Esta es una pequeña consideración respecto a cómo los concilios de la Iglesia fueron organizando ideas hasta formar en definitiva lo que hoy es conocido como el dogma de la Santísima Trinidad.

Parte I
Introducción

El Credo trinitario, del cual la mayoría de Cristianos se siente orgulloso y alegremente declara aceptarlo y vivir bajo su definición, es la mejor y más clara demostración del escaso conocimiento de las verdades eternas que poseían los obispos que lo formularon. Prueba de ese desconocimiento es que se necesitaron más de trescientos años, y varias reuniones conciliares, para formular esa declaración. Quitar aquí, agregar allá, y modificar en cualquier lugar, demuestra que el tópico no era conocido, porque tanto el Padre, como el Hijo, les eran totalmente desconocidos.

La teología trinitaria, con miles de millones de simpatizantes evita comentar acerca de los individuos que, reunidos en concilios, echaron a andar sus razonamientos hasta configurar cómo querían ver a Dios. Aquellos hombres hoy son ponderados como sabios, como doctores y como “padres” de la Iglesia por el simple hecho de haberse dado al trabajo de configurar a Uno a quien no conocían (ni nunca conocieron). Además, es claro que Dios no los inspiró a divagar acerca de él. Así hoy, en vez de mirar aquello como una labor intrépida y mortal para la fe, es vista como un gran paso hacia la configuración del Dios del Cristianismo.

En comparación a ese peligroso trabajo, los grandes hombres inspirados por Dios tales como Moisés, los profetas, los sacerdotes, David y Salomón jamás cometieron el grave error de intentar tomarse la iniciativa de configurar mentalmente al Altísimo.

Para todos ellos, Dios es Dios, y lo aceptaron como tal sin necesidad de pedirle explicaciones acerca de su naturaleza. De haberlo intentado, seguramente habrían recibido amonestación. El respeto hacia su Señor y Dios lo manifestaron por medio de haberlo aceptado tal como él se les manifestó.

“Yo soy el que soy”, es la respuesta que Moisés recibió ante la pregunta de cómo debía introducirlo entre los ancianos del pueblo que estaba en cautividad. No era que Moisés dudara acerca de él, sino que buscaba más información a fin de que aquellos ante quien iba a hacer la presentación del plan de liberación quedaran satisfechos de que sus palabras eran en verdad apoyadas por Dios.

Para que su identidad quedara firme entre aquellos ancianos, el Altísimo no dio explicaciones de quién o cómo era él, más bien la prueba de que Moisés les decía la verdad estaba centrada en las señales que le fueron dadas, tales como convertir su cayado en serpiente, y aparecer y desaparecer lepra en su brazo.

Aun en los años en que los judíos descendieron completamente en su calidad espiritual y de obediencia a la Ley por los siglos III-I, E.C., nunca intentaron configurar al Altísimo y exponer por escrito sus razonamientos.

La literatura apócrifa de aquellos tiempos favorece el espiritismo, el esoterismo e historias imaginarias cuyo intento fue sembrarlas en medio de la verdadera historia narrada por la Palabra de Dios; con todo, ninguna porción de esa abundante literatura comete el error de disertar acerca de cómo es que Dios está “compuesto”. Todavía durante ese tiempo el sentir de que Dios es Dios era predominante y no se miran intentos de inquirir si él estaba disponible como material de estudio.

La teología respecto al Altísimo no había nacido porque la Iglesia estaba a varios siglos de distancia de nacer, aunque la teología en sí era un término del cual los paganos se valían para hablar de sus dioses. Ese término fue introducido dentro del Cristianismo por la Iglesia siglos más tarde.

Por su parte, Jesucristo, quien es la persona que pudo haber expuesto a su padre, nunca lo hizo. No importa que hoy se divague hilvanando suposiciones proponiendo hasta dónde él conoce a su padre. Para él su Padre nunca fue material de enseñanza, Él enseñó el amor de su Padre y cómo lo manifiesta a la humanidad, nada más.

Los apóstoles, por su parte, nunca intentan introducirse en un campo inusual, un campo al cual ninguno de los israelitas antecesores jamás intentaron penetrar. Su enseñanza es eminentemente evangélica porque fueron comisionados para llevar el mensaje de salvación, de allí que los intentos actuales de sugerir que entre líneas en sus escritos, ellos sugirieron pequeñas referencias trinitarias, no pasa de ser vanos argumentos.

Los Apóstoles no poseían conocimientos ocultos referentes a Dios, lo que conocían de él eso predicaban y lo que de vez en cuando es dicho por algunos teólogos trinitarios en el sentido de que las santas Escrituras Hebreas y las santas Escrituras Griegas no contienen referencias explícitas a alguna trinidad, es ciertísimo. ¿De dónde, pues, argumentar bases escriturales para sostener algo que no existe en ellas?

Pero como es lógico entender, Si la Iglesia Católica ha declarado este dogma como el más importante de la Religión Cristiana, entonces los creyentes no católicos deben obedecer fielmente, y así es como obedecen; así defienden la enseñanza que la Iglesia Católica les ha proporcionado.

Parte II
El Credo Apostólico

Como es natural, cuando las cosas se refieren a términos o conceptos idealísticos se hace difícil alcanzar una definición satisfactoria, estable e inmodificable respecto a un tópico dado tal como la enorme cantidad de comentarios en seminarios y libros de teología lo testifican. Cada centro educativo, cada teólogo, cada corriente Cristiana, expresa sus ideas sugiriendo que su conclusión es la correcta. Unos contradicen a otros; otros modifican la idea de otros y así, la enseñanza en los seminarios, y las ventas de libros, son la mejor demostración de esto contradictorio.

Esa situación se vuelve más difícil con el transcurrir del tiempo, pues años más tarde los conceptos que fueron expuestos por generaciones pasadas son objeto de revisión y modificaciones por aquellos a quienes les va tocando el turno de alcanzar una posición desde donde sus palabras pueden ser oídas.

Generalmente esa labor de revisar y de modificar corresponde a los teólogos. Así, aquello que pudo haber parecido aceptable a una generación viene a ser motivo, ya sea de revisión, o en último caso, viene a ser relegado a un lugar desde donde su valor no es visto como pieza fundamental de la fe Cristiana. Considérense varios puntos teológicos expuestos por Orígenes, los cuales fueron motivo de rechazo por quienes no aceptaban su pensamiento, y cómo a los simpatizantes de su modo de entender se les tildó de “origenistas” , cuya palabra era usada despectivamente.

Otra demostración clara de esto está testificada por los diferentes credos cristianos existentes, entre ellos el Credo de los Apóstoles cuya fecha de composición y autoría son obscuros, y el credo ha sido relegado a categoría de leyenda.

Credo apostólico:

Creo en Dios Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo
y nació de la Virgen Maria.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato.
Fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió a los cielos,
y está sentado a la diestra de Dios Padre.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurrección de los muertos,
y la vida eterna. Amén.

Por razones imaginarias, esta declaración ha venido a ser conocida como “credo de los apóstoles”, pero claro, su nombre de ninguna manera significa que haya sido escrito por los apóstoles de Jesucristo; más parece que en determinado momento de la historia a alguien se le ocurrió darle esa identificación, y a partir de allí, el nombre quedó inamovible hasta el grado que otros enseñadores hicieron eco de esa supuesta procedencia, pero el correr del tiempo se ha encargado de establecer la realidad, así, hoy en día es dado por cierto que esa declaración no tiene origen en la iglesia dirigida por los Apóstoles; más bien, se desconoce su verdadero origen. La siguiente es una nota de la cual varios escritores hacen eco:

“La primera mención de un Credo con el nombre de los Apóstoles se encuentra en el siglo IV en las obras de Rufinus, quien dice que se llama así porque consiste de doce artículos, que fueron redactados por cada uno de los doce Apóstoles reunidos al efecto en solemne cónclave. Pero no se tiene a Ru nus por ninguna gran autoridad histórica, y aun en la enciclopedia Católica Romana de Wetzer y Welte se considera su narración sólo como una piadosa leyenda.”. (www.upasika.com)

En base a esta declaración de fe, otros de la misma categoría de Rufino, creen ver en las cartas de Pablo, supuestas referencias a ese credo (1 Cor. 8:6; 15:3-4; 1 Tim. 3:16); sin embargo, el sentido imparcial conque ese Credo es visto, difícilmente puede atribuirlo a los apóstoles, sencillamente porque ninguno de ellos tuvo nunca la idea de predicar que se debía creer en “la santa iglesia católica”, ellos predicaban que se debía creer en Jesucristo. Además, esos imaginarios “cónclaves” que se les atribuye, son algo que ellos nunca conocieron.

