Un estudio comparativo entre lo que es La Sagrada Escritura y la literatura apócrifa.
La fantasía religiosa ha formado parte de la mentalidad humana desde que la primera pareja decidió apartarse de la comunión divina. De entre todo el enorme cúmulo de literatura religiosa que la humanidad escribió después de aquel lamentable apartamiento, hoy en día es conocida una narración llamada “Enuma Elish”, que es nada más ni nada menos que la narración babilónica de cómo fue la Creación. Se desconoce su autor, aunque los antecedentes que hoy en día se toman en cuenta sugieren la probabilidad que haya sido producto de la iniciativa de algún rey postdiluviano, de aquellos que recibieron oralmente la narración de los sucesos ocurridos durante la Creación. Tal narración resulta interesante al detallar paso a paso cómo se encontraba la tierra cuando fue creada, describe además el aparecimiento de la luz, la creación del firmamento, la creación de la tierra seca, la creación de las grandes lumbreras, la creación del hombre, el descanso de la deidad, etc. Se desconoce la fecha en que tal narración fue escrita, sin embargo, las copias, mismas que fueron hechas sobre trabletas de barro con escritura cuneiforme, podrían ubicarla en unos dos mil años antes de Cristo.
Otro manuscrito cuneiforme (es decir, escrito con caracteres en forma de cuña) es el llamado “Epopeya de Gilgamesh”, que es el relato pagano de cómo fue el diluvio. Entre las diferencias que separan a este relato del relato de la Biblia, está que el único sobreviviente no se llama Noé, sino Upnapistin. Posiblemente la persona que escribió esta Epopeya o bien desconocía el nombre de Noé, o bien los nombres de Noé y Upnapistin pertenecen a diferentes idiomas pero teniendo el mismo significado etimológico, o en último caso, quiso hacer su propia versión de aquel gran acontecimiento, agregando o sustrayendo elementos reales aparecidos en la narrativa bíblica.
Hoy en día se encuentra en museos y colecciones privadas una cantidad bastante grande de documentos tanto escritos en tabletas de barro como en papiro y pergamino, entre los cuales están: Recibos de compra y venta de propiedades, contratos matrimoniales, arriendo de tierras, de bueyes, compra y venta de esclavos, correspondencia comercial de un rey a otro, etc.
De igual manera, hoy en día se encuentra en museos abundante literatura con narraciones sobre lo que era la religión panteísta de todas aquellas naciones paganas del pasado, de cómo adoraban y servían a los dioses que ellos mismos habían creado; sobre la devoción personal o pública a determinado dios, de cómo esas personas consagraban a sus hijos al sacrificio para agradar al dios preferido, etc.
Por la literatura de índole histórica se sabe que la Sagrada Escritura no es el único libro que narra sucesos llevados a cabo por la humanidad en el pasado. Por ese tipo de literatura se entiende que la narración sobre la Creación y sobre el diluvio no fueron eventos registrados exclusivamente por la Sagrada Escritura. Por ese tipo de literatura se sabe que a la par de los registros divinamente inspirados existían otros tenidos también como norma de fe entre los judíos del pasado. Literatura que en determinado momento de la historia israelita fue absorbida a la par de los escritos inspirados y que se le dio bastante consideración y respeto.
Ese tipo de literatura recibe el nombre de apócrifa. La diferencia entre la literatura apócrifa y la inspirada, estriba en que a la literatura apócrifa sus escritores y buen número de personas que los leían, les atribuían inspiración divina sin que la tuvieran en sí, sencillamente porque la única inspirada es la Palabra de Dios.
Los libros apócrifos
Este tipo de literatura floreció abundantemente más que todo allá por el siglo segundo antes de Cristo y adquirió alto grado de interés e importancia entre el pueblo judío, eso colaboró mucho para su preservación. De hecho, hoy en día se dispone de una serie bastante extensa de libros apócrifos; mucho más extensa que los libros que componen la Sagrada Escritura.
La palabra “apócrifo” es de origen Griego, y significa oculto o secreto, y como se dice arriba, sus escritores pretendieron igualarla a los escritos inspirados.
