Este es un Estudio histórico acerca del desarrollo de uno de los principales dogmas de la Religión Cristiana iniciado en el año 325 d.C.
Comentar sobre el dogma de la Trinidad resulta interesante y motivador. Interesante porque el dogma tardó más de 200 años en ser definido debido a las profundas desavenencias a que sus fundadores tuvieron que enfrentarse no solo por parte de quienes se oponían al tópico sino porque quienes formaban el equipo que intentaban establecerlo no conseguían ponerse de acuerdo. Incluso para quienes se mantenían reacios a su aceptación fue necesaria la amenaza de excomunión, Eusebio de Cesarea, entre otros. De hecho aquello vino a ser dos grupos diferentes establecido por tres pensamientos. Motivador porque el lector serio tiene frente a sí, mucha información que le va mostrando paso a paso la verdadera realidad de lo que ocurrió para la formulación del dogma. Tres grupos, decimos, estaban formados en ese tiempo, los que favorecían la posición adoptada por Arrio, los que se oponían a ella y los que se oponían entre sí. Todo porque en su ignorancia imaginaron que dialogando entre sí podían llegar a conocer el ser de Dios lo cual está vedado y nadie puede declarar como verdad aquellas conclusiones nacidas de sus propios razonamientos. Aceptar como legítima la filosofía pagana, que fue la base sobre la cual se estableció la Trinidad, es como afirmar que por medios paganos se puede accesar a conocer el ser de Dios.
El dogma tomó bastante tiempo en ser desarrollado por los concilios de la Iglesia, hasta que finalmente no se le quitó, no se le añadió más ni se le quitó, a partir de Calcedonia quedó establecida la naturaleza de Cristo. El Concilio de Calcedonia (del 8 de Octubre al 1 de Noviembre, 451 d.C.) y el II de Constantinopla (5 de mayo y el 2 de junio de 553) fueron la llave que cerró brillantemente la puerta de las discusiones en torno al asunto que tomó muchos años para desarrollarlo. Arreglo tras arreglo, corrección tras corrección a modo de cubrir cualquier posible oportunidad de que aquello que llamaron herejías tuvieran cabida. A partir de Calcedonia y Constantinopla nadie osó dudar del dios trino; nadie osó preguntar más al respecto, o manifestar dudas, desconfianza o incredulidad sin exponerse a duros reproches, a excomunión y a ser anatematizado por la Iglesia. Pero se tomar en cuenta que esas herejías nada más fueron el mote decretado por la Iglesia Católica contra quienes no aceptaron los arreglos trinitarios. Así, no se puede ser católico si no se es trinitario. Más de algún católico o protestante hoy en día a afirmado que no se es Cristiano si no se cree en la Trinidad.
Dentro de los más de dos mil millones de Cristianos, pocos (relativamente muy pocos) disienten acerca de la existencia del Dios tripersonal. Un Dios que de acuerdo a como fue establecido por los concilios de la Iglesia, es una substancia manifestada en tres hipóstasis (personas); un razonamiento que valida que 1+1+1=1. Actualmente, el dogma de la Trinidad está plenamente establecido, aceptado y fuertemente sostenido por casi todos los Cristianos. Aunque fue un decreto de la Iglesia Católica su hegemonía sobre el Cristianismo protestante y evangélico es indiscutible u se unen a ella fortaleciendo las ideas de aquellos obispos del pasado.
Curiosamente, escritores, tanto católicos como protestantes, repetidamente declaran en sus libros que la Sagrada Escritura nada dice acerca de la existencia de un Dios tripersonal. Lo cual hace concluir que esa creencia, no siendo una doctrina bíblica, ha de buscarse exclusivamente en los razonamientos filosóficos de los padres de la Iglesia y en sus acuerdos conciliares.
El dogma trinitario es simple filosofía que prescinde del verdadero contenido de las Escrituras, aunque para justificar la ausencia trinitaria dentro de las Escrituras los escritores, protestantes sobre todo, encuentran “abundantes fórmulas trinitarias” en los escritos sagrados, tales como: “Santo, Santo, Santo.” (Isa. 6:3). “Bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y Del Espíritu Santo.” (Mateo 28:19-20) “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo...”. (2 Cor. 13:14). Etc. Es lamentable poner en el pensamiento de los escritores inspirados lo que ellos nunca dijeron, y que nunca hicieron alusión a un dogma que fue establecido por la Iglesia Católica unos cuatro siglos después de la muerte de los Apóstoles, sin embargo, dentro de la Religión Cristiana la costumbre de alterar las palabras de los apóstoles es normal.
Todos los escritores que hablan a favor de la trinidad, toman versículos de la Biblia para cuya interpretación usan eiségesis en vez de exégesis (eiségesis es el proceso de interpretar un texto a manera de introducir las ideas propias del expositor en vez del significado en sí). Si la Biblia no conoce al Dios “trino”, entonces por demás está buscar en la Biblia razones que lo justifiquen. Si la Biblia no lo da por existente, entonces cualquier esfuerzo por validarlo carece de sentido. Los protestantes saben que la Trinidad no existe en la Biblia, pero desafían a las autoridades católicas que la establecieron diciendo que sí existen. Pero aunque que tales bases bíblicas no existen, el afán de los autores de libros se sostiene firme en continuar presentando todos aquellos textos que ya otros han citado usando los mismos argumentos, interpretándolos en base a eiségesis, intentando proporcionar en sus libros el conocimiento que los fieles adoradores de la trinidad buscan.
Notorio es que los escritores de las Escrituras Hebreas del Antiguo Pacto, nunca hablaron de Dios partiendo de suposiciones personales o tomando creencias de los paganos, sino basados totalmente en la experiencia de sus relaciones directas con él. Ellos nunca tuvieron una “mente iluminada por la fe” como algunos imaginan (Lacueva. Espiritualidad Trinitaria, P. 14), lo cual supone que con sólo tener fe cualquier individuo adquiere el poder de penetrar el ser de Dios y examinarlo. Moisés habló de Dios por lo que vio y sintió, no por lo que pensó o imaginó. Los profetas siguientes, de igual manera, se basaron exactamente en la misma experiencia. Todos ellos mencionan al Altísimo por haber visto su gloria limitadamente. Nunca hablan del ser de Dios porque él nunca les proporcionó semejante información. De todos ellos quien abundante y bellamente lo menciona es David. Ciertamente los profetas estuvieron cerca de Dios y algunos vieron su presencia ( Éxodo 33:23; Isaías 6:5), pero David sin mirarlo estuvo cerca de su corazón, viniendo a ser esa la razón por la cual habla de él tan apasionadamente en no pocas ocasiones. De la experiencia de algunos de ellos se sabe que por haberle mirado sintieron estar al borde de la muerte, con todo, ni por un instante se atrevieron a imaginar que eso era suficiente para explicar cómo es Dios internamente; sí hablan de él basados en el impacto de su gloria, mas en ningún momento lo describen más allá de esa experiencia.
Con la venida del Evangelio, las experiencias directas con Dios como las de los los profetas desapareció excepto por la vez en que el Señor Jesucristo fue visto en toda si gloria por Juan como él menciona en el libro de Apocalipsis, pero él no habla de su ser sino de su gloria y de sus palabras. Aparte de eso los apóstoles lo mencionan basados exclusivamente en sus enseñanzas. La actitud de los Apóstoles está reducida a la realidad de que a ellos no les fue dada la oportunidad que se les dio a los profetas de mirarlo y de platicar con él (Éxo 33:23; Isaías 6:5) .
Digno de mención es que el respeto y temor ilimitados de aquellos santos profetas y apóstoles fueron la razón suficiente para evitar imaginar y describir a Dios basados en imaginaciones. Por la lectura de sus escritos puede fácilmente notarse que por su mente nunca cruzó la idea de hablar del ser de Dios basándose en imaginaciones o en argumentos filosóficos. Cada escritor inspirado de Dios habla por lo que él les informó de su gloria, poder, grandeza y misericordia, y por lo que de eso percibieron, mas no traspasaron esos límites. Adviértese en cada siervo de Dios profundísimo respeto y profundísimo temor reverente. Puédese observar que los profetas hablan de Dios mencionando que todo lo puede, que todo lo sabe, que es amor, que es verdad, que es el autor de todo cuanto existe. Hablan acerca de eso porque precisamente eso fue lo que él les reveló; eso fue lo que de él percibieron, oyeron y sintieron. Pero en ningún momento pretendieron tomar su ser como objeto de análisis. La manera en que el grandísimo Dios se presentaba ante ellos nunca fue motivo para pensar en estudiar las causas o razones por las cuales actuaba como lo hacía, mucho menos les dio motivos para analizar su ser y discursar al respecto. Conocer a Dios personalmente por lo que es su poder y grandeza de ninguna manera les significó obtener información como aquella que se obtiene después de examinar humanos o animales en laboratorios.
Para los siervos de Dios del Antiguo y del Nuevo Pacto, el ser de su Dios no fue un objeto de estudio, de investigación o de razonamientos filosóficos, semejante intención de hacerle objeto de estudio nunca cruzó por sus mentes; eso se ve claramente porque lo tomaron como él es, como él se les manifestó. Para ellos Dios es el eterno, el insondable, el lleno de amor, el todopoderoso y el que todo lo sabe, eso les bastó, eso les satisfizo.
El lector de las Escrituras puede comprobar fácilmente que ningún siervo de Dios habla de él como intentando describir su ser, o cómo es él en su interior; repetidamente lo mencionan partiendo de lo que es la demostración de sus atributos, pero nunca toman eso como punto de partida para iniciar un estudio de cómo es Dios. Pretender estudiar el ser de Dios es una temeridad extraña que ninguno de los santos hombres del Antiguo y Nuevo Pactos jamás intentó.
Los últimos capítulos del libro de Job son suficientes para que el humano entienda que hay cosas que nunca conseguirá conocer, principalmente aquello que corresponde al ser de Dios. El típico: “Dónde estabas tú cuando yo...” (Job 38.4), lo demuestra. Sus palabras significan que para conocer lo que él es, es decir su ser, habría que remontarse hasta vivir antes de él, o, de otra manera, hay que ser semejante a él. Todo lector de las Escrituras conoce el pasaje de la zarza ( Éxodo 3:13-14) y la respuesta dada a Moisés ante la pregunta respecto a quién es él. En esa escena, Moisés le pregunta por su nombre, pero anteponiéndose a más preguntas, Dios no le declara el significado de su nombre y le impide seguir preguntando respecto a su ser; la frase “YO SOY EL QUE SOY”, lo encierra todo sin explicar detalles. La frase es perfecta, y su uso, que corresponde exclusivamente a él, significa que él existe sin que el humano pueda conocer más de él. Dios es Dios precisamente porque él es. Nunca, en ningún momento de la historia terreno alguno ha sido dotado de información respecto al ser de Dios, ni siquiera Abraham, Moisés y los profetas.
Por consiguiente, nadie, con estricto apego a la razón, puede hablar del ser de Dios partiendo de lo que se imagine; de allí que afirmar que Dios es como uno se lo pueda imaginar son sólo intentos vacíos, simple vaciedad. Porque todo humano puede imaginarse lo que quiera, pero eso no significa que las cosas deban ser como se las imagina, mucho menos si semejante imaginación se relaciona con el ser de Dios. Si al hombre le han sido vedadas muchas cosas la principal de ellas es conocer cómo es Dios.
Pensar que Dios puede ser conocido partiendo de la imaginación personal o “tener mente iluminada por la fe”, llevaría a concluir en que los apóstoles fueron incapaces de alcanzar ese nivel de iluminación y fe. Es pensar que Dios es un ser a que se puede reducir a lo que ese tipo de fe imagine. ¿Puede alguien imaginarse el ser de Dios y decir que así como se lo ha imaginado así es él? Definitivamente no. Semejante tendencia de configurar a Dios encuentra cabida únicamente en quienes imaginan poseer capacidad de saltar la barrera de lo imposible, en mentes que distan mucho de la ubicación en que los santos hombres de Dios del antiguo tiempo se colocaron cuando le sirvieron, le vieron, le sintieron y hablaron con él y de él. Aquellos en ningún momento se atrevieron a examinar a Dios; en cambio los filósofos fundadores de la Iglesia sí se atrevieron, pero ellos eran de origen pagano. Innegablemente, el sentir de la profunda reverencia hacia Dios estaba lejos de ellos, lo que estaba en ellos era la filosofía griega. en la cual divagaron. Lo peor de todo eso fue que imaginaron que la filosofía griega era la herramienta indicada para trascender hasta conocer lo que de Dios no se conoce.