En realidad, una interpretación con verdadero apego a la verdad no da lugar a imaginar que alguna vez los Apóstoles hayan tenido tiempo para reunirse y formular creencias que hoy en día son explotadas a favor de la fe trinitaria.

“En la Edad Media generalmente se creyó que los Apóstoles, en el día de Pentecostés, mientras todavía estaban bajo la inspiración directa del Espíritu Santo, compusieron nuestro presente credo entre ellos, cada uno de los apóstoles contribuyó con uno de los doce artículos. La fecha de esta leyenda se puede trazar hasta el siglo sexto... y es apoyada aún más en un sermón anterior de San Ambrosio... quien dice que el credo fueron piezas colocadas juntas por doce diferentes hombres. Por el mismo tiempo (c. 400) Ru no da un relato detallado de la composición del Credo, de cuyo relato él profesa haberlo recibido de fecha anterior. Aunque él no asigna explícitamente cada artículo a la autoría de cada Apóstol por separado, declara que fue un trabajo conjunto de todos, y sugiere haber sido realizado en el día de pentecostés... Entre los críticos recientes, algunos han asignado al Credo un origen más tardío que la Edad Apostólica, Harnack, por ejemplo, cree que en su forma presente sólo representa una confesión bautismal de la Iglesia al Sureste de Galia, fechándola no más allá de la segunda mitad del siglo quinto D. C. ” (New Advent Encl. Apostle?s Creed. Enciclopedia Nuevo Advenimiento. Credo de los Apóstoles).

Aparte de poner en claro que la legitimidad del Credo es enteramente dudosa, es interesante observar que ese Credo no contiene ninguna referencia al Altísimo en carácter de triuno al estilo de los dioses paganos del ayer, ni tampoco sugiere que Padre e Hijo sean coiguales en todo y coeternos. Ni tampoco sugiere que el Espíritu Santo sea Señor y dador de vida.

En resumen, la fantasía tradicional supone que los doce apóstoles, reunidos “en cónclave” en el día de Pentecostés, escribieron cada uno una declaración de las doce en total; sin embargo, los teólogos, quizás en su mayoría, rechazan la idea de que tal Credo haya sido escrito por los Apóstoles aun cuando a alguien se le haya ocurrido atribuírselos por el simple hecho de poseer doce declaraciones.

En realidad, hoy en día nada hay que testifique legitimidad apostólica a esa declaración excepto las leyendas de la Edad Media que, por cierto, fue el tiempo en que su validez estuvo en apogeo.

Tanto este Credo, como los argumentos que hoy en día todavía le atribuyen genuididad, están en segundo lugar, sin ser tomados en cuenta. El correr de los siglos ha hecho surgir otras declaraciones de fe que llenan los requisitos con los cuales establecer un dios losó co llamado trinidad.

Parte III
El Credo de Nicea

El Credo de Nicea es otro, y seguramente el más famoso; y lo es porque los obispos (de origen pagano, por cierto) que predominaron en la fundación de la Iglesia, por el siglo III E. C., hicieron valer sus ideas trinitarias que habían aprendido en sus religiones desde donde las trajeron a su ingreso a la Iglesia.

El Credo de Nicea, fabricado en el concilio de Nicea del año 325 d. C., no quedó terminado en esa reunión, le faltaba mucho porque los obispos no sabían qué hacer porque estaban tratando acerca del Altísimo, de quien la Escritura no da información de su ser; pero con todo y no haber quedado terminado, vino a ser la base desde donde el concepto trinitario actual comenzó a tener forma.

Pero no se crea que la introducción de ese Credo fue fácil, al contrario, la Historia Eclesiástica, de Eusebio, reporta la fuerte oposición que hubo ante su primera presentación, después de todo, ninguno de los obispos convocados por el Emperador Constantino, al parecer, estaba de acuerdo en tomar al Altísimo como material de trabajo, y por eso se oponían a las ideas propuestas; porque Nicea en realidad fue eso, es decir, un taller en el cual se estaba tomando a Dios como material de estudio sobre el cual alcanzar conclusiones que nada tienen que ver con la Palabra de Dios.

¿Qué pudo haber conocido el pagano Constantino acerca del Dios de la Sagrada Escritura? ¡Nada ciertamente! Sin embargo, su participación en el concilio fue determinante para aquietar la convulsión de los obispos que no sabían si adoptar la posición de Arrio o la de Atanasio. Incluso por la historia sabemos que durante ese tiempo algunas veces la balanza se inclinaba a favor de los arrianos mientras que en otras se inclinaba a favor de los atanasianos, y los Emperadores en turno no hallaban la solución al problema, de allí es que Atanasio fue desterrado por lo menos en cinco oportunidades ya que su punto de vista era rechazado, pero finalmente obtuvo la victoria debido a que Arrio murió “repentinamente” dejando la puerta libre para el triunfo de Atanasio.

Al parecer, para algunos de los asistentes al concilio, idealizar al Altísimo como los paganos habían idealizado sus dioses (del paganismo griego proviene el término “teología”, que era un término usado para idealizar sus dioses) era como haber salido del paganismo para después volver a él bajo la forma de Cristianismo.

El mismo Eusebio se contaba entre los opositores de Atanasio y favorecía la posición arriana, pero cambió de posición ante la presión hecha por el bando liderado por Atanasio (nadie ignora el origen pagano de Atanasio).

Finalmente la propuesta atanasiana fue admitida incluso por quienes antes la habían rechazado; todo debido a que la excomunión, el destierro y la cesantía de sus cargos ministeriales fueron la razón que los movió a aceptar lo que antes habían rechazado.

Es conocido que Atanasio nació en Alejandría, y fue enseñado en el paganismo desde donde emigró hacia la Iglesia, la cual en su tiempo estaba comenzando a tomar forma. Notoriamente, sus ideas paganas, mezcladas con elementos Cristianos con los cuales él no estaba en realidad familiarizado, contradicen el punto de vista trinitario de los concilios posteriores, prueba de esto es que su libro “La Encarnación del Verbo” contiene elementos que más tarde vinieron a ser refutados como contradictores al trinitarianismo.

Además, Atanasio es tenido por la teología actual como el gran campeón defensor de a fe nacida en Nicea en contra de Arrio.

De esa manera puede constatarse que entre el paganismo y la fe en Dios hay enorme diferencia, una diferencia que los obispos no vieron, y en vez de separar las dos las amalgamaron para emprender la marcha hacia el dogma trinitario.

La teología trinitaria actual no oculta decir que el dogma trinitario está basado sobre elementos losó cos con los cuales se analiza al Altísimo (Tomás de Aquino es el mejor ejemplo).

En colaboración con el nuevo dogma niceno que tuvo dificultades para ser aceptado por todos los presentes al concilio, Eusebio redactó un credo, su idea fue rechazada porque el bando de Atanasio no lo consideró ideal, pero eventualmente vino a ser la base desde donde surgió una idea más consistente con el grupo total de obispos. Eusebio propuso que el credo fuera así:

“Creemos en un único Dios, Padre Todopoderoso, creador de las cosas visibles y invisibles;y en el Señor Jesucristo, porque él es la Palabra de Dios, Dios de Dios, Luz de Luz, vida de vida, su único Hijo, el primero nacido de todas las criaturas, engendrado del Padre antes de todos los tiempos, por quien también todo fue creado, que se hizo carne por nuestra redención, que vivió y padeció entre los hombres, se levantó al tercer día, regresó al Padre, y volverá otra vez un día en su gloria para juzgar a los vivos y a los muertos.

También creemos en el Espíritu Santo. Creemos que cada uno de los tres es y subsiste; el Padre en verdad como Padre, el Hijo verdaderamente como Hijo, el Espíritu Santo verdaderamente como Espíritu Santo; como nuestro Señor también dijo, cuando envió a sus discípulos a predicar: Vayan y enseñan a todas las naciones, bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.

Es claro que este credo eusebiano, aunque desencajaba con la Palabra de Dios, podría decirse que era idóneo y adecuado al pensamiento de los obispos; sin embargo, desencajaba totalmente con el modo en que Atanasio deseaba arreglar la declaración.