La literatura apócrifa del Antiguo Testamento surgió en un tiempo en que la religión monoteísta de Israel había descendido a los niveles más bajos en toda su historia. Tan así es, que incluso a lo largo de unos trescientos años o más, no hubo profeta en el pueblo, no hubo un líder que les condujera por el camino de la obediencia a la Ley. Naciones poderosas se disputaban el dominio sobre la tierra de Canaán, etc. De tal manera que para que esa literatura surtiera el efecto deseado entre sus lectores, los escritores “ampliaron” o “aclararon” muchos de los tópicos en los cuales la Palabra de Dios o bien calla o no da amplias explicaciones. He allí precisamente la causa por la cual ese tipo de literatura impactó entre sus lectores.
Como se dice, existen libros apócrifos tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. Todos son anónimos, es decir, se desconoce quienes los escribieron. Lo que sí es plenamente seguro es que sus autores pretendieron con ella llenar todos aquellos vacíos históricos y cultuales (de culto) que los escritores divinamente inspirados no llenaron.
Por supuesto que todo conocedor de las Escrituras advierte con suma facilidad la notable diferencia existente entre esta literatura y la Sagrada Escritura. Habiendo aparecido en el tiempo de grande decadencia religiosa, ninguna autoridad israelita tuvo capacidad como para prohibir la proliferación de semejante literatura.
Acerca de esta literatura apócrifa, la Organización de Los Testigos de Jehová, en su libro titulado “Ayuda para entender la Biblia, página 105, dicen:
“...APÓCRIFOS, LIBROS (cosas escondidas u ocultas. EVIDENCIAS EN CONTRA DE SU CANONICIDAD. Aunque en algunos casos contienen cierto valor histórico, el afirmar que estos escritos son canónicos carece de toda base sólida. La evidencia muestra que el Canon Hebreo se cerró después de la escritura de Nehemías y Malaquías en el siglo V a. E.C., los escritos apócrifos nunca se incluyeron en el canon judío de las Escrituras inspiradas y no forman parte de ellas en la actualidad. El historiador judío Josefo, del primer siglo, indica que solo se daba reconocimiento a aquellos pocos libros (del canon hebreo) que se consideraban sagrados. Dijo: ‘Por cierto entre nosotros no hay multitud de libros que discrepen o disientan entre sí; sino solamente veintidós libros’ (el equivalente de los treinta y nueve libros de las Escrituras Hebreas según la división moderna), que abarcan la historia de todo tiempo y que, con razón, se consideran divinos...”
En esta parte, la Sociedad de la Watch Tower correctamente señala que “afirmar que estos escritos son canónicos carece de toda base sólida”. Por su contenido, la literatura apócrifa desde hace muchos siglos no es tenida como seria, como algo que va en consonancia con la verdad inspirada. En muchas ocasiones su contenido contradice a la voluntad de Dios, la que por cierto sirve de trasfondo y sostiene a toda la Sagrada Escritura. Es más, esa literatura no solo la contradice sino que también desfigura los hechos como son narrados inspiradamente.
Comparación entre los escritos sagrados y la literatura apócrifa
A continuación se transcribe una porción de la Sagrada Escritura (Génesis 6:1-4) con propósitos de observar la belleza y sencillez de su contenido, después se transcribe una porción apócrifa para observar la forma fantasiosa de su contenido.
“Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Y dijo Jehová: no contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne: mas serán sus días ciento veinte años. Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre…”
Esta porción transcrita está refiriéndose a la causa que agotó la paciencia del Todopoderoso, lo cual aconteció, como dice el relato, “cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra”. A medida en que la humanidad se multiplicaba así se multiplicaba el pecado. ¿Cuál fue la acción que agotó la paciencia divina? La Escritura dice: “viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas”.
Para el tiempo en que semejante situación estaba sucediendo ya estaba completamente demarcada la línea que hacía diferencia entre los hijos de Dios (o sea la porción de humanos que obedecía a la voluntad divina), y los hijos de los hombres, (es decir la porción de hombres que le desobedecían). Al estudiar detenidamente la Sagrada Escritura se llega a la conclusión que los hijos de los hombres eran los descendientes de Caín, mientras que los hijos de Dios eran los descendientes de Set. Tómese en cuenta que no es mera casualidad o simple información la que se encuentra en Génesis 4:26, cuyo texto, refiriéndose a Set, dice:
“A Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Dios”.
Obsérvese que fue con Set y su descendencia que los hombres comenzaron a invocar el nombre de Dios. Invocar a Dios es una expresión de mucho significado, evidenciando el escritor que ese grupo de personas obedecían a la voluntad de Dios y seguían los mismos pasos de su tío Abel a quien Caín había asesinado anteriormente. De Set descendía Noé, cuya familia fue la única que no se mixtó con la descendencia de Caín. La descendencia de Set está descrita en Génesis capítulo 5.
