Varias bestias simbólicas son mencionadas en los libros de Daniel y Apocalipsis. En ambos libros estas bestias son las mismas; Apocalipsis menciona una quinta, la cual despierta más curiosidad e interés entre los lectores ya que acertadamente ha sido identificada desde hace siglos como la Religión Cristiana, es a saber la Iglesia.
El interés por conocer el significado de esta figura simbólica no es producto de la simple curiosidad sino de la percepción de la cual estamos dotados, que sin tener una idea clara de qué representa y cómo influye en el mundo despierta no solo curiosidad sino cierto grado de temor.
Nuestro presentimiento nos dice que esa figura simbólica no fue mostrada como simple referencia a alguna cosa de segunda importancia sino como una organización en que los habitantes de la tierra están involucrados.
Lamentablemente, aunque la curiosidad y el temor hacen a muchos pensar acerca de las horribles cosas que sucedieron, o que han de suceder, esa curiosidad no es suficiente para motivarles a escapar del futuro tenebroso.
Otras personas piensan en que «más adelante» cambiarán su estilo de vida para entregarse a obedecer a Jesucristo, para escapar de los grandes eventos mundiales que están por venir. Es interesante observar cómo los eventos han transcurrido marcando a la humanidad con diferentes experiencias haciendo que el mundo tome diferentes rumbos.
De todas maneras a través de las páginas de este Estudio el lector podrá fácilmente visualizar la posición en que se ha ubicado a sí mismo en relación a esta quinta bestia. Comencemos mirando someramente cómo fue que la primera bestia se originó y cuándo ésto sucedió.
El origen de la primera bestia no es mencionado en la Santa Escritura sino en la historia. En el relato bíblico se le describe como un impresionante animal que ya ha alcanzado madurez, horriblemente deformado, con dientes de hierro y uñas de metal (Dan 7:19), con siete cabezas, diez cuernos, cuerpo de leopardo, pies de oso y boca de león; es la única bestia de la cual se describen sus acciones sumamente violentas y crueles. Pero lo más grotesco de este animal alcanza su punto culminante al leer Apocalipsis 13:2 y descubrir que su formación, poder y alcances fueron proporcionados por el diablo o dragón. Pero aún más sorprendente es saber que aunque desapareció hace ya muchos siglos, continúa vivo, lo cual es verdaderamente intrigante hasta el grado de que para entender eso se hace necesario compaginar el relato de las Escrituras proféticas con la historia. Basados en estos dos puntos fuertes comencemos a mirar algunos detalles necesarios que eventualmente nos conducen a conocer el origen de la primera bestia.
El Imperio Romano no nació como tal, más bien el título de imperio le fue agregado muchos siglos después que los etruscos poblaron la región italiana.
¿Quienes fueron los Etruscos? La Wikipedia, y otras fuentes de información dicen:
«Los orígenes de los etruscos no están claros. Se pueden destacar cuatro teorías al respecto: La teoría orientalista, propuesta por Heródoto, que cree que los etruscos llegaron desde Lidia hacia el siglo XIII a. C. Para demostrarlo se basa en las supuestas características orientales de su religión y costumbres, así como en que se trataba de una civilización muy original y evolucionada, comparada con sus vecinos.
La teoría autóctona, propuesta por Dionisio de Halicarnaso, que consideraba a los etruscos como oriundos de la península itálica. Para argumentarlo, esta teoría explica que no hay indicios de que se haya desarrollado la civilización etrusca en otros lugares y que el estrato lingüístico es mediterráneo y no oriental.
Teoría de un origen nórdico, defendida por muchos anales del siglo XIX y primera mitad del XX; se basa sólo en la similitud de su autodenominación con la denominación que los romanos dieron a ciertos pueblos celtas que habitaban al norte de los Alpes, en lo que actualmente es el Este de Suiza y Oeste de Austria: los ræthii o réticos, tal origen supuesto sólo en parofonías está ya descartado. La teoría actualmente más fundamentada viene a ser, en cierto modo, una mezcla de la de Heródoto y la de Dionisio de Halicarnaso: habrían llegado inmigrantes orientales los cuales fueron incluidos por los nativos, o los nativos incluyeron a los inmigrantes del este.
Se considera, por varios rasgos culturales (por ejemplo, el alfabeto), un fuerte influjo cultural derivado de alguna migración procedente desde el suroeste de Anatolia hacia el centro de Italia. Tal influjo cultural se habría extendido sobre pueblos autóctonos ubicados en lo que actualmente es la Toscana».
Como se puede ver, es muy difícil establecer el origen de los primeros asentamientos humanos que sirvieron de base para lo que siglos más tarde llegaría a ser Roma; se torna aún más difícil pues se incluye la fantasía mitológica que envuelve a sus habitantes cuyos principales protagonistas son Rómulo y Remo cuya historia se cuenta de la manera siguiente:
Numitor fue destituido por su hermano Amulio, que acabó con todos los hijos varones de éste y convirtió a su única hija, Rea Silvia, en una virgen vestal para que así al tener un voto de castidad, no tuviera descendientes, pero el dios de la guerra, Marte, se enamoró de la bella muchacha y la sedujo; de su unión se engendraron dos gemelos, Rómulo y Remo. (Varrón llegó incluso a calcular las fechas exactas de cuándo fueron concebidos (24 de junio de 772 a. C.) y de su nacimiento (24 de marzo de 771 a. C.).
Amulio, temeroso de tener en el futuro dos posibles rivales, ordenó su asesinato pero el hombre encargado del infanticidio no pudo y los abandonó a su suerte en el río Tíber. La corriente llevó la cesta donde estaban a un pantano llamado Velabrum, en un lugar entre las colinas Palatino y Capitolio llamado Cermalus. Ahí fueron cuidados y alimentados por una loba llamada Luperca y un pájaro carpintero, los animales sagrados de Marte. Poco después los encontró el pastor Fáustulo, que era porquerizo de Amulio, y decidió criar en secreto a los niños con su esposa Acca Larentia. Sólo una vez que crecieron se les reveló su verdadera identidad y éstos decidieron tomar justicia. Mataron a Amulio y liberaron de su encierro a su abuelo, que fue repuesto en su trono.
Rómulo y Remo partieron de Alba Longa, pues querían gobernar, pero no derrocar a su abuelo. Marcharon al lugar donde el pastor los había encontrado y ahí discutieron dónde fundar su ciudad: Rómulo quería construir Roma en el Monte Palatino y Remo en el Aventino. Además la ley de la primogenitura no podía aplicarse en este caso, por lo que los nuevos habitantes debían elegir al rey de otra manera. Se decidió que el que viera más buitres ganaría el mando. Remo vio seis pero Rómulo el doble y triunfó. Rómulo trazó los límites de la ciudad y ordenó que nadie los traspasara durante las ceremonias, pero Remo le desafió y los traspasó, por lo que tuvieron una discusión que rápidamente degeneró en pelea, siendo éste herido y muriendo poco después a causa de las heridas. Rómulo enterró a su hermano en el lugar donde quería fundar Remoria. Roma fue fundada oficialmente entonces el 21 de abril de 753 a.C.
