Un estudio sencillo y ameno, a través del cual el lector entiende fácilmente cómo contar el tiempo que duró el diluvio y el tiempo que Noé estuvo en el arca.
Como es normal en cualquier escrito, revisar periódicamente su contenido es atinado pues se hace necesario corregir algunas ideas para que el contenido sea aún más claro. Asimismo, las revisiones casi siempre agregan aquello que no fue incluido en la versión anterior, ya sea porque involuntariamente escapó de la mente del escritor o porque el material no estaba disponible al momento de realizar el trabajo.
Lo que se dice aplica también al presente estudio así como a todos los demás que he escrito y puesto a la dispocisión de mis amables lectores. El presente trabajo no borra nada del trabajo anterior, pero sí corrige algunos errores involuntarios que se come tieron al momento de escribir, sobre todo en aquello relacionado a citas bíblicas.
Asimismo he agregado algunas referencias al diluvio según la narración épica de Gilgamesh, cuya obra, escrita en caracteres cuneiformes, sobre varias tablas de arcilla, es el recuento babilónico de la destrucción del hombre por medio del diluvio, en cuya narración un hombre y su esposa escaparon del diluvio.
La razón para este agregado está en presentar un trabajo más amplio y, ¿por qué no? más completo, de modo que el lector vea cómo el hombre narró desde su punto de vista, quizás rencoroso, aquello que sobrevino a la faz de la tierra; cuya narración, aunque en algunas escenas corre paralela con el registro sagrado, soslaya la mano divina como el poder que trajo limpieza a la tierra ensuciada por el pecado, y ubica los sucesos como realizados por los dioses que fabricó para su servicio.
Así pues, siendo este estudio más informativo, seguramente servirá más adecuadamente a quienes no sólo leen sino que después de leer inician sus propias investigaciones para ampliar sus conocimientos.
Andrés Menjívar
Julio de 2005.
¿Quién fue Gilgamesh? ¿En qué tiempo vivió? Posiblemente pocas personas hayan escuchado su nombre y las razones por las cuales la historia habla de él.
Según se dice, Gilgamesh fue un rey histórico que reinó sobre Uruk, en Babilonia por el año 2700 antes de Cristo.
Cierto que la historia habla con más acierto acerca de Hammurabi como rey legislador cuya obra ha sobrevivido el paso de los milenios y es reconocida universalmente como el Código de Hammurabi, que actualmente forma parte de la colección del Oriente Medio del Museo de Londres.
Respecto a Gilgamesh, posiblemente, su calidad de rey hoy en día se vea un poco opacada por estar rodeado de hechos demasiado fantásticos que se le atribuyen, uno de los cuales hoy nos ocupa.
La narración respecto a él fue encontrada en la enorme biblioteca del rey Asirio Assurbanipal (669- 633 A. de C.). Cuyo rey se dio a la tarea de recopilar hechos históricos internacionales, para cuya labor comisionó a sus escribas. Es cierto que los Persas destruyeron Nínive por 612 A. de C. y los registros, en tabletas de barro cocido, fueron seriamente dañados, con todo, lo que actualmente permanece, es suficiente para conocer la historia de algunos pueblos antiguos.
El nombre del escriba, autor de la copia del poema épico de Gilgamesh, fue estampado en su trabajo seguramente siguiendo instrucciones del rey, de manera que hasta el día de hoy su nombre es conocido como Shin-eqi-unninni.
¿Por qué es interesante la épica de Gilgamesh? Lo es porque en ella es mencionado el diluvio. De esa manera hoy en día la humanidad posee dos escritos antiguos que testifican sobre aquel fenómeno que acabó con la raza humana: Uno es la Sagrada Escritura, el otro es Gilgamesh.
Como es natural de los pueblos paganos, la narración Sumeria acerca de Gilgamesh está mezclada con eventos ficticios, entre los cuales este hombre es descrito como emparentado con los dioses de aquel entonces.
En la narración, Gilgamesh viene siendo como uno mezclado con los dioses; así, él viene a ser como el hombre más fuerte que jamás haya existido; revestido de gran valor con el cual se sobrepone ante los peligros y sale victorioso frente a los más poderosos enemigos.
El relato, siendo difícil de entender debido a que se trata de algo que se escribió de manera totalmente diferente a como se escribe actualmente, ha sido bosquejado agregándosele comentarios, todo lo cual es como sigue:
“... Él decide que no puede continuar viviendo a menos que le sea concedida la vida eterna, por lo cual decide tomar la más peligrosa jornada: La de ir a visitar a Utnapishtim y a su esposa, ya que él es el único entre los mortales a quien los dioses le han otorgado la vida eterna.