La Escritura dice que Caín era del maligno (I Juan 3:12), de hecho, su descendencia continuó sus mismos pasos. En Génesis 4:19-24 puede verse a uno de ellos hablando de un modo bastante altivo, impetuoso y sin ningún temor de Dios. Abel en cambio fue hacedor de la voluntad de Dios. Nuestro Señor lo llama “Abel el justo” (Lucas 11:51). Abel no dejó descendencia cuando fue asesinado. Fue después de su asesinato que nació Set, con el nacimiento de éste y su descendencia fue que comenzó a ser utilizado el honroso calificativo de “hijos de Dios”.
El texto arriba citado habla curiosamente respecto a unos gigantes que existían antes de que los hijos de Dios se juntaran con las hijas de los hombres, y continuaron existiendo después de esa lamentable unión. De ese modo, quienes eran hijos de Dios y adoradores de él, por haberse mixtado con la descendencia de Caín, hicieron venir el diluvio que terminó con toda la raza humana casi por completo.
Después de haber visto Génesis 6:1-4 y comentado algo sobre ese genuino relato. Es oportuno mirar lo que es un relato casi similar pero que carece de todo crédito por ser parte de un libro apócrifo. El apócrifo Primer Libro de Enoc hace un plagio al relato de Génesis 6:1-4 de la manera siguiente:
“...1.-En aquellos días, cuando los hijos del hombre se habían multiplicado, sucedió que les nacieron hijas hermosas. 2.Y los ángeles, los hijos del cielo, las miraron y las desearon, y se dijeron unos a otros, ‘vamos, escojamos esposas para nosotros de entre las hijas del hombre y engendremos hijos’. 3.-Semyaz, siendo el líder, les dijo: ‘temo que quizás ustedes no consentirán en que esto sea verdaderamente hecho, y solo yo seré responsable por este gran pecado’. 4.-Pero todos ellos le respondieron, ‘hagamos todos un juramento, y unámonos cada uno de nosotros con maldición para no abandonar esta sugerencia sino hacerla de veras’. 5.-Entonces todos ellos juraron juntos y se unieron unos a otros por la maldición. 6.-Y fueron todos juntos unos doscientos; y descendieron en Ardos, que es la cima de Hermón. Y ellos llamaron al monte Arnón, porque ellos juraron y se unieron unos a otros por maldición. 7.-Y sus nombres son como sigue: Semyaz, el líder de Arakeb, Rame’el, Tame’el, Ram’el, Dan’el, Ezeqel, Baraqyal, As’el, Armaros, Batar’el, 8.Anan’el, Zaqe’el, Sasomasp, e’el, Tur’el, Yamayol, y Arazyal. Estos son los jefes de decenas y todos los demás con ellos.
1.-Y ellos tomaron esposas para ellos mismos, y cada uno (respectivamente) escogió una mujer para sí mismo, y ellos comenzaron a ir a ellas, y les enseñaron medicinas mágicas, encantamientos, el cortamiento de raíces, y les enseñaron (acerca de) plantas. 2.-Y las mujeres quedaron embarazadas y dieron a luz grandes gigantes cuya estatura era de trescientos cubits. 3.Estos gigantes consumieron el producto de toda la gente, hasta que la gente detestó alimentarlos. 4.-Y ellos comenzaron a ir contra las aves, las bestias salvajes, reptiles y peces, y se devoraron unos a otros, y bebieron sangre. 5.-Y entonces la tierra trajo una acusación en contra de sus opresores...” I Enoc capítulos 6 y 7. (Lo subrayado es énfasis mío)
Claro que este relato, además de ser un plagio al relato de Génesis 6, está totalmente lleno de oprobiosa fantasía, y vacío de toda verdad; es curioso y sensacionalista de tal modo que peligrosamente una persona poco versada en el recto conocimiento de la Sagrada Escritura con facilidad podría ser inducida a pensar que este relato es “mejor” que el de Génesis, con todo, no pasa de ser simple invención humana como cualquier otra narración fantasiosa, nacida de la necesidad imperante de impactar fuertemente en la mente del pueblo del tiempo en que fue escrito.