Obviamente la idea eusebiana presentada al concilio no prosperó, fue rechazada porque Atanasio la encontraba inconsistente con sus ideas personales. Según parece, Eusebio no era líder, y estaba frente a uno (Atanasio) que alimentaba su ego con el ansia de hacer valer su punto de vista, siendo esa la situación, no parece que su propuesta haya sido para Atanasio motivo de debate, al contrario, el resultado nal es claro, la propuesta de Atanasio triunfó, y Eusebio se sumó a la lista de obispos que apoyaron el punto de vista atanasiano.

Eusebio, que en un principio apoyaba la posición de Arrio por considerarla acorde con la Escritura, cuya posición se basaba en afirmar que hubo cuando el Hijo no existía, sino que vino a ser Hijo hasta que el padre le dio existencia, al parecer fue intimidado por la presión amenazante de perder su condición de obispo triunfador y abandonó el apoyo a Arrio.

(De lo que nadie habla)

Por alguna razón (obvia, por supuesto) la existencia de dos iglesias allá por el siglo IV E. C. es disimulada por la generalidad de historiadores y escritores de libros. Nadie quiere meterse en problemas contradiciendo a la inmensa mayoría que da el crédito a la Iglesia de ser el cuerpo que viene en línea ininterrumpida desde la iglesia del primer siglo de la Era Cristiana.

El cuerpo que recibe todo el apoyo de los historiadores es la Iglesia (con i mayúscula), todo autor la menciona y la pondera como el legítimo cuerpo de Cristo. Con todo, Zozomenes, en su Historia Eclesiástica menciona un crecido número de congregaciones que seguían las enseñanzas de los apóstoles y no seguían el rumbo que las iglesias lideradas por los obispos “doctores”, lósofos, y paganos, estaban tomando. Zozomenes, en sus escritos históricos menciona un abundante número de congregaciones que sin ser ser judías observaban el Sábado. Estas congregaciones en aquellos siglos fueron relegadas al anonimato por ser las iglesias genuinas, las que continuaban obedeciendo la doctrina que los apóstoles les habían enseñado. De manera que los mismos historiadores de la Iglesia denuncian a su Iglesia como una que no era genuina sino que estaba tomando un rumbo diferente. Así se establecen dos grupos de iglesias diferentes, unas basadas en las enseñanzas de los apóstoles, y las otras basadas en la proyecciones de los obispos; estas últimas son las que reciben todo el apoyo de escritores y teólogos; las otras son demeritadas y descritas como herejes, sin ninguna importancia. Notoriamente, las iglesias genuinas eventualmente vinieron a ser declaradas como herejes por la corriente que estaba naciendo.

Que esta agrupación de iglesias sabáticas no es la misma agrupación establecida por los obispos que vinieron del paganismo, está demostrado por varias citas de Eusebio y de Zozomenes; Eusebio las identifica como guardadoras de las enseñanzas de los apóstoles, mientras que Zozomenes las identifica como observadoras del Sábado.

Quienquiera que busque dentro de la historia narrada por los mismos obispos de la Iglesia de los siglos II-IV, seguramente encontrará dos grupos de iglesias que corrían independientes, unas conducidas por los “herejes” que continuaban obedeciendo las enseñanzas de Cristo y sus Apóstoles, y las otras conducidas por los obispos de origen pagano, hoy conocidos como padres de la Iglesia.

Nadie señala esas iglesias sabáticas como trinitarias, ni tampoco se les menciona teniendo creencias paganas; simplemente se les desprestigia por ser guardadoras del “Sábado judío”, como es identificado despectivamente por las masas populares al día que Dios bendijo y santificó cuando acabó la Creación.

Esto es importante y digno de mencionar pues significa que ninguno de los líderes de aquellas congregaciones sabáticas, del siglo IV E. C., optaron por tomar al Altísimo como material de estudio, ellos creían en el Dios de las Escrituras, lo amaban y respetaban y nunca lo tomaron como material de estudio con el propósito de configurarlo según sus pensamientos.

Dios es Dios, y es digno del más alto respeto; por eso las iglesias sabáticas lo adoraban sin atreverse a examinarlo tomando como base ideas humanas y enseñanzas losó cas paganas, sino que seguían las enseñanzas de los Apóstoles. Aquellas iglesias no enseñaban ningún trinitarianismo porque no lo conocían, porque esa extraña doctrina no nació de la Sagrada Escritura ni era conocida por la iglesia del primer siglo E. C., sino que nació de la interpretación que los obispos trajeron consigo desde el paganismo donde nacieron, porque las religiones paganas sí poseen sus trinidades, incluyendo la religión de la Roma Imperial.

Aquellas congregaciones “herejes” nunca son mencionadas teniendo debates sobre cómo el Dios Altísimo podía ser convertido en un dios de estilo pagano, en cambio los obispos fundadores de la Iglesia son repetidas veces mencionados debatiendo ese punto en sus concilios.

Volviendo al asunto del Credo

Eventualmente el credo alcanzado en Nicea vino a ser la base del dogma trinitario (aunque el credo de Eusebio tiene más similitud con la declaración final), se dice eventualmente, porque el transcurrir del tiempo hacía a los obispos dudar si el modo en que habían compuesto a Dios era suficiente para expresar lo que ellos querían. Fueron necesarias otras reuniones hasta que por fin vendría ese dios (don d) a quedar definitivamente inamovible, y hasta el día de hoy, la Iglesia, que es infalible en sus decretos, no piensa en añadirle o quitarle o enmendarlo, y toda la Religión Cristiana obedece esa enseñanza.

El Señor Jesucristo nunca enseñó que el Espíritu de Dios fuera Señor, ni los profetas del Antiguo Pacto sabían nada respecto a que el Espíritu Santo fuera Señor; pero vino ha serlo hasta que la Iglesia lo decretó; a partir de eso todos sus adherentes dan por seguro que el Espíritu ha quedado instalado como Señor y como Dios, cuya idea ocurrió más de 300 años después de Cristo.

De esto se concluye que el dogma surgido en Nicea no se basó en la Palabra de Dios sino el modo en que los obispos imaginaron a Dios.

El Altísimo fue tomado como material de estudio, y finalmente la teología pagana de los obispos determinó cómo es que el Creador debe ser.

De esa manera, es notorio que el propósito de los miles de argumentos en defensa de la trinidad es tratar de legitimar lo que la Escritura no dice sino lo que los obispos decretaron.

Parte IV
El Credo Niceno

El Credo Niceno (año 325 E. C.) dice:

“Creemos en un Dios, el Padre Todopoderoso, hacedor del cielo y la tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles.

Y en un Señor Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, y nacido del Padre antes de todos los tiempos. Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado no hecho, consubstancial con el Padre, por quien todas las cosas fueron hechas. Quien por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos. Y fue encarnado del Espíritu Santo y de la virgen María y fue hecho hombre; fue crucificado también por nosotros bajo Poncio Pilato; padeció y fue sepultado; y al tercer día se levantó otra vez de acuerdo a las Escrituras. Y ascendió a los cielos, se sentó a la diestra del Padre, y volverá otra vez con gloria para jusgar a los vivos y a los muertos, de cuyo Reino no habrá fin.

Y en el Espíritu Santo, el Señor y Dador de vida, quien procede del Padre, quien junto con el Padre y el Hijo deben ser adorados y glorificados, quien habló por los Profetas. Y en una Iglesia santa, católica, y apostólica. Confesamos un bautismo para remisión de los pecados. Y esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo por venir. Amén." (Tomado de la Enciclopedia New Advent, y traducido al Español).

Con todo y que este Credo contiene imaginaciones tales como darle título de Señor al Espíritu Santo, todavía no contiene la sentencia de condenación eterna para quienes rechacen a la Iglesia Católica, eso vendría después.

Asimismo, todavía este Credo está lejos de amalgamar al Padre al Hijo y al Espíritu Santo en un “triuno”; el triunismo no se le había ocurrido a ninguno de los asistentes conciliares. El Credo no menciona ninguna trinidad sino que se concreta a mencionar, más que todo, la naturaleza del Hijo, y a darle categoría de Señor al Espíritu Santo. El Credo Niceno no declara que Padre, Hijo y Espíritu Santo deben ser adorados en “triunidad”.

Las décadas posteriores testi can de cómo el Credo Niceno fue modificado en el concilio de Constantinopla.