Utnapishtim es el más lejano, vive en la boca de todos los ríos, en los confines del mundo. Y fue el más grande rey que existió antes del diluvio y, junto con su esposa, fue el único mortal que fue preservado por los dioses durante el diluvio.
Después de haber tenido un sueño amenazador, Gilgamesh decide emprender la marcha hasta llegar al Monte Mashu el cual guarda la entrada al nacimiento del sol, pero en su camino encuentra dos grandes escorpiones que protegen el camino hacia el Monte Mashu. Estos escorpiones conversan con Gilgamesh a fin de convencerlo que no prosiga su viaje porque es una jornada infructuosa, llena de muchos peligros, con todo, le permiten continuar su camino pasando por el monte.
Más allá del monte está la tierra de la noche, donde la luz nunca aparece. Continúa caminando hasta que por fin aparece la luz y entra a un jardín de brillantes gemas, donde el fruto de los árboles son piedras preciosas.
Prosigue su camino hasta llegar a una posada junto a la orilla del mar; esa posada es guardada por Siduri quien, atemorizada por la apariencia de Gilgamesh cuyas ropas están desgarradas, cierra la posada y rechaza permitir que entre.
Gilgamesh le comprueba su identidad a la vez que le pregunta cómo encontrar a Utnapishtim, pero al igual a como hicieron los escorpiones, ella intenta persuadirlo de que su jornada es infructuosa y llena de todo peligro, sin embargo, lo dirige hacia Urshanabi, el hombre de la barcaza, que trabaja para Utnapishtim. Gilgamesh se le acerca con gran arrogancia y violencia, y en el proceso destruye las “cosas de piedra”, que en alguna medida son críticas para el viaje a donde Utnapishtim.
Cuando Gilgamesh le ordena que lo lleve hasta donde él se encuentra, el remero le dice que eso es imposible ya que él acaba de destruir las “cosas de piedra”, necesarias para el viaje. Sin embargo, le dice que corte unos árboles que le sirvan de remos a fin de evitar tocar las aguas de la muerte; ya que ningún mortal las puede tocar sin que muera al instante.
Después de una larga y peligrosa travesía, Gilgamesh llega a la orilla y encuentra a otro hombre a quien le dice que anda en busca de Utnapishtim y del secreto de la vida eterna. El anciano le dice que la muerte es necesaria porque esa es la voluntad de los dioses; que el esfuerzo humano no es permanente sino temporal.
En ese momento Gilgamesh se da cuenta que está hablando con el propio Utnapishtim, de quien estaba lejos de pensar que siendo un hombre inmortal, a la vez se tratara de un hombre ordinario y de edad avanzada.
Le pregunta a Utnapishtim cómo fue que él recibió la vida eterna, a lo cual Utnapishtim le revela el gran secreto escondido a los humanos diciéndole:
«En el tiempo antes del diluvio hubo una ciudad llamada Shuruppak, en los bancos del Éufrates. Allí, el consejo de los dioses se reunió en secreto y resolvieron destruir el mundo por medio de un gran diluvio. Todos los dioses juraron no relevar el secreto a ningún mortal, pero Ea (uno de los dioses que crearon a los humanos) vino a la casa de Utnapishtim y le contó a las paredes de su casa el secreto; de esa manera, técnicamente no estaba violando el juramento. Ea recomendó a las paredes de la casa construir una gran embarcación cuyas medidas de altura y anchura fueran iguales; que recubriera y que metiera de todas las criaturas vivientes.
Utnapishtim emprendió la labor inmediatamente de modo que la terminó a finales del año. Así, él la cargó con oro y plata y con todas las criaturas vivientes; entonces Ea le ordenó que entrara en la embarcación y que cerrara la puerta tras sí.
Las nubes negras vinieron y con ellas vino el dios Adad tronando; la tierra se partió como una vasija que es movida violentamente y la luz se volvió tinieblas.
El diluvio fue tan grande que los mismos dioses temieron. Los dioses golpearon duramente escondidos en la lejanía de las cuatro esquinas del cielo.
Ishtar gritaba y clamaba: Los días antiguos se han vuelto como piedra: ¡Nosotros hemos decidido cosas malas en nuestra asamblea! ¿Por qué decidimos cosas malas en nuestra asamblea? ¿Por qué decidimos destruir nuestra gente? ¡Nosotros sólo creamos nuestros amados humanos; y ahora los destruimos por medio del mar! Todos los dioses lloraron y clamaron junto a ella. Todos los dioses se sentaron temblando y llorando.
