontrado un lugar en la conciencia mundial. Es notoria la poca atención que el mensaje de advertencia ha estado teniendo a lo largo de los siglos. Pareciera como que si el mensaje realmente fuese respecto a cosas imaginarias y sin valor a las cuales no vale la pena poner ninguna atención.

Pero el tiempo viene en el cual se mirará cuán desastroso fue haber desestimado el mensaje salvificante. Lamentablemente, el “yo pensaba que...” carecerá de fuerzas como para hacer que el Altísimo detenga el castigo.

La declaración divina para ese tiempo

Apocalipsis 22:11 es un fuerte mensaje acerca de la determinación que Dios ha tomado y de lo imposible que será tratar de revertir la situación cuando las plagas empiecen a caer:

“El que es injusto, sea injusto todavía; el que es impuro, sea impuro todavía; el que es justo, practique la justicia todavía, y el que es santo, santifíquese más todavía”.

¿Se entiende este texto? ¡Por supuesto que sí! El momento viene en el cual de nada servirá pensar en evitar un mal que bien pudo haberse evitado si se hubiera aceptando a Jesucristo como salvador cuando el mensaje estuvo disponible.

El momento viene en el cual tratar de arreglar las cosas a fin de evitar el castigo será infructuoso. La declaración de este texto claramente desdeña a ese tipo de personas, declarándoles infructuoso cualquier intento de corregir lo que a lo largo de sus vidas no quisieron corregir. Categóricamente está dicho: “Quien haya estado practicando la maldad, que continúe en sus prácticas. Quien durante su vida estuvo ensuciando su cuerpo por medio de tendencias ilícitas, que continúe ensuciándolo. Quien durante toda su vida estuvo contradiciendo a Dios por medio de obras injustas, que continúe en sus injusticias.

Después de todo, de nada servirá a nadie en aquellos momentos afligirse con extrema preocupación ante el horrible castigo que habrá empezado a ser derramado. Porque en esos momentos el derramamiento de las plagas habrá llegado, y las puertas de la oportunidad para arrepentirse se habrán cerrado para siempre. De esa manera nada habrá que impida que cada culpable reciba su justa retribución.

Sí, venidas las plagas no habrá excepción de personas. Dios derramará su ira sobre quienes menospreciaron el divino sacrificio de su Hijo.

Leer la Santa Escritura, y meditar sobre ella, capacita al humano para entender que Dios no se presta a ningún juego por medio del cual alguien quiera evadir las responsabilidades y la culpa que le acreditan como sentenciado al padecimiento.

Es verdad que Dios es amor, nadie discute eso porque es una verdad incontrovertible. Dios es amor, y desea compartir la eternidad con los humanos. Pero debe advertirse que también es sumamente severo cuando castiga la desobediencia. Hoy es el tiempo cuando está mostrando su ilimitado amor a los humanos, llamándolos al arrepentimiento para darles el perdón y asegurarlos para la vida eterna. Pero él también mostrará que con su amor y deseo de ayudar nadie puede jugar. Por eso, pretender cubrirse en el amor de Dios sin hacer frutos dignos de arrepentimiento, para nada ayuda; porque Dios es amor mientras el tiempo de la salvación está abierto.

Todo esto significa que si el mensaje divino no es tomado con toda la seriedad requerida, el eminente peligro está a las puertas.

Apocalipsis 22:11 alerta al pueblo de Dios diciéndoles:

“El que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía”.

Siendo aquellos días verdaderamente apremiantes, la única alternativa para evitar el castigo será la santificación. Aquí empezarán los santos a mirar el gran galardón que desde la eternidad les ha sido preparado, el cual consiste en librarlos del dolor, de la angustia y de las aflicciones que cual terrible tempestad habrá comenzado a ser derramada sobre el mundo enemigo de Dios.

“Santifíquese todavía” no significa otra cosa sino “continúe santificándose”.

Glorioso momento aquel en el cual los placeres de la carne habrán desaparecido y el momento de dar paso a los más horribles dolores habrá llegado para unos. Pero a la vez, la paciencia, la consagración y la santificación empezarán a manifestar al mundo que las promesas de protección divina aparecerán para otros justamente cuando sean necesarias. Allí se cumplirán las palabras del profeta Malaquías que dicen:

“Entonces os volveréis y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”.