En el Credo Constantinopolitano, del año 381 E. C., aunque el Credo es básicamente el mismo, pueden notarse algunos cambios que aquí han sido transcritos entre paréntesis, y son como sigue:

“Creemos (yo creo) en un Dios, el Padre Todopoderoso, hacedor del cielo y la tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un Señor Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, y nacido del Padre antes de todos los tiempos. (Dios de Dios), Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado no hecho, consubstancial con el Padre, por quien todas las cosas fueron hechas.Quien por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos. Y fue encarnado del Espíritu Santo y de la virgen María y fue hecho hombre; fue crucificado también por nosotros bajo Poncio Pilato,; padeció y fue sepultado; y al tercer día se levantó otra vez de acuerdo a las Escrituras. Y ascendió a los cielos, se sentó a la diestra del Padre, y volverá otra vez con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos, de cuyo Reino no habrá fin.

Y (creo) en el Espíritu Santo, el Señor y Dador de vida, quien procede del Padre (y del Hijo), quien junto con el Padre y el Hijo deben ser adorados y glorificados, quien habló por los Profetas. Y en una Iglesia santa, católica, y apostólica. Confesamos (confieso) un bautismo para remisión de los pecados. Y esperamos (espero) la resurrección de los muertos y la vida del mundo por venir. Amén." (Tomado de la Enciclopedia New Advent, y traducido al Español).

Las modificaciones de Constantinopla más que todo se refieren a hacer que la declaración sea personal en lugar de colectiva. Pero el énfasis persiste en que no solo se debe creer en el Padre, Hijo y Espíritu Santo sino también en que se debe creer en la Iglesia Católica y Apostólica.

Otra de las modificaciones que todavía no habían sido inventadas en Nicea, pero que fue agregada, fue declarar a Cristo igual al Padre; y que el Espíritu Santo proviene del Hijo.

Sin embargo, todavía esas enmiendas no tenían nada que ver con la idea de fusionar en un solo ser al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por medio de un enredo losó co del cual, por ser enredo que nadie puede puede resolver, se le ha dado categoría de “misterio”.

Por supuesto que por muchos retoques que se le hicieron al Credo, en Constantinopla, una cosa está clara: La mente humana siempre va a divagar tratando de conformar a Dios según su imaginación; siempre argumentando que la Palabra de Dios es la fuente de donde extrae su información. Lamentablemente, poca capacidad de escudriñamiento de la Escritura hay, pero abunda el razonamiento losó co.

Siempre los santos Apóstoles gritarán declarando que Dios es como es, poniendo al descubierto que la capacidad humana está expuesta a pecado debido a la temeridad y falta de respeto hacia el Altísimo a quien han conformado según los límites de sus pensamientos.

El Credo de Atanasio

Atanasio, nació en el paganismo, en la ciudad de Alejandría en el año 295 o 286 d.C.

Curiosamente, nada se sabe acerca de sus primeros treinta años de su vida religiosa. Pero aunque al parecer nadie escribió acerca de ese tiempo, algunos escritores dicen que estudió derecho, otros dicen que estudió filosofía. Lo curioso es que aunque no se conocen sus primeros treinta años de vida, a la vez se afirma que fue un hombre de educación académica.

Sí aparece en la escena eclesiástica desde la edad de treinta años, lo cual podría sugerir que se ha tenido cuidado en no tocar nada respecto a su vida antes de ingresar a la Iglesia y cómo sus creencias fueron importadas al credo de Nicea.

El Credo de San Atanasio

También se conoce por sus primeras palabras de la versión latina: "Quicumque".

Se le llama de San Atanasio no porque el lo escribiera sino porque recoge sus expresiones e ideas. Algunos piensan que fue escrito por San Ambrosio.

Texto del Credo Atanasiano:

"Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe Católica; el que no la guarde íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.

Ahora bien, la fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las personas ni separar las sustancias. Porque una es la persona del Padre y el Hijo y otra (también) la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, increado (también) el Espíritu Santo; increado el Padre, increado el Hijo, increado (también) el Espíritu Santo; inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso (también) el Espíritu Santo; eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno (también) el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno, como no son tres increados ni tres inmensos, sino un solo increado y un solo inmenso. Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente. Así Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios; Así, Señor es el Padre, Señor es el Hijo, Señor (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor; porque así como por la cristiana verdad somos compelidos a confesar como Dios y Señor a cada persona en particular; así la religión católica nos prohíbe decir tres dioses y señores. El Padre, por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue por solo el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado, sino que procede.

Hay, consiguientemente, un solo Padre, no tres padres; un solo Hijo, no tres hijos; un solo Espíritu Santo, no tres espíritus santos; y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales, de suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad de la Trinidad que la Trinidad en la unidad. El que quiera , pues, salvarse, así ha sentir de la Trinidad.

Pero es necesario para la eterna salvación creer también fielmente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. Es, pues, la fe recta que creemos y confesamos que nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios engendrado de la sustancia del Padre antes de los siglos, y es hombre nacido de la madre en el siglo: perfecto Dios, perfecto hombre, subsistente de alma racional y de carne humana; igual al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad. Mas aun cuando sea Dios y hombre, no son dos, sino un solo Cristo, y uno solo no por la conversión de la divinidad en la carne, sino por la asunción de la humanidad en Dios; uno absolutamente, no por confusión de la sustancia, sino por la unidad de la persona. Porque a la manera que el alma racional y la carne es un solo hombre; así Dios y el hombre son un solo Cristo. El cual padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la a diestra de Dios Padre omnipotente, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, y a su venida todos los hombres han de resucitar con sus cuerpos y dar cuenta de sus propios actos, y los que obraron bien, irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno.

Esta es la fe católica y el que no la creyere el y firmemente no podrá salvarse."

(tomado de www.corazones.org)

La declaración no admite contradicción, El famoso Credo de San Atanasio no fue escrito por él. Más bien, su idea, propuesta en Nicea, fue tomada y enmendada varias veces en aquellas cosas que a los conciliares en turno les parecían desencajantes con su modo de pensar.

Curiosamente, aunque, como ya ha sido dicho, la idea trinitaria quedó mejor expuesta por Eusebio, pero quien recibe todo el crédito es Atanasio. Pero el Credo, enteramente refinado, no fue obra de él, más bien es de autor anónimo.

Parte V
Finalmente

Finalmente, el correr del tiempo, mejor dicho, el correr de los siglos, por fin vio terminada la obra máxima del dogma de la Trinidad. Quitándole aquí, poniéndole allá, cambiándole aquí y cambiándole allá. El dogma de la Trinidad es el triunfo de la Iglesia, lo cual los eles protestantes y evangélicos humildemente aceptan, aunque por otra parte gritan que no aceptan los dogmas de la Iglesia.

A pesar que el mundo evangélico rechaza el liderazgo de la Iglesia, silenciosamente celebran y toman para sí el Dogma que la Iglesia desarrolló en un tiempo de no menos de unos trescientos años.

Lo que es claro en este Credo es que fue construido para los adherentes católicos; pero los protestantes se lo han tomado para sí. El pretexto para semejante acción consiste en argumentar que la Iglesia de los obispos de aquellos siglos no es la Iglesia Católica actual; con todo, ellos mismos no se atreven a enfrentarse a la verdad la cual claramente les grita que su argumento es pobre, ajeno a la verdad, porque la Iglesia ha sido siempre la misma desde que nació a finales del siglo II E C.

Los evangélicos (salvo excepciones) voluntariamente se han sometido a la interpretación de este Credo y ardorosamente defienden los acuerdos conciliares católicos alegando que el modo como entendieron a Dios fue una interpretación basada en la Palabra de Dios, pero al mismo tiempo fallan ignorando voluntariamente que la Escritura no conoce ninguna mezcla semejante.

No importa cuánta filosofía haya sido usada en el pasado, no importa cuánta gramática griega se utilice por los defensores del ese dogma, la verdad siempre gritará diciendo que la doctrina de la trinidad no es parte de la Santa Escritura sino una creencia arrancada de los paganos.

“No es sorpresa, habiendo cambiado el modelo bíblico de la iglesia, hemos venido a adaptarnos a fundar apoyo para nuestro modo de entender a través de la prueba del texto. La prueba del texto es la práctica de tomar cualquier texto, sin ninguna relación, a menudo fuera de contexto, para «probar» que nuestra posición encaja con la Biblia”. Frank Viola. ‘Pagan Cristianity‘. Pg. XXVIII).

