"Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él." - Romanos 8:9
Uno de los argumentos populares usados por el dogma de la Trinidad es que el Espíritu Santo nace del amor del Padre hacia el Hijo y del amor del Hijo hacia el Padre. Así, aquello cuya base no está en la Santa Escritura a venido a ser la declaración con la cual el dogma trinitario se afanza en de millones de devotos. Aunque no pasa de ser una idea, ese amor recíproco que da lugar a la tercera persona de la Trinidad es tomada como una verdad indiscutible hasta el grado de que a ningún devoto trinitario le interesa explorar si eso es verdad o es solo una idea basada en imaginaciones
En lo concerniente a la Santa Escritura no es necesario profundizar en su estudio para mirar cómo los apóstoles del Señor, y el Señor mismo, mencionan que el Espíritu Santo es el Espíritu del Padre. De allí es que a lo largo de los siglos, desde que nació la Trinidad en la Iglesia Católica, se ha venido echando mano de explicaciones con las cuales la Trinidad debe ser entendida.
Por lo general, y debido a la ausencia total de bases bíblicas con las cuales demostrar que el Espíritu Santo es el tercer Dios que conforma el Dios triuno, se recurre a la idea de que el Espíritu Santo se forma por espiración (la cual se comenta más abajo), en apoyo de lo cual se ha procedido a tomar varios versículos de los evangelios y a interpretarlos en base a eiségesis para explicar cómo es que esa espiración se da. La espiración signifca que el Espíritu Santo es un dios imaginario pues todo lector imparcial de las Escrituras comprueba la inexistencia de bases que apoyen tal cosa, ante lo cual las explicaciones del Dios triuno reaccionan negativamente pues es inadmisible para la doctrina de la Trinidad aceptar que ese imaginario Dios pueda ser imaginario, sin embargo, cabe preguntar cómo es que ese proceso existe en la realidad siendo que la tal cosa no existe pues ni las Escrituras Hebras ni las Griegas lo mencionan. Quienes tienen experiencia en la lectura de las Escrituras tropiezan con la imposibilidad de comprobar dónde esa espiración es mencionada y cómo el amor del Padre y del Hijo crean u originan un tercer Dios.
Asimismo, las explicaciones acerca de la espiración contradicen totalmente a lo dicho en las Escrituras pues para formarla los escritores de la Iglesia declararon que el Hijo es sin principio, o sea antes de existir al lado del Padre existe en Él, y de esa manera, el Hijo siempre ha existido y de esa manera se compone la igualdad del Hijo con el Padre y así nace la espiración. Esto supone capacidad para penetrar el ser de Dios y conocerlo lo cual no posee ninguna fehaciencia.
Por supuesto que esos argumentos sólo tienen bases en la imaginación flosófca de sus expositores. Ni el Señor, ni los profetas ni los Apóstoles mencionan eso.
Las siguientes citas muestran la inferioridad y dependencia del Hijo frente al Padre: Yo te he engendrado hoy” (Salmo 2:7), “Yo soy Alfa y Omega” (Apocalipsis 21:6), “el principio y fn” (Apocalipsis 21.6), “mi Padre es mayor que yo” (Juan 14.28), “diciendo: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22.42), “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.” (Marcos 13.32), “entonces el Hijo se sujetará al que le sujetó todas las cosas” (1 Corintios 15.28), “para que Dios sea el todo en todo.” (1 Corintios 15.28). Etc. Estas citas debieran ser sufcientes para comprobar la inferioridad y desigualdad del Hijo en relación al Padre, pero el dogma trinitario se opone a que estos versículos signifquen lo que signifcan; o sea que, aunque tales declaraciones son inspiradas, no se deben entender siguiendo el sentido común de lo que dicen sino que se deben entender según el pensamiento elaborado por la teología trinitaria. Concluyendo entonces que la Escritura no dice lo que de ella se entiende sino que se debe entender según la interpretación de la Iglesia; por algo la Iglesia se ha declarado como la única capaz de interpretar la Palabra de Dios.
