Un estudio pequeño y sencillo, fácil de entender, en el cual se presenta el diseño de Dios a favor de la administración de su ministerio.

Ha sido diseñado para fortalecer en la conciencia de los redimidos el valor que el Nuevo Pacto da a este mandamiento.

Introducción

En mis años de juventud conocí un hombre bastante inteligente, seguro de sí mismo y con alguna experiencia en la lectura de la Santa Escritura. No se congregaba en ninguna iglesia ni tampoco era bautizado. Platicaba con serenidad sobre algunos tópicos de la Biblia porque estaba seguro de haber entendido correctamente los asuntos de los cuales hablaba. Uno de esos asuntos era su oposición al diezmo porque consideraba que siendo parte de la Ley los Cristianos no están obligados a diezmar.

Él supo que yo diezmaba y me invitó a platicar, así que nos concertamos en una cita para abordar el asunto.

Hábil como lo era, no tomó la palabra sino que me invitó a que le explicara la razón por la cual yo diezmaba. Yo conozco que en un diálogo de este tipo la táctica es darle el tiempo al otro expositor para que dé todo cuanto pueda, acto seguido el que ha cedido la palabra deshace el argumento y sale victorioso. Así, habiéndome cedido el tiempo él estaba seguro que yo seguiría el mismo camino de otros con quienes antes había platicado, los cuales le habían citado pasajes del Antiguo Pacto. Naturalmente, él esperaba que después de escucharme iba a mostrarme que yo estaba equivocado.

Como a la media hora de estarme escuchando su cerenidad cambió a interés. Cuando terminé de explicarle por qué yo diezmaba cerro su Biblia; la cerró porque no cité los versículos que él pensaba yo iba a citar. Recuerdo que sus palabras fueron algo así como: “En realidad esta es la primera vez que escucho un argumento para diezmar diferente al que en otras veces he escuchado”.

En verdad, para validar el diezmo los creyentes en Cristo no necesitan acudir a la Ley de Dios dada a Israel; no es necesario porque el diezmo no nació en Israel sino varios siglos antes. Además, la diferencia entre la Ley y el evangelio es grande, porque Israel estaba obligado a obedecer a Dios según lo ordenaba la Ley, en cambio los creyentes obedecen por fe, y todo cuanto hacen es motivado por la fe. Nunca hemos escuchado la voz de Dios ordenando obediencia, pero por la fe entendemos que a él le agradan las personas obedientes. Así, la base para el diezmo en la Gracia no es la Ley sino la fe.

Parte 1
El diezmo en los patriarcas

Cuando se habla del tiempo de los patriarcas se hace referencia al tiempo existente desde la Creación hasta antes de aparecer las leyes escritas en el pueblo de Israel, ese tiempo popularmente es identificado como “época patriarcal”. Por su extensión parece ser un período mucho más largo que el período que lleva el Evangelio siendo predicado desde que Jesucristo lo estableció.

Aquella época fue un tiempo en el cual la cronografía no parecía ser motivo de interés o de preocupación para los reyes, y los sacerdotes dedicados a mantener el servicio a los dioses de las naciones tampoco parecieron interesarse en escribir respecto al desarrollo de la humanidad; de hecho, al presente no se conoce el nombre de algún cronógrafo o historiador cuyo interés haya sido compilar fechas, datos, eventos, etc., de la época preisraelita.

La única fuente es la Sagrada Escritura. Vilipendiada por muchos académicos, la mayoría de los cuales lo único que hacen es repetir lo que otros han dicho, la Sagrada Escritura es la única fuente para conocer el mundo antiguo.

En sus páginas aparece Abraham que es introducido en Génesis 12:1-3 de la manera siguiente:

“1 Jehová había dicho a Abram: "Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.

2 Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición.

3 Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.”

Abraham es ampliamente conocido por los estudiantes de la Biblia como el padre de los Israelitas. Dios lo sacó de su sociedad idólatra para establecer por medio de él otra sociedad, una totalmente diferente en la cual no serían admitidos los dioses.