Esto es lo que la teología de la trinidad ha hecho y continuará haciendo.

Parte VI
¿Está formado Dios por el Padre, por su Hijo y por el Espíritu Santo?

“1 Vemos que en Dios subsisten tres personas realmente distintas” (Lacueva. Espiritualidad Trinitaria. Pg. 39

¡Hasta dónde la temeridad humana ha llegado conformando a un dios extraño que no es un ser en sí sino un recipiente que alberga a tres seres distintos! ¿Qué es Dios entonces? Popularmente se pasa por alto que el Dios Altísimo no está al alcance de nadie para ser conocido del modo en que el paganismo ideó sus dioses.

Ante la pregunta de este subtítulo puede decirse que desde el puto de vista de los “doctores” de la Iglesia, sí, porque eso fue lo que decretaron en sus concilios.

De hecho, lo que nunca vino a la mente de los escritores inspirados por el Altísimo, a la mente de los conciliares sí, porque su empeño fue hacer aparecer como que la Santa Escritura se encarga de presentar ese dios.

Lo que para Atanasio no existió, la teología posterior complementó, y la teología actual refuerza.

Es verdad, aparte de las reuniones conciliares nadie le ha agregado al texto del dogma, porque nadie posee autoridad para enmendar lo que los concilios de la Iglesia Católica decretaron; sin embargo, la literatura que se produce, abundante por cierto, se encarga de agregar aquello que al dogma le faltó. Con todo, la misma Santa Escritura continuará diciendo que la fuente de donde salió el dogma trinitario es el paganismo.

La doctrina de la Trinidad establece que “Dios” está formado por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo. ¿Qué es Dios entonces? Es algo que no existe, pero existe cuando los tres lo forman, eso es la trinidad. Como dice la cita transcrita más abajo: “Pero como los herejes no hacen caso de los concilios, no sabe la Iglesia qué medida tomar para confundirlos”. En realidad, si la doctrina de la trinidad proviniera de Dios no sería motivo de dudas, pero como no proviene de él entonces hay que recurrir al argumento inconvincente que no es otra cosa que blasfemia.

“Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30)

Esa extraña mezcla a la cual se le llama dividad, o deidad, es una idea que arranca de la incorrecta interpretación de las palabras del Señor Jesucristo narradas en Juan 10:30 “Yo y el Padre uno somos”.

Ninguna versión de la Biblia, Católica o Protestante, comete el error de decir “Yo, el Padre y el Espíritu Santo” somos uno”. Pero como tal declaración no existe, entonces la teología trinitaria ha ideado decir que el Espíritu Santo nace del amor y de la relación que existe entre padre e hijo. ¿De dónde nació tal idea? simplemente del ingenio humano que lucha por creer asimismo que de una u otra manera hay que formar los tres en uno.

Ese trabajo de fusión ha venido siendo objeto de argumentos y argumentos; todos tratando de “hacer más convinvente” la explicación, recurriendo a elementos gramaticales, a ideas que otros ya han expuesto, y más. La insatisfacción ante los conceptos que parecen débiles o incoherentes son revisados y bosquejados de manera diferente a juicio de cada expositor, cayendo de ese modo en el error mencionado por Frank Viola: “La prueba del texto es la práctica de tomar cualquier texto, sin ninguna relación, a menudo fuera de contexto, para «probar» que nuestra posición encaja con la Biblia” (ibid).

Curiosamente, lo que nadie se percata de ese proceso es que, el propósito que se esconde tras cada exposición no es proporcionar un mejor entendimiento a otros, sino el de buscar satisfacción personal sobre aquello que por carecer de razón siempre será inconsistente con la misma razón personal de quien explica esa extraña fusión.

De hecho, esa rara mezcla de tres en uno que recibe el nombre de divinidad, no tiene raíces en la Palabra de Dios sino en el paganismo, tal como enciclopedias y libros especializados han expuesto.

Las palabras del Maestro (Juan 10:30) han sido instrumentalizadas, y tomadas como herramienta de apoyo para semejante idea, de allí que, lo que no ocurre ni una sola vez ya sea en el Texto Hebreo y en el Griego, ha venido a ser agregado usando como recurso la eiségesis. De esa manera, los tres son tres pero no son tres sino uno ¿-?

(Eiségesis es la interpretación de un texto, en este caso, la Biblia, tomando como base ideas preconcebidas, ya sean personales o del conglomerado, que son empujadas hacia adentro para hacerlas aparecer como que la Biblia dice lo que en realidad no dice. Básicamente, Frank Viola lo explica en sus propias palabras en la cita que aparece arriba.

De esa manera, la interpretación eisegética de la Biblia ha dado como resultado la entronización en el Cristianismo del dogma de la trinidad, cuyas raíces, notoriamente, son el paganismo.

“La Trinidad es el término empleado para significar la doctrina central de la religión Cristiana: la verdad que en la unidad del Altísimo, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, estas Tres Personas siendo verdaderamente distintas una de la otra. De este modo, en palabras del Credo de Atanasio: "El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y, sin embargo, no hay tres Dioses sino uno solo". En esta Trinidad de Personas, el Hijo proviene del Padre por una generación eterna, y el Espíritu Santo procede por una procesión eterna del Padre y el Hijo. Sin embargo y a pesar de esta diferencia, en cuanto al orígen, las Personas son co-eternas y co-iguales: todos semejantes, no creados y omnipotentes. Esto, enseña la Iglesia, es la revelación en relación a la naturaleza de Dios, donde Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo a entregarla al mundo: y la cual, la Iglesia, propone al hombre como el fundamento de todo su sistema dogmático.

En las Escrituras, aún no hay ningún término por el cual las Tres Personas Divinas sean denotadas juntas. La palabras trias ( de la cual su traducción latina es trinitas) fué primeramente encontrada en Teófilo de Antioquía cerca del año 180 D.C.” (Enciclopedia Católica, Artículo «El Dogma de la Trinidad»).

La Iglesia Católica, que es la creadora del Dogma, habla, y cuando lo hace, dice la verdad; una verdad que a protestantes y evangélicos entristece, incomoda y resiente; porque mientras ellos afanosamente tergiversan las Escrituras tratando de presentar los tres en uno, la Iglesia claramente dice que semejante fusión no existe en la Escritura, sino que la idea nació allá por el siglo II, E. C.

Si se lee con detenimiento, se encontrará que la declaración de la Enciclopedia no responsabiliza a las Escrituras de la creación del Dogma sino a la Iglesia misma. Eso, repitiendo, incomoda a los protestantes y evangélicos que se niegan a aceptar que sus creencias provienen de los acuerdos conciliares de la Iglesia.

“ANTITRINITARIOS

Así se llamó una secta de herejes, que bien pudiera pasar por no cristianos. Esto no obstante, reconocen a Jesús como Redentor y Salvador; pero sostienen que es opuesto a la recta razón enseñar a los cristianos que una trinidad de personas existe con una sola esencia divina, que la primera engendra a la segunda y que la tercera procede de las otras dos. Dicen que esa doctrina ininteligible no se encuentra en ninguna parte de la Sagrada Escritura, y que no se puede reproducir ningún pasaje de ella que autorice esa opinión.

Dicen también que sostener, como lo hacen sus adversarios, que son tres personas distintas con una esencia divina, y que no es sólo el Eterno el único Dios verdadero, sino que también lo son el Hijo y el Espíritu Santo, es introducir en la Iglesia de Jesucristo un error muy grosero y muy peligroso, que abre la puerta al politeísmo. Que implica contradicción decir que hay un solo Dios, y sin embargo, hay en él tres personas, y que cada una de ellas es Dios; que la distinción de ser uno en esencia y tres en personas no la hizo nunca la Biblia; que es una distinción falsa, porque no puede haber menos esencias que personas ni más personas que esencias.

Que las tres personas de la Trinidad son: o tres substancias distintas, o tres accidentes de la esencia divina, o esta misma esencia; en el primer caso, son tres dioses; en el segundo, es un dios compuesto de accidentes, y adoramos esos accidentes metamorfoseándolos en personas; en el tercer caso, es inútil y no tiene fundamento dividir un objeto indivisible, y dividir en «tres» el que sólo es «uno». Que si les replican que las tres personalidades no son substancias distintas de la esencia divina ni accidentes de dicha esencia, no se les podrá convencer de que sean algo. Que no debe creerse que los «trinitarios» más rígidos y más inexibles tengan idea clara del modo con que las tres personas subsisten en Dios, sin dividir su sustancia, y por consiguiente sin multiplicarla.