Cuando el momento de derramar las plagas llegue, también el momento de la verdad habrá llegado, porque allí será puesto al descubierto cuán falso fue el Cristianismo en la vida de cientos de millones; porque allí, como dice el texto, se echará de ver la diferencia entre el genuino hijo de Dios, y el que no lo es.

El momento viene cuando la falsedad espiritual será puesta en evidencia, porque las plagas serán la prueba con la cual la deslealtad espiritual hacia la Palabra será manifestada.

Allí se echará de ver quienes en realidad fueron obedientes y quienes fueron desobedientes. Allí se echará de ver que el emocionalismo, las lágrimas y demás manifestaciones humanas llevadas a cabo en los servicios de adoración, no fueron suficientes para llenar el lugar que la obediencia a los mandamientos divinos demanda.

En ese entonces las naciones bramarán de dolor, retorciéndose en medio de la fiebre surgida por la infección causada por los tumores y por el hedor del agua de los mares en descomposición; mientras que el pueblo de Dios no será tocado por la destrucción de las plagas. Para ellos habrá salvación y seguridad, sencillamente porque el sello de Dios estará en ellos manifestándose maravillosamente.

En ese entonces de nada servirá que los tocados por las plagas acudan ante los hijos de Dios para pedirles que oren por ellos para que Dios les quite el castigo. Sencillamente nada ni nadie podrá anteponerse ante los ojos de Dios para interceder, ni siquiera el Todopoderoso Hijo de Dios, porque para ese día su labor intercesora habrá terminado.

Así, al inicio de la primera plaga se echará de ver claramente quién es en verdad hijo de Dios y quién no lo es. Actualmente miles de millones pueden declarar que son pueblo de Dios, mas las plagas les demostrarán si en verdad lo serán o si toda su vida estuvieron viviendo en engaño pensando ser algo que en realidad no eran. Las palabras serán innecesarias, más bien bastará mirar al cuerpo de las personas para conocer si sus declaraciones de que son pueblo de Dios son ciertas o no. Las plagas se encargarán de decir cuál es la condición de cada persona.

La tercera plaga

“El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí que el ángel de las aguas decía: «Justo eres tú, Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre, pues se lo merecen». También oí a otro, que desde el altar decía: «¡Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos!» (Apocalipsis 16:4-7).

No hay dudas, para el tiempo en que la tercera plaga empiece a ser derramada, el asombro y la angustia estará inundando los cuatro puntos de la tierra, dominando el ánimo de quienes tuvieron la oportunidad de arrepentirse de sus pecados aceptando a Cristo como salvador, y no lo hicieron.

Los tumores provenientes de la primera plaga harán dolorosa e insoportable la vida sobre la tierra. La segunda plaga vendrá a hacer más estragos debido a las bacterias emanadas de los animales muertos en las aguas del mar y en sus orillas. Con todo, eso no es comparable con la tercera plaga, la cual hará que el agua de los ríos se torne en sangre. El agua de los ríos sirve para proporcionar a los habitantes de las ciudades aseo en general, es decir, para lavar ropa, para aseo corporal, para aseo del hogar, y sobre todo para beber.

El lector puede imaginar lo que sucederá cuando sea derramada la tercera copa de la ira divina, y seguramente no tardará en mirar con los ojos del entendimiento lo duro que será la situación en aquellos días para quienes despreciaron el sacrificio del Hijo de Dios.

Por el contenido descriptivo de esta tercera plaga puede advertirse que vienen días difíciles para el pueblo de Dios no porque sobre ellos haya de venir esta plaga, sino porque el texto claramente dice que los moradores del mundo derramarán la sangre de los santos, lo cual les traerá como castigo beber agua convertida en sangre.

El texto dice: “Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre, pues se lo merecen”, dando a entender que el castigo de deber sangre en vez de agua es una retribución justa, de acuerdo a la acción asesina que habrá de llevarse a cabo en lo futuro sobre los hijos de Dios.

Valga aclarar que en el antiguo tiempo, cuando el pueblo de Israel estaba para salir de su esclavitud en Egipto, Dios ordenó a Moisés herir las aguas para que se convirtieran en sangre, pero en esta segunda vez será un ángel, el cual por la autoridad concedida por el Altísimo, derramará la copa que le ha sido asignada convirtiendo en sangre las aguas.