El origen de los primeros habitantes de Roma—los Etruscos, hasta el día de hoy es incierto, no ha podido ser fehacientemente identificado; pero como quiera que sea, está fuera de discusión que los primeros pobladores de la región italiana fueron la base para la que siglos más tarde llegaría a convertirse en Roma. De estos primeros colonizadores proviene la mitología acerca de Rómulo y Remo que, al igual que otros reyes del pasado, se proclamaron, o fueron proclamados, descendientes de la unión entre dioses y humanos. Otra narración similar dice:
La leyenda dice que Ascanio, hijo del héroe troyano Eneas (hijo de Venus y de Anquises), había fundado la ciudad de Alba Longa sobre la orilla derecha del río Tíber. Sobre esta ciudad latina reinaron muchos de sus descendientes hasta llegar a Numitor y a su hermano Amulio. Éste destronó a Numitor y, para que no pudiese tener descendencia que le disputase el trono, condenó a su hija, Rea Silvia, a ser sacerdotisa de la diosa Vesta para que permaneciese virgen. A pesar de ello, Marte, el dios de la guerra, engendró en Rea Silvia a los mellizos Rómulo y Remo. Cuando éstos nacieron y para salvarlos fueron arrojados al Tíber dentro de una canasta que encalló en la zona de las siete colinas situada cerca de la desembocadura del Tíber, en el mar. Una loba, llamada Luperca, se acercó a beber y les recogió y amamantó en su guarida del Monte Palatino hasta que, finalmente, les encontró y rescató un pastor cuya mujer los crió. Ya adultos, los mellizos repusieron a Numitor en el trono de Alba Longa y fundaron, como colonia de ésta, una ciudad en la ribera derecha del Tíber, en el lugar donde habían sido amamantados por la loba, para ser sus Reyes. Se dice que la loba que amamantó a Rómulo y Remo fue su madre adoptiva humana. El término loba, en latín lupa, también era utilizado, en sentido despectivo, para las prostitutas de la época.
De esa manera, sea cual sea la historia de los verdaderos líderes que llevaron a los Etruscos a convertirse en la base del futuro imperio romano nunca será conocida pues la historia verdadera está mezclada con mitología.
Generalmente es aceptado que la fundación de Roma ocurrió por el 753 a.C., lo cual viene siendo por el tiempo del reinado de Jotam Rey de Judá, (748-732 a.C.), sin embargo, para que llegara a constituirse en imperio tendrían que transcurrir varias centurias.
Las principales formas de gobierno de Roma, o evolución política, se divide en tres partes: Monarquía (753-509 a.C.) República (509-27 a.C.) Imperio (27 a.C. - 476 d.C.).
Desde su aparecimiento como imperio Romano manifestó agresividad y mucha fuerza contra sus enemigos hasta convertirse en el imperio más extenso de la tierra, aunque no el más rico, ya que el imperio persa le aventajó en riquezas, por el contrario, a Roma se le menciona teniendo dificultades económicas incluso para pagar a sus ejércitos. De esta bestia Daniel 7:7 dice:
Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible, y en grande manera fuerte; la cual tenía unos dientes grandes de hierro: devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies: y era muy diferente de todas las bestias que habían sido antes de ella, y tenía diez cuernos.
Aunque es mencionada por Daniel bajo la imagen de una bestia terrible, Roma entra de lleno en la escena bíblica en el tiempo de Augusto César, que es mencionado por Lucas 2:1. Su agresividad profetizada empieza a ser notoria cuando en el año 70 dC., destruyó el templo de Jerusalem, con lo cual dio por finalizada la actividad del sacerdocio levita, lo cual había sido profetizado por Daniel 9:24-27, Mateo 24:15 y Lucas 21:20. Al mismo tiempo aniquiló a un número no específico de judíos que algunos suponen fue de unos dos millones, mientras que otra enorme cantidad fue llevada en esclavitud. A partir de esa notable profecía cumplida en el año 70 e.C. las referencias proféticas acerca de Roma se pueden encontrar en el libro de Apocalipsis.
Al profeta Juan le fue mostrada esta bestia subiendo del mar, lo cual, siendo un panorama simbólico, significa que nació o se formó entre las naciones como los otros reinos puesto que aguas significan pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas, Apoc. 17:15, pero lo interesante no es de dónde surgió sino su origen que está fuertemente ligado al dragón o diablo que siendo su protector y fortaleza se encuentran ligados de por vida hasta que venga el momento en que serán lanzados al lago de fuego.
El texto de Daniel 7:7 describe un animal grotesco, misterioso, cuya sola descripción despierta profunda curiosidad y deseos de saber acerca de su actividad. A más de todo esto es interesante observar que, aunque Roma persiguió a la iglesia de Dios, semejante persecución no ocurrió frecuentemente ni tampoco fue a nivel de todo el imperio; la mayoría de veces fueron persecuciones locales y de corta duración. Roma no estaba interesada en los dioses de las naciones subyugadas sino en su lealtad. De haber sido una persecución en todo el Imperio y por largo período la predicación del evangelio y la expansión de la iglesia de Dios habría afrontado muchas dificultades. Es de notar que algunas veces la persecución fue motivada por la terquedad de los judíos que a menudo causaban disturbios contra el Imperio, como en el caso mencionado en Hechos 18:2, siendo Claudio (41-54 d.C.) el emperador.
Y hallando a un Judío llamado Aquila, natural del Ponto, que hacía poco que había venido de Italia, y a Priscila su mujer, (porque Claudio había mandado que todos los Judíos saliesen de Roma) se vino a ellos.
La actitud judía era insolente y hasta temeraria puesto que se atrevían a oponerse al imperio más grande de la tierra; lamentablemente la iglesia, que en aquel entonces se componía de sólo judíos, era involucrada y vista con el mismo recelo puesto que los romanos no hacían diferencia entre judíos ni sabían de diferencias de adoración entre ellos. Aparte de esa incomodidad las Escrituras Griegas del Nuevo Pacto muestran a la iglesia trabajando libremente en la predicación del evangelio en varias ciudades incluyendo la capital del Imperio, es decir Roma.
Como se lee en las Escrituras, la iglesia de Dios fue originalmente judía, los primeros convertidos fueron 144.000, o sea 12.000 de cada tribu y la observancia de los mandamientos y de la fe en Cristo eran la base de su fe como testifica Apocalipsis. 14:12. De hecho, aunque los redimidos por Cristo estaban lejos de compartir la terquedad judía contra Roma el haber sido israelitas hacía que el Imperio los tuviera como sospechosos junto con los revoltosos. Semejante terquedad judía fue conocida por nuestro Señor quien de antemano previno a su iglesia huir de Jerusalem cuando viniera la destrucción del año 70 E.C. (Mateo 24:15-21).
Esta expulsión de judíos, en la cual Aquila y Prisca (Priscila) fueron forzados a salir de Roma no parece haber causado dolor a la iglesia, por el contrario, motivó su crecimiento.
El siguiente emperador que se ensañó contra la iglesia fue Nerón (54-68 d.C.). La persecución ordenada por él más que todo se debió a sus planes perversos pues deseaba destruir Roma por medio de un enorme incendio para luego reconstruirla según sus caprichos.
No teniendo una excusa significante que justificara sus malévolos planes optó por culpar a la iglesia de Dios con lo cual desató una feroz persecución en aquella ciudad. No se puede saber cuántos días duró esa persecución. Algunos historiadores piensan que en los días de su reinado Pablo fue decapitado; aunque Lucas, que escribió Hechos, no reporta su muerte, el relato de Hechos termina diciendo:
Pablo empero, quedó dos años enteros en su casa de alquiler, y recibía á todos los que á él venían.
Predicando el reino de Dios y enseñando lo que es del Señor Jesucristo con toda libertad, sin impedimento. Hechos 28:30-31.