El conocimiento que los paganos cristianizados poseyeron acerca de Dios no fue verdadero sino que se basó en la iniciativa pagana de configurar a sus dioses como la hacían los griegos de quienes viene el concepto de teología cuyo concepto fue adoptado por los líderes de la Iglesia Católica. Habría sido verdadero si el Altísimo hubiese procedido a identificarse con los filósofos idólatras griegos por sobre el modo en que se identificó con sus siervos los profetas mas semejante cosa nunca existió, por lo tanto el conocimiento pagano respecto a Dios manifestado por los filósofos de la Iglesia no fue verdadero sino un cúmulo de ideas nacida de sus mentes. Sería exclusivo si él hubiese establecido algún tipo de relaciones directas con ellos, de ese modo hubiesen existido dos relaciones exclusivas divinas: Una con Israel y otra con los paganos, mas vemos que semejante cosa nunca sucedió, ni ha sucedido ni sucederá aunque la Iglesia demande que la suya fue revelación venida de Dios.
Los paganos son paganos porque desde que los primeros hombres voluntariamente se alejaron de Dios nunca quisieron nada con él. En lugar de buscarle para adorarle decidieron dar rienda suelta a su imaginación, con eso se fabricaron una larga variedad de dioses a los cuales dieron diversas formas. El apóstol Pablo en Romanos 1 dice que habiéndose alejado de Dios, los paganos se hicieron figuras de hombres, de aves, de insectos, de cuadrúpedos y de reptiles, y los adoraron.
En ese mismo capítulo, Pablo dice que Dios les reveló a los paganos “lo que de él se conoce” (Romanos 1:18). Semejante declaración paulina es interesante pues habla de cierta revelación divina hacia ellos, interesante, porque la revelación de Dios a ellos no consistió en revelarles cómo es su ser, sino que les rebeló “su eterno poder y divinidad”. Esa es la revelación que Dios ha hecho de sí mismo. Esa revelación no fue de cómo es su cuerpo por dentro; cómo y dónde origina sus pensamientos; cómo hace él para mirar todas las cosas creadas al mismo tiempo; cómo hace para mirar a los pensamientos de miles de millones de humanos al mismo tiempo; cómo es que él actúa en diferentes acciones al mismo tiempo, etcétera. Pablo claramente dice que Dios se reveló a los hombres “por medio de las cosas creadas”, o sea, no fue por medio de revelarles cómo es su ser. Dicho en otras palabras, Dios creó al hombre con la capacidad de entender que todo cuanto existe requirió de un creador, y él, siendo el Creador, merece toda la adoración. De acuerdo a Pablo, el hombre voluntariamente puede ignorar a Dios, pero por poseer el espíritu de vida nunca conseguirá hacerlo desaparecer de su mente.
Ésa, pues, es la revelación general de Dios, la cual fue dada a todos los hombres desde la creación. Tanto israelitas como paganos han gozado de tal revelación, de tal conocimiento; pero debe entenderse que esta revelación no contiene información acerca de la existencia del Creador. Revelar su existencia de ninguna manera significa haber revelado su naturaleza.
El alejamiento de los paganos de la revelación divina les ocasionó ofender a Dios ya que no sólo imaginaron dioses sino que también hicieron grotescas formas humanas, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Asimismo, idearon diosas, hijos nacidos de la unión de dioses con diosas, de dioses con animales, y trinidades. Todas esas conformaciones mentales fueron hechas visibles en barro, piedra, madera y metales.
En resumen, dos cosas pueden notarse ¿Cómo habrían podido los paganos pensar acerca del poder y grandeza de Dios si no se les hubiera revelado? Todo cuanto puede decirse de la consecuencia que les sobrevino por haberse imaginado dioses y trinidades, está enteramente resumido por el apóstol Pablo en Romanos 1, en donde con extrema claridad explica que por haber procedido los paganos a idear a Dios, él los entregó a actitudes vergonzosas, depravadas y de contaminación corporal. Esto despeja cualquier pensamiento que pudiera tenerse en el sentido de pensar que los paganos, aunque estando alejados totalmente de Dios, hayan sido iluminados por él respecto a su ser.
Dios prohibió al pueblo de Israel hacer alianza con los paganos sencillamente porque el sistema pagano de idolatría sería absorbido por ellos. Dios quería mantenerlos alejados de semejante blasfemia, de semejante idea de ser imaginado con las más variadas formas según la mentalidad pagana. Dios no quería que su pueblo fabricara ídolos de ninguna clase incluyendo cualquier trinidad, por lo cual está escrito:
Entonces Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, pero a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis. Deuteronomio 4:12.
Hablando acerca de la mitología hindú, Federico Carlos Sainz de Robles, en su “Ensayo de un Diccionario Mitológico Universal”, Editorial Aguilar, Madrid 1958, dice:
“...la Trimurti o trinidad hindú, compuesta de Brahma, Visnú y Siva, fue formada por los Brahmanes para pactar con los herejes y evitar así la influencia del budismo...” (página XIV).
El Brahmanismo es definido por este historiador como el segundo momento culminante de la mitología hindú, el primero fue el Vedismo”.
Al hablar acerca de la mitología caldea, dice lo siguiente:
“Las supersticiones y la convivencia con otros pueblos, confusionaron, primero, y alteraron, después, la religión caldea. Como la idea íntima de un ser supremo jamás se desarraigó del alma de los caldeos, esta idea quedó asociada a la de una tríada, que después se multiplicó y desenvolvió en otras. El primer lugar en el panteón caldeo lo ocupó Il o El, la luz increada, el eterno, el supremo dios. A continuación de Il quedaba la primera tríada, compuesta por Ana, Bel o Belo y Hoa. Ana era el dios de los espíritus y de los demonios, el soberano de las tinieblas y de la muerte. Bel era el rey de la tierra. Hoa era el rey del mar. Cada uno de estos dioses tuvo su esposa o compañera. La de Ana era Anat; la de Bel, Milita, madre de los dioses, reina de la fecundidad, la gran señora; la de Hoa era Daukina. La segunda trinidad caldea estaba formada por Sin, dios-luna, cuya compañera era desconocida; San, dios-sol, cuya esposa era Aninit, señora de la vida, y Vul, dios de la atmósfera, cuya mujer era Shala Tala o Salambo, una especie de Venus helénica....” (ibid. pág. XVIII).
Al hablar de la mitología Fenicia, dice:
“Las tríadas fueron, lógicamente dos. La del Norte estaba formada por El, Baaltis o Berut, y Adonai o Esmun. La del Sur, la popular en Tiro y Sidón y en todas las comunidades fenicias, era la compuesta por Baal, Astarté y Melkhart” (ibid. pág. XX).
Al hablar acerca de la mitología egipcia, dice:
“Al dios primordial se le llamó piromi, el excelso; este dios vivía desde la eternidad inactivo. Cuando se decidió a crear fue llamado Knef. A Piromi, criador de la luz o transformado en luz, se le mencionó como Ftha. A Piromi Sol se le dio el nombre de Fre. Estos tres dioses, Knef, Ftha, Fre—en realidad uno mismo—, formaron la primera trinidad egipcia. Cada uno de ellos es Piromi. Los tres juntos son Piromi..” (ibid. pág. XXII).
De la página web ancientegyptonline.co.uk se han tomado los siguientes datos relacionados con ciudades del antiguo Egipto con sus trinidades:
Trinidad de Memfis: Sekhmet, Ptah y Nefertum. Trinidad de Elefantina: Khnum, Anuket y Satet. Trinidad de Tebas: Amun, Mut y Khonsu. Trinidad de Denderah: Hathor y Horus Behedet. De Fayum: Sobek, Renenutet y Horus Behedet.
El más superfluo sondeo del esquema idolátrico de los pueblos conduce a entender la razón por la cual el Todopoderoso prohibió a su pueblo establecer relaciones amistosas con las naciones paganas. La única manera de mantenerlos alejados de semejante contaminación era mandándoles abstenerse de comunicar con ellos.
Fue el afán pagano de satisfacer sus temores y ansias lo que les llevó a idear la más variada lista de dioses, todos los cuales eran creadores de algo o sustentadores de algo. De ese modo fue como crearon trinidades o dioses triunos, que siendo tres no eran tres sino uno.
Los fundadores de la Trinidad cristiana, proviniendo del paganismo dentro del cual estaban plenamente familiarizados con ese extraño tipo de dioses, introdujeron su creencia dentro de las congregaciones de la organización que más tarde vino a ser conocida como la Iglesia.
La diferencia entre la trinidad cristiana y las trinidades de otras religiones es sólo cuestión de argumentos teológicos, pero en punto principal, que es el número de personas, es el mismo, tres, que no habiendo más que el Padre y el Hijo decidieron hacer del Espíritu Santo en tercero (La Santa Escritura en ninguna parte dice que el Espíritu Santo es Dios). Debe saberse que cada religión posee su propia teología, o sea, su propio modo de explicar lo relacionado a sus dioses y a la función que cada uno le fue asignada por quienes las crearon. Adviértase que incluso el término teología fue copiado por la Iglesia Católica de la religión politeísta griega. Aún más, en cuestión de tiempo, las trinidades de otras religiones existieron desde siglos antes que la Iglesia Católica estableciera la suya.
La trinidad Cristiana es defendida tenazmente como única, como la verdadera, enteramente diferente, sin comparación ni parecidos con las trinidades de otras religiones. Pero tal defensa sólo es válida dentro del Cristianismo, otras religiones adoptan la misma posición defensiva cuando concierne a sus trinidades. En otras palabras, la validez de dioses “triunos” está circunscrita a cada religión, y ninguna explicación es más real que las otras dentro de cada religión. Para cada religión la explicación de sus trinidades es la correcta, la que debe ser aceptada por sus adoradores.
Tómese en cuenta que el término “trinidad bíblica”, es sólo una identificación nacida dentro de la teología Cristiana; en la Biblia tal cosa no existe, la historia acerca de su desarrollo se verá más adelante;
Si se hiciera un estudio estadístico entre los defensores de los dogmas trinitarios de las diferentes religiones, fácilmente se obtendría el mismo resultado que se obtiene cuando se estudian los argumentos acerca de la trinidad cristiana, es decir, cada religión tiene su propia teología acerca de sus creencias trinitarias.
Ni el Cristianismo equipara su trinidad con las de otras religiones ni las otras religiones equiparan sus trinidades con otras de diferentes religiones incluyendo; todo depende de la religión en turno que le toca defender sus creencias dogmáticas.
Tan conocido es este tópico que la Enciclopedia Británica, Vol. 11, página 928, dice:
“TRINIDAD, en la doctrina Cristiana, la unidad del Padre, Hijo, y Espíritu Santo como tres personas en una divinidad. Ni la palabra trinidad ni esa doctrina explícita aparece en el Nuevo Testamento, ni Jesús y sus seguidores intentaron contradecir el Shemá en el Antiguo Testamento: 'Oye Israel: El Señor nuestro Dios es un Señor' (Deuteronomio 6.4). La doctrina fue desarrollada gradualmente a través de varias centurias y a través de muchas controversias”.
Esta enciclopedia, de renombre y respeto, contradice a miles de personas que con ahínco ligan la Trinidad a la Santa Escritura. Esta enciclopedia no emite comentarios a menos que esté segura de los artículos que ha de incluir. De hecho, los estudiosos serios, incluyendo autoridades Católicas, siempre omiten ligar la Trinidad a la Santa Escritura, aparte de ellos cualquier persona afirma lo opuesto. Con todo, la verdad prevalece en el sentido de que ese extraño dios “tres que no son tres sino uno” es una creencia extraña y desconocida por los siervos de Dios que escribieron bajo inspiración del Espíritu Santo.