Aún más, el Altísimo lo tomó para un propósito sumamente maravilloso, como dice el texto: “y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Esta declaración es sumamente importante y los Cristianos no debieran relegarla a un lugar sin importancia, pues sin Abraham no hay Jesucristo, y sin Jesucristo no hay Cristianismo.

Acerca de Abraham y su relación con los redimidos se habla más adelante.

Lo más notorio en la vida de este patriarca es su fe; puesto a prueba en varias oportunidades siempre salió victorioso, y aunque haber obedecido para sacrificar a su hijo Isaac es la escena más conocida, haber salido de su tierra sin saber a dónde iba no es menos notorio pues ambas decisiones requirieron fuerte carácter.

Solo, sin amigos, sin tener un lugar estable tenía que mover su hacienda siempre que Dios se lo ordenaba, de esa manera transcurrieron los últimos cien años de su vida.

Abraham no sólo tenía fe que Dios iba a cumplir cuanto le había prometido. Aunada a su fe estaba su obediencia a todo cuanto le era ordenado; de esa manera fe y obras iban juntas en todo momento y en cualquier situación. Esto lo motivó a un tercer paso, un paso trascendental para sus descendientes. Ese paso fue educar a su hijo Isaac en la fe y obediencia, por lo cual Dios testifica de él diciendo:

“Pues yo sé que mandará a sus hijos, y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él".”Génesis 18:19.

Su fe, su obediencia y su ejemplo fueron la fuerza heredada por su hijo Isaac, por su nieto Jacob y por los doce hijos de Jacob. Seguramente la obediencia fue el mejor legado de aquel hombre a sus descendientes.

Pero Dios no sólo testifica de la lealtad de aquel hombre, sino también testifica de una manera pormenorizada diciendo:

“Por cuanto oyó Abraham mi voz y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes”. Génesis 26:5.

La declaración de Dios es bastante amplia: Precepto, mandamientos, estatutos y leyes; nada quedó sin ser obedecido, y esto conduce a pensar correctamente en que no hay necesidad de buscar en la Santa Escritura cuáles leyes guardó este hombre, más bien las guardó todas, y eso enseñó a sus descendientes.

Parte II
El diezmo posee origen legal premosaico

Generalmente, al hablar acerca del diezmo la mente se proyecta a la Ley de Moisés pues se piensa que todas las leyes relacionadas con el pueblo nacieron con el Pacto, ese pensamiento no es acertado. Las leyes morales nacieron antes de Adán y Eva. Véanse los ejemplos siguientes:

El error de la primera pareja, en Edén, fue sancionado porque existía una ley previa que aprobaba o desaprobaba su modo de proceder. Así, las consecuencias sobre ellos no fueron arbitrarias sino una acción legal.

La acción de Caín contra su hermano Abel fue sancionada porque había una ley contra el asesinato. Él reconoció su falta al exclamar:

“Entonces Caín respondió a Jehová: –Grande es mi culpa para ser soportada.” Génesis 4:13.

La acción de Abimelec de anunciar al pueblo que Rebeca era esposa de Isaac fue para evitar que los hombres de su lugar cometieran adulterio tomando una mujer casada. El texto dice:

“Pero Abimelec replicó: –¿Por qué nos has hecho esto? Un poco más y habría dormido alguno del pueblo con tu mujer, y tú habrías traído el pecado sobre nosotros.” Génesis 26:10.

De no haber existido una ley para sancionar ese tipo de acción Abimelec no habría tomado acción alguna.

La construcción de la torre de Babel fue detenida por Dios debido al propósito ambicioso de los constructores; el texto dice:

“Después dijeron: "Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo;” Génesis 11:4.

De no haber existido una ley para sancionar la ambición el Altísimo no habría intervenido.