Dentro de la capacidad de conocimiento del cual Dios nos ha dotado se entiende que si es Hijo entonces tuvo origen, ese origen es el Padre, y puesto que eso lo dice la Escritura entonces es verdad, por tanto la idea de que aun siendo hijo no tiene principio, carece de fundamento
Incluso la idea de que el Espíritu Santo nace del amor del Padre hacia el Hijo y del Hijo hacia el Padre es doctrina extraña pues está mencionado varias veces que el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios y no el espíritu del Hijo.
La teología de la Trinidad rechaza toda contradicción a su modo de interpretar las Escrituras declarando como inaceptable las posiciones exteriores que contradicen su fundamento y lo destruyen. Sencillamente el Dogma trinitario presenta al Hijo como siendo sin principio exactamente con su Padre; o sea que nunca hubo cuando el Hijo no era. Esto, razonablemente es un absurdo forjado en el campo de la flosofía que no posee ninguna base en en la Escritura.
Aunque el argumento acerca del Espíritu Santo como producto de la relación Padre-Hijo parece originarse en el Credo Atanasiano, en realidad el credo compuesto por Atanasio no contiene nada de esa supuesta espiración, eso signifca que se le atribuye a Atanasio sólo por extensión sin que aquel hombre haya imaginado tal cosa.
Los argumentos predominantes pertenecen a Tomas de Aquino quien imaginó poseer capacidad para penetrar el ser de Dios.
Hoy día algunos comentaristas toman esa idea tomista como propia para escribir argumentos favorables a la Trinidad omitiendo declarar a quién pertenece la idea original haciéndola aparecer como producto de su propio razonamiento.
En su Suma Teológica, Tomás de Aquino dice:
No obstante, si se consideran las mismas personas que espiran, puesto que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo conjuntamente, nos encontramos con que procede del Padre directamente, en cuanto que proviene de Él. Y de forma mediata, en cuanto que procede del Hijo. En este sentido decimos que procede del Padre por el Hijo (Suma Teológica.-Cuestión 36, Artículo 3).
En este párrafo pareciera como que Tomás está diciendo que el Espíritu Santo procede del Hijo no porque en él se origine, sino por medio de él (En este sentido decimos que procede del Padre por el Hijo), en estas líneas él no dice que procede del Padre y del Hijo, sino que procede del Padre por el Hijo. Pero como el embrollo es eminentemente flosófco, entonces se ha de entender lo que dijo como algo que no es como lo dijo, y como tal, bajo este segundo concepto es que sus palabras son entendidas por la teología trinitaria.
Prescindiendo de las Escrituras, la persona que lee esta cita inmediatamente se forma la idea de que es cierto que el Espíritu Santo es producto del amor recíproco del Padre y del Hijo. Pero si esa idea es colocada bajo examen muy pronto se descubre que Tomás de Aquino no está exponiendo lo que dice la Santa Escritura sino su imaginación.
Después de todo, en ninguna parte de las Escrituras se encuentra que el Espíritu Santo se forme de esa manera.
Partiendo de su imaginación, él dice que “si se consideran las mismas personas que espiran, puesto que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo conjuntamente”.
¿Qué es espirar? El diccionario de la Real Academia lo defne como: Dicho del Padre y del Hijo: Producir, por medio de su amor recíproco, al Espíritu Santo.
Esta defnición es una copia de la defnición de Tomás, sin embargo, es sufciente para ayudar a las personas que no están familiarizadas con el término para entender a qué se refere aquel flósofo al decir “si se consideran las mismas personas que espiran, puesto que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo conjuntamente”.
Es claro y ampliamente conocido que la flosofía fue el campo en el cual Tomás de Aquino se desenvolvió, siendo esa la razón por la cual sus escritos refejan abundancia de conclusiones flosófcas pero total ausencia de la sabiduría proveniente del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo
20.XI.85
1. El Espíritu Santo es 'enviado' por el Padre y por el Hijo, como también 'procede' de ellos. Por esto se llama 'el Espíritu del Padre' (P.e., Mt 10, 20; 1 Cor 2, 11; Jn 15, 26), pero también 'el Espíritu del Hijo' (Gal 4, 6), o 'el Espíritu de Jesús' (Hech 16, 7), porque Jesús mismo es quien lo envía (Cfr. Jn 15, 26). Por esto, la Iglesia latina confesa que el Espíritu Santo procede del Padre y el Hijo (qui a Patre Filioque procedit), y las Iglesias ortodoxas proclaman que el Espíritu Santo procede del Padre por medio del Hijo. Y procede 'por vía de voluntad', 'a modo de amor' (per modum amoris), lo que es 'sentencia cierta', es decir, doctrina teológica comúnmente aceptada en la enseñanza de la Iglesia y, por lo mismo, segura y vinculante.
