Centro de Recursos Ministeriales "Sinaí"

ÍNDICE

Parte Seis
Eclesiología

Capítulo 70
Las Ordenanzas de la Iglesia

Las ordenanzas de la Iglesia son aquellos rituales simbólicos de los cuales Cristo instruyó a la Iglesia para que perpetuamente y universalmente observara durante la Era de la Iglesia. Las dos ordenanzas de la Iglesia, Bautismo y Comunión, se colocan como verdades centrales de la fe cristiana. Los rituales simbólicos son válidos y eficaces sólo cuando traen significado para aquel que en ellos tiene participación. El bautismo y la cena no son obras de magia; son ceremonias externas revelando la realidad espiritual interior. Una ordenanza es aquello que fue "ordenado o señalado". Bautismo y Comunión son ordenanzas porque Cristo ordenó o mandó que estos ritos fueran observados en la Iglesia.

Cuáqueros, Unitarios, y algunos otros grupos no aceptan ordenanzas o sacramentos. Católicos Romanos, Católicos Ortodoxos de Oriente, y muchos Episcopales, por otro lado, observan siete sacramentos: bautismo, comunión, confirmación, penitencia, extrema unción, matrimonio y ordenación. Ellos enseñan que estos sacramentos contienen y confieren la gracia y que tiene una virtud inherente a ellos, independiente del carácter de aquel que administra o recibe estos sacramentos. Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, existen solamente dos ordenanzas instituidas por Cristo: Bautismo y Comunión. Estas ordenanzas fueron dadas por orden específica de nuestro Señor y deben ser observadas universalmente, en todas las congregaciones locales, y perpetuamente hasta que Cristo vuelva.

Bautismo y Comunión revelan la relación espiritual entre el creyente y Cristo. Denota identificación, unión, y amistad. Ellas figuran las ricas bendiciones espirituales que resultan de la relación de redención con Cristo. Cuando se aplica correctamente, el creyente se somete al bautismo una sola vez. Es eternamente eficaz; nunca tiene necesidad de ser repetido, es decir, a los creyentes bautizados según las escrituras. La Comunión, por otro lado, debe ser repetida; se debe observar con frecuencia. "Todas las veces que comáis de este pan, y bebáis de este vaso, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga" (1 Corintios 11: 26). El bautismo figura el establecimiento de esta relación de redención. De cierta forma, lo que comienza en el bautismo, es continuado en la Comunión. El bautismo figura la entrada de Cristo en el creyente.

Bautismo y Comunión emplean factores externos, visibles y tangibles. El bautismo requiere agua; la Comunión requiere el pan y el fruto de la vid. El bautismo implica la inmersión del creyente en el agua. La Comunión implica la acción del creyente en el comer del pan y en el beber del contenido del vaso. El creyente se somete al bautismo; él toma y come, y toma y bebe de la Comunión. Los factores externos, visibles y tangibles de estas dos ordenanzas de la Iglesia revelan las realidades interiores, visibles y espirituales. La inmersión del creyente en el agua figura su identificación con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. El comer del pan y el beber del cáliz figura el recuerdo de la muerte de Cristo y su presente unión con Cristo.

I. Bautismo

El bautismo es la inmersión del creyente en el agua; simboliza su creencia que Cristo murió por sus pecados, fue sepultado, y nuevamente levantó. Significa que el creyente entró en una relación personal y vital con Cristo, y que se apropia de los beneficios de la muerte sacrificial de Cristo. El bautismo es el ritual simbólico donde el creyente figura el hecho de que la vida vieja fue dada como sepultada y que se levanta para la novedad de vida en Cristo. La inmersión, la única forma válida para el bautismo, tan sólo figura lo que el bautismo simboliza. Para una consideración detallada del asunto "Bautismo", vea el capítulo LVI.

II. Comunión

El servicio de Comunión es el rito simbólico de la Iglesia donde el creyente participa del pan partido y del cáliz en recuerdo de la muerte sacrificial de Cristo. El pan representa el cuerpo de Cristo; el fruto de la vid en la copa representa la sangre de Cristo. La Comunión (1 Corintios 10: 16) es también conocida como la mesa del Señor (1 Corintios 10: 21), la cena del Señor (1 Corintios 11: 20)(1 Corintios 10: 16). Las palabras "comunión" y "compañerismo" se emplean alternativamente en el Nuevo Testamento. La comunión significa "unión común". Aunque fue instituida en el tiempo de la fiesta de Pascua, la Comunión no es la Pascua judía. Cristo instituyó la Comunión la noche en que fue crucificado. (Mateo 26: 26- 30, Marcos 14: 22- 26, Lucas 22: 19, 20.) Pablo explicó el significado del servicio de comunión (1 Corintios 11: 23- 26) y la manera apropiada de participar en ella. (1 Corintios 11: 27- 34).