Nada se dice acerca de que Pablo haya sido condenado a muerte en los días de Nerón, sino que es la tradición católica la que dice eso, en otras palabras, seguramente nunca conoceremos la verdad de la muerte de los Apóstoles pues las fuentes que se poseen son sólo tradiciones católicas, mismas que afirman que Pedro también murió en Roma crucificado cabeza abajo lo cual no se puede comprobar excepto por la tradición católica. Es incierto que Pablo haya muerto por orden de Nerón (54-68 dC), puesto que la carta a los Hebreos menciona al templo y al sacerdocio levita funcionando. Si Pablo escribió esa carta como algunas evidencias internas dicen entonces su muerte no pudo haber ocurrido en los días de Nerón. Se debe recordar que el templo y el sacerdocio terminaron en el año 70 dC.
Volviendo al asunto de la persecución. Otros emperadores que arremetieron contra la iglesia de Dios, fueron: Domiciano, 81-96. Trajano, 98-117. Marco Aurelio, 161-180. Septimio Severo, 193-211. Decio, 249-251. Valeriano 253-260. Diocleciano, 284-305.
Otra de las causas, de persecución contra la iglesia de Dios, aparte de haber sido incluida junto con los judíos revoltosos, fue su negativa a rendirle culto al emperador en turno. En un imperio tan extenso era muy difícil que el emperador conociera pormenores de sus subyugados, sin embargo, algunos servidores públicos los espiaban por medio del ejército y, según los informes recibidos, así procedían apresando castigando o enviando a Roma a los convictos para ser condenados a muerte como en el caso de Plinio el Joven que informaba al emperador Trajano contra el pueblo de Dios que se reunía en un «día específico» para adorar al Señor Jesús y que se negaban a rendirle culto a la estatua del emperador.
La carta de Plinio a Trajano.
Por el año 111 EC., la iglesia de Dios en Bitinia fue castigada por dos razones: Por no rendir culto al emperador Trajano y por adorar al Señor en sábado. Si todo el contenido de esta carta es genuino, es decir, libre de alteraciones, pareciera como que Plinio evitó mencionar el día sábado y en su lugar reportó que los cristianos se reunían en «un día declarado». Obviamente este día no era domingo, de otra manera no habría habido inconvenientes en mencionarlo por lo especial que el día del sol era para los romanos; la iglesia de Dios no se reunía en ese día como la Iglesia y los evangélicos hoy en día hacen vana propaganda.
La traducción al Español de esta carta mencionada aquí proviene del Inglés que a su vez fue traducida del Latín (su lengua original). La traducción al Español de esta carta, hecha desde el punto de vista católico que se encuentra en la Internet, cambia el significado de la palabra stato die «día dado» (o sea día específico) y lo traduce como «días señalados», sugiriendo que no era un día específico sino varios días a la semana.
Aquellos redimidos ninguna sospecha habrían despertado si hubieran tenido sus reuniones en el día del sol puesto que todos los paganos se reunían en ese día incluyendo, por supuesto, al cristianismo católico. El sábado era aborrecido porque los que ahora se les llama padres de la Iglesia lo aborrecían y estaban en contra de quienes lo santificaban y de ninguna manera vacilaban en declararlos herejes, o reportarlos como rebeldes y contrarios a la las órdenes de los emperadores romanos, uno de esos que los espiaban era Plinio, fiel adorador del sol y del emperador.
Gracias a la misericordia de Dios, de la larga lista de emperadores que tubo Roma en un período de 300 años, sólo unos 10 o 12 arremetieron en contra de la iglesia. A la gran mayoría de emperadores no les importaba el culto ni el nombre de los dioses de los pueblos subyugados lo cual incluía al Dios que los judíos y la iglesia de Dios adoraban; Roma les daba libertad de culto. La más terrible persecución contra la iglesia de Dios fue desatada por Diocleciano (284-305 dC.) quien al parecer fue su más encarnizado enemigo que se empeñó en destruir a todos los redimidos.
Ahora bien, (y esto es importante tener en mente para hilar mejor los hechos narrados en este Estudio), a partir los últimos años del siglo II estaba empezando a ser notorio un fenómeno que la historia tradicional, narrada por la Iglesia Católica, no cuenta o la cuenta de modo diferente, es decir, la existencia de dos grupos de iglesias. La tradición sólo menciona a la Iglesia (con I mayúscula como referencia a la Iglesia Católica). Sin embargo, Eusebio de Cesarea, en su Historia Eclesiástica, incidentalmente, se encarga de mencionar estos dos grupos cuando cuenta acerca del cambio de fecha de la Cena del Señor. Obsérvense sus palabras:
11 Entre ellos está Ireneo, en la carta 371 escrita en nombre de los hermanos de la Galia, cuyo jefe era. Ireneo está por que es necesario celebrar únicamente en domingo el misterio de la resurrección del Señor; sin embargo, con muy buen sentido, exhorta a Víctor a no amputar iglesias de Dios enteras que habían observado la tradición de una antigua costumbre, y a muchas otras cosas 372... Eusebio, Historia Eclesiástica V 24, 11.
Víctor fue un obispo de la iglesia en Roma que tomó el liderazgo de aquella iglesia y determinó que la resurrección de Cristo fuese celebrada únicamente en domingo, cosa que por ser contra la costumbre practicada desde tiempos de los Apóstoles suscitó gran controversia.
Referente a Víctor, haciendo eco de las palabras de Eusebio, la Wikipedia dice:
Durante su pontificado, Víctor sentó las bases para la celebración de los concilios al ordenar a los obispos del orbe cristiano que se reunieran en sínodos para considerar —confiaba él— la condena de la celebración de la Pascua según la costumbre judía que la celebraba el día 14 del mes de Nisán aunque no coincidiera en domingo.
Los obispos de Asia Menor, encabezados por Polícrates obispo de Éfeso, rehusaron abandonar la práctica que, según ellos y tal y como le expresó Polícrates al papa en una carta que le envió hacia 190 D.d J.C., esta práctica, conocida como cuartodecimal fue la de los apóstoles Felipe y Juan, y la de Policarpo de Esmirna y Melitón de Sardes. Como respuesta, Víctor envió una carta a los obispos declarando excluidos de la comunión a las iglesias de Asia. Esta decisión trajo un gran revuelo entre los obispos. Entonces intervino Ireneo de Lyon y, después de afirmar que él personalmente mantenía el domingo para la celebración de la Pascua, le rogaba al Papa Víctor a seguir la posición de sus predecesores y que aceptara la duplicidad de costumbre.
Parece ser que Víctor quiso imponer su voluntad sobre la celebración dominical de la Pascua, pues Blasto, que era un fuerte defensor de la práctica cuartodecimal se separó de la Iglesia creando un cisma .Wikipedia. art. Víctor I.
Mencionar esta cita de Eusebio no tiene la intención de abordar un tópico diferente al del título de este Estudio, sino el de demostrar que a finales del siglo II se hizo notorio un asunto que venía siendo incubado por el diablo, es decir, la formación de un grupo de congregaciones que decidió separarse de la enseñanza que desde el principio de la iglesia de Dios venía siendo practicada. ¿Por qué se ha citado esto? para que el lector vea cómo la iglesia de Dios fue anulada por los escritores católicos y en su lugar es ponderada la Iglesia Católica como la iglesia genuina. Curiosamente, al tiempo que algunos emperadores trataban de destruir a la iglesia de Dios, el Cristianismo, o sea la Iglesia Católica, iba adquiriendo fuerza.
Según dice la historia, debido a enfermedades y debilitado, Diocleciano renunció como emperador de Roma en el año 305 dC., con su renuncia las persecuciones pronto terminarían.