Obsérvese que dice que hubo unos ángeles a quienes llama “hijos del cielo”, que (supuestamente a escondidas de Dios) decidieron venir a la tierra con el propósito de tomar mujeres y engendrar hijos; o sea que siendo asexuales, o sea sin sexo (porque los ángeles no tienen sexo por no ser humanos), decidieron adoptar sexo. Con sólo esta primera parte puede mirarse que quien escribió semejante relato, “quiso ampliar” el relato de Génesis, para hacerlo más informativo, más aclarativo, más sensacionalista según su imaginación, de modo que sus lectores miraran lo que Génesis 6 no dice y lo creyeran como que en verdad ocurrió.
Para el escritor de ese relato, el líder de toda maldad no es Satanás, sino un tal Semyaz. Para el escritor, esos “hijos del cielo” eran brujos, ladrones, asesinos y antropófagos (caníbales). ¿Puede usted imaginar el tipo de ángeles que de acuerdo a la mentalidad de ese libro rodean a Dios en el cielo?
En su afán de tergiversar el relato genuino, dice que de tal unión nacieron unos gigantes. Supuestamente son los gigantes a los que se refiere Génesis 6. La gran diferencia es que la palabra de Dios dice que cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres para engendrarles hijos, tales gigantes ya existían sobre la faz de la tierra, no que nacieron de semejante unión.
La simpatía al primer libro de Enoc todavía existe
Mas aun con todo y que el Primer Libro de Enoc no pasa de ser fantasía que ha plagiado al registro divino, desfigurándolo con todo antojo, hoy en día existen personas que le dan el mismo crédito que le dan a la Palabra de Dios, es más, citan ese libro y para evitar decir que lo han citado no vacilan en decir que la base o fuente de su enseñanza es la Biblia. Una organización religiosa que hace eso es la Watch Tower. Ellos dicen:
“...ANGELES QUE SE HICIERON ESPÍRITUS INICUOS. La Biblia nos deja saber eso cuando nos dice: ‘los hijos del Dios verdadero empezaron a observar a las hijas de los hombres, que ellas eran bien parecidas; y se pusieron a tomar esposas para sí, a saber, todas las que escogieron (Génesis 6:2). Sí, los ángeles se vistieron de cuerpos carnales. Entonces vinieron a la tierra para tener relaciones sexuales con mujeres hermosas. Pero tales amores eran incorrectos para ángeles. Aquello fue un acto de desobediencia...” “...Pues estos ángeles y sus esposas tuvieron hijos. Pero estos hijos eran diferentes. Siguieron creciendo y desarrollándose hasta que llegaron a ser gigantes inicuos. La Biblia les llama ‘los poderosos que eran de la antigüedad, los hombres de fama’. Estos gigantes trataron de obligar a toda la gente a ser mala como ellos. La Biblia dice que como resultado de esto ‘abundaba la maldad del hombre en la tierra y toda inclinación de los pensamientos de su corazón era solamente mala en todo tiempo’ (Génesis 6:4-5). Por eso Jehová trajo el diluvio. En este se ahogaron los gigantes, o nefilim, y toda la gente inicua. Pero, ¿Qué les sucedió a los ángeles que habían venido a la tierra? No se ahogaron. Se deshicieron de sus cuerpos carnales y regresaron al cielo como personas de la región celestial. Pero no se les permitió volver a ser parte de la organización de ángeles santos de Dios...”
(Tomado del libro “Usted puede vivir para siempre en el paraíso sobre la tierra”, páginas 93 y 95, editado por Los Testigos de Jehová).
No es necesario hacer un examen profundo de esta transcripción para notar que la base que la Watch Tower ha tomado para levantar su enseñanza no es la Sagrada Escritura sino el apócrifo Primer Libro de Enoc, aunque dicen que es de la Biblia de donde la han tomado. Además, exactamente en la misma medida de la fantasía del autor de I Enoc, la Watch Tower le agrega a su relato su correspondiente cuota de tremenda imaginación, argumentando que los pretendidos ángeles volvieron al cielo pero que no se les permitió formar parte de la región celestial. Un lector formal de la Palabra de Dios podría preguntar: ¿Dónde dice semejante cosa la Palabra de Dios? ¿Dónde dice que debido a la violencia que los hijos de los ángeles hacían en la tierra es que Dios decidió traer el diluvio?