Una cosa es de tomar en cuenta, el agua convertida en sangre no será exclusiva para pocos, más bien es para todo el mundo que de una u otra manera participará en la persecución y matanza que para el pueblo de Dios se avecina.

Como si derramar la copa sobre los ríos fuese poco, el texto dice que el ángel la derramará también sobre las fuentes de las aguas, es decir, sobre los mantos acuíferos de donde las ciudades se abastecen para beber.

Por la descripción que el texto ofrece, parece que los días próximos al derramamiento de las plagas serán difíciles para el pueblo de Dios, porque aquellos que en ese momento poseerán la marca de la bestia serán los verdugos que inmisericordemente se gozarán masacrándolos por no poseer esa marca.

De esas personas inocentes es que habla Apocalipsis 7:14 diciendo:

“Estos son los que han salido de la gran tribulación; han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero”.

Ciertamente serán días de gran angustia para el pueblo de Dios, pero en la medida en que el mundo afligirá a los santos, así será el castigo que le viene.

Otro aspecto oportuno de mencionar es que Dios será el gran fortalecedor de sus hijos, cuyo padecimiento será vengado por medio de las plagas. Sí, los padecimientos del castigo serán sentidos en carne propia por los verdugos de los santos que desecharon a Jesucristo y son adoradores de la bestia, para ellos está reservado beber sangre. Pero los hijos de Dios no la beberán aunque beberán de las mismas fuentes que abastecen la tierra. ¡Qué notoria diferencia! Sí, entretanto miles de millones tendrán que beber sangre, los hijos de Dios beberán agua normal. ¿Cómo será esto? Nadie lo sabe todavía, más bien es un poderoso milagro reservado para ser presenciado por todos los moradores de la tierra. Lo único que podría la mente imaginar es que cuando un hijo de Dios tenga sed, beberá agua, mientras que cuando el mundo tenga sed, beberá sangre.

Para ese entonces los lamentos provenientes de las almas angustiadas por el dolor, por la indescriptible hedentina proveniente de los animales marítimos en descomposición, y por la pena de tener que beber sangre, no serán suficientes como para enternecer la férrea decisión divina de castigarlos por su pecado.

La cuarta plaga

“El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual le fue permitido quemar a los hombres con fuego. Los hombres fueron quemados con el gran calor y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria” (Apocalipsis 16:8-9).

Antes de proceder al comentario respecto esta cuarta plaga es necesario aclarar el verso 9 que dice: “Los hombres fueron quemados con el gran calor y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria”. La última parte de este texto no está diciendo que en medio del dolor ocasionado por las plagas la humanidad tendrá oportunidad de arrepentirse pero que su endurecimiento no se lo permitirá. Lo que el texto está diciendo es que los hombres bien pudieron haberse arrepentido delante de Dios, y haberle dado gloria antes de que empezaran a caer las plagas, pero que no lo hicieron.

¿Qué tan abrasador será el sol en aquellos días como para hacer que los moradores se quemen y blasfemen el nombre de Dios? Nadie lo sabe con certeza, lo único que pueden sacarse son deducciones que por su lógica conducen a entender que las altas temperaturas por venir en la cuarta plaga verdaderamente quemarán a los humanos. Parte de esas deducciones se obtienen al considerar las altas temperaturas que anualmente azotan algunas zonas de África, donde los cuerpos de muchos animales, y de muchos humanos, son consumidos hasta morir. Lo mismo puede mirarse en el Estado de California, en Los Estados Unidos, que durante la época de verano las temperaturas alcanzan niveles insoportables que cada año cobran víctimas. Durante esa época las temperaturas con gran facilidad sobrepasan los 100 grados Farenheit (unos 38 grados Centígrados), la cual es más alta que la temperatura en algunos países tropicales.

Incluso si esos 38 grados se mantienen de manera prolongada, ocasionan sofoca en las personas, pero si aumenta, entonces se torna sofocante, causa deshidratación, infecciones renales, infecciones en la piel y por último la muerte.

Una temperatura que alcanza los 38 grados fácilmente hace que la hierba y los bosques se incendien; ya no se diga si la temperatura se eleva más.