Diocleciano nombró como sucesor a Maximiano, uno de sus generales de confianza, pero debido a rivalidades este hombre tuvo que enfrentarse a luchas contra otros que también aspiraban al trono, entre ellos a Constantino, hijo de Constancio Cloro que fue otro de los generales de confianza de Diocleciano. A la muerte de su padre Constancio Cloro, Constantino fue nombrado emperador por el ejército bajo su mando. Ya como emperador se dispuso a destronar a Majencio, hijo y sucesor de Maximiano al cual venció en la batalla cerca del puente Milvio del año 312 y tomó el trono de Roma. Supuestamente antes de iniciar esa batalla fue que Constantino tuvo su famosa visión de la cruz.
Como estratega, Constantino, 306 337 d.C.,tuvo la gran idea de valerse del cristianismo para apaciguar a las masas que desestabilizaban al Imperio, esa acción fue su más grande éxito. (pero tómese en cuenta que al mencionar al cristianismo de ninguna manera se hace referencia a los sucesores de la iglesia original sino al grupo de congregaciones de las cuales Víctor había sido su líder.
Aunque Eusebio de Cesarea pondera a Constantino al máximo como habiendo sido iluminado y grandemente bendecido por Dios, no hay dudas que su obra llamada Vita Constantini (Vida de Constantino) no fue sino un modo poco disimulado de recompensarlo por haber exaltado a la religión católica. Es interesante saber que algunos eruditos ponen en duda que en realidad Constantino se haya convertido en cristiano, una prueba de eso es que sólo hasta poco tiempo antes de su muerte aceptó el bautismo. Sería mucho imaginar que posterior a su bautismo haya empezado a perseverar en su nueva religión ya que él nunca abandonó la adoración al sol al cual, se cree, estaba mirando en el momento en que tuvo la «visión de la cruz»; además, se dice que en el día de su bautismo estaba en su lecho de muerte. Nunca nadie en sus días habría osado recomendarle abandonar su heliolatría (adoración al sol), además, su devoción religiosa encajaba perfectamente con la de los obispos de la Iglesia Católica que también fielmente adoraban al sol.
El que presenta Eusebio describe al hombre que adoró al dios de su padre Cloro (presuponiendo Eusebio abusivamente que era de los cristianos porque los favoreció en la persecución, cuando a lo sumo sería un heliólatra monoteísta honrado. Prólogo a Vida de Constantino. Editorial Gredos).
Sin embargo, Eusebio no es el único que describe ampliamente la «milagrosa» visión de Constantino, La Historia de la Iglesia, por Sócrates Escolástico también lo menciona, y lo hace de la siguiente manera:
Maxentius oprimió gravemente al pueblo romano, tratándolos como un tirano más que como un rey, violando descaradamente a las esposas de los nobles, matando a muchas personas inocentes y perpetrando otras atrocidades similares. El emperador Constantino fue informado de esto, se esforzó por liberar a los romanos de la esclavitud bajo él (es decir, Maxentius), y comenzó inmediatamente a considerar por qué medios podría derrocar al tirano. Ahora, mientras su mente estaba ocupada con este gran tema, debatió qué ayuda de la divinidad debía invocar en la conducción de la guerra. Comenzó a darse cuenta de que el partido de Diocleciano no se había beneficiado en absoluto de las deidades paganas a quienes habían tratado de invocar; Pero que su propio padre Constancio, que había renunciado a las diversas religiones de los griegos, había pasado por una vida mucho más próspera. En este estado de incertidumbre, al marchar a la cabeza de sus tropas, se le apareció una visión sobrenatural, que trasciende toda descripción. De hecho, alrededor de aquella parte del día en que el sol después de posar el meridiano comienza a declinar hacia el oeste, vio una columna de luz en los cielos, en forma de una cruz, en la que estaban inscritas estas palabras, Por Esto Vencerás. La aparición de este signo golpeó al emperador con asombro y apenas creyendo en sus propios ojos, preguntó a los que lo rodeaban si contemplaban el mismo espectáculo; Y como ellos declararon unánimemente que lo hicieron, la mente del emperador fue fortalecida por esta aparición divina y maravillosa. A la noche siguiente, en su sueño, vio a Cristo que le ordenó que preparara un estandarte de acuerdo con el modelo de lo que había visto; y usarlo contra sus enemigos como un seguro trofeo de victoria. En obediencia a este oráculo divino, hizo que se preparara un estandarte en forma de cruz, que se conserva en el palacio hasta el presente; y procediendo con más seriedad en sus medidas, atacó al enemigo y lo venció ante las puertas de Roma, cerca del puente de Milvian, el propio Maxentius se ahogó en el río. Esta victoria se logró en el séptimo año del reinado del conquistador. Sócrates Escolástico. Historia de la Iglesia. Libro I, Capítulo II.
La narración de Sócrates es rayana y fantasiosa, que si se toma la Sagrada Escritura como fuente para saber a quién, cómo y cuándo el Señor Dios se manifestaba en visión, fácilmente se concluye en que el testimonio del emperador acerca de la visión que tuvo fue fraguado. Fácil es concluir en que esa visión de Constantino nunca sucedió.
En ese testimonio, quizás por inadventencia, el Altísimo Señor es colocado como un oportunista que toma ventaja de la inutilidad de los dioses paganos y convenció a Constantino a que siguiera sus instrucciones para fabricar una cruz bajo cuyo amparo vencer a su enemigo. De esa manera un símbolo pagano de oprobio con el cual Roma mataba a los condenados a muerte fue recomendado por el Señor como amuleto milagroso. ¡Vaya qué cosas!
A los historiadores y comentaristas les es más aceptable concluir que en calidad de estratega Constantino nunca abandonó el paganismo, sencillamente no tenía razones para ello ya que en la religión que estaba favoreciendo, la adoración al sol desde su inicio en el siglo II había sido adoptada. Así, tomó a la Iglesia Católica como un ejército espiritual y a la vez su representante para volver a su favor las masas paganas inconformes contra Roma.
Por ese tiempo en que Constantino estaba afianzando el poder, la Iglesia Católica se encontraba afanada atrayendo a su seno a los paganos así que, con su idea, Constantino se convirtió en ganador y ahorró sendas sumas de dinero que hubiera tenido que pagar a sus ejércitos para combatir tanto contra Majencio como contra las inconformidades de las masas paganas.
Es innegable que el Satán trabaja bien, conciliando adecuadamente sus instrumentos que le son útiles; con ese atinado procedimiento ambos, el emperador y la Iglesia fueron los grandes ganadores. A partir de esa jugada la Iglesia comenzó a adquirir el basto poder que le hacía falta para consolidarse como la sucesora del Imperio Romano.
Tan satisfecho estaba Constantino por el buen resultado logrado sirviéndose de la Iglesia como un ejército espiritual que su siguiente paso fue otorgarle autoridad sobre las muchedumbres; de esa manera la Iglesia recibió autoridad sobre asuntos que competían al Imperio, de modo que los obispos impusieron su autoridad sobre las masas paganas. No sólo le otorgó a la Iglesia poder y autoridad sino que le hizo numerosas donaciones de propiedades y económicas y mandó construir majestuosos templos algunos de los cuales todavía están en servicio.