El servicio de Comunión está relacionado con el triple ministerio de Cristo: su ministerio terrenal en el pasado, su ministerio celestial durante el presente, y su nuevo ministerio terrenal en el futuro. Los creyentes participan en la Comunión, ante todo, en memoria de la muerte sacrificial de Cristo. Él dijo: "Haced esto en memoria de mí" (Lucas 22:19). Los redimidos siempre recordarán que ellos sólo son pecadores salvos por la gracia de Dios y por la sangre de Cristo. El servicio de comunión también es un testimonio del ministerio celestial de Cristo. Participando del pan y la copa el creyente testifica de la constante amistad que mantiene con el Señor. El cáliz representa la sangre de Cristo como poder de vida concedido, el cual los cristianos reciben después del momento del Señor que resucitó. La vida está en la sangre. (Levítico 17: 11.) Momentos después, el poder de la vida concedido por Cristo fluye de su corazón a la vida del cristiano. El creyente tiene novedad de vida y poder para la obra porque Cristo constantemente lo supera con estas bendiciones. El pan partido revela que el creyente es parte de la Iglesia, el cuerpo de Cristo. El cáliz muestra que recibe la novedad de la vida del Cristo vivo. El servicio de comunión es también profético del nuevo ministerio de Cristo. Jesús dijo: "Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre." (Mateo 26: 29). Pablo escribió: "Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga." (1 Corintios 11: 26).

III. Teorías Concernientes a la Comunión

1. Transubstanciación. La Iglesia Católica Romana enseña que durante la misa el pan se transforma en el cuerpo de Cristo y el vino se transforma en la sangre de Cristo. Aquellos que creen en esta teoría de la transubstanciación mantienen que este cambio es producido mediante las palabras del sacerdote en el acto de la consagración. De acuerdo con esta visión, el pan y el vino retiene sus propiedades físicas mientras que la sustancia se transforma en el cuerpo y la sangre reales de Jesús. Los católicos romanos afirman que cada misa es una nueva ofrenda del sacrificio "sin sangre" de Cristo, y que participando en el "sacrificio de la misa", los que comulgan reciben la gracia salvadora de Dios. Sólo el sacerdote oficiante bebe el vino; los que comulgan reciben solamente el pan. La transubstanciación fue declarada como un artículo de fe en la Iglesia Romana por el Papa Inocente III y por el cuarto Concilio de Letrán, en 1215 AD.

2. Consubstanciación. La Iglesia Luterana sostiene la teoría de la consubstanciación. De acuerdo con este punto de vista, el creyente participa del verdadero cuerpo y la sangre de Cristo en la Cena del Señor; el pan y el vino no han cambiado "adentro, con y debajo" del pan y del vino. Los defensores de esta teoría explican que toda la persona, el cuerpo y la sangre de Cristo, están físicamente presentes en, con y debajo del pan y el vino porque el Cristo glorificado es omnipresente. Ellos enseñan que el cuerpo y sangre verdaderos de Cristo son recibidos a través de la boca de quien participa sea creyente o no; el incrédulo los recibe para su propia condenación. En contraste a la Iglesia Romana, ellos enseñan que la presencia de Cristo en el emblema de la Comunión no es permanente, sino que cesa cuando termina el sacramento.

3. La visión de Zuinglio. Reformador suizo, activo durante los años 1518- 1531, enseñó que el pan y el vino en la Cena del Señor eran meramente memorias del Cristo ausente. Los elementos de la Comunión conmemoran el sacrificio de Cristo y simbolizan la fe del creyente. Cristo está presente en el servicio sólo como estando presente en la mente de los adoradores. En los años posteriores, Zuinglio cambió su punto de vista y enseñó que Cristo está presente de una manera espiritual en la Cena del Señor.

4. La visión reformada. La teoría reformada de la Cena del Señor parece ser la visión evangélica generalmente aceptada de la Iglesia Protestante. Esta visión rechaza la enseñanza católica romana de la transubstanciación, es decir, que la sustancia del pan y el vino se transforme en el cuerpo y la sangre de Cristo. Cuando Jesús dijo: "Este es mi cuerpo" la visión reformada enseña que él enseñó que el pan representa su cuerpo. La visión reformada también rechaza la enseñanza Luterana que enseña la consubstanciación, es decir, que el cuerpo y sangre actuales de Cristo estén presentes, bajo, y con el pan y el vino. La visión reformada insiste en que no existe el compartir físico de Cristo a través de la boca del creyente. En contraste con la visión de Zuinglio, la visión reformada asegura que la cena del Señor es más que una fiesta conmemorativa. Cristo está presente en el servicio de comunión a través de su poder, el Espíritu. En compartir el pan y el vino mediante la fe, el creyente figura no sólo el recuerdo del sacrificio de Cristo y su perdón para con él, sino también que Cristo le dio novedad de vida, fuerza espiritual, y bendiciones. De acuerdo con esta visión, la Cena del Señor tiene significado de gracia. Como la oración y el estudio de la Biblia, el servicio de Comunión provee un camino por la cual Dios puede conceder bendiciones espirituales y gracia sobre el corazón del creyente. Recibir la fuerza espiritual o alimento de Cristo, y participar de los beneficios del sacrificio de Cristo que no están limitados al servicio de comunión. Estas bendiciones ocurren momentos después en la vida del creyente a través del poder de Cristo.