Comparación entre lo que enseña la biblia, lo que dice el libro de Enoc, y lo que enseñan los Testigos de Jehová
La Biblia dice que los hijos de Dios comenzaron a unirse con las hijas de los hombres. El primer Libro de Enoc desfigura el relato agregándole que quienes se relacionaron con las hijas de los hombres eran ángeles celestiales. Los Testigos, siguiendo el relato apócrifo dicen: “Sí, los ángeles se vistieron de cuerpos carnales”.
La Biblia dice: “Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres y les engendraron hijos”. El Primer Libro de Enoc desfigura el relato sagrado al decir: “y las mujeres quedaron embarazadas y dieron a luz a gigantes”. Los Testigos, siguiendo lo dicho por este falso relato, dicen: “Pues estos ángeles y sus esposas tuvieron hijos. Pero estos hijos eran diferentes. Siguieron creciendo y desarrollándose hasta que llegaron a ser gigantes”.
Más adelante, los Testigos se apartan aún más del relato sagrado y del relato apócrifo, y establecen su propio relato al decir: “Estos gigantes trataron de obligar a la gente a ser como ellos”. Por supuesto que la Biblia tampoco dice que tales supuestos gigantes trataron de obligar a la gente a ser como ellos. Se supone que lo que los Testigos tratan de decir es que los gigantes trataron de obligar a la gente a ser mala como ellos. Siendo que para ese entonces la gente había corrompido de maldad la tierra, carece de razón afirmar que los supuestos hijos de los ángeles trataran de obligar a la gente a hacer algo que ya estaban haciendo.
Los Testigos dicen: “¿Pero que les sucedió a los ángeles que habían venido a la tierra? No se ahogaron, se deshicieron de sus cuerpos carnales y regresaron al cielo como personas de la región celestial”. Por supuesto, la Biblia no cuenta semejante historia. Más bien quien la cuenta es la Watch Tower, sin embargo, pretenden dar a entender que su relato lo han tomado de la Biblia.
En la página 2 de este estudio se han citado unas palabras del Libro “Ayuda para entender la Biblia”, editado por la Watch Tower, con las cuales dicen: “afirmar que estos escritos son canónicos carece de toda base sólida”. Esto resulta incomprensible, ya que siendo el Primero de Enoc un libro apócrifo, lo toman ellos como base para sus enseñanzas.
Otra razón a considerar
Nuestro Dios dijo: “No contenderá mi espíritu para siempre con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años” (Génesis 6:3). De acuerdo a este texto, nuestro Dios no está diciendo que aquellos seres que se unieron a las hijas de los hombres eran ángeles; dice que eran hombres, y lo enfatizó al decir “él es carne”. Además, el período de vida que les dio fue de ciento veinte años, mismos que se cumplieron con la venida del diluvio en que perecieron. En cambio los testigos dicen que “estos ángeles se deshicieron de sus cuerpos carnales y regresaron al cielo”.
Una verdad ignorada
Cuando nuestro Señor Jesucristo estuvo sobre la tierra, enseñó dos cosas importantes en relación a los ángeles. Primero, él dice que los ángeles no pueden pecar. Segundo, dice que los ángeles no se casan. Obsérvense atentamente sus palabras:
“Mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos ni se casan, ni se dan en casamiento, porque no pueden ya más morir, pues son igualesa los ángeles...” (Lucas 20:35-36).
Siendo que la paga del pecado es muerte, entonces si los ángeles no pueden morir significa que no pueden pecar, ¿está claro? Tampoco se juntan con mujeres.
Obsérvese pues que quienes sean tenidos por dignos de la vida eterna serán iguales a los ángeles, ¿iguales en qué? ¿Acaso en que serán propensos a desear pecar? ¿O que estarán propensos a que de un momento a otro decidan abandonar su categoría celestial para casarse? ¡No! Ninguna conjetura o argumento tiene valor para tergiversar el verdadero significado de las palabras del Señor Jesús. Su declaración es tan sencilla de entender en el sentido de que los que fueren tenidos por dignos de la vida eterna serán iguales a los ángeles porque los ángeles son eternos, no fueron creados de la misma naturaleza de que el hombre fue formado.
Si en verdad el Primer Libro de Enoc hubiera sido inspirado, en ningún momento hablaría cosas contrarias a la Palabra de Dios. Poner atención a la Sagrada Escritura, para aprender de ella y así enseñar a la humanidad es verdaderamente valioso. Pero tomar escritos extraños como parte de una enseñanza, y pretender hacer creer que tal enseñanza está basada en la Palabra de Dios es fraude.