Otra pequeña muestra de los terribles efectos del calor son los más de diez mil muertos en Francia en el verano del año 2003, lo cual puso en evidencia la fragilidad humana y su impotencia para contrarrestar las inclemencias del tiempo.

Quien alguna vez se haya quemado parte de su cuerpo puede tener una idea en pequeño de lo que sentirán los moradores del mundo cuando la cuarta plaga sea derramada y les haga blasfemar contra el Altísimo.

Si las palabras del Revelador están en consonancia con las del profeta Isaías, entonces se puede tener una idea clara de lo caliente que será el sol en ese entonces. Isaías 30:26 dice:

“La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días, el día cuando vende Jehová la herida de su pueblo y cure la llaga que le causó”.

¿Por qué el recalentamiento del sol mencionado por Isaías encaja con la cuarta plaga de Apocalipsis? Porque Isaías habla del “día cuando vende Jehová la herida de su pueblo y cure la llaga que le causó”, lo cual encaja con lo dicho por Zacarías 13:8-9, cuya profecía se refiere al tiempo cuando el Altísimo purificará a Israel para volverlo a tomar y darle prioridad, eso acontecerá en la guerra del Armagedón (Vea el estudio “La Guerra de Armagedón”).

El recalentamiento actual del sol está haciendo que el hielo de los Polos se derrita y que el nivel del agua de los mares aumente, trayendo como consecuencia que la tierra seca vaya siendo inundada. Las noticias informan, con cierto grado de intranquilidad, que el nivel de los mares aumenta varios centímetros cada año.

El derretimiento de algunos témpanos de gran tamaño en el Polo sur ha obligado al rediseñamiento de los mapas de esa región, porque lo que antes eran enormes montañas de hielo, hoy es tierra seca. Semejante derretimiento polar es sólo una pequeña idea de lo terrible que será en aquel tiempo el estrago que el recalentamiento del sol ocasionará a nivel global.

No sólo el hielo se derretirá, sino que la temperatura de las aguas que para esos momentos estará convertida en sangre, subirá dramáticamente hasta hacerlas intolerables a la piel, causando severos daños a la humanidad. No habrá siembras ni cosechas, más bien el panorama desalentador conducirá a las grandes naciones del mundo a suspender sus programas de ayuda a otras naciones, sencillamente porque ellas mismas estarán expuestas al flagelo de esta terrible plaga. Esto indudablemente significa que el comercio mundial sufrirá grandísimas pérdidas, con lo cual la economía mundial colapsará.

Debido a las altas temperaturas, la vegetación mundial se dañará, creando un espectáculo totalmente desalentador en los cuales los diferentes programas para la ecología serán insuficientes.

Si el agua calentará sobremanera debido a las altas temperaturas provenientes del recalentamiento solar, entonces significa que gran parte de los mantos acuíferos de donde las naciones se abastecen para el consumo humano, se secarán, haciendo que los gobiernos racionen extremadamente ese precioso líquido. Si el agua escaseará debido a su evaporación, entonces las enfermedades estarán en cada hogar.

Las moscas serán grandes portadoras de enfermedades, y la fetidez emanada de los cuerpos de los animales en descomposición, arrojados por el mar a las playas como resultado de la segunda plaga, formarán un panorama extremadamente confuso y desalentador para el cual no existirá paliativo.

Para ese entonces ningún aparato enfriador será capaz de enfriar la poca agua que habrá quedado disponible para el consumo.

Sorpresivamente, la profecía relacionada a esta plaga informa que la reacción humana será totalmente negativa. El texto dice que los humanos blasfemarán contra Dios porque la plaga será muy grande, muy penosa y horriblemente desalentadora.

El pueblo de Dios no podrá interceder

“Y el templo se llenó de humo por causa de la gloria de Dios y por causa de su poder. Nadie podía entrar en el templo hasta que se cumplieran las siete plagas de los siete ángeles” (Apocalipsis 15:8).

Para entender el significado de este texto, el cual no es material sino espiritual, es necesario primeramente entender algo referente al tabernáculo que por orden de Dios construyó el pueblo israelita en tiempos antiguos. Ese tabernáculo poseía dos lugares especiales aunque uno era más especial que el otro. El menos especial era conocido como el lugar santo, y el más especial era conocido como el lugar santísimo.