2. Esta convicción halla confrmación en la etimología del nombre 'Espíritu Santo', a lo que aludí en la catequesis precedente: Espíritus, spiritus, pneuma, ruah. Partiendo de esta etimología se describe 'la procesión ' del Espíritu del Padre y del Hijo como 'espiración': spiramen, soplo de amor.
Esta espiración no es generación. Sólo el Verbo, el Hijo, 'procede' del Padre por generación eterna. 'Dios, que eternamente se conoce a Sí mismo y en Sí mismo a todo, engendra el Verbo. En esta generación eterna, que tiene lugar por vía intelectual (per modum intelligibilis actionis), Dios, en la absoluta unidad de su naturaleza, es decir, de su divinidad, es Padre e Hijo. 'Es' y no 'se convierte en'; lo 'es' eternamente. 'Es' desde el principio y sin principio. Bajo este aspecto la palabra 'procesión' debe entenderse correctamente: sin connotación alguna propia de un 'devenir' temporal. Lo mismo vale para la 'procesión' del Espíritu Santo.
3. Dios, pues, mediante la generación, en la absoluta unidad de la divinidad, es eternamente Padre e Hijo. El Padre que engendra, ama al Hijo engendrado, y el Hijo ama al Padre con un amor que se identifca con el del Padre. En la unidad de la Divinidad el amor es, por un lado, paterno y, por otro, flial. Al mismo tiempo el Padre y el Hijo no sólo están unidos por ese recíproco amor como dos Personas infnitamente perfectas, sino que su mutua complacencia, su amor recíproco procede en ellos y de ellos como persona: el Padre y el Hijo 'espiran' el Espíritu de Amor consubstancial con ellos. De este modo Dios, en la absoluta unidad de su Divinidad es desde toda la eternidad Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Símbolo 'Quicumque' proclama: 'El Espíritu Santo no es hecho, ni creado, ni engendrado, sino que procede del Padre y del Hijo'. Y la 'procesión' es per modum amoris, como hemos dicho. Por esto, los Padres de la Iglesia llaman al Espíritu Santo: 'Amor, Caridad, Dilección, Vínculo de amor, Beso de Amor'. Todas estas expresiones dan testimonio del modo de 'proceder' del Espíritu Santo del Padre y del Hijo.
Tomado de: www.mercaba.org
Al leer las citas bíblicas mencionadas en este escrito se encuentra que ninguna corresponde con el trasfondo que se suponen deben presentar, es decir, la espiración. Por ejemplo, Mateo 10:20 dice “pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros”. 1 Corintios 2.11 dice: “porque ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.” Juan 15.26 dice “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.” Gálatas 4.6 dice: “ Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: Abba, Padre”. Hechos 16.7 dice “y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió”.
Seguramente la mirada inquisitiva de quienes buscan conocer la espiración basada en la Biblia queda en el vacío al leer esta cita transcrita; lo que se supone ser la demostración fehaciente de eso se esfuma; ninguno de los versículos mencionados confrma que el Espíritu Santo sea espiración, o que procede del Hijo directamente, lo que se mira en algunos pasajes es que procede del Padre por medio del Hijo. Y cuando Pablo lo llama espíritu de Cristo confrma como ya ha dicho Tomás de Aquino en la cita transcrita arriba: “nos encontramos con que procede del Padre directamente, en cuanto que proviene de Él. Y de forma mediata, en cuanto que procede del Hijo”. Sencillamente no existe bases en las Escrituras, sino sólo en la imaginación, para demostrar la espiración.