La Enciclopedia Católica New Advent, (en Inglés), en su artículo “The dogma of the Trinity” (El dogma de la Trinidad), dice:
“En las Escrituras no existe, con todo, ningún término por el cual las Tres Personas Divinas sean denotadas juntas. La palabras trias (de la Latina trinitas es una traducción) es primeramente encontrada en Teófilo de Antioquía cerca del año 180 d.C. Él habla de "la Trinidad de Dios [el Padre], Su Palabra y su Sabiduría (Para Autólico II.15). El término puede, por supuesto, haber estado en uso antes de su tiempo”.
Similar a lo dicho por la Enciclopedia Británica, la New Advent Encyclopedia, lo confirma. Ninguna parte de las Escrituras menciona la Trinidad como siendo tres personas al estilo en que los obispos de la Iglesia lo idearon.
La Wikipedia (enciclopedia en la internet) menciona a Teófilo, diciendo:
“Teófilo († 183), según Eusebio, fue el sexto obispo de Antioquía, Siria. De sus escritos se deduce que nació en una localidad cercana al río Éufrates, de familia pagana, y que recibió educación helenística (entendiendo por helenística la mezcla de cultura griegas con otras culturas, por las conquistas de Alejandro Magno). Se convirtió al cristianismo siendo de edad madura”.
Esto confirma lo dicho un poco más arriba en el sentido de que los precursores de la trinidad fueron hombres venidos del paganismo. Teófilo fue pagano durante toda su vida, se convirtió al cristianismo en su edad madura, pero convertirse al cristianismo de ninguna manera significa que abandonó sus creencias paganas, más bien las importó a su nueva religión.
Esto significa que 1-El término trinidad es de origen latino, cuya lengua nunca fue usada por los Apóstoles que no supieron nada de ese misterioso dios. 2- El primero que usó ese término fue Teófilo, de Antioquía. 3- Teófilo era de origen pagano, por consiguiente, estaba completamente familiarizado con las trinidades paganas incluyendo la caldea de donde provenía. Teófilo se convirtió a la Religión Cristiana siendo de edad madura.
Estas fuentes, además de otras de seriedad reconocida, claramente informan que el Dios en tres personas no existe ni en las Escrituras Griegas del Nuevo Pacto ni mucho menos en las Escrituras Hebreas del Antiguo Pacto; estas declaraciones debieran servir como aviso a los argumentos populares que creen vencer la renombrada autoridad de quienes, sin usar de pasionismos, declaran la verdad acerca de la no existencia de la Trinidad en la Biblia. Los puntos de vista protestantes y evangélicos, aunque conocen que la Santa Escritura no menciona ninguna trinidad, se contradicen pues por una parte rechazan la autoridad de la Iglesia mientras que por el otro se someten a confesar fielmente los dogmas por ella establecidos y los defienden pretendiendo que ellos sí han encontrado «abundantes pruebas del dios triuno».
Una mente sin prejuicios dogmáticos puede leer toda la Escritura y notar que el Antiguo y el Nuevo Testamento desconocen totalmente el pensamiento pagano panteísta, zoolatrista y trinitario; viniendo a resultar que las diferencias entre el pueblo de Dios y las naciones paganas se basaban en que los primeros aceptaban totalmente a Dios como él se define a sí mismo, mientras que los paganos definieron para sí mimos cómo es que deseaban idealizar a sus dioses. A eso los griegos llamaban teología.
Los profetas, mediadores entre Dios y el pueblo, nunca conocieron ni mencionaron, en imitación a los paganos, que el Supremo Dios fuese una trinidad, tampoco semejante idea estuvo en la mente de los grandes Apóstoles cuyos escritos forman el Nuevo Testamento. La iglesia fundada por Cristo nunca conoció la idea pagana de asemejar a Dios partiendo de las ideas que los paganos tenían de sus dioses, hasta que Teófilo, pagano, allá por el año 183 d.C. familiarizado con las trinidades paganas introdujo ese término para identificar a Dios, al Hijo y a la Sabiduría; sus palabras, aunque de ninguna manera significan que él conociera la existencia de alguna trinidad en el evangelio, más tarde serían modificadas para que en lugar de la sabiduría se incluyera al Espíritu Santo.
Hoy en cambio, las ideas de que también Dios es trinidad (en imitación a los paganos) “está muy clara” dentro de las Escrituras, sobre todo, en las enseñanzas protestante y evangélica. Obviamente, semejantes argumentos desoyen lo dicho por autoridades serias en materia teológica acerca de la no existencia de ese concepto en las Escrituras.
Lo cierto es, una vez más, que ese concepto no es mencionado en lo más mínimo por los santos escritores de la Palabra de Dios. ¿Por qué es que semejante fenómeno de insistencia ocurre? Muy sencillo, se dice que la Trinidad “se ve claramente” en las Santas Escrituras porque no se parte del estudio de ellas, sino que se parte del argumento final que dio como establecido el dogma de la Trinidad desarrollado a partir de Nicea y Calcedonia. Una persona observadora fácilmente puede ver que fue sólo hasta después de las pugnas entre los obispos conciliares que rechazaban introducir esa modalidad pagana que a la Biblia se le atribuyó lo que ella no dice. Como ella nada dice al respecto, fue necesario la reunión conciliar durante cientos de años para construir una enseñanza ignorada por los profetas y por los apóstoles. Si el dogma de la Trinidad no hubiese sido elaborado por los padres de la Iglesia en aquellos Concilios, con toda seguridad semejante doctrina no existiría, ni tampoco hoy en día se “miraría claramente” su existencia dentro de las Escrituras. Fueron, pues, los concilios, y no la enseñanza de la Sagrada Escritura, los que dieron origen a la Trinidad dentro del cristianismo haciendo uso de ideas (como generalmente se testifica) de algunos filósofos griegos. Las teologías protestante y evangélica omiten explicar las razones por las cuales fue necesario sostener varias sesiones conciliares en varios siglos; si lo explicaran, sus feligreses entenderían que tales pugnas se debieron a que un número considerable de obispos rechazaba semejante idea porque antes de esos concilios el término y el dogma eran totalmente desconocidos. Los reportes de aquellos concilios ampliamente informan de las pugnas surgidas entre los obispos Católicos de aquel tiempo porque sabían que la Santa Escritura nada habla de un dios tres en uno; sin embargo, la teología evangélica prefiere ignorar esa verdad.
La Iglesia Adventista, que es trinitaria, en sus “Creencias de los Adventistas del Séptimo Día”, explica cómo es que la Trinidad funciona, en la página 31, 32 dice:
“La Dinámica de la Deidad
¿Existe sólo un Dios? ¿Qué sucede con Cristo, y con el Espíritu Santo?
La Unidad de Dios. En contraste con los paganos de las naciones circundantes, Israel creía en la existencia de un solo Dios (Deut. 4:35; 6:4; Isa. 45:5; Zac. 14:9). El Nuevo Testamento coloca el mismo énfasis en la unidad de Dios (Mar. 12:29-32; Juan 17:3; 1 Cor. 8:4-6; Efe. 4:4-6; 1 Tim. 2:5). Este énfasis monoteísta no contradice el concepto cristiano del Dios triuno o Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo; más bien, afirma que no existe un panteón de diversas divinidades.Pluralidad dentro de la Deidad. Si bien el Antiguo Testamento no enseña explícitamente que Dios es triuno, no es menos cierto que se refiere a una pluralidad dentro de la Deidad...”
En primer lugar, esas “dinámicas” no existen en la Palabra de Dios sino sólo en las ideas adventista. Las sugerencias de cómo alternan las “tres divinas personas” es simple imaginación que pretende explicar cómo es Dios. El argumento continua diciendo que Israel creía en la existencia de un solo Dios, y que tal posición permanece intacta en el Nuevo Testamento. A pesar que eso es así, el empeño adventista de apoyar los acuerdos de Nicea y Calcedonia es vehemente y se aparta de la verdad que está declarando para buscar excusas diciendo: “Este énfasis monoteísta no contradice el concepto cristiano del Dios triuno...”. En otras palabras, Ni el pueblo israelita, ni la iglesia liderada por los Apóstoles conocían esa mezcla identificada como dinámica triuna que, como claramente dice la fe adventista, es eminentemente una institución cristianismo construido por los padres de la Iglesia Católica. La política adventista es confusa pues usa sus propias interpretaciones proféticas para vilipendiar a la Iglesia mientras que al mismo tiempo defiende los acuerdos que ella tomó en sus concilios.
¿En qué parte de las Escrituras dice que el ser de Dios es una pluralidad? En ninguna parte. Sencillamente, la Santa Escritura desconoce totalmente semejante idea humana. Esa “pluralidad” nació en los concilios que forjaron la Trinidad cristiana. Y aunque los argumentos la atribuyen a información sacada de la Sagrada Escritura, más adelante, en este estudio, se demuestra que la Santa Escritura fue lo que menos se usó en los concilios para formar la Trinidad.
Obsérvese que la fe adventista habla del “concepto cristiano”, la pregunta es: ¿Cuáles cristianos? Innegablemente aquí se habla de los obispos (después conocidos como padres de la Iglesia), que a lo largo de centurias se reunieron en concilios hasta llegar a Calcedonia y Constantinopla donde se le dieron los toques finales a lo que llegó a ser conocido como el dogma de la Trinidad.
Fue la interpretación de los obispos de la Iglesia Católica, iniciada en Nicea la que introdujo dentro de la Iglesia que ellos estaban fundando una creencia que los Apóstoles nunca conocieron.
No, ningún concepto cristiano posterior a los Apóstoles es válido para establecer cómo se debe entender el ser de Dios. Además, enfatizar que la Biblia “no contradice el concepto cristiano del Dios triuno o Trinidad” es simple excusa para introducir como doctrina cualquier cosa según la mente humana lo configure. La Iglesia Católica ha declarado que su autoridad está sobre la Biblia, y los adventistas la apoyan.
Como ya se expuso arriba, el concepto “tripersonal” no es exclusivo del dogma de la Trinidad, más bien esa idea era sostenida por los egipcios respecto a su trinidad ya que, como dice Sainz de Robles: “al dios principal se le llamó Piromi. Estos tres dioses, Knef, Ftah, Fre—en realidad uno mismo—, formaron la primera trinidad egipcia”.
La explicación sobre la Trinidad cristiana fue sólo un juego de palabras.
Notoriamente, la explicación sobre la Trinidad está enteramente basada sobre argumentos filosóficos con los cuales se quiso validar lo que la Sagrada Escritura no dice. El enredo que se formó al pretender explicar cómo es que la Trinidad cristiana iba a funcionar condujo a mirar que en el fondo de tanta explicación siempre quedaba el vacío que los padres de la Iglesia no pudieron llenar, es decir, que el tipo de ser que estaban formando no es el verdadero Dios sino uno de configuración mental. Es más, para afianzar el dogma en la mente de los obispos inconformes y de los cristianos que se resistían a aceptar semejante ser, hubo que recurrir a la intimidación por medio de maldiciones tomadas en el Segundo Concilio de Constantinopla en el año 553. Con ellas, cualquiera que dudara del acuerdo de Calcedonia irremisiblemente caía bajo maldición, era declarado hereje y quedaba sujeto a sanciones tal como los mismos acuerdos conciliares declaran.
Es curioso que más de algún libro sobre cuestiones trinitarias siempre deja en claro que la Palabra de Dios no habla nunca sobre la Trinidad, con todo, la iniciativa humana para validar sus ideas siempre recurre a los peros, a los supuestos, a los así debe de ser, etc., si se observa la transcripción tomada de las creencias adventistas, se notará que se cita la Palabra de Dios y rápidamente se maniobra para validar y encajar la idea de lo que la teología trinitaria desea validar. Obsérvese el modo en que esto es hecho: “Si bien el Antiguo Testamento no enseña que Dios es triuno, no es menos cierto que se refiere a una pluralidad dentro de la Deidad...”. El asunto es claro: la Escritura no menciona un ser triuno, pero el ingenio del hombre encuentra cómo introducir lo que que la Biblia no dice, la expresión: “no es menos cierto que...” lo confirma como diciendo: eso no significa que no se pueda establecer como verdad lo que la Biblia no dice. Otra vez se dice que, los adventistas vilipendian a la Iglesia Católica por medio de sus profecías pero a la vez la defienden tenazmente.