Dios dijo a Israel que el lugar santísimo sería donde él iba a morar, sería su habitación en medio del pueblo; por esa razón, cuando Dios descendía, el tabernáculo se llenaba de humo espeso. Ese humo servía como escudo de protección para evitar que el pueblo muriera a causa de la gloria divina.

Durante todo el año los sacerdotes oficiaban en el tabernáculo a favor del pueblo, ese oficio era de intercesión por los pecados. El pueblo debía ofrecer sacrificios para que sus faltas fuesen perdonadas, para eso se presentaba ante el sacerdote quien a su vez mediaba entre Dios y el oferente. Es importante recalcar que los sacerdotes eran los encargados de interceder a favor del pueblo. Ellos eran los mediadores entre Dios e Israel. Pero cuando el tabernáculo se llenaba de humo entonces ningún sacerdote podía entrar. El oficio sacerdotal se detenía porque Dios estaba allí en su lugar.

Entender esto es la clave para ver claramente el significado de Apocalipsis 15:8, cuyo significado, como se dice arriba, no es material sino espiritual.

Pablo, en 1 Timoteo 2:1, dice que el pueblo ganado por la sangre de Cristo continuamente intercede a favor del mundo, sus oraciones acarrean muchas bendiciones a los políticos, a las autoridades policiales y a los países en general, de tal manera que por su contenido, Apocalipsis 8:4 dice que esas oraciones son como humo de fragante incienso, que sube hasta el trono de Dios.

Las oraciones de los santos suben continuamente hasta lo alto, y Dios las recibe con beneplácito, pero viene un momento en el cual esas oraciones no podrán entrar hasta donde Dios se encuentra, porque está profetizado que “nadie podía entrar en el templo hasta que se cumplieran las siete plagas de los siete ángeles”. Así, las oraciones intercesoras del pueblo de Dios a favor de los pueblos angustiados por las plagas, no tendrán ninguna respuesta, porque al lugar donde Dios se encuentra ninguno de ellos podrá entrar por medio de sus oraciones porque es tiempo de retribución, es el tiempo cuando el mundo será castigado sin que haya alguien capaz de interceder a su favor a fin de que alcancen perdón.

La quinta plaga

“El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrió de tinieblas. La gente se mordía la lengua por causa del dolor” (Apocalipsis 16:10).

Como se dice en el estudio “666, La Marca de la Bestia”, la bestia representa al Imperio Romano de la antigüedad, que dominó al mundo y le impuso sus leyes civiles y religiosas. Pero esa bestia llegó a su fin cuando el Imperio perdió su poder hasta venir a disolverse. Curiosamente, esa bestia, aunque fue muerta, a la vez es mencionada viva. Obsérvese el texto siguiente:

“La bestia que has visto era y no es, y está para subir del abismo e ir a perdición. Los habitantes de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será” (Apocalipsis 17:8).

El Imperio Romano terminó, pero le sucedió otro poder que es identificado como la segunda bestia, cuyo poder tomó su lugar para hacer que los moradores de la tierra continuaran obedeciendo (adorando) al Imperio. De esa manera se cumple el texto al decir que la bestia “era y no es y está para subir del abismo”. Por lo cual, el Imperio continúa vivo, imponiendo su sistema religioso sobre los moradores de la tierra.

Como si su influencia sobre la Religión Cristiana durante los dos mil años transcurridos fuera poco, viene el momento en que la fuerza de la bestia se hará tenebrosa sobre la tierra para que se cumpla la profecía de la quinta plaga.

Actualmente todo “huele a democracia”, o sea, actualmente el mundo hace cuanto quiere tanto en lo civil como en lo religioso. El mundo está demandando a la Religión que respete su modo de actuar y su modo desenfrenado de vivir. La degeneración ha llegado a puntos tan elevados que el mundo está reordenando los parámetros religiosos por los cuales conducirse. El mundo no está obedeciendo a la Religión Cristiana, sino por el contrario, está proponiendo que sea la Religión la que se le someta.

Pero el momento viene en el cual las cosas cambiarán dramáticamente, porque la bestia hará que todo vuelva a ser tal como lo fue cuando el Imperio Romano existía literalmente; cuando era él el que imponía su voluntad sobre el mundo.

Indudablemente, su poder será extremadamente pesado para quienes desobedezcan sus órdenes.