Y así sucesivamente, uno puede leer en el libro de Génesis otras acciones sobre las cuales no hay ley escrita para prevenir o sancionar las acciones, sin embargo, las personas de aquel tiempo seguramente conocían qué desagradaba a Dios y qué lo agradaba. Lo sabían porque existían leyes escritas en la conciencia.

Lo mismo puede decirse de las ofrendas, porque si Caín y Abel no hubieran sabido que eso agradaba a Dios no le hubieran ofrendado nada, y Dios habría tomado aquellas acciones sin atribuirles significado. Sin embargo, la ofrenda de Abel fue recibida y la de Caín rechazada porque de antemano conocían los requisitos legales para las ofrendas; las palabras de Dios lo confirman el decir:

“Si haces bien, ¿no serás aceptado?”. Génesis 4:7.

Abraham dio los diezmos a Melquisedec porque había un principio por el cual hacerlo; fácilmente puede verse cómo el patriarca en forma espontánea los tomó y los entregó al sacerdote:

“Y bendito sea el Dios altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos". Y le dio Abram los diezmos de todo.” Génesis 14:20.

Aquí hay una pregunta interesante: ¿Por qué Melquisedec salió a recibir a Abraham, porque quería bendecirlo solamente, o porque sabía que tenía derecho a una porción de lo conquistado?

Melquisedec era sacerdote, y actuaba según la voluntad del Dios Altísimo, de consiguiente, haber tomado el diezmo no fue casualidad sino un derecho que está confirmado por Hebreos capítulo 7:6.

Todos estos ejemplos revelan aquello que el lector de la Santa Escritura nunca encontrará escrito: Es decir, la extensa cantidad de leyes morales vigentes en el tiempo cuando el pueblo de Israel todavía no existía. Poco empeño existe en el ambiente Cristiano para explorar las muchas escenas llevadas a cabo en el libro de Génesis en las cuales están implícitas leyes morales que nunca han dejado de funcionar desde que fueron creadas.

De esta manera los creyentes confirman la existencia de leyes aún antes de haber sido dadas a Israel.

Parte III
El diezmo según Jesucristo

Una de las causas por las cuales Jesucristo se convirtió en enemigo de las autoridades judías fue su oposición al modo en que ellos interpretaban la Ley, porque no la interpretaban correctamente como sus antepasados sino en base a su propia interpretación.

Creían obedecer a Dios y demandaban obediencia a la Ley, pero Jesucristo sabía que ellos no demandaban obediencia a la Ley sino al modo en que ellos la interpretaban, por lo cual, en cierta oportunidad, viendo las injusticias que cometían en nombre de la Ley, les dijo:

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más importante de la ley: el juicio y la misericordia y la fe; esto era necesario hacer, y no dejar lo otro.”. Mateo 23:23.

Dios había establecido que el pueblo podía traer ofrendas voluntarias al Templo, y desde el momento en que la ofrenda era prometida (corbán) quedaba santa y por ningún motivo podía ser destinada a otros servicios. También ha establecido honrar a padre y madre lo cual significa que el hijo está en obligación de socorrerlos económicamente en su vejez.

Los escribas y los fariseos, que se habían impuesto sobre pueblo, habían establecido que el hijo podía dejar de ayudar a los padres siempre y cuando la ofrenda que les iba a dar fuera traída al Templo; indudablemente contradecían la Ley.

Jesucristo los denunció con verdadera fuerza llamándolos hipócritas porque daban gran valor a las ofrendas y a los diezmos pero desestimaban el juicio, la misericordia y la fe. Ellos habían abandonado tres de los frutos principales del espíritu humano que nos igualan al Creador. Estos tres aspectos activan y mueven a la persona a obedecer la Palabra de Dios; por eso es que el Señor los coloca entre los elementos más importantes de la Ley.

Jesucristo dice que diezmar y ofrendar es bueno, porque eso está ordenado por la voluntad de Dios, pero diezmar y ofrendar de ninguna manera sustituyen el juicio la misericordia y la fe.