Posiblemente los líderes de la Iglesia no contaban con que el emperador sería, en alguna manera, su líder puesto que en asuntos eclesiásticos él tomó la máxima autoridad sin importar si ellos estaban de acuerdo o no. Como tal, tomó bajo su autoridad convocar y dirigir el primer concilio de Nicea en el 325 EC, ordenando a los obispos dilucidar sobre la disputa entre Ario y Atanasio. De esa manera, un hombre cualquiera, sin haber hecho profesión de la fe católica, pagano no bautizado y sin conocer nada de los negocios católicos, vino a ser el líder de la Iglesia. De esa manera tanto Constantino como los miles de paganos vinieron a ser cristianos sólo de nombre pero paganos en su diario vivir.
En aquellos momentos de confusión católica referente a asuntos de su doctrina, Constantino empezó a presionar a los obispos para solucionar la disputa referente a la naturaleza de Cristo; para el grueso de obispos convocados el asunto en verdad fue engorroso puesto que nunca antes ningún humano se había atrevido a poner a Cristo y al Padre Altísimo en un banco de trabajo para determinar «como debían ser». El asunto se hizo más grotesco, blasfemo e irreverente a medida en que nuevas ideas iban surgiendo, cambiando ideas, quitando esto y poniendo aquello.
Uno que otro obispo, antes de Nicea, apenas escribía acerca del asunto (Teófilo de Antioquía, por ejemplo), pero tales comentarios no alcanzaban categoría de estudio conciliar. De esto sucedió que al llegar el momento de la reunión en Nicea los reunidos, ni en la primera reunión ni en las siguientes, tenían una idea clara del asunto tratado entre Ario y Atanasio y no sabían a quién favorecer con su voto. Incluso el mismo Atanasio, siendo joven sin experiencia estaba confundido, y sus creencias, aunque hoy se dice que fueron la base del «credo atanasiano» en realidad su fórmula únicamente se refería a la relación entre el Hijo y el Padre y nada mencionaba del Espíritu Santo como siendo tres en uno. Asimismo, su libro, «La Encarnación del Verbo», contiene declaraciones que la Iglesia Católica rechazó, debido a lo cual hoy se dice que ese libro fue escrito por él mucho antes de llegar a Nicea. Claro que tratándose de Atanasio la Iglesia tenía que pensar cómo validar el pensamiento de su héroe.
En la primera disputa Atanasio fue declarado vencedor y Ario salió al exilio. Pero su bando no se cruzó de brazos y consiguió que se realizara otra reunión en la cual salieron vencedores, de modo que Atanasio fue enviado al exilio y Ario restituido en su posición.
Unas siete veces Atanasio fue enviado al exilio y otras tantas Ario pues la polémica era encarnizada sobre un tema pagano que los conciliares no entendían pero que según los planes del dragón o diablo, ya por el siglo III era necesario incluirlo como dogma la Iglesia.
Por el modo en que los escritores de la Iglesia cuentan sobre este asunto, el emperador se mostraba más a favor de la enseñanza de Ario, de un Dios que vino a ser Padre sólo hasta que trajo a su Hijo a su lado; mientras que Atanasio proponía un Hijo que nunca hubo cuando no existía. Aunque Constantino favoreció grandemente al cristianismo católico es bien conocido que sólo hasta cuando estaba en su lecho de muerte pidió el bautismo, para lo cual pidió los oficios de un obispo ariano, ese encargo lo llevó a cabo Eusebio de Nicomedia.
Mientras se llevaba a cabo la disputa entre ambas ideas, Ario murió sin conocerse las causas, dejando libre el paso para que el bando de Atanasio prevaleciera y la doctrina de la Trinidad pudiera ser arreglada sin ninguna presión, agregándole o quitándole elementos según la imaginación de los conciliares atanasianos. Se dice que pudiera ser arreglada agregándole o quitándole puesto que el elemento base para la Trinidad fue la imaginación filosófica griega, nada de versículos de la Biblia.
El problema es que resulta del todo ilógico afirmar del Hijo la divinidad y del Espíritu Santo la creaturalidad; porque en la Escritura no se dice que el Hijo sea consubstancial al Padre, y en el fondo ni siquiera directamente que sea Dios igual al Padre. Sino la Iglesia ha llegado a definirlo a partir de las atribuciones (directamente salvíficas) hechas al Hijo que son las mismas hechas al Padre. Pero son también las atribuciones al Espíritu Santo, como la creación, la santificación y el dar vida. Peligra pues la unidad trinitaria, que queda reducida a una concordancia de voluntades: hay un claro retorno al tipo de unidad divina que Arrio enseñaba. (Carlos Ignacio González, S.J. El Desarrolla Dogmático de los Concilios Cristológicos. Pág. 89).
En verdad la posición adoptada y defendida por Atanasio y su bando no era más que un absurdo ante lo cual los obispos conciliares no hallaban qué hacer. Pero las amenazas de excomunión fueron la mejor arma conciliar contra quienes rechazaran la idea atanasiana, como lo muestra la declaración que forma parte de el credo trinitario en la cual se anatemiza a quienes no creen en la Trinidad compuesta por la Iglesia.
También es interesante conocer que aunque Constantino hizo grandes concesiones a la Iglesia Católica nunca la oficializó como la iglesia del Imperio, solamente la protegió, la legalizó y la colmó de grandes posesiones y autoridad posiblemente en recompensa por el gran trabajo realizado a su favor en el mundo pagano.
Fue Teodosio 347- 395 d. C., quien oficializó el Cristianismo como la religión del Estado y prohibió los cultos paganos, promoviendo de esa manera que el Cristianismo se extendiera por todos los rincones del Imperio. Se cree que ya a mediados del siglo IV el 50% de la población romana era cristiana, con lo cual la Iglesia aceleró su dominio completo sobre todo el Imperio. Obsérvese que se habla del Cristianismo establecido por la Iglesia Católica y no de la iglesia de Dios, la cual, por razones obvias, aparte de la mención hecha en las Escrituras Griegas del Nuevo Pacto, los escritores de la Iglesia Católica nunca la mencionan excepto en una o dos breves citas.
Esta, como se mira más adelante, fue una gran jugada del dragón o diablo sobre la cual nadie de quienes gustan de estudiar profecías han puesto atención. Al haber usado las mentes de Constantino y de Teodosio a favor de los líderes de la Iglesia el diablo no estaba favoreciendo a pueblo de Dios haciendo que la paz por fin viniera sobre las naciones, o para darle descanso de la persecución ordenada por Diocleciano; el diablo en ningún momento hace cosas buenas, más bien estaba preparando lo que más tarde serían siglos en los cuales la Iglesia perseguiría, torturaría y daría muerte quienes no se sujetaran a sus órdenes. Como dijera Tertuliano contra Praxeas: «Algunas veces su propósito ha sido destruir la verdad defendiéndola», o sea, el astuto diablo engaña a la gente por medio de supuestos actos piadosos tras los cuales golpea fuertemente y destruye.
Esta movida histórica del dragón, no tiene nada de curioso ni intrigante para quienes leen la Santa Escritura, no obstante, la historia confirma fielmente el relato de los profetas tal como aquí se demuestra. Lo cierto es que siendo el diablo la fuente que alimentaba a ambas bestias apocalípticas, y sabiendo que al Imperio Romano de occidente le quedaba poco tiempo para desaparecer, empezó a transferir todo el poder del Imperio a la Iglesia, de esa manera siempre continuaría manipulando a la humanidad.
La narración de cómo el poder fue transferido a favor de la Iglesia es interesante, pero escribir al respecto tomaría cientos de páginas. Baste decir que mientras tanto el Imperio languidecía el poder de la Iglesia Católica se fortalecía, con lo cual el plan del dragón se iban desarrollando a como se lo había propuesto. Venido el tiempo el Imperio terminó pero la Iglesia estaba allí, preparada para sustituirlo. Hoy en día es aceptado universalmente que el Imperio Romano de occidente terminó, pero debe saberse que terminó sólo ante los ojos humanos; en el campo de las realidades espirituales al cual nuestro espíritu tiene acceso, el Imperio continúa vivo, escondido detrás de la segunda bestia.
