Centro de Recursos Ministeriales "Sinaí"

ÍNDICE

Parte Cuatro
Cristología

Capítulo 48
El Ministerio Celestial de Cristo

El estudio del ministerio celestial de Cristo ha sido descuidado por muchos estudiantes de la Biblia. Se ha puesto mucho énfasis en su ministerio terrestre, pero poca atención se ha dado la obra que Cristo opera hoy. Alguien podría también enfatizar la sangre de Cristo, el poder transformador de Cristo, y la venida del reinado de Cristo.

I. La Ascensión de Cristo

Cuarenta días después de su resurrección, Jesús ascendió al cielo. Su ministerio terrenal había terminado; su ministerio celestial había comenzado. La ascensión de Cristo fue literal; en su cuerpo real, material e inmortal, Cristo literalmente partió de la tierra, pasó a través del espacio, y ascendió al trono de Dios en el cielo. (Hechos 1: 9- 12, Lucas 24: 50- 52, Marcos 16: 19, Hebreos 4: 14, 9: 24, 1 Pedro 3: 18, 22, 1 Timoteo 3: 16, Efesios 4: 10, Juan 3 13, 16: 7, 10.)

Algunos hombres afirman que el ascenso de Cristo no fue literal. Ellos dicen que fue un símbolo de su exaltación. Declaran que después que Cristo desapareció de la vista de los discípulos su cuerpo se desmaterializó y se evaporó en el espacio. Ellos dicen que hoy Jesús no tiene cuerpo. Insisten en que sólo existe en forma de un poder invisible. La Biblia enseña claramente que hoy Jesús tiene una naturaleza física real, literal, material e inmortal y que continuará teniendo esa naturaleza a través de la eternidad.

El cielo es un lugar real y literal pero los astrónomos no lo pueden ubicar, son incapaces de encontrarlo con sus telescopios. La Biblia enseña que el cielo es un lugar real, no simplemente un cambio de condición de la existencia. Aunque el poder de Dios penetra el universo, Dios mismo está en el cielo, él no está en otro lugar. El cielo es su trono. La Biblia usa la palabra "cielo" de tres maneras: (1) El cielo se refiere a la atmósfera que rodea la tierra; dentro de este cielo los pájaros vuelan; (2) El cielo se refiere a las estrellas y planetas (Salmos 19: 1); (3) El cielo se refiere al lugar donde Dios habita y al que Jesús ascendió.

La ascensión de nuestro Señor al cielo se hizo posible por su naturaleza inmortal y por el poder de Dios. Si los hombres tuvieran que viajar pocas millas en el espacio, ellos necesitarían equipo especial. Necesitarían viajar en cohetes con velocidad suficiente para vencer la fuerza de la gravedad, y necesitarían usar trajes espaciales y llevar oxígeno consigo. La habilidad de Cristo para pasar a través del espacio y ascender al trono de Dios, sin embargo, no dependía de ningún equipo. Estos factores que serían necesarios para que los hombres mortales subieran al aire no tuvieron influencia sobre la naturaleza física inmortal de Cristo.

II. Su Exaltación y Gloria

Cuando el Cordero de Dios resucitado ascendió al cielo, él fue exaltado y glorificado por su Padre. Cristo es la persona más exaltada y gloriosa en el universo después de Dios. A la derecha de Dios, Jesús es exaltado sobre todas las cosas creadas. Él ocupa la más alta posición en la presencia de Dios. En su ministerio celestial él es visto como estando de pie o sentado a la derecha de la mano de Dios. (Salmo 110: 1, Daniel 7: 13, 14, Marcos 16: 19, Hechos 2: 33, 34, 5, 31, 7: 55, 56, Romanos 8: 34, Efesios 1: 20-23, Filipenses 2 : 9: 11, Colosenses 3: 1, Hebreos 1: 3, 2: 9, 8: 1, 10: 12, 12: 2, 1 Pedro 3: 22, Apocalipsis 3, 21.) La exaltación de Cristo resultó de su perfecta obediencia a Dios y su muerte sacrificial. "...como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono." (Apocalipsis 3: 21). "El cual por el gozo que le estaba propuesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la derecha en el trono de Dios." (Hebreos 12: 2) Cuando se considera la gloria y la excelencia de nuestro maravilloso Salvador, se puede entender por qué los creyentes por los siglos han elevado sus corazones en su adoración y alabanza.