Cuando los escribas y fariseos interpretaron la ley establecieron la opción de dejar de ayudar a los padres para traer las ofrendas al Templo con lo cual estaban actuando contra la voluntad de Dios.

Las palabras del Señor: “Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello”. Mateo 23:23, significan obediencia a la ley del diezmo. Significan diezmar sin abandonar el juicio, la misericordia y la fe. De esto puede mirarse que Jesucristo no se opuso a dar el diezmo sino que estuvo de acuerdo en que se debe dar para el servicio a Dios.

La pregunta es: ¿Son válidas las palabras del Señor dentro de su pueblo redimido o sólo admitió como bueno el diezmo en Israel? Véanse las partes siguientes.

Parte IV
El diezmo en la gracia

¿Es el diezmo un mandamiento para los creyentes en Cristo? Sí, lo es. ¿Existe al menos un versículo en el cual claramente se diga que los creyentes deban diezmar? Sí, existe. ¿No es el diezmo parte de la Ley de Moisés? Sí lo es, pero no nació en Israel sino que les fue dado a ellos junto con todos los mandamientos morales que existían desde antes que existieran como nación.

Es curioso que el diezmo sea bienvenido entre miles de congregaciones; es curioso porque al mismo tiempo rechazan la observancia del Sábado y de otros mandamientos que al igual que el diezmo son de carácter moral.

Cuando se trata de la observancia del Sábado se argumenta que ese día fue dado a los judíos y no a los Cristianos, sin embargo, disimulan el hecho de que el diezmo también les fue dado a ellos.

Porque si el Sábado, como popularmente se dice, terminó en la cruz, entonces el diezmo también terminó en la cruz. Pero ocurre un fenómeno, el diezmo es bajado de la cruz para que continúe vigente mientras que el Sábado es dejando enclavado, ¿curioso no? En el Nuevo Pacto la obediencia a diezmar tiene el mismo valor que la observancia del Sábado porque Jesucristo no vino a anular esos mandamientos. Lo que él dio por terminado fue la justificación por medio de la sangre de animales, porque su sacrificio fue hecho una sola vez para justificar para siempre a sus redimidos, en cambio la justificación por medio de los sacrificios de animales tenía que hacerse cada año.

Parte V
El diezmo en el pueblo redimido

El diezmo no es motivo de controversia en la iglesia de los apóstoles, más bien es tomado con la misma aceptación conque son aceptados todos los mandamientos morales, y en lugar de encontrar oposición es apoyado por Jesucristo (Mateo 23:23), y es enfatizado en las cartas a los Hebreos y a los Corintios. Ambas cartas definen claramente su validez en la iglesia.

La carta a los Hebreos

En la Ley está escrito detalladamente cómo los israelitas debían diezmar y de qué debían diezmar, adónde los diezmos debían ser llevados y quiénes los recibían. Hablando de eso, el escritor de Hebreos 7:8 dice:

“Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales”.

Dios decretó que los israelitas debían diezmar de todo beneficio obtenido, y sus diezmos debían ser llevados al Templo y dado a los sacerdotes porque ellos no trabajaban en lo material sino que estaban dedicados el servicio de Dios. Tampoco adquirieron posesión cuando la tierra de Canaán fue repartida entre las tribus de Israel, pero Dios no los dejó desamparados, ni tampoco permitió que vivieran de la caridad pública porque sus servidores debían ser dignificados por el pueblo por cuanto ellos eran el enlace entre Dios y el pueblo.

De esa manera, los Israelitas eran bendecidos con abundancia de bienes y los Levitas eran dignificados por su servicio en el ministerio de Dios.

Las cosas cambiaron

Durante unos 1500 años Israel fue el pueblo exclusivo de Dios recibiendo todas las leyes y obteniendo enormes beneficios materiales. Su prosperidad no se basaba en su capacidad de producir sino en la bendición del Altísimo que cuidaba de ellos en todo: en protección contra los enemigos, en abundantes cosechas, buena salud, y en alegría. Pero eso no iba a durar para siempre, a su debido tiempo las cosas iban a cambiar.