El texto declara que “su reino se cubrió de tinieblas”, lo cual, entre otras cosas, sugiere que el tiempo viene en que esa bestia hará sentir toda su autoridad, de tal manera que la gente se morderá la lengua por el dolor que su rigor tirano le va a causar. Seguramente esa bestia entrará en una fase de confusión, al grado que a sus mismos adoradores impondrá su dureza, lo cual, en los siglos precedentes nunca ha hecho.

Grande sorpresa habrá en aquellos tiempos cuando los moradores de la tierra, que se maravillaron viendo que la bestia muerta subía del abismo para volver a la vida por medio de la segunda bestia, tengan que padecer amargamente haberle adorado. Si la gente en ese entonces se morderá la lengua de dolor, entonces significa que la despiadez de la segunda bestia será extremadamente notoria. Será ese el momento de experimentar el terrible dolor que en siglos pasados sufrió el pueblo de Dios por no negar su fe y su obediencia a los mandamientos de Dios y a la fe de Jesucristo (Apocalipsis 14:12).

La sexta plaga

“El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y el agua de este se secó para preparar el camino a los reyes del oriente. Vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos semejantes a ranas. Son espíritus de demonios, que hacen señales y van a los reyes de la tierra en todo el mundo para reunirlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. «Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza». Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (Apocalipsis 16:12-16).

Parece que ante los ojos de Dios las cinco plagas anteriores no son suficientes para castigar al mundo por haber rechazado la sangre de Cristo. Y parece así porque la sexta plaga vendrá a aumentar no sólo el dolor físico causado por las cinco plagas anteriores, sino dolor al alma, pues esta plaga será manifestada por medio de una terrible guerra que viene sobre la faz de la tierra. Una guerra en la cual las naciones del mundo entrarán en conflicto con Dios.

Semejante guerra involucrará a muchas naciones del mundo (posiblemente todas) que se aliarán contra un enemigo común: Israel.

Las naciones poderosas del mundo están procurando la paz en el Oriente Medio, proponiendo el derecho a la existencia pacífica de las naciones de esa región.

Pero en ese momento las cosas van a cambiar dramáticamente porque la paz que actualmente se procura, nunca será alcanzada. Por diferentes razones que el mundo no entiende, el Oriente Medio nunca tendrá paz, al contrario, el movimiento cunvulsionante actual paulatinamente irá en aumento hasta desembocar en la guerra de Armagedón (Vea el estudio “La Guerra de Armagedón”).

Es interesante recordar que Apocalipsis 16:1 claramente dice que cada plaga es para consumar la ira de Dios sobre los moradores de la tierra, de lo cual se infiere que esta sexta plaga forma parte de ese contexto.

Los profetas de antemano han anunciado una guerra de terribles magnitudes que va a llevarse a cabo en la tierra de Israel. Esa guerra es descrita como “la guerra del gran día del Dios Todopoderoso”. También es descrita como una guerra en la cual los ejércitos de las naciones que subirán contra Israel caerán, y sus cuerpos muertos serán comida para las aves de rapiña.

El texto que menciona esta sexta plaga dice que de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la del falso profeta saldrán tres espíritus que son inmundos como lo son las ranas. Esos espíritus son malicias o influencias que están preparadas para actuar a su debido tiempo, en el cual entrarán en acción yendo a los gobernadores mundiales para incitarlos a ir en guerra contra Israel.

Seguramente en la actualidad se desconoce que las naciones proclamadoras de la paz, de la cultura y del respeto al derecho ajeno, cambiarán de parecer y van fijar su mirada destructora contra una nación geográficamente pequeña. También se desconoce que esas tres malicias espirituales se encargarán de incitar al mundo para que encuentren una justificación que les hará a ir a pelear a los montes de Israel; porque esos espíritus inmundos irán por autorización divina, porque el Grandísimo Dios estará esperando a los ejércitos para hacerles juicio a ellos y a las naciones de donde provendrán.

Indiscutiblemente, el dragón aquí mencionado es el diablo. La bestia es aquel poder que tomó el lugar del Imperio Romano y lo ha hecho vivir por medio de hacer que los moradores de la tierra obedezcan lo que el Imperio ordenó. Y el falso profeta es sin lugar a dudas la porción religiosa que de manera fingidora proclama profetizar por voluntad divina.