Que el mismo San Agustín, después de haber emitido respecto a este asunto muchos razonamientos tan falsos como tenebrosos, tiene que confesar que nada puede decirse sobre esto que resulte inteligible. Que los teólogos modernos no han puesto más claro el asunto; y en cuanto se les pregunta qué es lo que entienden por «persona», sólo contestan que es una distinción incomprensible que hace distinguir en una naturaleza única en número un Padre, un Hijo y un Espíritu Santo. Que la explicación que dan de las palabras «engendrar» y «proceder» no es más satisfactoria que la anterior, porque se reduce a decir que esos verbos marcan las relaciones incomprensibles que median entre las tres personas de la Trinidad. Que se puede resumir el estado de la cuestión entre los ortodoxos y ellos, diciendo que existen en Dios tres distinciones, de las que no tenemos idea alguna, entre las que median ciertas relaciones, de las que tampoco tenemos la menor idea.

De todo lo dicho deducen que lo más cuerdo sería atenerse a la autoridad de los apóstoles, que no hablaron nunca de la Trinidad, y desterrar para siempre de la religión todas las palabras que no consten en la Sagrada Escritura, como por ejemplo: Trinidad, Personas, Esencia, Hipóstasis, Encarnación, Generación y otras, vacías absolutamente de sentido, porque no tienen en la Naturaleza ningún ser real a quien representar, y por lo tanto, sólo alcanza nuestra imaginación nociones falsas, vagas, oscuras e incompletas.

Para terminar este artículo, transcribiremos lo que dice el abate Calmet en su disertación sobre el pasaje de la epístola de San Juan Evangelista: «Existen tres que lo atestiguan en la tierra: el espíritu, el agua y la sangre; y los tres sólo son uno. Existen tres que lo atestiguan en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu; y los tres sólo son uno.» Calmet declara que esos dos pasajes no se encuentran en ninguna Biblia antigua, y efectivamente, sería muy extraño que San Juan hubiera hablado de la Trinidad en una epístola, y no hubiera dicho de ésta ni una sola palabra en el Evangelio.

Nada se encuentra respecto a ese dogma en los evangelios canónicos ni en los evangelios apócrifos. Todas esas razones y otras muchas bastarían para justificar a los antitrinitarios, si los concilios no se hubieran declarado contra ellos. Pero como los herejes no hacen caso de los concilios, no sabe la Iglesia qué medida tomar para confundirlos”. Voltaire (1694-1778). Diccionario Filosófico. Art. Antitrinitarios.

Seguramente el tópico acerca del dogma de la Trinidad nunca podrá ser explicado razonablemente, y para continuar validándolo habrá que forzar el razonamiento, sin embargo, el mismo Agustin, el célebre filósofo Católico, tuvo que aceptar que ni su pensamiento capacitado en filosofía fue suficiente para entender razonablemente lo que él mismo escribió, llegando a concluir, a falta de claridad en su pensamiento insatisfecho, que el Dogna es un “misterio”.

Y a decir verdad, lo que Agustín no pudo, la teología Cristiana protestante moderna ha tratado de explicar, lo cual significa que, el misterio de Agustín ha dejado de serlo. ¿Ha dejado de serlo? ¿Significa que Agustín no conoció la esencia trinitaria y por eso la Suma Teológica que formuló es corta y falla al no haber podido explicar el asunto? En realidad, no, contradecir a alguien que originalmente escribe es la cosa más fácil, con todo, lo que en el tiempo moderno se dice o se escribe tampoco es claro.

El asunto nunca podrá ser de nido con claridad, porque no hay claridad alguna en el Dogma ni en los libros editados para fortalecer en la Religión Cristiana el acuerdo conciliar de Nicea, porque si la hubiera, el espíritu de vida puesto en el humano por Dios se encargaría de satisfacer la conciencia general sin necesidad de tanto argumento.

Parte VII
La Eternidad del Padre y del Hijo

Eso de intentar saber más de lo que está escrito conduce sólo a confusión y a hacer que las cosas fáciles de entender sean intrincadas.

Lo peor de todo es que usualmente tenemos que recurrir a nuestras palabras, a nuestro pensamiento y a nuestras conclusiones para explicar aquello para la cual ni tenemos palabras, y nuestro pensamiento no tiene capacidad para penetrar aquello que nos es inexistente, y nuestras ideas únicamente concluyen como verdad aquello que la imaginación configura.

El caso es patente cuando el pensamiento intenta penetrar hasta donde no le está permitido. Porque al hablar de la eternidad necesariamente hay que reconocer que nadie puede explicar las cosas sin valerse del elemento tiempo, el cual es contrario a la eternidad porque la eternidad es ausencia de tiempo.

Como he dicho en el estudio “Eternidad y Tiempo”, «la eternidad es movimiento sin depender del tiempo». ¿Cómo pues puede explicarse las cosas que pasaron, siendo que el pasado no existe en la eternidad? O ¿Cómo pueden explicarse las cosas futuras si en la eternidad no existe el futuro? De esto se entiende que, al observar el libro de Apocalipsis, se notará que las visiones mostradas a Juan no están sujetas a tiempo pasado ni futuro, sino que cada una de ellas es presentada en tiempo presente, sencillamente porque le fueron mostradas en la eternidad.

Con todo, aunque el Altísimo nos limitó a conocer sólo las cosas que nos atañen, es decir, aquellas sujetas al tiempo, cuando los obispos de la Iglesia discutieron contra Arrio acerca de la existencia del Hijo, ambos bandos tubieron que recurrir al elemento tiempo porque no pudieron prescindir de él para establecer la existencia del Hijo en la eternidad. Allí comenzó el grave error.

Aparte de otros argumentos sujetos al tiempo, Arrio afirmaba que hubo cuando el Padre no era Padre, sino que lo fue hasta que trajo a su Hijo a existir. Por su parte, Atanasio imaginaba que el Hijo nunca inexistió sino que siempre ha sido Hijo pero sin procedencia. De manera que aunque es Hijo, tiene procedencia del Padre, y a la vez la tiene, porque siempre ha sido Hijo desde la eternidad. Notable y sencilla incoherencia que a él le parecía razonable.

Ambos: Arrio y Atanasio erraron pretendiendo conocer aquello que a nadie le está permitido conocer; eso que a nadie le está permitido conocer es cómo funciona la eternidad. Nadie puede explicar eso sin valerse del elemento tiempo. Quizás el único que lo menciona, aunque de manera breva, fue Orígenes (De Los Principios,) él tuvo alguna noción de esto que estoy diciendo.

¿Fue el Hijo engendrado en la eternidad?

Sencillamente no, porque el creador de la eternidad no puede, al mismo tempo, empezar a existir dentro de ella. No existe ningún texto bíblico que apoye la idea del Hijo de Dios traído a existir en la eternidad, y la creencia generalizada acerca de semejante cosa es un error muy grande, y lo es porque todo mundo erra excluyendo la verdad de que la eternidad no existe de por sí sino que creada.

Arrio y Atanasio no tuvieron capacidad de entender que la eternidad no existe por sí misma sino que fue creada. Porque si la eternidad existiera sin haber sido creada por Elojim habría que admitir que o bien se creó a sí misma o que alguien más aparte de Dios (Elojim o Elohim) la creó; pero esto último es inadmisible porque el Creador es uno solo y a su lado está su Hijo.

No parece haber existido problemas con este tópico antes de los debates entre aquellos dos hombres, pero vino a existir cuando ellos y sus respectivos bandos se pusieron a hablar acerca de algo que no entendían.

Obsérvese que las palabras de Salmos 2:7:

“Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: «Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy.”

El texto mezcla el tiempo pasado con el presente, sencillamente porque excluye de todo tiempo la sucesión del Hijo en aquello que Arrio pensaba y que estaba en lo correcto al a rmar que hubo cuando el Hijo no, y que el Padre no Padre sino hasta que el Hijo existe. Pero explicar esa procedencia sin valernos del elemento tiempo nos resulta imposible, pero que el Padre no fue Padre sino hasta que engendró a su Hijo, es verdad, y lo es porque este Salmo lo dice.

Cuando la teología trinitaria a rma que el Padre y el Hijo son coeternos dice una verdad a medias; porque se queda corta al no explicar (porque lo ignora) que (Elojim) crearon la eternidad. De allí que ambos son antes de la eternidad. Salmos 2:7 está ubicado exactamente antes de la eternidad.