Venido el cumplimiento del tiempo Dios envió a su Hijo para establecer buenas relaciones con los paganos de todo el mundo. Pero su venida no solo fue para dar oportunidad a las naciones paganas, sino para reestructurar el sistema de justificación que había sido dado exclusivamente a Israel para ser obedecido en su tierra.

Puede decirse que ese cambio no fue de forma sino de fondo porque tuvo grandes repercusiones en el sistema de justificación y en el sistema sacerdotal.

Con la venida de Cristo el sacrificio de animales no volvería a justificar al pueblo porque él vino como un mejor sacrificio. Asimismo, su venida fue para sustituir el sacerdocio levítico por un mejor sacerdocio, uno por designación en lugar del levita que era por sucesión; uno eterno en lugar del levita que era transitorio.

De esa manera el sacerdocio, que durante unos 1500 años había sido ejercido por los Levitas, fue transferido a Cristo. Haciendo referencia a eso, Hebreos 7:6-12 dice

“6 Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos y bendijo al que tenía las promesas.

7 Y, sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.

8 Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.

9 Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos,

10 porque aún estaba en las entrañas de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.

11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico —bajo el cual recibió el pueblo la Ley—, ¿qué necesidad habría aún de que se levantara otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuera llamado según el orden de Aarón?,

12 pues cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;”.

Melquisedec no es antepasado de Jesucristo, por lo tanto, entre ambos no existe ningún parentesco; pero el escritor de Hebreos lo menciona porque la Escritura no registra cuándo comenzó su sacerdocio ni cuándo terminó. Por esto, Melquisedec es mencionado sin principio ni fin aunque en verdad fue un hombre mortal.

Aunque aquel fue un rey sobre una ciudad vecina a Sodoma y Gomorra, es tomado por el escritor de Hebreos por su calidad de sacerdote del Dios Altísimo; y esa calidad es exaltada porque el más grande patriarca de todos los tiempos, Abraham fue bendecido por él, y sin vacilar, al patriarca le dio los diezmos.

Por otra parte, la más grande exaltación de Jesucristo como sacerdote proviene de la profecía de David, quien al hablar acerca de él dijo:

“Juró Jehová y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.” Salmo 110:4.

“Según el orden de Melquisedec” significa “de la misma categoría de Melquisedec”, y se refiere a un sacerdocio que no termina sino que permanece para siempre. Aunque Melquisedec murió, su sacerdocio no fue tomado por otra persona, por lo cual su sacerdocio permanece eterno. De esa misma categoría es el sacerdocio de Cristo, con la notable diferencia que él vive y está activo ejerciendo su trabajo sacerdotal.

Sin lugar a dudas la carta a los Hebreos fue escrita antes de la destrucción del Templo, lo cual está claramente evidenciado por el modo en que el escritor habla del sacerdocio levita activo, él dice: “Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales”. Esta declaración señala directamente a los sacerdotes Levitas pues ellos lo recibían del pueblo.

Para el tiempo cuando se escribió la carta a los Hebreos el sacerdocio Levítico ya había sido clausurado por Dios en la crucifixión de Cristo, pero el pueblo continuaba fiel a diezmar; el momento de la destrucción del Templo estaba por venir; y la ley de diezmar a los sacerdotes quedaría terminada. El sacerdocio fue clausurado pero el mandamiento de diezmar continuaba vigente, por lo cual está escrito:

“pues cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley”.

Cambio de ley no significa abrogación de la ley, sino transferencia. Así que la autoridad sacerdotal fue transferida a Cristo y con ello fue transferido el derecho de recibir el diezmo. Esto es lo que dice el texto, y el escritor hace una exposición larga porque su propósito es explicar la inauguración de un nuevo sacerdocio.