En el Tomo 1 del Manual de Historia de las Doctrinas, por Reinhold Seeberg, página 239, editado por la Casa Bautista de Publicaciones, se lee:
“3. La concepción occidental de la Trinidad alcanzó su formación final en la extensa y magnífica obra de Agustín. De trinitate, que formula claramente el concepto latino de la Trinidad... La base de la teología de Agustín es la unidad de Dios. La Trinidad es el Dios uno y simple, “No porque es Trinidad deja de ser simple”---“La misma Trinidad es, en verdad, el Dios único, y un Dios en el mismo sentido que un Creador”--- Consiguientemente, corresponden al Dios trino único, una substancia, una naturaleza, una energía y una voluntad: “Las obras de la Trinidad son inseparables...”
Concepción significa «Idea, opinión o manera de entender cierta cosa». Exactamente eso es la Trinidad, una idea. ¡Qué gran reprimenda habría recibido Agustín si cuando formó su conclusión de cómo es que Dios debe ser, Dios le hubiera preguntado: ¿Cómo sabes tú que eso que estás imaginando soy yo? ¿Cómo sabes tú que soy uno, soy tres, pero no tres sino uno? ¿Por qué te has imaginado de mí semejante cosa?
Aunque en medio de su dolor Job altercó contra Dios alegando limpieza moral, fue reprimido por el Altísimo, quien le reprochó por hablar de Dios cosas sin sentido; cuánto más cuando el asunto concierne directamente a su santísimo ser.
Es de sobra conocido que Agustín, siendo filósofo, tomaba la Santa Escritura para someterla a análisis filosófico, o sea, al razonamiento pagano en cuyo campo él se desenvolvía y desde allí hacía sus conclusiones; lo que necesitaba para entender el pensamiento de Dios era el Espíritu Santo el cual, leyendo sus escritos, claramente se ve que él no poseía y ni siquiera conocía, porque de haberlo conocido no lo hubiera configurado como persona para formar una extraña mezcla.
La pregunta que requiere respuesta es: ¿Qué es lo que de semejante idea agustiniana está comprobado por las Escrituras? ¿Cuál fue la fuente de donde Agustín tomó todo ese repertorio de ideas para que se le haya que se le ha dado tanta credibilidad sin ser la Sagrada Escritura la base? La lectura de este artículo citado es claro, la Biblia no fue la base para los arreglos finales del dogma trinitario. Esto claramente dice que se da más valor al razonamiento humano que la autoridad de Dios. Si Dios no ha declarado nunca algo respecto a su ser, de dónde salieron todas las ideas que usó Agustín? De la filosofía, por supuesto.
El mismo Manual, Tomo 1, página 232, dice:
«(d) Así surge la idea del dios Trino — tres personas en una deidad. “Los tres (son) uno en divinidad, y el uno, tres en individualidades”...El punto de vista que fundamenta esta conclusión es: “A fin de salvaguardar el carácter inconfuso...de las tres hipóstasis en la naturaleza y dignidad única de la Deidad”...y “porque Dios no es el menos y el más, el anterior o el siguiente, no está dividido en poder o seccionado en su voluntad...sino indiviso en la distinción...(es) la Deidad...Así se mantiene la distinción hipostática al mismo tiempo que la unidad substancial: “Mas se descubre un (Uno) indescriptible e inconcebible en estas dos cosas, la comunidad y la distinción — pues ni la diferencia de las hipóstasis quiebra la continuidad de la naturaleza ni la continuidad de la substancia disipa la peculiaridad de las marcas de la distinción”...La doctrina de la piedad sabe cómo contemplar una cierta distinción de las hipóstasis en la unidad de la naturaleza”...De esta manera se establece, se afirma, el justo medio entre el paganismo y el arrianismo, entre el judaísmo y el sabelianismo. Se reconoce adecuadamente tanto la unidad como la multiplicidad, la naturaleza y las personas: “Así como el que no reconoce la comunidad de la esencia cae en politeísmo, así el que no admite la peculiaridad de las hipóstasis es colocado bajo el judaísmo...»
Así surgió la idea, no la verdad, acerca del dios trino. ¿No es esto un simple juego de palabras? ¿No es cierto que entre más teólogo trinitario se es, más compromiso hay de “ver claramente” lo que no existe? ¡Ah, cuánta diferencia existe entre los siervos de Dios y la teología cristiana! La academicidad impide la admisión de la verdad, impide mirar que tanta palabra entrelazada no es más que divagación mental y simple juego de palabras que supuestamente hacen ver claramente lo que conscientemente se ve que es una composición sin sentido.
Francamente, Seeberg tiene razón al decir “Así surge la idea del dios Trino”, la trinidad es sólo una idea; esa idea reside únicamente en la mente humana. El Dios verdadero, el que no ha informado a nadie lo que es su ser, reside en los cielos, rodeado de su gloria, adorado por sus ángeles, mientras que el dios triuno permanece en la Religión Cristiana, sin que nadie pueda demostrar ni en lo más mínimo que es un paralelo del Omnipotente, mucho menos el Omnipotente en sí. No se requiere tener experiencia grande respecto a la Santa Escritura para notar que la conclusión de los concilios fue la que creó a un ser extraño. Esa deidad es sólo un juego de palabras: “es, pero no es, aunque es lo que es que pero no es”, esta es en sí la deidad trinitaria.
Quien haya leído sobre aquellos debates conciliares a partir de Nicea del año 325 puede observar la ausencia total de textos bíblicos que apoyen semejantes ideas, nada de explicar qué versículo bíblico sirve de base para cada proposición. Sencillamente el acuerdo tomado para establecer la trinidad cristiana está basado enteramente en la imaginación, en suposiciones. La realidad que al haberse formulado el dios triuno no se quiso enfrentar es que el ser de Dios no es conocido por nadie. Mientras tanto los humanos no acepten que el ser de Dios es desconocido la idea de a trinidad predominará.
En dios de la Trinidad es un contenedor. Si se toma la Sagrada Escritura como única fuente de información respecto a Dios, entonces el dios del dogma de la Trinidad es un ser extraño, no es una persona, ni mucho menos es el Altísimo Dios.
El Doctor Francisco Lacueva, en su libro “Espiritualidad Trinitaria”, editado por CLIE, página 31 dice:
“La verdad revelada de que un solo Dios subsiste en tres personas, ya que en el texto se llama Dios —el Dios único e indivisible— a cada una de las tres, es un misterio estrictamente dicho, en el sentido de que, aun después de sernos revelado, no podemos penetrar en su profundo significado. En otras palabras, admitimos como verdadera, con verdad de fe la proposición gramatical: «Dios es tripersonal sin dejar de ser uno», aunque no podemos comprender cómo el predicado «tripersonal» puede ser afirmado del sujeto «un solo Dios», un solo Ser divino en la unidad numérica, aunque transcendental...”
¿Total, qué es Dios? De acuerdo a esta explicación, el Dios trinitario es un misterio creado por la mente humana, un dios misterioso imposible de explicar razonablemente. Es un envase dentro del cual «subsisten» el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Obsérvese el diagrama con el cual el dogma trinitario es imaginado.
“Subsiste en tres personas, ya que en el texto se llama Dios a cada una de las tres”. Las preguntas son: ¿En qué parte de las Escrituras se llama Dios al Espíritu Santo? ¡En ninguna! ¿En que parte de las Escrituras dice que Dios subsiste en tres? ¡En ninguna!
Sólo la determinación de querer validar errores humanos dice que ese razonamiento es válido aunque no lo sea. Ciertamente la Sagrada Escritura habla del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, pero ¿cual es la base para decir que Dios subsiste en tres personas? He allí precisamente la razón por la cual la teología de la Trinidad no es más que palabras y más palabras que no se originan dentro de la Biblia sino en la mente humana. El apóstol Pedro dice que si alguno habla, que hable conforme a las palabras de Dios (1 Pedro 4.11). De consiguiente, ningún texto bíblico dice que Dios subsiste en tres personas, quien lo dice es la teología trinitaria. La misma razón hace entender que existen explicaciones tan sin fundamento que sólo el empeño de validarlos es lo que les da vida, aunque, como se dice aquí, “no podemos comprender cómo el predicado «tripersonal» puede ser afirmado del sujeto «un solo Dios». Obsérvese que aunque semejante dios no puede ser explicado hoy en día es una de las bases del cristianismo trinitario.
Después de haberse invertido centenares de horas, de días, de meses y de años, la mejor ocurrencia para sostener como existente lo que no existe fue afirmar que el enredo de palabras es un “misterio”, por supuesto que la idea de un misterio fue la conclusión a la que se llegó después de la formulación del dogma, después de haber tropezado en lo intrincado de sus mismas ideas a las cuales no se encontró un modo de explicar lo inexplicable que les dejara plenamente satisfechos. A lo que no existe, pero que es validado le llaman misterio.
Cualquiera que lee la historia acerca de todo cuanto rodeó al establecimiento de este dogma puede claramente ver que la fuente para su establecimiento no fue la Palabra de Dios. Sencillamente quienes la conformaron sabían muy bien que ella no habla absolutamente de semejante dios tripersonal; más bien, los debates en los concilios a lo largo de muchas décadas claramente informan que fue la tenaz posición de la Iglesia de Occidente, la que originó semejante “misterio”. ¿En qué parte de las Escrituras se encuentra la “revelación” de que Dios subsiste en tres personas? Si semejante revelación fue dada a los hombres, entonces esos hombres debieron haber sido los paganos, ya que fueron ellos quienes unos dos mil años antes del Cristianismo inventaron semejantes dioses. Semejante revelación no les fue dada a los santos hombres de Dios que hablaron siendo inspirados por él.
Si ha de afirmarse que la Trinidad cristiana es una revelación, entonces debe admitirse que semejante revelación fue dada a los paganos precristianos y cuatro siglos después de la muerte de Cristo a los obispos conciliares que la introdujeron en la Iglesia Católica, quedando en claro que los santos hombres de Dios nunca supieron nada al respecto.
El atrevimiento de hacer del ser de Dios motivo de estudio sobre el cual alcanzar conclusiones, surgió hasta el siglo IV d.C. cuando los paganos tomaron dominio de congregaciones fundadas por los Apóstoles, en las cuales introdujeron sus creencias. Nunca antes en la historia hubo en los hijos de Dios semejante osadía. A diferencia de todos ellos, los paganos cristianizados (Atanasio, etc.) procedieron a estudiar a Dios tomando como base la filosofía griega y las religiones paganas. Semejante actitud importada del paganismo fue la causa de someter a blasfemas conclusiones a Aquél que es digno de honra y gloria. La influencia pagana es la que originó llegar a tener como objeto de estudio, de análisis y de conclusiones a Aquel que nunca ha informado nada respecto a su ser.
Lo peor del caso es que para colaborar estrechamente con el paganismo que originó al «dios trino», la teología cristiana procedió a usar eiségesis para interpretar los escritos de los santos hombres de Dios, y les atribuyeron ideas que nunca les cruzaron por la mente, haciéndoles aparecer como que hablaron del ser de Dios sin darse cuenta de ello.
Por otra parte, pensar, creer o afirmar que los profetas y los apóstoles hablaron “trinitariamente” del ser de Dios sin advertir que lo hacían, y que muchos siglos después de ellos los obispos filósofos, basados en su pensamiento pagano, consiguieron mirar “claramente y por revelación” el ser de Dios, equivale a confirmar lo que la Iglesia Católica declara: que a ella le rebeló Dios el dogma de la Trinidad.