El diluvio duró siete días y siete noches, hasta que, finalmente, la luz volvió a la tierra. Utnapishtim abre una ventana y toda la tierra se había vuelto un plano océano. Todos los humanos se han vuelto piedra. Utnapishtim dobló sus rodillas y lloró amargamente.
La embarcación de Utnapishtim vino a reposar en lo alto del Monte Nimush; el barco se asentó firmemente sobre el pico de la montaña bajo la superficie del océano y permaneció allí por siete días. Al séptimo día:
Yo, Utnapishtim, envié una paloma desde la embarcación. Voló muy lejos pero dio vuelta y volvió porque no encontró donde posarse. Después envié otra ave pero también dio vueltas y regresó. Después envié un cuervo, el cual voló lejos, y las aguas se habían retirado.
Come y rasca el suelo pero no da vueltas para regresar.
Entonces mandé todas las criaturas en todas direcciones y sacrifiqué una oveja en ese mismo lugar. Los dioses olieron el olor del sacrificio y empezaron a juntarse al rededor de Utnapishtim. Enlil, que fue quien propuso destruir a los humanos, llega, furioso de que uno de los humanos había sobrevivido, ya que ellos habían pactado barrer a todos los humanos. Acusa a Ea de traición, pero Ea lo convence para que tenga misericordia. Entonces Enlil rodea a Utnapishtim y a su esposa y los bendice. En un tiempo Utnapishtim fue mortal. En este tiempo deja que Utnapishtim sea un dios e inmortal...”
Hasta aquí transcribo (del Inglés al Español) lo que considero ser la porción central del poema de Gilgamesh relacionado con la historia del diluvio narrada en lengua Akkadia, en la cual, como es frecuente, los humanos y los dioses alternan estrechamente.
Al momento en que escribo esto, una expedición de personas científicas y de religiosas se encuentra explorando el Monte Ararat en un afán de encontrar los restos del arca de Noé. Posiblemente encuentren algo, posiblemente no (más pienso que no) después de todo, quienes han visitado ese monte lo describen como uno de los más difíciles de escalar.
La pregunta que algunos se hacen es: Si el diluvio es considerado como simple leyenda, ¿por qué en el monte Everest (el más alto del mundo) se han encontrado restos fosilizados de peces? Y ¿Por qué incluso en el Ararat se han encontrado depósitos salinos?
Que el diluvio fue una realidad, está testificado por la tradición de muchos pueblos al rededor del mundo. Cuya tradición vino de boca en boca a partir de los hijos de Noé que repoblaron la tierra.
Dijo luego Jehová a Noé: «Entra tú y toda tu familia en el arca, porque solo a ti he visto justo delante de mí en esta generación. De todo animal limpio tomarás siete parejas, cada macho con su hembra; pero de los animales que no son limpios, una pareja, un macho con su hembra. También de las aves de los cielos siete parejas, macho y hembra, para conservar viva la especie sobre la faz de la tierra. Y pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y borraré de la faz de la tierra a todo ser viviente que hice». E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová. Era Noé de seiscientos años cuando el diluvio de las aguas vino sobre la tierra. Y por causa de las aguas del diluvio entró Noé en el arca, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos. De los animales limpios, de los animales que no eran limpios, de las aves y de todo lo que se arrastra sobre la tierra, de dos en dos, entraron con Noé en el arca; macho y hembra, como Dios mandó a Noé. Al séptimo día, las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra. Génesis 7:1-10.
Las razones por las cuales el diluvio vino son bastante conocidas, y consisten en que los hijos de Dios, es decir los descendientes de Set, sucumbieron ante la presión psicológica que los descendientes de Caín ejercían sobre ellos. El capítulo 6 de Génesis expone, con mesurada amplitud, la incapacidad de los hijos de Dios para soportar la presión hasta que las dos descendencias vinieron a quedar fusionadas, perdiéndose, de esa manera, la diferencia entre lo santo y lo profano, entre quienes se identificaban con Dios y los que no se identificaban con él.
Detrás de semejante fusión está aquello que el relato sagrado de Génesis capítulos 6 y 7 no narra pero que es narrado de manera indirecta por otros escritores que fueron inspirados divinamente.
¿Cuáles son las escenas que el relato sagrado de Génesis no narra en forma directa? Lo primero que no menciona directamente es la longanimidad divina, es decir la paciencia que Dios tuvo para con su pueblo. (Entre las citas que alguna medida se refieren a esa paciencia están las palabras del Señor en su sermón profético; también Romanos 1, y Pedro, se refieren a eso).
Hasta donde mis alcances llegan, puedo decir que esa paciencia se mantuvo por lo menos a lo largo de unos mil años, (o más). Veo ese tiempo desde la descendencia de Set hasta que fue dictada la sentencia castigadora.