Aunque la espiración no forma parte del pensamiento apostólico, y por ende es sólo un razonamiento no relacionado con las Escrituras que en la teología católica recibe especial atención, los argumentos al respecto están encaminados a insinuar que la Biblia es la fuente donde se origina
Por ser la flosofía el origen de la espiración es obvio que aceptarla o rechazarla es solo cosa mental y la Santa Escritura no queda involucrada de ninguna manera.
En realidad el asunto de la espiración ha venido a convertirse en un asunto difícil para teólogos católicos y protestantes que a falta de apoyo bíblico no les queda otro recurso que la simple, pero copiosa argumentación. La espiración se convierte en un misterio que no pueden defnir porque no es de procedencia inspirada sino nacida de posiciones flosófcas independientes y sin ninguna relación con la Palabra de Dios.
Espiración
Palabra teológica para signifcar la procesión del Espíritu Santo y las personas de que procede. Se divide en espiración activa, que es el acto nocional, por el cual el Padre y el Hijo, como un principio, dan origen al Espíritu Santo, y espiración pasiva, en virtud de la cual el Espíritu Santo procede de uno y otro por una acción común y como término del amor mutuo de las personas divinas. (Diccionario de ciencias eclesiásticas. Imprenta Domenech, Editor, Valencia 1886 tomo cuarto páginas 267-268)
Como puede verse, las explicaciones con las cuales se abre paso a ese concepto de espiración es únicamente imaginación en la cual la Palabra de Dios está excluida. En esta defnición se advierten dos aspiraciones, la activa y la pasiva. Es debido a esa explicación y a la difcultad de demostrarla que este diccionario dice:
Pero ahora entra una de las cuestiones más hondas y espinosas de la teología: a saber, en qué se distingue la generación del Hijo de la procesión del Espíritu Santo. (ibid)
¿A que se debe lo esinoso del asunto? Se debe a que entre los escritores tempranos de la Iglesia no hay nada que avale tal cosa, sólo ideas. Aunque al parecer el tópico no fue motivo de discusión, hoy en día pone al descubierto las difcultades para demostrarla a la luz de la Palabra, pues la procedencia por espiración del Espíritu Santo es sólo es un tópico insostenible que en nada atañe a la Santa Escritura, y por lo tanto, cualquier explicación, sea positiva o negativa, en nada la involucra aunque en el empeño por validarla sean tomados algunos textos de aparente apoyo, después de todo, ese fue un concepto que nació siglos después de la muerte de los Apóstoles y, aunque las palabras de ellos sean tomadas como referencia, la verdad siempre expondrá que lo incorrecto de ninguna manera revertirá su categoría.
Una de las labores desarrolladas por los encargados de producir versiones de la Biblia es escribir con mayúscula inicial aquellas palabras que a su juicio las requieren; por ejemplo, Dios se escribe con mayúscula cuando es una referencia al Altísimo, pero se escribe dios cuando es una referencia a los dioses paganos, y así sucesivamente.
Lo mismo sucede con la palabra espíritu, pues cuando ellos consideran que se refere al Espíritu Santo lo escriben con E mayúscula, pero cuando consideran que se refere a espíritu en términos generales lo escriben con e minúscula.
Con todo y que eso es gramaticalmente aceptado como correcto, el uso de E mayúscula no siempre es acertado pues hay versículos en los cuales la palabra espíritu no se refere al Espíritu Santo y sin embargo los productores de versiones usan la E mayúscula.
Por ejemplo en Génesis 1:2 dice que el espíritu de Dios se revolvía o agitaba sobre las aguas, sin embargo, en la Complete Jewish Bible (Biblia Judía Completa), su autor ha escrito Espíritu de Dios con E mayúscula pues en su modo de pensar allí se refere al Espíritu Santo. De igual manera procedieron los editores de la New King James Version (Nueva Versión del Rey Santiago).