Parte VIII
Dos Dioses

La teología de la trinidad combate la verdad escritural de que el Padre y el Hijo son dos Dioses sin fusionarse en uno, y la ridiculiza. Y la Religión Cristiana asiente con ese rechazo argumentando que hablar de dos Dioses es politeísmo, porque, dice, no existe más de un Dios.

Pero aunque la verdad sea ridiculizada, no por eso deja de ser verdad aunque la teología de la trinidad la rechace; porque aunque la teología diga que eso es politeísmo ¿por eso es politeísmo? Sencillamente no, más bien es sólo un argumento para validar la trinidad que sí es politeísmo.

Para la teología de la trinidad es intolerable decir que el Padre y el Hijo son dos Dioses separados, uno a la par del otro como el evangelio de Juan 1:1 declara, el Hijo hacia el Padre; o como se dice en otra parte, el Hijo a la diestra del Padre. Pero aunque a los obispos que idearon la trinidad Cristiana les haya parecido incoherente con su modo de pensar respecto a Dios, los Apóstoles siempre les dirán que lo que acordaron en los concilios es un grave error. Porque ellos sabían que el Padre Altísimo es Dios y su Hijo también es Dios, y nunca se les ocurrió pensar que esa verdad fuera politeísmo.

¿Qué hay de incorrecto al afirmar junto con la Escritura que Jesucristo es Dios? Pablo y Pedro lo afirman:

“Aguardando la esperanza bienaventurada, la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”. (Tito 2:13).

“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo; a los que han alcanzado una fe igualmente preciosa como la nuestra por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo”.
(2 Pedro 1:1).

Ambos claramente se refieren al Señor Jesucristo como Dios, y también es claro que no se refieren al Padre Eterno. Por otra parte, qué tiene de incorrecto declarar que el Padre es el Dios de nuestro Dios y Salvador Jesucristo?

Escrito está:

“Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con aceite de alegría, más que a tus compañeros”. (Hebreos 1:9).

Esto quiere decir que Dios el Padre ungió a su Hijo con aceite de alegría, como dice el texto.

Así entonces, tanto el Padre, como el Hijo son dos Dioses, y nunca mencionan que el Espíritu Santo sea Dios, esto, sin importar que a la teología trinitaria le parezca intolerable por contradecirle a sus pretensiones de arreglar tres dioses en uno. Algunas veces, al escuchar la mención de dos Dioses, la popularidad reacciona sugiriendo rechazo a esa verdad Escritural, porque aunque está claro en las cartas apostólicas que Padre e Hijo son dos Dioses la teología trinitaria ha declarado lo contrario, eso contrario es lo generalmente aceptado.

El Shemá: Dos cosas importantes

Primero. Shemá (o shema) significa oir u ”oye“. Esta es la primera palabra de Deuteronomio 6:4: en el Texto Hebreo que la Reina Valera traduce como:

“Oye, Israel: Jehová, nuestro Dios, Jehová uno es”.

En el Texto Hebreo, que se escribe de derecha a izquierda, dice así:

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Esto aproximadamente viene siendo: “shemá Israel YHVH Elojeinu YHVH ejad”.

Según la enseñanza trinitaria, en la frase YHVH Elojeinu, que en Español viene siendo “YHVH nuestro(s) Dioses”, están implícitas tres personas. Claro que eso es sólo suposición para apoyar su idea, y lo es porque la Santa Escritura identifica al Padre y al Hijo con el mismo nombre pero nunca identifica con ese nombre al Espíritu Santo, por lo cual esa enseñanza está equivocada al agregar a la Escritra lo que ella no dice. En la Escritura al Padre se llama YHVH, y su Hijo YHVH, pero no existe ni un versículo en el cual al Espíritu Santo se le llame YHVH. Por lo tanto, Deuteronomio 6:4 se refiere a dos seres en vez de tres. Otra prueba más: Considérese este texto:

Zacarías 3:2 menciona dos YHVY:

“Entonces dijo Jehová al Satán: "¡Jehová te reprenda, Satán! ¡Jehová, que ha escogido a Jerusalén, te reprenda! ¿No es este un tizón arrebatado del incendio?”

La Versión Reina Valera de donde ha sido tomada esta porción está de acuerdo con el Texto Hebreo; en cambio otras versiones lo distorsionan agregándole “el ángel del”, entre ellas la Nueva Versión Internacional que dice:

“El ángel del Señor le dijo a Satanás: ¡Que te reprenda el Señor, que ha escogido a Jerusalén!.. ”

La palabra hebrea para ángel es “maláj” (malakh), pero esa palabra no ocurre en Zacarías 3:2, eso quiere decir que en el Texto Hebreo, un YHVH dice al Satán que YHVH lo reprenda.

Por si esta prueba no es suficiente, véase que Isaías 53:10 se refiere al Padre como YHVH; en cambio Números 21:6 se refiere al Hijo con el mismo nombre; ¿cómo se sabe esto? Muy sencillo, en los manuscritos griegos más antiguos del Nuevo Pacto, 1 Corintios 10:9, que se refiere a Números 21:6, dice que los Israelitas tentaron a Cristo. En otras palabras, el Cristo nuestro es el YHVH de los israelitas en el desierto.

Así entonces, Deuteronomio 6:4 no se refiere a tres personas sino sólo a dos, es decir, Padre y al Hijo. El trinitarismo falla al imaginar tres Dioses.

Segundo. Aunque esta explicación es bastante amplia para aclarar el número plural, las palabras de Moisés en Deuteronomio 6:4 no se refieren a cantidad de personas sino a la calidad única y exclusiva de Dios; sí, póngase atención a esto porque entenderlo es muy importante.

Para validar su interpretación incorrecta, la teología trinitaria viaja en el tiempo hasta el momento cuando los obispos conciliares formularon el dogma trinitario, ya con ese dogma en mente, procede a interpretar Deuteronomio 6:4.

Por supuesto, Moisés no conoció ninguna trinidad, ni tampoco en Deuteronomio 6:4 habla de eso, más bien los gentiles son los que ponen en el pensamiento de Moisés lo que él nunca imaginó.

El entendimiento correcto

Es interesante saber que la palabra “ejad”, de Deuteronomio 6:4, no sólo se refiere a número uno, ordinalmente hablando, sino a “calidad exclusiva”. Ampliando esto para un mejor entendimiento, véase lo siguiente: En el contexto de Israel rodeado de naciones paganas, era necesario que ellos entendieran que el Altísimo es único, que ningún dios pagano es como él ni comparable a él; y el pueblo no debía compararlo ni adorar dioses paganos. En otras palabras, YHVH es único, y por ser único el pueblo debía amarlo sólo a él “de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas”, es decir, con todo el ser, sin dejar ninguna parte con la cual adorar dioses paganos.

Esto quiere decir que en el contexto en que Moisés está hablando, él no está refiriéndose a la naturaleza de Dios sino a su calidad sin par. Este es el verdadero contexto de Deuteronomio 6:4, porque no hay otro como él, por eso es uno o único; mas aun siendo así, la teología trinitaria se aparta del significado contextual de ejad para enseñar que Moisés habla de tres dioses que a la vez son uno.

Para comprobar que Deuteronomio 6:4 no se refiere a contenido trinitario sino a la calidad sin par del Altísimo, véase cómo otras Biblias interpretan correctamente el texto:

La Biblia Latinoamericana traduce:
“Escucha, Israel: Yavé, nuestro Dios, es Yavé-único”.

Torres Amat traduce:
“Escucha, ¡oh Israel! El Señor Dios nuestro es el solo y único Dios y Señor”.

La Biblia al Día traduce:
“Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”.

La Biblia de Jerusalén traduce:
“Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh”.

La Nueva Versión Internacional traduce:
“Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”.

Nácar Colunga traduce:
“Oye, Israel: Yahvé, nuestro Dios, es él solo Yahvé”.

La Biblia Dios Habla Hoy traduce:
“Oye, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor”.

La Biblia de Martín Nieto traduce:
“ Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor”.

Obsérvese que ante la decisión de la teología trinitaria de interpretar erróneamente Deuteronomio 6:4 como diciendo que el texto se refiere a mencionar que el Altísimo es triuno, todas estas versiones bíblicas, la mayoría de las cuales son católicas, claramente dicen que ese tipo de interpretación es un error, porque en realidad Moisés se refiere a la calidad sin par del Omnipotente en relación a los dioses de los paganos.