Cualquier historiador de religión sabe que el paganismo influenció grandemente sobre la Religión Cristiana al grado de afirmarse, con sobrada razón, que muchos festivales paganos son celebrados actualmente bajo la bandera cristiana, con todo, el hecho de haberles colocado viñeta cristiana no les exime de ser paganos. Ejemplo de ello es la Saturnalia, un festival pagano actualmente celebrado con el nombre de Navidad, de la cual siendo festival pagano muchos la identifican como saturnalia cristiana.
Nadie habla abundantemente de cómo en semejante lucha el paganismo triunfó, lo que sí se sabe es que la cristianización de los paganos tuvo efecto adverso, los paganos aceptaron el cristianismo sólo para introducir su paganismo. De no haber sido así, los paganos habrían abandonado sus costumbres, sus ídolos y festivales, mientras que los cristianos se habrían mantenido gozando de la fe que de los apóstoles recibieron, pero la historia claramente muestra que no fue así. El caso que a la postre llevó al establecimiento de la Trinidad en el cristianismo es demostración fehaciente de lo que se está diciendo.
Si bien a Arrio hoy se le ve como a un indeseable, como el malo y blasfemo, como el introductor de doctrinas extrañas, en realidad él era uno entre otros que creían igual, entre ellos Eusebio de Nicomedia y Eusebio de Cesarea este último posteriormente, y por miedo a la excomunión fraguada por el partido atanasiano, se vio obligado a condenar lo que antes había creído; otros prefirieron la excomunión pero no se retractaron de fu fe.
A Atanasio hoy se le ve como el bienvenido, como el bueno como el héroe y como el defensor del genuino cristianismo. Sin embargo, una mente imparcial, documentada acerca de las pugnas entre ambos partidos, fácilmente puede observar que Atanasio se valió de triquiñuelas para conseguir su propósito. Quien lo desee puede leer (en Español) el prefacio a la obra de Eusebio de Cesarea «Vida de Constantino». Introducción y Notas por Martín Gurruchaga, quien sintetiza la historia proporcionando notas de cómo Atanasio fue nombrado obispo de modo casi subrepticio, no en ceremonia oficial de todos los obispos sino que, acompañado de unos seis o siete de sus seguidores, se dirigieron a la iglesia de Dionisio, barricaron la entrada y se consagró a Atanasio como obispo de Alejandría. Calínico, Eudemo, Hieracamón acusaban a Atanasio de extorsión y por su ilegítima elección al no tener 30 años. También uno de sus seguidores fue acusado de haber asesinado a Arsenio ante lo cual, en reunión de líderes, con sobrada astucia de parte de Atanasio y extrema candidez de sus oponentes, Atanasio preguntó si alguno de los presentes conocía a Arsenio, uno respondió que sí; inmediatamente presentó a un hombre embozado y con la cabeza baja, ante lo cual Atanasio le preguntó si aquél embozado era Arsenio, el testigo respondió afirmativamente; así la sospecha de asesinato quedó deshecha. Parece que Atanasio, astuto abogado como era, se las arregló para ocupar la vacante dejada por Alejandro (abril del 328).
De lo poco que del pensamiento de Arrio se dispone, puede verse que su propósito consistía en evitar la intromisión del paganismo, mientras que Atanasio, al combatir a Arrio, estaba legitimando la Trinidad. Arrio se basaba en algunos pasajes de las Escrituras, de mientras que Atanasio se basaba en ideas.
Lamentablemente, entretanto que de Atanasio se conocen sus escritos, los de Arrio “desaparecieron”, se perdieron. Las únicas referencias a sus escritos provienen de sus opositores, lo cual impide conocer a cabalidad el pensamiento arriano. Con todo, la posición de Arrio, en alguna medida, no es antibíblica como lo es el pensamiento de Atanasio.
Reinhold Seeberg, en su “Manual de Historia de las Doctrinas, páginas 206 y 207 dice:
«2. La doctrina de Arrio
(a) La idea dominante en el pensamiento de Arrio es el principio monoteísta de los monarquianos...Hay un solo Dios no engendrado: “Solo conocemos un Dios, no engendrado.” Este axioma lo llevó a una severa crítica de las concepciones dominantes de la relación de Cristo con el Padre. No puede presentarse al Hijo como una emanación del Padre, ni como una parte del Padre con su misma naturaleza, ni como increado igualmente como el Padre. Porque si el padre fuese compuesto, mutable o dividido, tendríamos que concebirlo corporalmente y seríamos llevados a reconocer dos seres increados. El Hijo sería entonces un hermano del Padre. Sólo Dios no tiene origen, ni ha sido engendrado, ni tiene principio. El Hijo tuvo un principio y fue creado por el Padre, de la no-existencia, antes del principio del mundo: “El Hijo no es no-engendrado, ni es parte del Uno no engendrado...ni de algo que existiese previamente, sino fue constituido por la voluntad y consejo (de Dios) antes de los tiempos y de las edades, lleno (de gracia y verdad), divino, único, inmutable. Y antes de ser engendrado, o creado, u ordenado, o fundado, no era. El Hijo tuvo un comienzo, pero Dios es sin principio...Dios no fue siempre Padre, mas hubo (tiempo) cuando Dios era solo, y aun no era el Padre, y luego llegó a ser el Padre. El Hijo no fue siempre. Porque como todas las cosas alcanzan el ser del no ser, así también este Logos de Dios llegó a ser de cosas no existentes; y hubo (un tiempo) cuando no era, y no fue antes de ser engendrado, pero también él tuvo un principio de ser creado.”
El comentario de Seeberg, aunque en su trasfondo es trinitario hace surgir preguntas como: ¿Este en verdad el pensamiento de Arrio?, ¿En qué está equivocado? ¿No es acaso la Biblia la que declara la relación entre Padre e Hijo? ¿No es acaso que para ser Padre se requiere de un Hijo? ¿No es cierto que para ser Hijo se requiere de un Padre? ¿No es acaso que la idea arriana está fuertemente apoyada por el hecho de presentar a Dios como Padre y al Logos como Hijo? ¿No es acaso que el Verbo encarnado siempre se presenta a sí mismo como siendo dependiente de su Padre, y como inferior al Padre? ¿Por qué desechar la idea arriana siendo que se basaba en la Escritura? ¿Por qué se evita entender correctamente a Juan 1:1 que es indudablemente uno de los versículos en los cuales Arrio se apoyaba para declarar su modo de entender las Escrituras?
Aunque la Enciclopedia New Advent, en su artículo Dinamistas o Adopcionistas menciona el origen de esta creencia, no lo hace en plena seguridad de los hechos que aborda seguramente por la dificultad de no disponer de suficiente información. Se dice que, aproximadamente, por los años 190-200 d.C. llegó a Roma un vendedor de cueros llamado Theodoto. Parece que las creencias de este hombre, en alguna medida, eran similares a las de los ebionitas en el sentido de negar lo que popularmente es conocido como la preexistencia de Cristo. Parece que el adopcionismo pensaba que Cristo fue adoptado por el Padre sólo hasta después de haber sido probado y haber tenido éxito.
Obsérvese que, aunque no existen pruebas de que Arrio haya seguido las enseñanzas adopcionistas de Theodoto o de los ebionitas, hoy en día se dice de Arrio que por haber creído que hubo cuando Cristo no, era adopcionista, pero en apego a la verdad de este hombre tal cosa no se puede probar.
Por otra parte, es interesante entender que hoy en día el supuesto adopcionismo de Arrio es condenado no porque se haya comprobado que en verdad su modo de entender haya encajado en las ideas de Theodoto, sino que tal mote le fue cargado por los obispos de la Iglesia porque creía que hubo cuando el Hijo de Dios no, lo cual contradecía a los obispos que enseñaban que no hubo cuando el Hijo no, o sea, lo opuesto a lo que Arrio enseñaba, lo cual hace entender que el dogma que estaba siendo forjado por los obispos declaraba que el Hijo es de la misma edad del Padre.
Como dice Seeberg “ese pensamiento llevó a Arrio a severas críticas porque estaba contra las concepciones dominantes de la relación de Cristo con el Padre”.
Esto claramente dice que a Arrio se le tuvo como enemigo no porque estuviera equivocado en su modo de ver al Padre y al Hijo, sino porque la contraparte, encabezada por Atanasio (que a la postre triunfaría) deseaba que Dios fuese configurado como trinidad. De esa manera, por creer Arrio como creía fue catalogado como hereje, pero se entiende que fue declarado hereje porque sus ideas contradecían a las ideas de Atanasio respecto a que el Hijo no tenía origen sino que siempre había existido.
Aquellas concepciones dominantes mencionadas por Seeberg de ninguna manera significan que haya sido ideas que todos los obispos compartían, por el contrario, el grupo de obispos en desacuerdo con esa modalidad trinitaria era considerable en número, y Arrio Eusebio eran de ellos. La historia, como es contada hoy no es imparcial sino que favorece a los precursores de la Trinidad, sin embargo algunos emperadores de Roma, incluyendo a Constantino eran de tendencia arriana hasta el grado que al momento de su muerte fue bautizado por un obispo arriano, cuya verdad es cambiada para que aparezca que fue bautizado por un Papa.
Constantino, el heliólatra estaba en una encrucijada porque el partido de Atanasio algunas veces ganaba mientras que en otras ganaba el arriano.
En ese punto de vista respecto al origen del Hijo es que Atanasio no estaba de acuerdo, porque según él, aceptar que Cristo procede del Padre inmediatamente le convertía en otro Dios, lo cual, aunque eso no cabía en sus ideas, es una verdad dicha por los Apóstoles (Juan 1:1), pero Atanasio discordaba de eso y no quería que fuera así. Por desconocimiento de las Escrituras o por capricho, para él eso no debía ser de esa manera, en otras palabras, Atanasio estaba favoreciendo al paganismo acusando a Arrio de ser portador de ideas que según su punto de vista eran paganas. Notoriamente, mientras que Arrio se basaba en la Biblia para establecer su punto, Atanasio se basó en su opinión personal, en filosofía y en su vida dentro del paganismo de donde salió hacia la Iglesia.
De ese modo ha sido como “el concepto monoteísta judío”, como erróneamente se conoce a las palabras de Moisés en Deuteronomio 6:4, ha sido alterado con ideas como aquella mencionada en el libro “Creencias de los Adventistas del Séptimo Día” mencionada arriba, cuyo argumento, que vuelve a ser transcrito, dice:
“En contraste con los paganos de las naciones circundantes, Israel creía en la existencia de un solo Dios (Deut. 4:35; 6:4; Isa. 45:5; Zac. 14:9). El Nuevo Testamento coloca el mismo énfasis en la unidad de Dios (Mar. 12:29-32; Juan 17:3; 1 Cor. 8:4-6; Efe. 4:4-6; 1 Tim. 2:5). Este énfasis monoteísta no contradice el concepto cristiano del Dios triuno o Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo; más bien, afirma que no existe un panteón de diversas divinidades.
Pluralidad dentro de la Deidad. Si bien el Antiguo Testamento no enseña explícitamente que Dios es triuno, no es menos cierto que se refiere a una pluralidad dentro de la Deidad...”
Esto significa que, aunque la Biblia no menciona un Dios trinitario se tomó Deuteronomio 6.4, introducir lo que el texto no dice. Eso no es exégesis sino eiségesis, porque buscar “hendiduras” en el texto por donde introducir ideas extrañas es alterar el significado de la Palabra de Dios.
Bajo el mismo subtítulo: La Doctrina de Arrio, en la página 212 de su obra, Seeberg dice:
“Por lo tanto Atanasio designa incluso los actos humanos de Cristo, como las buenas obras (κατορΟωματα) de Dios (c. Ar o iii 41, cf Serap ad ep iv 14:...... Todas las cosas fueron conectadas, συνημμενως, hechas ... porque él escupió como los hombres, y su saliva estaba llena de Dios), y él podía hablar del "Dios crucificado" (ad Epict 10,.... cf. c. AR III 34), de la adoración del hombre Jesús (c. Apol. i. 6), y de María como la Madre de Dios (Οεοτοκος.”
A esto condujeron las ideas de Atanasio, a concluir que siendo el Padre y el Hijo uno mismo y el creador del hombre, concluyó que María, siendo humana, era necesariamente la madre del Uno increado, es decir, de Dios el Padre, ¿ridículo no?