En español, la Biblia Textual; la Reina Valera Antigua, la Reina-Valera del 60, la Biblia de las Américas, la Biblia al Día, la Biblia Latinoamericana, siguen el mismo punto de vista, es decir, en todas ellas aparece escrito Espíritu con E mayúscula porque es del parecer de sus editores que Génesis 1:2 se refere al Espíritu de Dios, lo cual es un error de interpretación puesto que ese es el espíritu creativo de Dios que estaba llevando a cabo tan maravillosa labor. En cambio otras versiones como la Reina Valera del 95, la Biblia de Jerusalén y otras más omiten la E mayúscula y traducen espíritu pues entienden que Génesis 1:2 no es una referencia al Espíritu Santo.
Esto confrma lo difícil que es a los editores de versiones de la Biblia acertar cuándo un escritor inspirado se refere al Espíritu Santo y cuándo se refere a las diferentes manifestaciones de Dios, y conduce al lector a entender que la palabra Espíritu, con E mayúscula, en las versiones, no siempre se refere al Espíritu Santo.
Tanto las Escrituras Hebreas como las Griegas están exentas de esas difcultades pues tienen un sólo estilo de abecedario, es decir, sus letras ni son mayúsculas ni minúsculas. Escriben señor en términos generales siendo el lector el encargado de determinar si es referencia a Dios o a dios. En Hebreo, rúaj signifca espíritu, pero la palabra en sí no defne si se refere al espíritu humano, al Espíritu Santo o a las diferentes manifestaciones de Dios. El mismo caso se da en las Escrituras Griegas del Nuevo Pacto pues pneuma (espíritu) sigue exactamente el mismo sentido.
Así entonces, los lectores de la Biblia en nuestra lengua deben tener siempre presente que el uso de mayúsculas y minúsculas no es asunto bíblico, más bien depende de las casas editoras de Biblias. Por consiguiente, que algunas versiones escriban Espíritu con E mayúscula no necesariamente se refere al Espíritu Santo.
La palabra espíritu (rúaj, hebreo o pneúma, griego) es usada en la Escritura para referirse a diferentes virtudes, habilidades o manifestaciones tanto de Dios como de los los humanos. Asimismo se usa para referirse al Espíritu Santo. En este último caso la situación crea difcultades de entendimiento para muchas personas.
Cuando la Biblia menciona al espíritu de Dios el lector inmediatamente piensa que esa es una referencia al Espíritu Santo, prueba de esto es el modo cómo los editores de Biblias, como se ha demostrado arriba, tratan el asunto.
Claro que para evitar confusión lo necesario sería tener en mente las muchas manifestaciones del espíritu, eso ayudaría mucho a evitar errores de interpretación He aquí unos ejemplos.
Génesis 1:2 y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.
La palabra rúaj es traducida a nuestra lengua como espíritu, viento o vida, y como tal en este versículo es vertido como viento; pero en el contexto de la Creación al cual se está refriendo este versículo no se refere al viento en sí sino al espíritu o poder creativo del Altísimo.
La palabra “aleteaba“ es interpretación y no traducción de la palabra hebrea “merajefet”. Más bien es interpretación de los editores cuyo propósito, al parecer, es hacer referencia disimulada al Espíritu de Dios que descendía como paloma mencionado en Mateo 3:16.
En realidad no es posible que el viento aletee puesto que el signifcado aletear es propio de las aves, en cambio merajefet se puede aplicar al poder creativo de Dios el cual agitaba (no aleteaba) las aguas en la obra creativa que estaba desarrollando, esto es más razonable verter la palabra como agitar pues va con el contexto creativo que se está dando.
Así, rúaj, en Génesis 1:1, se refere al espíritu o poder creativo de Dios que agitaba las aguas.
Génesis 6.3 No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre
Ánimo, paciencia y disposición son manifestaciones del espíritu tanto de Dios como de los hombres; como tal la paciencia de Dios para continuar esperando la reacción de arrepentimiento del hombre se había agotado y el diluvio debía venir. Así, en este texto el espíritu está representado por algunas de sus manifestaciones.
Isaías 61:1 El espíritu de Jehová, el Señor, está sobre mí.
Aquí tampoco se refere al Espíritu Santo, más bien se refere a la sabiduría, gracia, autoridad, poder, etc. con lo cual el Señor Jesús estaba dotado por su adre para traer el mensaje de salvación al pueblo judío.