III. Cabeza de la Iglesia

Cristo es exaltado como cabeza de la Iglesia. " Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia." (Colosenses 1: 18).

"Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efesios 1: 22, 23). "Sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor." (Efesios 4, 15, 16). Como cabeza de la Iglesia, Cristo es el gobernador y Señor. Él es la fuente y vida del cuerpo; él es el centro de su unidad. Como el cuerpo de Cristo, la Iglesia debe estar sumisa a su gobierno, seguir sus enseñanzas, y obedecer sus instrucciones.

IV. Señor de los Creyentes

Exaltado a la mano derecha de Dios, Jesús es el Señor de los creyentes. Pedro dijo, "Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha hecho Señor y Cristo." (Hechos 2: 33, 36). Pablo escribió, "Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre." (Filipenses 2: 9-11). Nuestro Salvador es el Señor y Maestro del creyente. Él ejerce toda la autoridad sobre los cristianos; debe ser honrado y obedecido. La salvación depende del reconocimiento y la obediencia del Señor como Señor. (Hebreos 5: 9.) En la conversión los pecadores lo aceptan como el Señor Jesucristo (Hechos 16: 31, Romanos 10: 9). Los cristianos confían en Cristo como sacrificio; ellos le obedecen como Señor. El Maestro dijo, "Vosotros seréis mis amigos, si hacéis lo que os mando" (Juan 15: 14). "El que me ama, mi palabra guardará" (Juan 14: 23).

V. La obra Celestial de Cristo por los Creyentes

1. Sumo Sacerdote. En el cielo, a la mano derecha de Dios, Jesús está haciendo una obra en favor del creyente. Su obra celestial por el creyente está incluida en su posición como sumo sacerdote. Como tal, Cristo es el representante del hombre en la presencia de Dios. Por causa del pecado, el hombre no puede ponerse ante la santa presencia de Dios, está bajo condenación y merece destrucción. Dios, mediante su gracia, autorizó a su perfecto Hijo, al hombre Jesucristo, a convertirse en el sustituto y representante del pecador. De esa manera el pecador puede tener acceso ante la santa presencia de Dios.

Jesús cumplió todos los requisitos de la escritura para un sacerdote. Fue tomado entre los hombres para representarlos en la presencia de Dios. (Heb. 5: 1,2, 2:16, 4:15). Fue escogido y autorizado para representar a Dios. (Heb. 5: 4-6). Era perfectamente santo, sin pecado. (Luc. 1:35, Heb. 7:26, II Cor. 5:21). Tenía el derecho de acceso inmediato a la presencia de Dios. Estaba apto para ofrecer sacrificio y hacer una intercesión eficaz por los pecadores. Bajo la ley Mosaica, la tribu de Levi fue seleccionada para servir como sacerdocio para Israel. Los levitas representaron a Israel en presencia de Dios. Ellos sirvieron en el tabernáculo y más tarde en el templo. El sacerdocio de los levitas y el sacrificio de los animales que ofrecían eran temporales y eran típicos y proféticos de Cristo que es el único verdadero sacerdote y único sacrificio real. Ellos eran simplemente sombras de la realidad suficiente. Los sacrificios de animales y el sacerdocio de hombres no son necesarios hoy. Nadie es permitido estar entre el creyente y Dios excepto Jesucristo y su sacrificio. La obra de Cristo como sumo sacerdote es explicado con detalles en la Epístola a los Hebreos. Escrita pocos años antes de la destrucción de Jerusalén, la exposición tuvo la intención de mostrar que el Cristianismo no depende del templo, del sacerdocio Levítico, y del sacrificio de animales. El cristianismo está centralizado en la persona de Cristo. Él es el verdadero templo; Él es el único perfecto sumo sacerdote; Él es la única ofrenda de un sacrificio eternamente eficaz. El sacerdocio de Cristo es superior al de los levitas. Los levitas fueron hombres; Jesús es el Hijo de Dios. Ellos eran pecadores que necesitaban primero ofrecer sacrificios por sí mismos; Jesús es santo, inocente, y digno. (Hebreos 7: 26, 27.) Los levitas eran muchos en número; Él es uno. (Hebreos 7: 23.) Ellos murieron; Él es sumo sacerdote para siempre. (Hebreos 7: 24.) El sacerdocio de ellos era mutable; el suyo es inmutable. (Hebreos 7: 24.) Ellos eran consagrados sacerdotes bajo la ley Mosaica, sin juramento; Él fue consagrado sacerdote por el juramento de Dios. (Hebreos 7: 20- 22.) El sacrificio de animales ofrecido por los Levitas no podía limpiar el pecado definitivamente. (Hebreos 10: 4); el sacrificio de Cristo fue ofrecido una vez y es eternamente eficaz. (Hebreos 9: 25-28, 10: 10, 12, 14.) El sacerdocio de Cristo hace la certeza de un mejor pacto y lo asocia a un más perfecto tabernáculo que el de los Levitas. (Hebreos 7: 22, 8: 6, 9: 11-24)