Como dice Seeberg, “quien no admite la peculiaridad de las hipóstasis es colocado bajo el judaísmo.” Es decir, quien no se ponía del lado del partido atanasiano era considerado simpatizante del judaísmo. Evidentemente, por aquel entonces nadie deseaba ser vinculado a los judíos ni por parentesco ni por relación de fe. Desdichadamente, eso hizo que a los judíos se les odiara aún más sino que también se interpretó Deuteronomio 6:4 desde la perspectiva del paganismo, dando cabida a la validez de interpretar ese texto como diciendo lo que no dice. De esa manera, en el afán de anular a los judíos se anularon también muchas verdades bíblicas que de acuerdo a Dios permanecen inconmovibles dentro de su Palabra.
Deuteronomio 6:4 dice que YHVH es ejad, o sea Dios es uno. Ejad significa uno. Tal palabra también es usada otras veces, como en Génesis 1:5: día uno. El mismo significado tiene en Génesis 1:9 en donde dice que las aguas se juntaron en un lugar. Si ejad fuera una palabra misteriosa como algunos imaginan, habría que pensar que el día primero eran tres días en uno, y así sucesivamente.
No es que Israel haya decidido por su propia iniciativa creer en la existencia de un solo Dios (Deut. 6.4), más bien fue Dios quien les ordenó creer así. Por consiguiente, la aversión de la Iglesia hacia el “monoteísmo judío” fue una aversión contra Dios. El monoteísmo, dentro del cual a Dios se le toma exactamente como él es, fue sustituido por el trinitarismo, dentro del cual se le toma como se estaba determinando a partir de Nicea en el 325 a.C.
Lo que aquellos obispos que idearon la trinidad cristiana no pudieron demostrar bíblicamente es que haya habido cuando el Hijo existía dentro del Padre, a lo cual llaman preexistencia de Cristo. Si tal versículo no existe entonces la base de la preexistencia de Cristo es nula. El Hijo es mencionado como tal sencillamente porque procede del Padre, por eso es Hijo, pero no preexistía en el Padre como ser. Juan 1:1 dice que el Logos estaba con el Padre, no en el Padre: Obsérvese:
“En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”, o como dice el Texto Griego και ο λογος ην προς τον Οεον (kai jo logos en pros ton theón, lo cual aproximadamente sería «y el verbo estaba cerca de Dios». No me es conocida alguna sesión conciliar en que aquellos discordantes hayan explicado este texto que contradice a la idea acerca de una imaginaria preexistencia del Verbo, ya que Juan 1:1 dice que en el principio el Verbo estaba al lado de su Padre, lo cual se entiende que desde el principio en que él empezó a existir fue puesto por su Padre a su lado. Aquellos querellantes estaban enfocados a combatir a los arrianos quienes sostenían que para que el Padre fuera Padre se requería de un Hijo, y que, hubo cuando en Hijo no, y que el Padre era superior al Hijo. Para los atanasianos aquellas declaraciones de inferioridad del Hijo en relación al Padre era intolerable y herejía. Por supuesto que dice el Señor (Juan 17;5). ¿Conocía el partido de Atanasio el evangelio de Juan y no le hicieron caso? Como quiera que haya sido, Juan, en alguna manera, era la base de los argumentos de Arrio. No se dice aquí que ese hombre estaba en lo cierto en todo pues sus escritos están perdidos y sólo son conocidos por algunos comentarios hechos por sus enemigos.
Pero las palabras de Juan 1:1 resultan pequeñas al compararlas con las que se le encomendó escribir en Apocalipsis 3:14:
Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: El Amén, el testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios, (letras negritas agregadas para énfasis) dice esto:
En este texto no es Juan el que está identificando al Hijo de Dios, más bien es él mismo quien se identifica como el principio de la creación de Dios.
Algunos comentaristas trinitarios miran como que este texto puede ser interpretado en tres maneras: (a) Que él fue el comienzo de la creación en el sentido de que hizo que el universo comenzara a existir, es decir, que él era el autor de todas las cosas; o. (b) Que él fue el primer ser creado; o. (c) Que él tiene la primacía sobre todo, y está a la cabeza del universo (Comentario de Albert Barnes edición en Inglés).
Tres modos diferentes de ver Apoc. 3:14, de las cuales únicamente la segunda es la correcta: (b) Que él fue el primer creado, lo cual está en perfecta consonancia con las palabras del Verbo en Apoc. 3:14 pues llanamente dice que lo primero que el Altísimo Dios creó fue a su Hijo, y que por medio de él hizo la Creación. Pero confirmar Apoc. 3:14 suena herético e intolerable pues contradice al dogma establecido por la Iglesia Católica. Sin embargo, el propio Señor nos menciona su origen, mismo que la autoridad de la Iglesia rechaza. ¿Será por esta razón que la Iglesia ha hecho a un lado a nuestro Señor declarando varias veces que “La Iglesia está por encima de la Biblia”? (The Catholic Record. London, Canadá, Saturday, September 1, 1923).
La palabra principio es vertida del griego arkjé que significa comienzo o principio, equivale a la hebrea Bereishit que son las primeras palabra de Génesis 1:1. Bereishit significa principio igual que arkjé, ambas significan que algo (es decir la Creación), o alguien (es decir el Verbo) comienza a existir. Atanasio y su partido sabían esto y por eso no lo comentaron. Arkjé no significa como Barnes supone: (a) ... en el sentido de que hizo que el universo comenzara a existir, es decir, que él era el autor de todas las cosas. Si arkjé y bereishit significaran lo que Barnes piensa entonces el embrollo sería grande ya que la Creación es atribuida al Padre y al Hijo llamados Elojim en Génesis 1:1. Definitivamente, el mismo Verbo de Dios declara que él fue lo primero que el Padre trajo a existir, con lo cual deshace completamente la idea trinitaria de su preexistencia.
En Colosenses 1.15-17, Pablo se refiere a esto al decir:
Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes que todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten. (Letras negras agregadas a manera de énfasis).
Así, nuestro Señor es el primogénito entre todo lo creado. El gran diseñador fue el Padre, luego por medio del Hijo fue creado todo cuando hay en los cielos y en la tierra, todo lo visible y lo invisible.
La palabra Griega para primogénito, es πρωτοτοκος (prototócos), con lo cual Pablo declara que el Hijo es el primero antes que todo lo creado viniera a existir, y fue el medio por el cual el Padre hizo que todo existiera. Prototócos no tiene otras variantes, significa primogénito y es la misma mencionada en Mateo 1:25 en donde a María se le dijo que daría a luz a su hijo primogénito.
Si el Padre creó a su Hijo de su misma naturaleza, significa que lo trajo a existir aparte o afuera de su propio ser; pero si como dice el dogma, lo hizo existir dentro de su propio ser, entonces significaría que el Hijo habría venido a estar dentro del Padre hasta después de haber sido creado o engendrado y siempre tendría principio, y entonces el enredo se les hace mayor y la idea de Arrio tendría que ser aceptada y la idea de la preexistencia se desbarata. Pero por supuesto eso es intolerable.
Como quiera que sea, las ideas para sostener la Trinidad siempre chocan porque si el Hijo es sin principio el texto bíblico no diría que Dios lo engendró o lo creó, por que si lo engendró o creo fue para que existiera ¿cierto?, ¿o cómo fue que lo engendro y creo si él ya existía? Pero si como imaginaban los obispos, el Hijo está en o dentro del Padre sin estar separado de él sino siendo uno y el mismo, entonces quieren decir que el Padre nunca lo engendró, porque decir que lo engendró sin que saliera de él para ser otro ser equivale a decir que no lo engendró. Porque si los concilios imaginaron que lo engendró pero que el Hijo no es otro ser sino el Padre mismo, entonces nunca fue ni creado ni engendrado pues que es el mismo Padre. A eso dieron por llamarle misterio.
La idea formulada en los concilios de la Iglesia no pasa la prueba de la verdad, pues es inexplicable cómo es que el Hijo habita corporalmente o forma parte del ser del Padre, porque eso significa que el Padre lo engendró dentro de su ser nunca se sabrá cuándo es que él vino a estar a su diestra; porque eso significa que el ser del Padre no estaba completo, sino que tuvo necesidad de engendrarse a sí mismo una parte de su ser. Y si tal cosa no fue así, entonces significa que el ser del Padre está sobrado, manteniendo dentro de sí otro ser. Aunque esto podría parecer una idea ridícula o de aficionados a la filosofía, es esto a lo cual se le vino a llamar misterio para lo cual hay que escuchar a los filósofos Agustín y Tomás. De ese modo, el ser del Hijo es inexistente ya que es el mismo ser de Dios. Con todo, esa es la insinuación de los concilios en su explicación sobre la Trinidad. El Doctor Lacueva, en su libro ya citado arriba, lo ha declarado al decir que “la verdad revelada de que un solo Dios subsiste en tres personas, ya que en el texto se llama Dios -el Dios único e indivisible- a cada una de las tres...” ¿Es semejante contraposición de ideas una verdad revelada? Ciertamente no, porque tampoco es cierto que el la Santa Escritura a los tres los llame Dios único e indivisible. En semejante caso el Padre no puede ser Padre si no forma parte de Dios, ni el Hijo es Hijo si no forma parte de Dios y el Espíritu Santo no puede ser el Espíritu Santo si no forma parte de Dios. Véase el diagrama arriba colocado.
Significa que al haber muerto en la Cruz, murió Dios pero no el Padre. Semejante cosa no se encuentra en ninguna parte de las Escrituras, sólo se encuentra en el dogma. Tampoco es posible pensar que el Padre engendró a su Hijo dentro de su mismo ser personal. Con todo, ante esto Tanto Hipólito contra Noeto, así como otros líderes explican como el dogma es desligado de estos embrollos que no son basados en la Biblia ni la Biblia es tomada para explicarlos.
La definición de Calcedonia tocante a la doble naturaleza del Hijo establece que él es parte de Dios; y siendo parte de Dios, entonces una parte de Dios puede morir. Seguramente ni Nicea ni Calcedonia aportaron explicación a semejante cosa extraña.
No, definitivamente no, pensar en la idea conciliar como siendo verdad es admitir que Dios es un contenedor, donde convergen Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las defensas a los acuerdos conciliares que hoy en día se hacen, están basados en restar validez a cuándo, dónde y cómo es que el Padre engendró a su Hijo, y que el Hijo procede del Padre. Pero, otra vez se dice que los fundadores del dogma trinitario se las arreglan para invalidar las trabas que ellos mismos construyeron.
Tanto los líderes de la Iglesia, sus acuerdos conciliares y los argumentos actuales, contradicen abiertamente a las Escrituras; y no sólo eso sino que mantienen un afán infructuoso de legitimar un dogma extraño, obligando a que la Santa Escritura diga lo que no dice.
Pablo, en 1 Corintios 11.3 dice que el Padre es cabeza de su Hijo, pero seguramente el dogma trinitario declara sin valor las palabras del apóstol declarando que Padre y Hijo son coiguales en todo, las palabras de Pablo. Altercar contra la verdad apostólica ignorando que ellos fueron dirigidos por el Espíritu Santo en sus enseñanzas es enteramente desacertado; y es un ejemplo de cómo el Cristianismo acepta la fuerza episcopal conciliar como poseyendo autoridad para declarar cómo deben ser ambos Padre y Hijo.
La controversia suscitada entre Arrio y Atanasio (que bien podría llamarse la controversia entre las Iglesias de Oriente y de Occidente), fue uno de los momentos más difíciles en la historia de la Religión Cristiana. Ambos hombres tenían fuerte apoyo, tan así fue que incluso el Emperador Constantino tuvo que intervenir para evitar que la situación religiosa convergiera en amenaza para su imperio.
Tan difícil era el asunto que muchos obispos no sabían qué partido elegir y cuando fueron convocados por Constantino para tratar el asunto, relativamente pocos asistieron (unos ciento cincuenta). Se ve que muchos deseaban permanecer al margen de la disputa porque era acerca de un tópico extraño a las Santas Escrituras; una doctrina nueva a la cual se le estaba haciendo fuerza para introducirla a la Iglesia Católica.