Y así, versículos como estos en los cuales el espíritu de Dios es mencionado son abundantes en la Escritura y son claras referencia a las manifestaciones de su poder y del modo cómo se manifesta tanto en la Creación como entre los humanos.
Se evita profundizar sobre el asunto pues esta sección sólo intenta proporcionar breves ejemplos de las manifestaciones de Dios.
Cuando la mención se refere al Espíritu Santo se hace para presentar directamente a nuestro Dios y no a una de sus manifestaciones.
Así, el Espíritu Santo, el amor de Dios, la ira de Dios, el cuidado de Dios por su pueblo, la voz de Dios dirigida a los profetas, la creación del hombre, y muchas más son manifestaciones inequívocas de ser el Altísimo quien de modo personal se manifesta, en cambio el poder de Dios solo son una emanación de él, como por ejemplo: sea la luz, produzca la tierra, haya expansión, etc.
Es verdaderamente notorio que las escrituras hebreas del antiguo pacto son más grandes en número y en contenido que las escrituras del nuevo pacto, y el tiempo que tomó escribirlas abarcó un período superior a los mil años, en cambio las del nuevo pacto tomaron aproximadamente cincuenta años, todos en el siglo primero de nuestra era.
Pero aunque la diferencia de tiempo, cantidad y volumen de las escrituras hebreas sobrepasa a las griegas, la mención del Espíritu Santo en ellas es relativamente escasa como lo fue su participación activa. De esa escasez se pueden tomar dos citas:
Salmo 51.11 No me eches de delante de ti y no quites de mí tu santo espíritu.
Isaías 63.10 Mas ellos fueron rebeldes e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo y él mismo peleó contra ellos.
Esa escasez no es accidental, más bien aquel era el tiempo del ministerio de la Ley dentro del cual la participación del Espíritu no estaba incluida excepto en muy breves casos. La espiritualidad del pueblo israelita dependía de la estricta obediencia a la Ley, y la complacencia de Dios se manifestaba con grandes bendiciones porque el pueblo vivía en santidad, esa santidad se manifestaba por la obediencia a la Ley. Por ende, la participación, o ministerio del Espíritu Santo, era incompatible pues el tiempo de su participación aún no había llegado.
Venido el tiempo, las cosas cambiaron y el ministerio de la Ley terminó (no digo que la Ley terminó sino el ministerio que le fue asignado por Dios para Israel terminó) para dar paso a la participación del Espíritu.
El lector de las Escrituras puede comprobar que la participación del Espíritu Santo no fue activa a lo largo del ministerio de la Ley en el tiempo cuando Israel fue el pueblo exclusivo de Dios. Esa comprobación facilitará entender que en la mayoría de veces en que el espíritu de Dios es mencionado no es una referencia al Espíritu Santo.
Lo que es enteramente claro para entender correctamente la procedencia del Espíritu Santo no requiere de ninguna explicación imaginaria como esas proporcionadas por la flosofía, más bien debe buscarse en las palabras del mismo Señor Jesús que sin ningún juego de palabras declara la verdad.
¿Existe difcultad para entender que el Espíritu Santo proviene del padre, y que el Señor prometió rogar al Padre para que lo enviara? Ciertamente no, pero si los versículos transcritos a continuación son leídos desde la perspectiva del dogma trinitario entonces el ingenio debe trabajar hasta presentarlos como que dicen lo contrario a lo que dicen. Léase su contenido y obsérvese la claridad con que las ideas son expuestas
Lucas 24.49 Ciertamente, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
Juan 14.16 Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
Juan 15.26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.
Juan 16.7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré.
Juan 14.16 Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
Juan 14.26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.
Mateo 12.28 Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios
Se citan aquí estos versículos no porque sean desconocidos a los lectores de las Escrituras ni difícil de entender su signifcado, sino para un repaso de lo que es el entendimiento sano y sin arreglos flosófcos.
La realidad sencilla es que el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, y Él lo manifesta a los hombres en la medida en que el Señor Jesús lo prometió en su palabra.