Estos tres espíritus ejercerán gran influencia sobre los dirigentes políticos mundiales que será de grandes alcances, de tal manera que los tres al mismo tiempo influirán sobre el mundo entero para inducirlo a la guerra, pero lo que el mundo en ese momento ignorará es que los ejércitos irán allá por voluntad divina, porque allí serán terriblemente castigados.

La séptima plaga

“El séptimo ángel derramó su copa por el aire. Y salió una gran voz del santuario del cielo, desde el trono, que decía: «¡Ya está hecho!». Entonces hubo relámpagos, voces, truenos y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande cual no lo hubo jamás desde que los hombres existen sobre la tierra. La gran ciudad se dividió en tres partes y las ciudades de las naciones cayeron. La gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira. Toda isla huyó y los montes ya no fueron hallados. Del cielo cayó sobre los hombres un enorme granizo, como del peso de un talento. Y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo, porque su plaga fue sumamente grande. ” (Apocalipsis16.17-20).

Dos eventos terribles son anunciados que vendrán cuando la última plaga sea derramada: Un terremoto de magnitudes nunca antes experimentadas por la humanidad y, la lluvia de granizo.

Pocas naciones van quedando donde todavía sus moradores desconocen lo que es un terremoto. Incluidos en esos países están Canadá y algunos países europeos.

En Canadá, al presente, sólo ha temblado en pequeñas regiones del Océano Pacífico y del Atlántico, esos temblores son extremadamente débiles y no han hecho que la gente sienta el pánico que sienten los habitantes de las regiones donde las violentas sacudidas son frecuentes y causan severos daños. Pero nadie puede asegurar que ni la frecuencia y la intensidad no vayan a aumentar.

Así, a su debido tiempo los temblores empezarán a sentirse en los países donde sus habitantes al presente sólo oyen las noticias que informan de fuertes sacudidas en zonas para ellos distantes.

Para sorpresa de todos, esos temblores irán aumentando su intensidad hasta hacer que los poderosos cimientos de los grandes edificios, orgullo de la ingeniería moderna, cedan ante las fuerzas naturales, haciendo que miles de millones de toneladas de cemento y hierro sean echados por tierra. No habrá ciudad grande o pequeña que no sea arrasada.

Pero como si todo eso fuera poco, el terremoto de la séptima plaga en verdad vendrá a poner en evidencia que el castigo divino ha llegado a su clímax. La situación será extremadamente caótica pues ningún país pensará en ayudar a otro sino en ver cómo ayudar a sus propios ciudadanos que estarán sumidos en terrible confusión.

Para ese entonces ya la economía mundial estará en ruinas debido a las consecuencias catastróficas de las seis plagas en las cuales los países invertirán cuantiosas sumas de dinero tratando de frenar las pestes que mortalmente estarán abrazando toda la redondez de la tierra.

¿Qué ayuda podrán esperar los países pobres si los países ricos estarán seriamente emproblemados por el caos imperante en sus economías? ¿Qué líder político podrá ser capaz de proporcionar al menos una solución para aliviar el dolor, el luto y la confusión que para ese entonces se habrá apoderado de toda la tierra? El hecho de que el texto mencione que “las ciudades de las naciones cayeron” sirve para entender que en esos días el caos imperante en verdad será de impredecibles consecuencias.

En verdad, si al presente cualquier terremoto siembra destrucción y muerte, ¿qué puede esperarse del terremoto que se avecina?

Pero todavía hay más. Ese terremoto no viene solo. Lo acompaña la lluvia de granizo mencionada en la misma séptima plaga, del cual su peso estimado son unos 34 kilogramos, o sean en unas 75 libras.

El texto no menciona el tamaño de ese granizo sino sólo su peso, lo cual, por cierto, es más que suficiente para dar a los lectores una idea del destrozo que causará cada uno.

El granizo no es más que hielo, hielo que en algunos países tropicales generalmente es de tamaño mínimo, y pocas veces cae, pero en otros (como Canadá), algunas veces supera en tamaño a una pelota de golf. De manera que si el tamaño varía, no sería imposible que en la séptima plaga tanto la cantidad, como el tamaño sean verdaderamente increíbles.

La reacción de las naciones en ese momento no será una en la cual piensen en el arrepentimiento o en buscar a Dios, sino por el contrario, el texto anticipadamente dice cuál será la reacción: “Y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo, porque su plaga fue sumamente grande”.