Ortodoxia es un término acuñado por la Iglesia Católica para identificar a quienes obedecen sus enseñanzas. ¿Qué es ortodoxia? La definición más simple se obtiene leyendo cualquier diccionario de los que proporcionan la etimología de las palabras, así, ortodoxia es una palabra formada por dos palabras griegas: orthos= correcta o recta y doxa= opinión o creencia. De esta manera, en materia de religión, ortodoxia significa poseer la creencia correcta, es decir, poseer la enseñanza o doctrina de la Iglesia Católica. La definición de los diccionarios reza: «Que sigue fielmente los principios de una doctrina o que cumple unas normas o prácticas tradicionales, generalizadas y aceptadas por la mayoría como las más adecuadas en un determinado ámbito». Viendo de cerca esta definición se concluye en que ortodoxos son únicamente aquellos que obedecen fielmente las doctrinas y prácticas establecidas por la Iglesia Católica.
Heterodoxia es una palabra también acuñada dentro del lenguaje teológico de la Iglesia Católica, desde ahí la toman los protestantes y evangélicos para demeritar a quienes rechazan la Trinidad y guardan el sábado. De esta manera, Jesucristo y la Iglesia ganada por su sangre, incluyendo los Apóstoles, son heterodoxos. ¿Qué significa heterodoxia? Significa: «Que está en desacuerdo con los principios de una doctrina o que no sigue las normas o prácticas tradicionales, generalizadas y aceptadas por la mayoría como las más adecuadas en un determinado ámbito». En comparación con los 2300 millones de cristianos que existen en el mundo, el Maestro y su iglesia, siendo una minoría extremadamente visible, son heterodoxos porque no obedecen a la Iglesia en la observancia del domingo, del viernes santo, domingo de resurrección, trinidad, el día del nacimiento del sol invicto, o sea, 25 de diciembre, etc.
Por supuesto que dentro del reino de la Iglesia Católica, y únicamente ahí, estar señalados con ese calificativo, para ellos despectivo, equivale a la condenación eterna puesto que la Iglesia se ha tomado para sí el poder de condenar a quien no obedece sus enseñanzas; de manera que siendo así, hasta el Salvador del mundo ha perdido todo derecho a estar a la diestra del Padre.
Esto quiere decir que según los principios de ese concepto, cuando los bandos de Ario y Atanasio disputaban en Nicea, fue Constantino quien definió al bando ganador, o sea, el bando de Atanasio algunas veces era ortodoxo y el de Ario heterodoxo. De ahí en adelante, dicho calificativo cambiaba según el ganador. Cuando el bando de Atanasio triunfaba se posesionaban de ese calificativo y el bando de Ario caía al rango de heterodoxo, y cuando el bando de Ario triunfaba tomaba el rango de ortodoxo y el de Atanasio el de heterodoxo. Como se dice en este Estudio, unas siete veces fue desterrado Atanasio, otras tantas Ario; cuando la suerte no les favorecía entonces bajaban al rango de heterodoxos. Con los días Ario murió, su bando ya no tuvo la fuerza necesaria para defender el punto de vista en los concilios y el bando de Atanasio quedó como vencedor. De ahí en adelante la Iglesia vino a ser ortodoxa de manera definitiva y los demás que creían en Dios como es presentado en las Escrituras pero que contradice a la Iglesia, son heterodoxos, incluyendo a nuestro Señor Jesucristo.
Los credos formulados a partir de ese momento definen que la única agrupación santa, correcta, etc, es la Iglesia Católica; además, con su autoridad en pleno, declaró que quienes no creyeran como ella quedaban bajo anatema o maldición. Pero por supuesto que esas anatemas de ninguna manera hizo que los arianos sintieran pena o que habían perdido el derecho a la vida eterna, más bien continuaron trabajando y ganando miles de adeptos puesto que las iglesias que estaban de su parte, siendo bastantes en número, no terminaron su labor sino hasta que el diablo lo determinó. Al día de hoy, todo aquel que no cree en la Trinidad no sólo es calificado como heterodoxo sino como hereje.
Pero resulta incluso hilarante que algunos escritores de la misma Iglesia cayeron bajo el mismo calificativo: Novaciano, Tertuliano, Hipólito, Marcelo de Ancira, habiendo sido primeramente fieles defensores de la Iglesia disintieron del modo en que el grupo mayoritario creyó y fueron expulsados de la comunión y por lo tanto fueron heterodoxos y herejes. Incluso el mismo Atanasio está ubicado en tal categoría puesto que el credo que él compuso dista mucho de ser el credo trinitario de Calcedonia. Algunos heterodoxos herejes fueron recogidos después de su muerte y limpiados por la Iglesia y hoy están en el grupo de padres de la Iglesia.
Porque ya está obrando el misterio de iniquidad: solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora impide. 2 Tesalonicenses 2:7.
La mayor parte de la narración, hasta este momento hecha, corresponde más que todo, a lo sucedido entre los siglos II-IV. Conviene retroceder hasta el siglo I para comenzar a mirar el surgimiento de la segunda bestia.
Las palabras de Pablo en 2 Colosenses 2:7 significan que un grupo de personas estaba trabajando solapadamente contra el cuerpo de Cristo en el siglo I. Él está informando a los redimidos acerca de ese movimiento con el propósito de no dejarse influenciar para no ser contaminados. Menciona ese movimiento bajo el calificativo de «misterio de iniquidad», o sea un fenómeno solapado de gran maldad que todavía no estaba trabajando de lleno porque había quién se lo impedía; indudablemente eso que se lo impedía era la fuerte presencia de los Apóstoles que con verdadero afán trabajaban impidiendo que la iglesia de Dios fuera golpeada severamente por los servidores del dragón. Ese grupo inicuo era conocido por Juan que en su carta lo menciona de la manera siguiente:
Salieron de nosotros, mas no eran de nosotros; porque si fueran de nosotros, hubieran cierto permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que todos no son de nosotros. 1 Juan 2:19.
Si se observa con atención se notará que Juan menciona a unos que habían abandonado la iglesia, el trasfondo de sus palabras no sugiere que se volvieron a los placeres de la carne, más bien sugiere que tenían propósitos diferentes al de la comunión con Cristo. Parece que esos fueron un grupo de herejes, es decir, que abandonaron su fe original para seguir extrañas tendencias entre ellas para empezar un movimiento que eventualmente daría legitimidad a enseñanzas paganas. Poco o nada de esto es mencionado por historiadores, porque el diablo les ha desviado la atención hacia otros a quienes la Iglesia califica como herejes y heterodoxos; otros imaginan que ese que se oponía era el Imperio Romano.
Tanto Pablo como Juan identifican a mismo grupo de personas que abandonaron la fe. Una tercera cita bíblica la proporciona Pablo al decir:
Rehúsa hombre hereje, después de una y otra amonestación. Tito 3:10.
Varias citas similares hay en las cartas apostólicas por medio de las cuales se informa que algunos hombres se habían apartado de la genuina fe para predicar sus propias ideas. Valga aclarar que estas notas de prevención fueron escritas cuando el primer siglo ya estaba avanzado, posiblemente un poco antes o después del año 70, y aunque es imposible fechar con precisión cuándo los escritos apostólicos aparecieron, se cree que fue mucho después de la primera mitad del siglo primero.