Si se toma el tiempo para mirar con atención el relato a partir de Génesis 4:26, el cual dice que Set engendró a Enos a la edad de ciento siete años, se puede mirar que con esa descendencia se inicia la identificación humana con Dios. Es a partir de allí que dentro de poco iba a empezar la lucha de poderes entre lo espiritual y lo carnal. Penosamente el poder carnal triunfó y aniquiló al poder espiritual.
A medida en que los hijos de Dios iban aumentando en número, iban siendo sometidos a la presión del mal, ellos no tuvieron la fuerza necesaria para contrarrestar al enemigo y sucumbieron.
Semejante presión les ocasionó angustia y grande abatimiento al grado de ver perdidas las esperanzas de renovar sus fuerzas para pelear hasta revertir la derrota en victoria. Esto está demostrado por el trasfondo de las palabras de Lamec, obsérvese:
... y le puso por nombre Noé, pues dijo: «Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos en la tierra que Jehová maldijo. Génesis 5:29.
Lo que se puede ver en sus palabras es que para Lamec la oportunidad de revertir la penosa situación era inalcanzable; la desesperanza vino a serles a ellos como una muralla fuerte, imposible de derribar. No había más qué hacer sino esperar que las cosas vinieran a su fin.
Sus palabras: “Este nos aliviará de nuestras obras” no reflejan sino harta aflicción, desesperación y profundo abatimiento a causa de conocer que sus acciones habían sido desviadas hacia el mal en vez de haberse mantenido en limpieza espiritual.
Por supuesto que desde los días en que empezó la descendencia de Set hasta los días de Lamec, hay bastantes siglos involucrados. Por esto es que digo que la longanimidad divina duró unos mil años o más.
De esa manera fue preparándose el momento en que Dios intervendría para poner fin a todo ser viviente sobre la faz de la tierra, excepto los humanos y los animales que fueron salvados por el arca.
El tiempo involucrado en el diluvio es el motivo de este estudio, el cual comenzó cuando Noé aún era hombre fuerte de apenas 480 años de edad, adulto con suficiencia para iniciar una tarea que duraría ciento veinte años.
Entonces dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; pero vivirá ciento veinte años. Génesis 6:3.
La mención de ciento veinte años es hecha para decir que ese era el tiempo que le quedaba de vida a la humanidad, y comenzaron a contarse a partir de ese momento, que fue cuando el Altísimo dio instrucciones a Noé que iniciara la construcción de la primera embarcación, la cual quedó acabada cuando él cumplió seiscientos años, por esto es que digo que la edad de aquel patriarca cuando recibió la orden divina era de cuatrocientos ochenta años; prácticamente estaba en la flor de su vida. Después del diluvio vivió trescientos cincuenta años, alcanzando una edad de novecientos cincuenta años (Génesis 9:29).
Para poder sacar el tiempo que Noé estuvo en el arca se hace necesario saber de cuántos días se componía cada mes y cada año, para lo cual la misma Sagrada Escritura proporciona los datos. Así, sin que haya necesidad de investigar profundamente, las citas que se verán a continuación establecen que los meses en aquel entonces se componían de treinta días cada uno; y los años, como en la actualidad, se componían de doce meses, con la diferencia que eran de trescientos sesenta días. Esto, como se dice, se muestra al hacer la cuenta del tiempo que nos ocupa.
Comencemos el cómputo
Aquel día del año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, fueron rotas todas las fuentes del gran abismo y abiertas las cataratas de los cielos... Génesis 7:11.
De acuerdo a este texto, el diluvio comenzó el 17/ 02/600, es decir, a los diecisiete días del mes segundo del año seiscientos de la vida de Noé.
Este dato es clave, pues proporciona la fecha a partir de la cual se debe comenzar a contar. Se omite comentario alguno para que la atención se centre en la fecha. El siguiente texto dice:
El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra. Las aguas crecieron y alzaron el arca, que se elevó sobre la tierra. Génesis 7:17
Como el registro no dice que el diluvio comenzó al nomás empezar el día 17, eso permite entender que el primer día empieza el 17 y termina el 18, el segundo empieza el 18 y termina el 19, etc., con lo cual no se altera el cómputo en lo absoluto.
Contemos los 40 días a partir del 18 del mes sin olvidar que los meses son de 30 días cada uno.
18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 (Aquí terminó el mes segundo). Total, 13 días.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 (Del 1 al 27 del tercer mes son 27 días).
Así, del 18 al 30 hay 13 días
del 1 al 27 hay 27 días
TOTAL....................40 días.