Hoy en día se desprestigia a Arrio y a su posición, pero por aquel entonces la cosa era totalmente distinta, (los historiadores lo saben) la posición de Arrio era tan fuerte como la de Atanasio. Era tan fuerte que incluso Atanasio fue desterrado varias veces y prohibido su punto de vista por no hallarse en él bases que fundamentaran su posición, y si fue desterrado fue porque gran número de obispos opositores no consentían con él en su modo de pensar y de ver a Dios por considerar que era contra la enseñanza de la Biblia; mientras que el punto de vista de Arrio fue bien recibido. Pero el partido de Atanasio no se cruzó de brazos y consiguieron del Emperador revertir su sentencia, así, Arrio fue desterrado y Atanasio traído del exilio. A lo largo de la disputa Atanasio fue desterrado unas cinco o siete veces, posiblemente Arrio igual número; hasta que por fin, al haber fallecido Arrio, Atanasio quedó libre para hacer valer su idea. De ese modo fue que seguidores de Arrio, que no poseían la misma fuerza que su líder, perdieron la batalla y fueron acusados de introducir doctrinas extrañas, y fueron desprestigiados hasta hacerles aparecer como viles y anatemas. La gran controversia fue ganada por la iglesia de Occidente no porque el punto de vista atanasiano tuviera bases bíblicas o porque su punto de vista fuese acorde con la Santa Escritura, sino porque, como dicen algunos historiadores, Arrio murió súbitamente y por causas desconocidas. Seguramente, si las cosas hubieran sido al revés, es decir si Atanasio hubiera muerto y Arrio hubiera continuado vivo, Atanasio hoy sería desacreditado por sus ideas contrarias a la Biblia.
Muchos ignoran que la Trinidad era desconocida por la iglesia del siglo I, y que siendo una doctrina desconocida incluso por los obispos fue necesario estudiarla en concilio tras concilio a lo largo de varios siglos. Nadie sabía qué hacer con ella. Parte de los obispos, posteriormente conocidos como padres de la Iglesia no tenían idea de una trinidad bíblica sino hasta que los concilios le dieron forma.
Los (también hoy) conocidos como Padres Apostólicos, tampoco conocían eso, y en sus escritos no se encuentran huellas trinitarias, pero sí se encuentran fuertes huellas de un entendimiento de las Escrituras al estilo judío. Sin embargo hoy se les atribuye a ellos haber conocido semejante punto de vista trinitario.
Javier Gonzaga, en el Tomo 1 de su Obra “Concilios”, editado por International Publications, Grand Rapids, Michigan, 1965, dice:
“CONSECUENCIAS DEL CONCILIO PRIMERO DE CONSTANTINOPLA
Constantinopla no fue más que la ratificación de Nicea. Muy poco más aportó a las controversias cristológicas de su tiempo. Su mayor mérito consiste en haber hecho suyo el símbolo de fe de Epifanio que confiesa la plena divinidad del Espíritu Santo.
No obstante, la fórmula que afirma que «el Espíritu Santo procede del Padre» fue entendida por los latinos como si dijera que procede «del Padre y del Hijo», en contraposición con los orientales que siempre lo interpretaron como una procesión del Padre por el Hijo. Esta simple diferencia, conocida con el nombre de «filioque» (nombre dado por primera vez en España, desde donde se extendió a todo Occidente), prestó un motivo serio de discrepancia que vino a añadirse a los muchos que se estaban gestando entre Occidente y Oriente. Todavía hoy, la Iglesia romana y las Iglesias orientales no se han puesto de acuerdo sobre esta cuestión.
El 30 de Julio, Teodosio convirtió los cánones de Constantinopla en ley del estado imperial.
Las cuestiones relativas a la persona de Cristo siguieron ocupando la mente de los teólogos; empezaron nuevas disputas hasta desembocar en la polémica nestoriana del próximo siglo. Apolinar estaba condenado, pero no se había formulado ninguna explicación que reuniera el testimonio completo de la Escritura sobre la relación de la naturaleza de Cristo.
El segundo concilio ecuménico marca el principio de las rivalidades entre los dos grandes bloques de la Cristiandad: Oriente y Occidente. Roma no aceptó las decisiones del mismo. Su aceptación fue indirecta, en Calcedonia, cuando fue reconocido por todos como ecuménico. En el siglo VI es reconocido en todo Occidente, pero Roma siempre con la reserva del canon tercero. Razones doctrinales explican en primer lugar los recelos, no sólo de Roma en particular, sino de todo Occidente en general. Es significativo ya el que ningún obispo occidental, ni siquiera legados, asistiera a Constantinopla. La verdad es que la Cristiandad latina temía que, nuevamente, se afirmase, si no el error arriano crudo, el semiarrianismo velado de algunos orientales. En las mismas fechas hubo un concilio de obispos occidentales en Aquilea que, seguramente, tenía intención de ser la réplica al de Constantinopla. El que, después de todo, triunfara la ortodoxia en Constantinopla explica la posterior aceptación de esta asamblea como segundo concilio ecuménico.
Roma tenía más motivos para sentirse vejada por los obispos orientales. Su apoyo a Paulino no había sido tenido en cuenta, ni siquiera a la muerte de Melecio. Constantinopla había sido colocada a un rango parecido al suyo. Teodosio, pese a su origen occidental, dejaba entrever en sus decretos que, a partir de entonces, la ortodoxia ya no sería más garantizada mediante la comunión con las sedes de Roma y Alejandría, exclusivamente, sino, sobre todo, por la comunión con Constantinopla, Alejandría y los otros obispados de Oriente. La elección fue llevada a cabo teniendo en cuenta en parte las cualidades personales de los aspirantes y la importancia de las sedes. Hay omisiones significativas: Jerusalén y Nicomedia. Se observa la tendencia a dejar un buen espacio geográfico libre para el desarrollo de la hegemonía de Constantinopla a todos sus alrededores. El tercer canon apunta, sin lugar a dudas, a sustituir la antigua primacía de Roma y Alejandría por la de Constantinopla. La política asiática se inclinaba en este sentido.
Comienzo de luchas que unirían, a veces, a Alejandría con Roma. Y las apelaciones de aquélla a ésta, serían usadas más tarde por los defensores de las teorías papales como argumentos de la primacía indiscutida de la sede romana. En el siglo IV, año 381, del concilio primero de Constantinopla, tales pretensiones no existían todavía. Aunque indudablemente, Roma defendía su antigua posición de privilegio honorífico que le había permitido actuar como árbitro en varios concilios eclesiásticos. Cuestiones de honor tal como las entendían los antiguos. Por esto, Roma se resistió a confirmar el concilio de Constantinopla, pese a que el año 382 un sínodo romano se pronunció sobre las mismas cuestiones en términos muy parecidos. Pero, al parecer, habían terminado aquellos tiempos en que un hombre, como Atanasio, ponía por encima de las cuestiones eclesiásticas y rivalidades episcopales el interés de la verdad del Evangelio y la concordia entre todas las iglesias.
Roma no acabó hasta que humilló a Oriente, pero para ello tuvo que esperar mucho tiempo; la ocasión no se presentó sino hasta el siglo XII....”
Difícilmente puede afirmarse que la decisión sobre cuestiones religiosas haya estado exenta de las pugnas sostenidas por los dos grandes segmentos del Cristianismo. Los deseos de liderato de los obispos orientales y occidentales apunta al predominio de unos sobre otros. Aunque para muchos podría ser intolerable pensar en la poca altura espiritual de aquellos, la verdad es que nadie puede anhelar liderato si no está poseído de buena medida de carnalidad aunque la excusa sea el amor por la iglesia. Se dice que Roma se empeñaba en atacar y anular la corriente de Oriente sencillamente porque no quería permitir que el punto de vista arriano floreciera, ya que los orientales apoyaban la posición arriana de entender que el Hijo no es eterno en el mismo significado en que el Padre lo es, lo cual causaba malestar a la Iglesia de Occidente que se empeñaba por imponer su punto de vista trinitario. Como se ha dicho antes, para que el Padre sea Padre necesariamente debe existir el Hijo, y para que el Hijo sea Hijo necesariamente debe existir el Padre, pero empeñarse en afirmar que ambos son sin principio y que nunca hubo cuando el Hijo no era suena extraño a la luz de la Santa Escritura que en todo momento ubica a ambos en su respectiva posición. La pugna entre Occidente y Oriente fue el más grande obstáculo para las pretensiones occidentales de imponer sus puntos de vista.
Hoy en día, si alguien piensa que el Padre y el Hijo no son uno y el mismo, cae bajo la maldición decretada por la Iglesia Católica y bajo el calificativo despectivo de arrianista, y de hereje. Pero por supuesto que tales sentencias incumben únicamente a los feligreses católicos que están obligados a obedecer cuanto la Iglesia dice.
Tampoco se puede hacer valer el punto de vista bíblico de que habiendo sido el Hijo creado o engendrado por el Padre está sujeto y subordinado a él, porque eso se opone al dogma trinitario, después de todo, la Iglesia es la mayoría, y todo Cristiano católico necesariamente debe estar sujeto a creer fielmente en el dogma, de otra manera incurrirá en blasfemia al decreto de la Iglesia y caerá bajo reprobación y herejía. Decir que el Hijo proviene del Padre es contradecir al dogma, por consiguiente semejante idea debe ser desprestigiada.
En cierta oportunidad en mis años escolares, estando yo en el salón de clases, uno de los profesores se me acercó y me dijo: — ¿Cree usted en la existencia de Santa Claus? Inmediatamente le respondí que no. Pensé que sus palabras siguientes serían para apoyar mi punto de vista pero sorpresivamente no fue así. Serenamente me dijo: —Sí existe, existe en la mente de muchos niños que creen en él y como usted puede notar, cada año ese personaje cobra vida porque ellos lo hacen existir. Ante tal respuesta comprendí que sus palabras eran ciertas, el personaje no existe excepto en la mente infantil que es apoyada por sus padres. Sin embargo, toda persona entiende que en la realidad Santa Claus no existe, no es un ser real, pero viene a la existencia en la mente de sus simpatizantes en un tiempo cuando el ánimo de las personas se torna festivo durante la saturnalia cristiana. La leyenda respecto a ese ser mitológico fue compuesta a lo largo de los años en diferentes regiones europeas hasta que, según se dice, una compañía de bebidas carbonadas ideó vestirlo con el color de su emblema comercial; el cuerpo obeso de este ser mitológico es una contraposición de quien se dice fue el personaje real.
A decir verdad, la mente es poderosa, crea cosas, momentos, escenas, personas, etc., sin que por ello lo imaginado exista afuera de la mente. Lo imaginado usualmente se entroniza en la mente que lo describe como que en verdad existe; se convence a sí misma de lo que imagina y lo exporta hacia otras mentes; de ese modo las ideas vienen a ser reales en muchas personas. De allí es que se entiende que una cosa es imaginarse algo y otra es que semejante idea sea verdadera afuera de la mente. Cualquier persona puede hacerse creer a sí misma que es millonaria, mentalmente goza de sus millones, la realidad exterior es diferente ya que quizás ni para pagar la renta del mes tiene. Quien tiene hambre se imagina estar comiendo los más deliciosos manjares, pero en la realidad su estómago permanece vacío. Esta mecánica mental está ligada al establecimiento del dogma trinitario. Véase la siguiente nota:
El libro “Espiritualidad Trinitaria” dice:
“Si toda la teología se ha de aprender y vivir con base en la fe personal, con mayor razón ha de ser la fe la que nos guíe, de punta a cabo, en el estudio práctico del misterio trinitario...” (Página18)
“Nuestra mente iluminada por la fe, deduce conclusiones teológicas de acuerdo con una correcta hermenéutica. Esto es lo que la Iglesia hizo en Nicea, en Constantinopla y Calcedonia, para dar expresión dogmática a la enseñanza de las Escrituras sobre los misterios de la Trinidad...” (Páginas 22,23).