Entretanto los Apóstoles estaban vivos aquel misterio de iniquidad no pudo triunfar, pero triunfaría después de su muerte (más de cómo se desarrollaron se menciona en el Estudio ¿Es el Domingo el día del Señor?). El paganismo irrumpió, al parecer, en muchas congregaciones que fueron asaltadas por predicadores que no se habían despojado de sus creencias y prácticas paganas de donde provenían.
Las primeras noticias que se tienen de cómo el venerable día del sol, adorado por Roma, fue introducido en aquellas congregaciones, provienen del filósofo pagano Justino, posteriormente llamado Justino Mártir; él es uno de los primeros líderes en declarar que él y su congregación adoraban en el día del sol (Justino, Primera Apología contra el Emperador Capítulo 67). Se supone que Justino lideró una iglesia de convertidos paganos por la primera mitad del siglo II EC. o sea por el año 150 dC.
Posterior a la muerte de aquellos grandes Apóstoles los predicadores paganos fabricaron diferentes argumentos cuya meta era hacer creer que fue nuestro Señor que, prefiriendo el día del sol, había desechado el sábado que su Padre instituyó. Sin lugar a dudas el misterio de iniquidad triunfó ampliamente en las iglesias en las cuales los convertidos eran gentiles, haciéndoles regresar a la adoración del sol que por el mensaje apostólico habían abandonado.
Ya a finales del siglo segundo se levantó Víctor, un obispo de las congregaciones de Roma y decretó que las iglesias dejaran de celebrar la Cena del Señor el 14 de Nisán y que la resurrección de Cristo fuera celebrada siempre en domingo. (Eusebio. Historia Eclesiástica V. 24 10 y siguientes). Esto significa que hasta finales del siglo II dC., todas las iglesias, incluyendo las lideradas por los líderes de procedencia pagana, celebraban la Cena del Señor el 14 de Nisán cuya fecha es movible, es decir, no cae en ni fecha fija cada año. A partir de la decisión de aquel hombre la fecha fue cambiada a un día fijo, de modo que el viernes santo y domingo de resurrección nacieron por orden de Víctor.
Fue a partir del siglo II que la segunda bestia surgió, suprimiendo el santo sábado el cual Dios Ordenó reposar e imponiendo el día de adoración de Roma, cambiando la fecha de la Cena del Señor y, por el siglo IV dando inicio a la doctrina de la Trinidad.
En fin, todo iba llevándose a cabo como debía ser para que aquella agrupación de iglesias, originalmente iglesias de Dios como las llama Eusebio, más tarde fueran catalogadas como herejes y «heterodoxas» y borradas de la historia contada por los escritores de la Iglesia.
Habiendo triunfado el misterio de iniquidad eclipsando a las iglesias de Dios, el trabajo estaba por rendir los más grandes frutos ya que a finales del siglo III EC. tomaría el poder Constantino, ya mencionado arriba, que legalizaría el cristianismo católico. A su debido tiempo seguiría Teodosio quien oficializaría a la Iglesia, (o religión cristiana que es lo mismo), como la religión del Imperio. A partir de ahí las cosas, religiosamente hablando, estarían bajo el poder de la Iglesia quien tomaría la iniciativa de no permitir que ninguna otra iglesia le quitara el mando. Mil años más tarde, al ser disuelto el Imperio Romano de oriente, la iglesia tomaría el control total de la herencia imperial.
El poder del engaño (siglos II-IV dC.)
Pero el diablo es astuto que para conseguir sus propósitos hace que las cosas engañosas parezcan sublimes y virtuosas; ¿Qué significa esto? Significa que a la par de aquellos miles de judíos y gentiles convertidos a Cristo, que por obedecer la ley de Dios se hacían sospechosos y dignos de la persecución y muerte a manos de los emperadores romanos, también provocó que miles de paganos convertidos a la Iglesia Católica cayeran bajo la misma categoría y fueron condenados a la hoguera o a morir devorados por los leones aunque eran adoradores del sol y obedientes a las enseñanzas católicas. En verdad no habían razones para que la Iglesia Católica fuera perseguida a la par de la iglesia de Dios. Para los romanos era justificado que los redimidos por Cristo padecieran persecución y muerte puesto que eran guardadores del sábado, pero ¿Qué razón había para que la Iglesia Católica padeciera persecución por adorar en el día dedicado al sol? Ninguna en absoluto, sin embargo, las artimañas del diablo tenían el propósito de fortalecer a la Iglesia haciéndola aparecer como mártir, lo cual consiguió, de esa manera, hasta el día de hoy nada se dice de la persecución contra la iglesia de Dios pero sí se menciona y pondera a los mártires católicos. He ahí la artimaña del diablo. Otro de sus propósitos fue confundir al mundo haciéndole creer que las masas humanas absorbidas por el cristianismo, que nunca abandonaron sus creencias paganas, adoradoras del sol, eran los genuinos redimidos por Cristo, entretanto la iglesia original cayó en el anonimato y hoy en día nada se dice a su favor. Hacer sublime y fortalecer a quien unos siglos más tarde tomaría el lugar del Imperio Romano era parte de las artimañas diabólicas.
Por fin el momento vino cuando Debido a su enorme extensión territorial e inconsistencia en sus ingresos económicos el Imperio cayó en serias dificultades; dividirlo en dos era la mejor opción. No cabe la menor duda que la trama diabólica estaba sacando la mejor ventaja de todo cuanto estaba sucediendo. Respecto a esta división, la Ancient History Encyclopaedia dice:
En 285 dC, el Imperio Romano había crecido tanto que ya no era posible gobernar todas las provincias desde la sede central de Roma. El emperador Diocleciano dividió el imperio en mitades con el imperio oriental gobernado desde Bizancio (más tarde Constantinopla) y el imperio occidental gobernado desde Roma. Ambas secciones eran conocidas igualmente como "El Imperio Romano", aunque, con el tiempo, el Imperio Oriental adoptaría el griego en lugar del latín y perdería gran parte del carácter del tradicional Imperio Romano. Ancient History Encyclopaedia. Art. Western Roman Empire).
Unos tres siglos, aproximadamente, fue el tiempo en el cual, después de haberse apartado de la fe proclamada por los Apóstoles, se levantaría el misterio de iniquidad, o sea movimiento religioso cristiano que revolucionaría al mundo en todo aspecto: religioso, político social y económico. Aunque en los siguientes tres siglos, después del siglo primero, nadie imaginaba los cambios que se llevarían a cabo, las profecías de Daniel tenían que empezar a cumplirse con el debilitamiento y posterior extinción del Imperio.
Durante ese tiempo el liderazgo de la Iglesia Católica se fortaleció enormemente; desde un insignificante conglomerado de congregaciones salidas de la genuina iglesia de Dios, hasta convertirse en un grupo organizado bajo el protectorado de Roma. Roma fue convertida en la capital del cristianismo por determinación del obispo Víctor, de Roma, y la Iglesia Católica floreció rápidamente pues debía tomar el lugar del imperio romano de occidente el cual se acercaba a un cambio de liderazgo que ningún emperador jamás imaginó.
Tan intrigante como son las cosas en el campo de las realidades espirituales, el Imperio Romano de occidente colapsó durante los últimos 25 años del siglo IV dC. sin que los historiadores concuerden en el año exacto. Con todo, el Imperio, a la vez, no ha muerto por varias razones: Su estructura gubernamental y su religión continúan testificando de su poder y grandeza por medio de su representante que la Iglesia Católica Apostólica y Romana que tomó su lugar. Apocalipsis 18:9 dice:
La bestia que has visto, fue, y no es; y ha de subir del abismo, y ha de ir á perdición: y los moradores de la tierra, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se maravillarán viendo la bestia que era y no es, aunque es.