Mientras Cristo cumplió el significado típico del sacerdocio levítico, Él fue un sacerdote, no según el orden de los Levitas, sino según el orden de Melquisedec. Melquisedec era un sacerdote apuntado directamente por Dios, a quien Abraham pagó el diezmo y de quien recibió la bendición. (Génesis 14: 18-20). Como Melquisedec, Cristo tiene un sacerdocio real, cuya posición como sacerdote no depende de ancestros. (Salmos 110: 4, Hebreos 7: 1- 3).

2. Intercesor. La obra de Cristo como sumo sacerdote es doble: De sacrificio y de intercesión. La obra sacrificial de Cristo fue tipificada por el sacrificio de animales ofrecidos sobre el altar de las ofrendas quemadas; su obra de Intercesión fue tipificada por el incienso que continuamente se quemaba sobre el altar de incienso. Las brasas de fuego sobre el Altar de Incienso eran tomadas del altar de ofrendas quemadas. La intercesión de Cristo está basada en su sacrificio. La presentación de sí mismo como sacrificio fue la principal obra de nuestro sumo sacerdote durante su ministerio terrenal. La ofrenda de intercesión por los creyentes es su obra primaria durante su ministerio celestial. "Por lo tanto, él puede perfectamente salvar a los que se llegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. "(Hebreos 7: 25). "¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros." (Romanos 8: 33, 34). Cristo hace intercesión por los creyentes a través del Espíritu. (Romanos 8: 26, 27.)

3. Abogado. Asociado a la obra como Intercesor está su obra como Abogado. Como intercesor, Cristo trabaja en relación a la fragilidad, en auxilio, e inmadurez. Como Abogado, Cristo trabaja en relación con los pecados de los creyentes. El creyente ha asegurado el favor ante los ojos de Dios porque Cristo es su abogado. Jesús como abogado responde las acusaciones del acusador. "Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero." (Apocalipsis 12: 10, 11). Cristo como abogado defiende los méritos de su sacrificio en beneficio del creyente. "Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo." (1 Juan 2: 1). La palabra griega para abogado se traduce "consolador" en Juan 14: 16, 26; 15: 26; 16: 7. Un consolador es aquel que es llamado al lado para consolar. Como Abogado, por lo tanto, Cristo pleitea los méritos de su sacrificio en relación con los pecados de los creyentes. Como Intercesor, él ruega e intercede por la fragilidad del creyente y en su auxilio. El reconocimiento cristiano de la obra de Cristo como intercesor resulta en beneficios adquiridos. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro." (Hebreos 4: 16) . "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre" (Hebreos 13: 15).

VI. Su Obra Dentro de los Creyentes

Durante su ministerio celestial, nuestro Señor está haciendo la obra no sólo por los creyentes, sino también dentro de los creyentes. Como intercesor y abogado, Jesús está haciendo algo por los cristianos como Señor que habita en ellos, Él está haciendo algo dentro de los cristianos. Hoy, nuestro Salvador ejerce una influencia de transformación en las vidas de los creyentes que se rinden ante su dominio. El medio por el cual Cristo opera dentro del cristiano está en su poder invisible, el Espíritu Santo. A través del Espíritu, Jesús habita dentro del creyente y le da poder para la obra y el fruto del Espíritu. El objetivo de la obra de Cristo es la transformación del carácter y conducta del creyente en la semejanza de su apariencia moral. La obra de Cristo a través de su Espíritu será considerada más ampliamente en el próximo capítulo.

VII. Duración del Ministerio Celestial de Cristo

Nuestro Señor permanecerá en el cielo hasta que regrese a la tierra. "y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado. A este, ciertamente, es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo." (Hechos 3: 20, 21). Los ángeles anunciaron, "¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo." (Hechos 1: 11). La segunda venida de Cristo marcará el fin de su ministerio celestial y el principio de su nuevo ministerio terrenal.