El mandamiento de diezmar no está abolido sino vigente. Está vigente no para todo el mundo religioso sino para aquellos que han aceptado el Nuevo Pacto en el cual Cristo es nuestro sacerdote. Pablo dice que nosotros los gentiles estábamos excluidos de los pactos de la promesa, pero al estar en Cristo esa exclusión termina y venimos a ser incluidos como dice Efesios 2:11-16, por consiguiente los pactos de la promesa nos conciernen.

¿A quién dar el diezmo?

La pregunta formulada es: ¿Si Cristo está en los cielos, cómo puede recibir el diezmo? Por supuesto que la pregunta es fácil de responder si se toman en cuenta los siguientes textos:

“Y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: — Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Hechos 9:4

¿Qué tiene que ver este texto con la pregunta formulada? Mucho en gran manera, porque sirve para establecer cómo es que Jesucristo mira su iglesia desde su trono.

Yendo camino a Damasco el Señor se le apareció y le preguntó ¿“por qué me persigues”? Claro que Pablo no perseguía al Señor sino a la iglesia, por lo cual claramente se establece que Cristo y su iglesia son uno solo, y al perseguir a la iglesia era lo mismo que perseguirlo a él. Obsérvese que Cristo y la iglesia son el mismo cuerpo. Ahora miremos cómo funciona esa relación.

“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso.”. Revelaciones 2:1.

En Revelaciones el Señor ordena a Juan escribir siete cartas a las siete iglesias de Asia. En cada carta el Señor dice “escribe al ángel de la iglesia...”. Obsérvese que el Señor no se dirige a la iglesia en general sino a alguien específico Él no dice que escriba al cuerpo de creyentes sino a su ángel, de donde se infiere que cada ángel representa a los dirigentes de la iglesia. Ellos velan por el bienestar espiritual del cuerpo de creyentes, y cuando las cosas no andan bien la responsabilidad recae sobre ellos.

Un tercer texto es Colosenses 3:23:

“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres,”

En el momento del bautizo el oficiante es un hombre, pero la persona que se va a bautizar tiene plena fe que lo que ese hombre está haciendo es aprobado por Jesucristo, y da por cierto que el Señor está en ese momento perdonándole todos sus pecados. Después de su bautismo, la persona tiene fe en que ya es parte del pueblo de Dios y que Jesucristo es su abogado.

Cuando una persona cae enferma, llama a los ancianos de la iglesia para que oren, y aunque es un hombre quien le está imponiendo las manos, la persona tiene fe que la sanidad le vendrá por medio de ese hombre.

Y así, la vida del creyente crece en fe y en buenas obras porque mira que Jesucristo está respaldando a los que forman el cuerpo de dirigentes.

En resumen, estas tres citas han sido transcritas para demostrar que Jesucristo y su iglesia son lo mismo, y que los dirigentes de la iglesia lo representan a él, y que todo cuanto los creyentes hacen en la congregación, lo hacen viendo al Señor y no a los hombres. ¿Se entiende esto?

Seguramente no hace falta que Jesucristo esté visible y en forma corporal dentro de su iglesia, porque él tiene hombres a quienes ha comisionado para que apacienten sus ovejas, de la manera en que él comisionó a los sacerdotes Levitas para cuidar del pueblo israelita.

Parte VI
La descendencia de Abrahán

Una cosa es innegable, Israel es la descendencia de Abraham. Pero hay otra verdad innegable, los gentiles redimidos también son descendencia de Abraham, por lo cual está escrito

“Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa.” Gálatas 3:29.

Por haber aceptado a Cristo los creyentes han pasado a ser herederos de las promesas hechas a Abraham. Esas promesas incluyen la de Génesis 12:3 “y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”, por supuesto que las familias de la tierra no son todas las naciones sino las personas que creen en Jesucristo. También han alcanzado la promesa de ser herederos de la Tierra como dice Romanos 3:13. Por ser descendencia de Abraham obtenemos el Espíritu Santo como dice Gálatas 3:14.