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
¿Ah, este texto es contundente para demostrar que el Espíritu Santo es el espíritu de Cristo? Bueno, si se interpreta aislándolo del contexto sobre el cual Pablo hace esta declaración, sí, y seguramente con estas palabras de Pablo se afanza la creencia de que el Espíritu Santo es el mismo espíritu de Cristo, sin embargo, ¿es esa la idea correcta que se alcanza en esta declaración? Sencillamente no! Véase por qué no:
Recuérdese lo dicho arriba en el sentido de que las mayúsculas y minúsculas en las versiones de la Biblia son usadas por los editores donde ellos consideran que se deben usar, esto, como ya se ha expuesto, de ninguna manera signifca que escribir Espíritu con E mayúscula deba de signifcar una referencia al Espíritu Santo.
Se debe notar que Pablo no dice que Dios envió Su Espíritu así como en el aposento alto (Hechos 2), sino el espíritu de su Hijo. Ya en el subtítulo anterior se ha demostrado que el Hijo declara al Padre como la exacta procedencia del Espíritu Santo; por lo tanto, demoler las palabras del Señor para construir una idea extraña suponiendo que Pablo está mencionando el espíritu del Hijo como referencia al Espíritu Santo es sólo argumento sin apoyo. Ni Pablo ni ningún otro apóstol ignoró las enseñanzas del Maestro acerca de la procedencia del Espíritu Santo, y no se deben tomar las palabras de Pablo para sostener que en Gálatas 4:6 está haciendo referencia al Espíritu Santo
La carta a los Gálatas fue escrita para aclarar que la Ley, como medio de relación entre Dios e Israel, ha cedido su lugar al ministerio de la gracia dentro de cuyo ministerio la persona adquiere una relación más íntima que la que se adquiría viviendo bajo la Ley.
Sus palabras van contra los judaizantes a quienes les expone las defciencias humanas para justifcarse por la Ley, por lo cual, aun alcanzando esa justifcación era imposible gozar de todos los benefcios traídos por Cristo.
Cuando salió de Egipto, el pueblo de Israel se convirtió en hijo de Dios por elección ( Deut. 7:7) viniendo a constituirse en pueblo exclusivo de Dios, pero su misma experiencia muestra cómo esa categoría no les evitó la muerte a causa de sus desobediencias.
Ahora, con Cristo como justifcación, ellos podían alcanzar la categoría de hijos por redención por que la sangre redentora los capacitaba para una posición mucho más elevada que la anterior.
Israel salió de la esclavitud en Egipto hacia la tierra de la libertad, una libertad material de una esclavitud material. Con todo, la libertad de la esclavitud del pecado no les fue otorgada sino que ellos mismos tenían que procurársela, o sea, tenían que hacer esfuerzos propios para alcanzarla.
Penosa fue la vida desposeída de la capacidad de librarse del pecado al cual la voluntad personal se enfrentaba cada día; imposibilitados de superar las difcultades que los enemistaban con Dios, sin contar con el poder superior que les hiciera sentirse libres de un tipo de esclavitud de la cual únicamente se habían librado quienes habían rendido su voluntad a los pies del Altísimo.
Para bendición de miles de israelitas la libertad vino cuando comprendieron la diferencia entre el ministerio de la Ley y el de la Gracia y optaron por esta segunda, alcanzando de esa manera la condición de hijos por redención del pecado; a ellos Pablo dice en Romanos 8:15:
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Notoriamente, ambos pasajes (Gálatas 4:4 y Romanos 8:15) se referen al mismo tópico.
Con Cristo como medio de redención la persona está en relación directa con el Padre, dejando de ser un pueblo vacío que dependía de su propia capacidad para justifcarse por medio de Cristo.
El espíritu de Cristo es la fuerza que anima a la obediencia, a la comunión estrecha y constante con el Padre. De acuerdo a Pablo los redimidos por Cristo han alcanzado la adopción de hijos de Dios (Juan 3:16). En la Ley no existía el derecho a llamar Padre a Dios como existe en la gracia.