Quiere decir que el tiempo de 40 días que pasó lloviendo ( sean un mes más diez días) terminó a los 27 días del mes tercero.
Posiblemente, como se dice antes, quizás resulte extraño que la cuenta se inicie el 18 en vez del 17, pero como se ha dicho antes, el registro no dice que el diluvio comenzó exactamente cuando comenzó el 17, por consiguiente, del día 17 a cualquier hora, al día 18 a cualquier hora, hay un día completo.
Este modo de contar encaja correctamente con los versículos que irán apareciendo a lo largo del estudio.
El relato continúa diciendo:
Y permanecieron las aguas ciento cincuenta días sobre la tierra. Génesis 7:24.
En este texto el escritor toma los primeros cuarenta días más ciento diez días. Por consiguiente, esos 110 días deben comenzar a contarse a partir del 28 del mes tercero, ¿por qué desde allí? Sencillamente porque la cuenta que llevamos llegó hasta el día 27.
Continúese la cuenta.
40 días desde que empezó a llover 40
28, 29 y 30 del mes tercero 3
30 días del mes cuarto 30
30 días del mes quinto 30
30 días del mes sexto 30
17 días del mes séptimo 17
TOTAL 150 días
Esta cuenta lleva a entender que los ciento cincuenta días terminaron el 17 del séptimo mes, lo cual encaja perfectamente con el registro bíblico, corrobórese con la cita siguiente.
Reposó el arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes, sobre los montes Ararat. Génesis 8:4.
¿Notó usted? El registro que iniciamos partiendo del 18 encaja correctamente con el registro escritural, de hecho, si nuestra cuenta encaja correctamente con el registro escritural, entonces significa que es correcta.
Por lo que hasta aquí se ha mostrado, se entiende que Noé pasó 150 días dentro del arca, o sean cinco meses.
¿Se preguntará el lector cuál es la base para decir esto? Bueno, recuérdese que cuando iniciamos la cuenta dijimos que los meses bíblicos eran de 30 días.
Si el diluvio comenzó a los 17 días del mes segundo y las aguas decrecieron hasta dar lugar a que el arca descansara sobre el monte a 17 días del mes séptimo, entonces claramente en ese período hay cinco meses de 30 días cada uno, o sean 150 días.
En los versículos siguientes se verá que Noé no salió del arca inmediatamente después de haber terminado de llover; después de todo, para que él saliera del arca las aguas debían de decrecer totalmente. Como la embarcación era hermética excepto por la ventaja colocada en su parte superior, él no podía mirar completamente lo que estaba sucediendo alrededor del arca; fue debido a eso que el registro dice que estuvo enviando unas aves que le indicarían si la tierra estaba seca o no.
¿Cuándo descendió Noé del arca? Veamos.
Sucedió que en el año seiscientos uno de Noé, en el mes primero, el primer día del mes, las aguas se secaron sobre la tierra; y quitó Noé la cubierta del arca, miró y vio que la faz de la tierra estaba seca. En el mes segundo, a los veintisiete días del mes, se secó la tierra. Génesis 8:13-14.
De estos dos versículos se puede mirar que la tierra vino a quedar seca a los 27 días del mes segundo del año seiscientos uno de la vida de Noé. Continuemos la cuenta que traemos partiendo del 18 del mes séptimo.
del 18 del mes séptimo, al 17 del mes octavo, 30 días
del 18 del mes octavo, al 17 del mes noveno, 30 días
del 18 del mes noveno, al 17 del mes décimo 30 días
del 18 del mes décimo, al 17 del mes undécimo, 30 días
del 18 del mes undécimo, al 17 del mes duodécimo 30 días
del 18 del mes duodécimo, al 17 del mes primero, 30 días
del 18 del mes primero, al 17 del mes segundo 30 días
del 18 del mes segundo, al 27 del mismo mes 10 días
TOTAL 220 días
A estos 220 días hay que agregarles los 150 días anteriores:
150 + 220 TOTAL 370 días
Hasta aquí podría decirse que el tiempo dentro del arca fue de un año más diez días. Pero aún hay más, Noé no entró al arca hasta que empezó a llover, él entró antes. Compruébese:
Dijo luego Jehová a Noé: «Entra tú y toda tu familia en el arca, porque solo a ti he visto justo delante de mí en esta generación. Y pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y borraré de la faz de la tierra a todo ser viviente que hice». Génesis 7: 1, 4.
Así, a los 370 días se le deben agregar siete; eso equivale a decir que Noé estuvo en el arca un año de 360 días más 17 días. Si esto lo convertimos al calendario que nos rige, entonces puede decirse que Noé estuvo en el arca un año de 365 días más 12 días.