Semejante actitud de blasfemia da una idea de lo doloroso que será la lluvia de ese granizo.

¿Muerte o no muerte?

Si se lee con detenimiento todo el capítulo 16 donde se describen las plagas y su contenido, se podrá notar que en ninguna de ellas se menciona que sus efectos vayan a causar la muerte a los humanos. Lo que se mencionan son severos daños físicos debido a lo cual la gente va a blasfemar contra Dios, eso hace pensar que la muerte no estará presente sino sólo sufrimiento y dolor.

Las posibilidades fuertemente conducen a mirar que durante ese tiempo Dios impedirá a la muerte estar presente y apoderarse de los humanos, porque si eso no fuera así entonces el sufrimiento para millones terminaría en breve tiempo evitándoles el padecimiento de las siguientes plagas, lo cual va en contra del trasfondo por el cual las plagas vienen, cuyo trasfondo es hacer que padezcan en carne propia los efectos de la desobediencia y de la indiferencia a su ofrecimiento de salvación.

El derramamiento de las plagas, como está declarado por la profecía, es el tiempo en que ira divina será derramada, para darle a los humanos la justa paga que su pecado mereció.

Fuertes dolores en todo el cuerpo, grande angustia por los efectos que la siguiente plaga causará, y terrible expectativa por el terrible daño de las restantes, indican que la muerte estará ausente.

Sí, seguramente el plan divino es hacer que cada humano padezca terriblemente desde la primera plaga hasta la última en medio de terribles dolores.

La gran recomendación divina

“Y oí otra voz del cielo, que decía: «¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas!” (Apocalipsis 18:4)

No hay en toda la Santa Escritura una recomendación divina tan urgente hacia su pueblo que esta, en la cual, al tiempo enviar la prevención les advierte la causa.

Dios de ninguna manera quiere que los humanos padezcan las consecuencias de la desobediencia, con todo, ellos se mantienen firmes en su decisión, por lo cual a su debido tiempo sufrirán las consecuencias. Siendo que eso será así, Dios previene con verdadera urgencia a aquellos que están sintiendo su llamado divino en sus conciencias, para que se apresuren a salir del mundo, mundo que espiritualmente recibe varios nombres identificados con la idolatría: Sodoma, Babilonia y Egipto, cuyas naciones en el pasado fueron ejemplo de amplia enemistad con Dios.

El llamado está en pleno apogeo hoy en día. Ese llamado no debiera ser desestimado por nadie, al contrario, debe ser recibido con verdadera seriedad, y debe ser obedecido como única alternativa que conduce a escapar de eso extraños eventos que a su debido tiempo se presentarán sobre la faz de toda la tierra.

Quienes no le presten atención recibirán todo el ardor de la ira divina, porque para ese entonces el mensaje que puede salvar, habrá terminado, y no habrá prórrogas para nadie. Pero los avisados, aquellos humanos que de antemano se habrán preparado, deberán mantenerse alejados del mal porque el momento en el cual empezarán a mirar que valió la pena ser pueblo de Dios, habrá llagado.

La Palabra es clara y específica al señalar quiénes escaparán del castigo, identificándolos como aquellos que “guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). A ellos es a quienes Dios llama diciendo “Salid de ella pueblo mío”.

Es notorio que Satanás siempre ha estado en contra de la ley divina, a la cual ha dado por anulada haciendo creer a la Religión Cristiana que Cristo con su muerte la anuló. Por eso Apocalipsis 14:12 debe servir como voz de alerta por medio de la cual mirar que los hijos de Dios tienen un sello en sus vidas, el cual es la obediencia a los mandamientos de Dios y a la fe de Jesús. A ellos es a los cuales se refiere Apocalipsis 18:4 cuando urgentemente los llama a salir del mundo a fin de evitar el horrible castigo que está por venir.

Dios siempre ha querido para los suyos el gozo pleno de sus bendiciones, y a todos advierte no mezclarse con el pecado ni mucho menos servirle. Por eso es que este versículo es sorprendentemente claro, porque recomienda no practicar lo que el mundo practica, porque estar adentro del mundo plagado de pecado intitulará a cualquiera a recibir de las plagas que están por venir. FIN.