Pablo (hablando principalmente a los judíos) dice que nosotros ahora somos hijos de Dios, y debido a ello nos ha dado el espíritu de su Hijo, ¿qué es entonces el espíritu de Cristo? Es el espíritu que nos hace ser como Él. Nosotros poseemos su espíritu, o sea su mente. Mente entre muchas otras cosas, son manifestaciones del espíritu que hemos recibido. Por haber recibido la adopción de hijos poseemos conciencia, pensamientos, voluntad, razonamiento, intelecto, sentir de amor y dependencia del Altísimo lo cual da a nuestro espíritu la inspiración y derecho de llamarlo Abba Padre.
Por haber recibido de Dios el espíritu de su Hijo es que Romanos 8.17 dice:
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorifcados. declara que los redimidos son hijos de Dios son también coherederos con Cristo.
Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
La teología de la Trinidad mira en esta declaración de Pablo un claro apoyo a la espiración, después de todo, se dice, el texto menciona al Espíritu de Dios y al Espíritu de Cristo, a esas palabras se les hacen arreglos mentales para decir que el espíritu de Cristo es el mismo Espíritu Santo, contribuyendo con eso el uso de letras mayúsculas. Así, Romanos 8:9 se convierte en un bastión del dogma trinitario.
En este texto Pablo no presenta al Espíritu Santo como siendo el mismo del Padre y del Hijo, más bien hace clara separación de ambos, desde ese punto no hay espiración, porque para que haya, el espíritu de ambos debe ser el mismo lo cual Pablo ni siquiera insinúa. La defensa del dogma trinitario supone que el Padre y el Hijo poseen el mismo Espíritu pero eso no aparece en las palabras de Pablo.
Obsérvese que él separa el Espíritu de Dios y el espíritu de Cristo, lo cual signifca que no está hablando del mismo espíritu.
¿Qué es el espíritu de Cristo el cual el pueblo de Dios posee? 1 Corintios 2.16 hace referencia a él:
¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.
Mente, como brevemente se menciona al fnal del subtítulo anterior, es una de las muchas maneras para hacer referencia al espíritu. Por tener la mente de Cristo, o espíritu de Cristo, los redimidos pensamos como él, nos determinamos como él, no somos del mundo como él tampoco lo es. Etc. Es claro que por tener el espíritu de Cristo, como dice Pablo en Romanos 8:9 no vivimos en la carne a merced de sus impulsos.
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia.
Por poseer el espíritu, o mente de Cristo, nuestro espíritu vive porque hemos pasado de muerte a vida y la condenación que pesaba sobre nuestra vida ha sido levantada y somos libres para alcanzar la victoria. Ése es el propósito que Pablo declara en Romanos 8:9.
Aunque si bien las personas a quien Pablo escribió desconocían los argumentos trinitarios que surgirían trescientos años más tarde.
Romanos 8:11 despeja toda duda respecto a la procedencia exclusiva del Espíritu Santo.
11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivifcará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros. Dos veces está aquí mencionado aquí que el Espíritu Santo es de Dios, y la espiración, desconocida por los Apóstoles, pero explicada por Tomás de Aquino, queda deshecha por dos razones:
Primera:- Dios devolvió la vida a su Hijo mediante su Espíritu Santo. Bajo tal situación de ninguna manera signifca que el Espíritu Santo a la vez sea el espíritu de Cristo ya que fue el Padre quien lo resucitó. Si Cristo estaba muerto todo su ser estaba muerto incluyendo su espíritu. Sólo el argumento trinitario es capaz de argumentar que aunque Cristo estuvo muerto su espíritu se mantenía vivo.
Segunda:- Cuando el Señor murió, murió completamente, si no hubiera muerto completamente no hubiera habido redención; y por haber muerto ompletamente fue necesario que quien lo envió a morir también lo resucitara.
La lectura de Romanos 8:9-11 muestra que Pablo no está diciendo que el Espíritu de Cristo sea el mismo Espíritu Santo, ni mucho menos que entre palabras esté sugiriendo que exista espiración. Mas bien, esa palabra y su signifcado nunca formaron parte de la fe de la iglesia del siglo I, sino que es una enseñanza producida por los obispos escritores de la Iglesia cuando nació el dogma de la Trinidad. FIN.