Siendo hijos de Abraham no sólo somos herederos de sus promesas sino que estamos prestos a imitarlo en su fe, por lo cual está escrito:

“Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo cuando aún no había sido circuncidado, para que fuera padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.”. Romanos 4:11-12.

Seguir los pasos de fe del padre Abrahán incluye guardar preceptos, mandamientos estatutos y leyes (Génesis 26:5), todo lo cual incluye dar los diezmos por fe como él lo hizo, ¿no es cierto?

La carta a los Corintios

Una de las congregaciones más difíciles de tratar fue la de Corinto, una iglesia abundante en miembros y con dones espirituales variados pero con muchas personas de carácter difícil. Al parecer algunos que poseían bienes materiales pensaban que los siervos de Dios debían vivir en la miseria económica y sin derecho a vivir cómodamente como cualquier otra persona.

Aquellas personas creían que los encargados de la obra debían de trabajar en lo material para obtener fondos económicos para sostener sus familias, pero debían atender la iglesia en todo tiempo sin tener derecho a merecer consideración.

Mirando Pablo semejante actitud incorrecta incluyó en su carta una sección en la cual aclaró que así como el pueblo de Israel había recibido mandamiento para traer sus ofrendas y diezmos al Templo para el sostenimiento de los sacerdotes, así debía ser con los encargados de la iglesia. Él lo dice de esta manera:

“¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio. 1 Corintios 9:13-14.

Parece que esas letras bastaron para hacer entender a aquellas personas cómo es que la iglesia es edificada en todos sus aspectos.

En realidad, una iglesia no puede tener un pastorado eficiente si no cuenta con recursos económicos, lo cual hace concluir en la necesidad de contar con el respaldo de los diezmos y ofrendas de la congregación.

Recuerdo que hace algunas décadas supe de un pastor de una iglesia cuya congregación estaba teniendo las mismas dificultades de la iglesia de Corinto. Según supe, algunos miembros pensaban tener una iglesia abundante de congregantes, y pensaban que él era el responsable de ese trabajo.

En realidad ellos estaban en lo correcto pues es responsabilidad del pastor cubrir todos los aspectos de su ministerio. Lo penoso del caso era que esa iglesia no quería pagarle, y habían decidido hacer un programa para que los miembros de esa congregación lo invitaran a comer, de manera que él tenía que ir a “visitar” a los miembros para que le dieran sus alimentos, su familia no fue tomada en cuenta. El pastor se sintió humillado y en menos de una semana renunció de su puesto; aquella congregación no prosperó porque sus miembros tenían una idea equivocada acerca del ministerio pastoral.

¿Qué espera una congregación de su pastor? Indudablemente espera que ese hombre posea capacidad de predicar, de evangelizar, de visitar a los enfermos, de aconsejar, de defender las doctrinas de la iglesia; espera que posea capacidad de administrar, de supervisar, etc. La pregunta es: ¿Cómo puede un hombre ser pastor y al mismo tiempo trabajar en lo material para mantener su familia?

Por supuesto que quien esto escribe no es pastor sino que trabaja en lo material para sostener su familia, pero haber estado en el evangelio por varias décadas ha sido suficiente para ver cuán necesario es que cada congregación tenga un pastor y que cada pastor reciba el suficiente recurso para su bienestar y el de su familia.

En conclusión, las dudas acerca de diezmar tienen una respuesta clara y afirmativa, y quien responde a esas dudas es Jesucristo, a él se le debe preguntar si diezmar para su obra es correcto o incorrecto. Él responde a esa pregunta cuando la persona dobla sus rodillas y en un acto de entrega total y consagración se le acerca para preguntarle, porque tan cierto como que él es nuestro salvador, que él responde a esa pregunta.

Porque si el creyente es de Cristo entonces es hijo de Abraham, y por ser hijo de él sigue sus pasos imitándole en llevar una vida agradable a Dios. FIN.