Asimismo, las personas que fuerzan la palabra hebrea “ejad” para decir que significa que Dios es trinidad, debieran explicar que semejante significado es sólo un argumento para adoctrinar gente con algo que en la Palabra no existe.

Esas personas también debieran explicar cómo debe entenderse la palabra “ejad” mencionada en Génesis 1:5 en donde se lee “yom ejad” que significa día uno. Porque si para ellos ejad significa tres en uno ¿cómo interpretan Génesis 1:5? Obviamente, ejadno es una palabra misteriosa, que algunas veces puede significar uno mientras que en otras puede significar tres.

Elojim, (o Elohim) son “ejad” (uno) tal como el Señor lo ha declarado al decir “mi padre y yo somos uno”, porque el Hijo concuerda plenamente con lo que el Padre piensa, lo cual de ninguna manera significa que ambos sean el mismo, el intelecto del cual el Creador nos ha dotado inmediatamente concuerda en ello.

Ser uno no significa ser un solo ser manifestado por dos o por tres, sino que significa concordancia absoluta en todo, prueba de eso es que en la redención de la Creación el Padre sabía que nadie más que su Hijo era el indicado para realizar tan grande obra; a la vez, el Hijo sabía que nadie más sino él era el único capacitado para ser designado, por lo cual en Hebreos 10:7 está escrito de él:

“Entonces dije: "He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí”.

Esta cita proviene de Salmos 40:6-8 donde se lee:

6 Sacrificio y ofrenda no te agradan; has abierto mis oídos; holocausto y expiación no has demandado.

7 Entonces dije: «He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí;

8 el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu Ley está en medio de mi corazón».

Ante la decision del Padre, el Hijo sumisamente tomó bajo su responsabilidad el sacrificio que debía redimir a la humanidad. Ante lo cual la teología de la trinidad se las tiene que arreglar para hacer prevalecer sus ideas, porque siendo el Padre quien decide qué debe hacerse, su Hijo sabe que a él compete obedecer.

Ambos son uno, porque lo que el Padre decide, el Hijo sin vacilar obedece, sin embargo, ser uno no significa interpretar ese significado teniendo que recurrir a elementos losó cos atorados de vana verborrea en los cuales los mismos proponentes tropiezan porque al final sus escritos carecen de veracidad.

Génesis 1:1

Tomando una transliteración de las Escrituras Hebreas al Español, Génesis 1:1 (primera parte) podría leerse así:

“Berreishit barrá Elojim et jashamáyim beet jaárretz”.

De esto es conocido que “Elojim” (o elohim como popularmente se escribe en Inglés) es plural, y significa “Dioses”.

En los ojos de la teología trinitaria, esta declaración plural, indudablemente no significa dos Dioses, sino que ha decidido que debe significar tres en uno para que se refiera a la trinidad.

Pero esto sufre profunda dolencia y total invalidez si se toma en cuenta que para configurar tres dioses en uno hay que partir desde el punto de vista del dogna trinitario ya que la Santa Escritura no es la fuente desde donde poder partir para pensar que “Dioses” significa tres dioses, Pablo, (en Colosenses 1:16) dice que la Creación procede del Padre por medio del Hijo, nada más). Pablo no sabía que Elojim significara tres dioses.

Esto significa que la teología trinitaria primero lee Génesis 1:1, luego avanza miles de años hasta llegar a la sesión conciliar donde se declaró que Padre, Hijo y Espíritu Santo son uno, después retrocede al momento de la Creación en Génesis 1:1 para interpretarlo como tres en uno, sólo mediante ese proceso es que se puede argumentar que Elojim significa tres dioses en uno.

Pablo dice:

“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”. Col 1:16.

Para contradecir abiertamente a Pablo y al resto de escritores inspirados, los credos trinitarios declaran al Espíritu Santo como “Señor y dador de vida”, lo cual fue iniciativa conciliar sin base en la Palabra de Dios (después de todo, los obispos hablaban de la Palabra no por lo que ella dice, sino por lo que ellos imaginaban).

Pablo desconocía que cientos de años después de su muerte los obispos de la Iglesia decretarían que la Creación sería hecha por tres en vez de dos como él declara.

Hoy en día este va y viene es lo que se hace para establecer la trinidad, ante lo cual la teología protestante y evangélica humildemente guarda silencio y apoya, mientras que ningún escritor inspirado por el Altísimo apoya tal cosa.

Lo que la teología trinitaria no puede explicar

Con toda la extensa gama de escritos sobre la materia en consideración, la doctrina de la trinidad nunca argumenta sobre aquello que le contradice. Por ejemplo, nunca contradice el hecho verdadero e incontrovertible de que quien toma decisiones es el Padre, y quien obedece es el Hijo.

¿Si ambos fueran coiguales como se dice, entonces por qué el Hijo nunca decide lo que el Padre tiene que hacer? ¿Por qué la Escritura siempre coloca al Hijo bajo sumisión al Padre, y nunca las cosas suceden a la inversa?

Asimismo, ¿Dónde está el texto de apoyo para la idea sin fundamento de que el Espíritu Santo nace de la unión del Padre con el Hijo? Porque es popularmente conocido que semejante idea nació de la mente de los conciliares asistentes a Nicea, pero el ojo curioso descubre inmediatamente que los argumentos de Nicea son sin base bíblica. En todo el Nuevo Testamento, donde el Espíritu Santo es mencionado, siempre es mencionado proviniendo del Padre, nunca es dicho que provenga de la unión del Padre y del Hijo.

Los textos en los cuales el Señor lo menciona, siempre es proveniente del Padre. ¿Qué entonces acerca de Romanos 8:9?:

“Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”.

¿En realidad Pablo está diciendo que el Espíritu Santo es el mismo espíritu de Cristo? (El lector no debe tomar las letras mayúsculas como clave para entender que el Espíritu Santo es el mismo Espíritu de Cristo, después de todo, el modo en que hoy escribimos dista mucho del modo en que los Apóstoles escribieron. Además, las copias y fragmentos del Nuevo Testamento pertenecen a dos tipos: Los Unciales y los Minúsculos. Reciben el nombre de Unciales los manuscritos hechos usando sólo letras mayúsculas; mientras que los minúsculos son conocidos porque fueron escritos sólo con letras minúsculas.

Esto significa que colocar mayúsculas y minúsculas en las diferentes traducciones de la Biblia es tarea basada en el punto de vista de las casas editoriales encargadas de producir Biblias. Eso es lo que sucede en Romanos 8:9.

No se tomen, pues, las palabras “Espíritu Santo” y “Espíritu de Cristo” como refiriéndose al mismo espíritu. Pablo no está escribiendo a manera de dar a entender aquello que la popularidad piensa. Y precisamente el error de apreciación de Romanos 8;9 es lo que ha llevado a pensar que el espíritu de Dios es el mismo espíritu de Cristo.

Brevemente hablando (porque este estudio no se refiere al tópico de ambos espíritus) puede decirse que el Espíritu de Dios es el sello por el cual el Padre identifica su pueblo redimido (Efesios 1:13); mientras que el espíritu de Cristo es la doctrina de Cristo, que por cierto es la que los Apóstoles enseñaron. Considérese Juan 6:63:

“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.

Lo cual claramente expone el significado de las palabras de Romanos 8:9

Otro texto es Juan 20:22

“Habiendo dicho esto, sopló y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo”.

¿Significa este pasaje que el Espíritu Santo nace de Jesucristo, o es que tenía permiso del Padre para transmitirlo? Sencillamente el texto no se refiere a procesión sino a transmisión porque el Espíritu Santo no procede de él sino del Padre.

Este asunto será abordado en otro estudio específico.

Así pues, no hay fundamento bíblico para apoyar la idea de que el Espíritu Santo proviene de Cristo; Ni tampoco lo hay para imaginar que el Espíritu Santo nace de la unión del Padre con el Hijo; cuyas dos ideas la Escritura lo ignora.

El Espíritu Santo

Así como no existe ningún texto en el cual el Hijo dé órdenes que el Padre tiene que obedecer, así sucede con el Espíritu Santo al cual la teología trinitaria ha declarado “tercera persona”. Porque no existe texto en el cual se le vea dando órdenes que el Padre o el Hijo deban cumplir. Esto no es cosa de gramática sino de realidad Escritural. Tampoco la Escritura lo declara como la tercera persona. FIN.