Aunque para el lector sin experiencia este texto de la Biblia podría parecer un poco enredado y difícil de entender, la última frase claramente reporta que la bestia (Imperio Romano), murió o dejó de ser, pero a la vez continúa siendo, eso es así pues la organización religiosa que tomó su lugar es su fiel imagen. Obsérvese esta otra cita de Apocalipsis 13:12 al hablar de la segunda bestia simbolizada por la Iglesia.
Y ejerce todo el poder de la primera bestia en presencia de ella; y hace á la tierra y á los moradores de ella adorar la primera bestia, cuya llaga de muerte fue curada.
Aunque este texto es similar en profundidad al de Apoc. 18:9, el punto principal en este Estudio es mostrar que esta segunda bestia ejerce todo el poder que el Imperio Romano poseía. Esta delegación de poder comenzó cuando Constantino legalizó la Iglesia, le hizo grandes donaciones incluyendo templos, propiedades, autoridad civil y religiosa sobre los pueblos bajo sus dominios.
Cuando Constantino marchó hacia Bizancio (llamada después Constantinopla en honor a su nombre) a establecer la sede de su Imperio su plan consistió en dejar en Roma a su representante, que en esta ocasión fue el obispo católico al cual no solo autorizó como su representante sino que le dio el palacio de Letrán para que fuera su residencia oficial.
No fue coincidencia que el obispo de Roma haya tomado el título de sumo pontífice o romano pontífice (nombre con el cual era engrandecido cada emperador en Roma), sino por razones de su posición de representante del Imperio Romano. Así, en el ambiente histórico las cosas cambiaron para continuar siendo lo mismo, es decir, la Roma imperial cedió su lugar a la Roma eclesiástica para continuar presente entre la humanidad con un rostro diferente.
Entre los mosaicos en la catedral de santa Pudenciana, en Roma, está uno del siglo IV que posee una historia interesante: Cristo se muestra en el centro sentado en un trono incrustado de joyas. Él lleva una toga de oro con el ajuste púrpura, ambos colores asociados con la autoridad imperial. Su mano derecha se extiende en el gesto ad locutio convencional en representaciones imperiales. Sosteniendo un libro en su mano derecha, Cristo es mostrado proclamando (supuestamente) la palabra. Esto depende de otra convención del arte imperial romano de la llamada traditio legis, o la entrega de la ley. Un plato de plata hecho para el Emperador Teodosio en 388 para marcar el décimo aniversario de su acceso al poder muestra al Emperador en el centro entregando el rollo de la ley. Cabe destacar que el emperador Teodosio se muestra con un halo muy parecido a la figura de Cristo.De esa manera cristo es «honrado» imitando a los emperadores romanos.
En otras palabras, la figura original de ese mosaico es la del emperador Teodosio, más tarde copiada para representar a Cristo vestido a la usanza de los emperadores romanos, sentado y en posición de las autoridades romanas; la inspiración para realizar ese mosaico fue la posición en que el dios Zeus y el emperador Teodosio fueron representados por los paganos. Otro emblema con el cual es adornada la cabeza de cristo, de sus apóstoles y de todas las demás figuras de santos, es el halo sobre sus cabezas, lo cual no es otra cosa sino la figura del sol adorada por Roma.
Interesante es saber que el mausoleo (tumba) de Diocleciano (el más fiero perseguidor de la iglesia de Dios), en el palacio que él mandó construir para pasar sus últimos días, en lo que hoy es Croacia, después fue tomado por la Iglesia Católica y hoy en día es catedral. Resulta curioso que el más grande y despiadado opositor del evangelio de Cristo haya sido honrado, después de su muerte, tomando el edificio donde yacen sus restos, para convertirlo en catedral, lo cual, por cierto es grande honra que la Iglesia rinde el hombre diabólico que intentó destruir al cuerpo de Cristo.
De esta manera, es bien conocido que la iglesia romana es la sucesora del Imperio Romano tanto en el dominio de los pueblos ya sea por la fuerza o por la religión. Bien está dicho que la primera bestia desapareció pero continúa ejerciendo todo su poder por medio de la segunda bestia.
Las multitudes que antes eran gobernadas por el Imperio de ninguna manera fueron obligadas por la Iglesia a cambiar su adoración idólatra ni se vieron amenazadas por políticas de intimidación religiosa, por el contrario, ahora en vez de espadas y aniquilación se les reforzaba la adoración al sol y no tenían que abandonar sus creencias paganas ancestrales. El modo de «evangelizar» de los líderes de la Iglesia era consistente con la adoración que las masas habían estado teniendo desde antes de ser cristianizadas. Tan fácil fue el trabajo desarrollado por los misioneros que simplemente abrieron las puertas del cristianismo por ellos establecido, para que las multitudes entraran trayendo consigo sus costumbres paganas. Más tarde algunos obispos de la Iglesia demuestran que esto que se dice era cierto ya que escribieron sendos tratados llamando la atención a los paganos convertidos para que abandonaran su adoración al sol pero sin que se les prohibiera continuar creyendo el día que desde sus ancestros habían escogido como día para adoración.
Al día de hoy se confirma que al haber tomado la Iglesia el lugar del Imperio la victoria fue para los paganos que introdujeron su costumbres dentro de la Iglesia las cuales hoy en día predominan.
La Roma Imperial desapareció sólo en apariencia, y se dice sólo en apariencia puesto que al tiempo en que sucumbía, la Iglesia se fortalecía, prácticamente aquello fue un traspaso de poder con el propósito de que el Imperio Romano continuara vivo pero con un rostro diferente.
Apocalipsis 13:11-15 es tan claro que el lector puede fácilmente notar cómo la Roma Imperial murió sólo en apariencia, en la realidad continúa viva. Obsérvese el contenido de este texto citado:
Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, mas hablaba como un dragón. Y ejerce todo el poder de la primera bestia en presencia de ella; y hace a la tierra y a los moradores de ella adorar la primera bestia, cuya llaga de muerte fue curada. Y hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra por las señales que le ha sido dado hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que hagan la imagen de la bestia que tiene la herida de cuchillo, y vivió. Y le fue dado que diese espíritu a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hable; y hará que cualesquiera que no adoraren la imagen de la bestia sean muertos.
El significado de esta declaración revela que existen dos bestias; la primera supuestamente murió pero continúa viva por que la segunda la hace vivir.
La segunda bestia adquirió toda su fuerza y esplendor cuando en el Edicto de Tesalónica del año 380 d.C. fue declarada por el Emperador Teodosio como la sola y única autoridad eclesiástica autorizada por el Imperio. Esto significa que aun existiendo otras religiones más antiguas, la Religión Católica recibió el poder de las altas autoridades romanas.
Bien se puede concluir en que con el correr de los años, aquella transferencia vino a ser a manera de trueque iniciado por Constantino, es decir algo así como «dame y yo te daré». Así el Imperio y la Iglesia se beneficiaron pues las enormes masas cristianas vinieron a ser fieles servidores del Imperio y de la Iglesia, y fieles adoradoras del sol, de la saturnalia y de otras creencias que desde siglos antes del cristianismo habían sido practicadas en Roma.
Así nacieron las dos bestias. Así hoy en día ambas manejan las multitudes. FIN.