De acuerdo a esto, cualquier cosa puede convertirse en realidad en el mundo exterior si la persona posee una “mente iluminada por la fe” (¿-?), dicho de otra manera, cualquier persona puede crear sus propias creencias como se hizo en Nicea, Calcedonia y Constantinopla. Media vez la fe trabaje, las imaginaciones adquieren realidad. De hecho este patrón extraño de ver la fe no es parte de lo que la Palabra de Dios habla acerca de ella.
Si la fe es el elemento clave para decidir creer cualquier cosa, como sugiere el autor de ese comentario citado, entonces Pablo, Pedro, Juan y todos los Apóstoles fueron hombres vacíos de fe, que vivieron en obscuridad por no haber tenido una mente iluminada para deducir conclusiones teológicas. Tan en obscuridad vivieron que ni siquiera se les ocurrió tomar de los paganos el término teología como siglos después los filósofos que establecieron la Iglesia hicieron con la cual dedujeron sus conclusiones teológicas.
Esa clase de fe sugerida en ese libro bajo consideración conlleva el propósito de hacer creer que si la persona lo desea, puede ver y entender cómo es Dios por dentro, cómo es su naturaleza, o sea cómo es su ser. Con ese tipo de fe la persona puede echar a andar sus pensamientos para conformar a Dios como se le ocurra. ¡Qué ingeniosa es la “mente iluminada por la fe”!
¿Desde cuándo la “mente iluminada por la fe” «deduce conclusiones teológicas de acuerdo a una correcta hermenéutica», y de esa manera declarar como la persona quiera imaginarse a Dios así deba ser él? En verdad, algunos argumentos, entre más difíciles de contradecir aparenten ser, más frágiles son.
Para que el dogma de la trinidad viniera a existir como es hoy hubo necesidad de tres pasos: 1) Darla a conocer a quienes participaron de los debates. 2) Conseguir que aquellos participantes aceptaran la idea. 3) Bosquejar cómo debía ser la trinidad. Sólo hasta después de eso fue que la doctrina empezó a funcionar. Tal proceso comenzó por el siglo IV d.C., y fue idea de los obispos que por aquel tiempo estaban conformando lo que eventualmente vendría a ser la organización religiosa más poderosa del mundo. Así, hoy en día se toma la doctrina trinitaria como algo que no admite discusión. Sin embargo, lo que hoy se tiene como de origen divino no es sino una serie de arreglos de diferentes ideas filosóficas, de inquinas entre los mismos líderes que después de décadas de pugnas, vino a resultar en lo que se conoce como el dogma de la Santísima Trinidad. Obsérvese cómo durante los debates no se tomó la Santa Escritura como base sino la ideas de los proponentes.
A continuación se presentan algunos detalles de cómo el dogma trinitario actual dio inicio
El Credo de los Apóstoles
El hecho de llamarle Credo de los Apóstoles de ninguna manera significa que ellos lo hayan redactado. No está claro por qué se le llama Credo de los Apóstoles ya que este no fue conocido sino hasta el siglo VII d.C., el argumento para validarlo y colocarlo como de fecha antigua se base en creer que existió por el siglo II d.C. pero nada de eso se puede comprobar, lo que sí se comprueba es que apareció hasta el siglo VII d.C. Su trasfondo es similar al de los otros Credos en los cuales se debe creer en la Iglesia Católica
Versión del siglo cuarto
“Creo en Dios el Padre Todopoderoso. Y en Cristo Jesús, su único hijo, nuestro Señor, que nació del Espíritu Santo y de la Virgen María. Quien fue crucificado bajo Poncio Pilato y fue sepultado, y al tercer día se levantó de los muertos. Quien ascendió al cielo, y se sentó a la diestra del Padre. Desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo. La santa iglesia. La remisión de pecados. La resurrección de la carne. La vida eterna”.
Versión del siglo Sexto
“Creo en Dios el Padre todopoderoso. También creo en Jesucristo su único hijo, nuestro Señor, concebido del Espíritu Santo, nacido de la Virgen María, sufrió bajo Poncio Pilato, crucificado, muerto y sepultado; que descendió al infierno, se levantó de nuevo al tercer día, ascendió al cielo, se sentó a la diestra del Padre, desde allí viene a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, la remisión de pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.”
El Credo Atanasiano
A este credo se le llamó el Credo de Atanasio aunque seguramente no fue él quien lo escribió. Éste no proviene del griego sino que es de origen latino, incluso la Iglesia Ortodoxa Oriental no lo reconoce hasta hoy en día.
Aunque nuestro Señor Jesús es Dios, identificado como tal varias veces en la Santa Escritura, nunca se dice que él es el mismo Padre. Para los escritores inspirados, el Padre es Dios y el Hijo es Dios dos personas diferentes.
El Padre y yo uno somos.
El orden de las palabras según el texto griego es: Yo y el Padre uno somos
Leer este texto sin poner atención a cada palabra crea la confusión que por lo general pasa desapercibida. La última palabra dice somos, cuyo significado es plural, no singular. En otras palabras, el Señor no dice Yo y el Padre soy uno, sino somos uno. Pero claro, el argumento trinitario, como siempre, evade esta verdad, en su lugar explica cómo es que este texto se debe creer como lo hizo Hipólito (235 d.C.) contra Noeto. Pero por supuesto, como sucede siempre, los obispos desprestigian a sus oponentes con palabras rudas procediendo a explicar la interpretación por ellos arreglada la cual necesariamente es la correcta, y Noeto fue expulsado de la Iglesia
El ser de Dios no es conocible ni concebible por ningún humano aunque el empeño reclame lo contrario. Concluir que Dios es como los concilios lo establecieron nunca pasará de ser imaginación. Todos los argumentos que de vez en cuando pretenden explicar la Biblia siempre se basan en eiségesis, o sea en el proceso mental por el cual interpretan basándose en ideas y en filosofía.
Dios existe pero nadie puede describir su ser porque nadie lo conoce. Lo maravilloso es que sólo Dios sabe cómo es él, y resulta grotesco, blasfemo e irreverente reducir su ser a la imaginación humana y enfatizar que así como es imaginado, así es él. Los concilios trinitarios son precisamente eso, un grupo de reuniones episcopales en las cuales el ser de Dios fue destrozado repetidas veces y vuelto a armar según las ideas de los conciliares. Obsérvese el diagrama arriba colocado y se verá que Dios, según el Dogma, no es sino un contenedor dentro del cual convergen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo el cual fue elevado a categoría de Dios para que fueran tres.
Fue también a partir de Nicea que el Señor Jesús fue elevado a una categoría que él nunca declaró poseer, es decir, ser el mismo Padre y a la vez no serlo. Fue a partir de los siguientes concilios que al Espíritu Santo se le otorgó la categoría de Dios para que de esa manera el Cristianismo tuviera su propia trinidad.
Los gentiles pueden hablar de la gloria de Dios por lo que de ella se imaginan. En otras palabras, su intelecto describe no la gloria de Dios sino lo que de ella imagina, pero es totalmente incapaz de describirla por lo que ella es en sí. Indudablemente la gloria dicha por Juan “...y vimos su gloria...” (Juan 1.14), no es la misma mencionada por Ezequiel (Eze. 42.2-4. Entonces, ¿qué es la gloria de Dios? sólo él lo sabe. Por mucho que el hombre se empeñe en describirla nunca pasará de lo que son sus pensamientos. La verdad de lo que es Dios concierne sólo a él.
Quienes hablan y describen el ser de Dios han concluido en que del modo en que lo han configurado mentalmente así es él, pero el ser de Dios permanece intacto, nadie puede hablar de él con certeza porque nadie lo conoce. Ese el es error de quienes establecieron la Trinidad, quienes se la imaginaron no se dieron cuenta, o soslayaron la verdad aquí mencionada de que nadie puede hablar del ser de Dios porque nadie lo conoce. Reclamar que Dios es tal como el humano se lo imagine es reclamar mucho sin poseer derecho alguno.
“237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos en Dios, "que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s2c1p2_sp.html).
La declaración del Concilio Vaticano establece su autoridad entre los Cristianos católicos y evangélicos declarando que la Trinidad es un misterio que le fue revelado a la Iglesia Católica desde lo alto; os obvio que todo el mundo Cristiano confirma lo dicho en el sentido de que la Iglesia Católica es en verdad el conducto por el cual Dios se manifiesta al mundo. Asimismo, esto deshace la idea de que “Nuestra mente iluminada por la fe, deduce conclusiones teológicas de acuerdo con una correcta hermenéutica. Esto es lo que la Iglesia hizo en Nicea, en Constantinopla y Calcedonia, para dar expresión dogmática a la enseñanza de las Escrituras sobre los misterios de la Trinidad...”. Según la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, la Trinidad le fue revelada a ella sin haber tenido necesidad de un proceso como el que el libro ya citado presenta.
El argumento acerca de que el Padre y el Hijo son uno toma apoyo de las palabras del Señor mostradas en Juan 10.30: “El Padre y yo uno somos”. Y aunque el significado de estas palabras han sido repetidas veces explicado por comentarios bíblicos cuyos autores son trinitarios, la explicación concluye en que esas palabras se refieren a que el Padre y el Hijo tienen todas las cosas en común como interpretan Jamieson Fausset y Brown; y Matthew Henry, o sea que las palabras del Señor no significan unidad de ser sino a que ambos tienen todas las cosas en común. El Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno editado por la Editorial Mundo Hispano dice:
“El Padre y el Hijo están tan estrechamente identificados en la misión de Jesús que hay cierta idea de unidad de esencia, aunque haya separación de identidad. Tal comprensión de estas palabras está en completo acuerdo con la afirmación de 1:1“.
Tanto los comentarios de la Biblia por James, Fausset y Brown, el de Matthew Henry, como este Comentario concuerdan en que que las palabras del Señor no se refieren a unidad de ser contraponiendo una idea diferente como la que Hipólito menciona contra Noeto. Este comentario agrega que el significado se debe entender en base a Juan 1:1 en el cual se menciona al Padre y al Verbo no siendo el mismo ser sino uno a la diestra del otro.
Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre. Mateo 24.36.
Si en verdad Padre y Hijo fueran uno no habría lugar para esta declaración pues ambos poseerían la misma mente y tomarían las mismas decisiones, sin embargo, las palabras del Señor claramente dicen que hay determinaciones que a las cuales él no tiene acceso. Si como dice el Dogma de que el Padre y el Hijo son uno mismo, ?cómo se entendería que hay cosas que el Hijo no sabe sino el Padre solo?
Hechos 1.7 agrega:
Les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad.
La respuesta del Señor resulta de la pregunta de los apóstoles en relación al tiempo en que Israel volverá a ser objeto de la atención del Todopoderoso. Ante la pregunta, el significado de la respuesta claramente señalan al Padre como el único con autoridad para determinar el futuro. El Señor responde diciendo que no estaba a su alcance saber lo que el Padre ha determinado. Categóricamente señala al Padre como el único que toma decisiones que él desconoce.
Hechos 3.20
y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado.
El momento vendrá cuando la oportunidad de salvación habrá terminado, pero el Hijo no tomará ninguna determinación, el Padre determinará cuándo su Hijo haya de ser enviado por segunda vez a la tierra.
1 Corintios 15.27-28 dice:
Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero, luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
Dos personas son claramente mencionadas sin que ambas sean una misma bajo ningún aspecto. Si los dos fueran uno mismo Pablo no estaría diciendo que el Padre puso a su Hijo como administrador de la creación. Tampoco diría que cuando el Señor haya terminado su obra entonces se la devolverá a su Padre y entonces él se someterá a su Padre.
En conclusión, si ha de validarse la existencia de la Trinidad, esto debe hacerse en base a la autoridad que la Iglesia Católica posee como cabeza de la Religión Cristiana a cuya autoridad están sometidas todas las organizaciones religiosas menores que fuertemente apoyan las decisiones tomadas en los concilios. La Iglesia en varias veces ha declarado que «La Iglesia está por encima de la Biblia», lo cual es comprensible a la luz de la historia y mostrado por su autoridad sobre las iglesias protestantes.