Este es un estudio profundo que trata de las relaciones en el matrimonio. Ha sido diseñado como guía para personas que piensan en casarse, y para las parejas de casados con necesidad de orientación.
No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él (Génesis 2.18).
¿Por qué Dios estableció el matrimonio? La respuesta ha sido el tema para escribir cientos de libros, todos interesantes por cierto, en los cuales sus autores señalan los incalculables beneficios espirituales y psicológicos para el hombre y la mujer que se unen para caminar juntos por la vida.
La declaración “no es bueno que el hombre esté solo” es más que una conclusión aislada, más bien significa que al haber sido creado, el hombre fue hecho para requerir de un complemento con características que a él no se le dieron; nada ni nadie podía complementarlo sino sólo una compañera idónea; y esto ciertamente no atañó exclusivamente a Adán sino a todo el género masculino debido a la conformación en que fuimos creados.
En el diseño realizado por el Creador, no sólo era necesaria la existencia de un ser inteligente, capacitado para pensar, tomar decisiones y analizar resultados, sino que éste debía tener a alguien que lo complementara, similar en características pero como complemento en aquello de lo cual no fue dotado. Así, de las manos del Creador surgió lo que en la Biblia hebrea se llama “ish”, palabra traducida a nuestra lengua como varón; muy pronto vino la creación de la ayuda idónea a quien el ish llamó “ishá”, o como decimos en nuestra lengua, varona. Modernamente le llamamos mujer.
La segunda parte de Génesis 2:18 dice “le haré ayuda idónea para él”. Este término algunas veces es malinterpretado creyendo que la idoneidad se refiere a que la mujer fue creada para obedecer al hombre en todo cuanto éste demande, y si la mujer no alcanza los resultados demandados entonces no es ayuda idónea. Tal interpretación, y posiblemente otras similares, son erróneas pues la idoneidad mencionada en Génesis 2:18 no se refiere a inferioridad ni a servirle al hombre en lo que ordene.
El correcto significado puede ser fácil de entender si se toma en cuenta el contexto pues entre los animales el Creador formó macho y hembra (p. e. hipopótamo macho e hipopótamo hembra, jirafa macho y jirafa hembra, rinoceronte macho y rinoceronte hembra, etc.) Así, la idoneidad consiste en que cada animal debía tener su pareja con características similares excepto las de reproducción.
Luego vino el momento en que el hombre debía tener su ayuda idónea, es decir un ser creado a su semejanza; con ese complemento la reproducción humana sería posible; además, el hombre tendría consigo a alguien con quien comunicarse y convivir. Entiéndese pues que la idoneidad no consiste en presteza de la mujer para obedecer o seguir instrucciones sino en haber sido creada para complementar al hombre en aquello en que él no posee cualidades.
Con esta explicación se muestra a qué se refiere Génesis 2:18 cuando a la mujer se le da el calificativo de ayuda idónea que, como se puede ver, el significado es diferente del que algunas veces se le da.
De esta manera, el significado de ayuda idónea, o adecuada, sirve para entender que de ninguna manera significa inferioridad sino complemento del hombre.
Lamentablemente en algunas regiones del mundo a la mujer se le carga fuertemente de improperios, azotes en lugares públicos y se le humilla hasta donde la saña barbárica del hombre alcanza. Si denuncia las violaciones o mal trato de que es objeto corre el riesgo de ir a la cárcel y ser azotada públicamente como escarmiento por haber denunciado el atropello del cual ella resulta siendo culpable. La mujer está sentenciada a vivir ignorante pues los centros de educación escolar, y cualquier otro centro de enseñanza, le están vedados. En algunos países incluso se le somete a la horrible, grotesca, humillante y totalmente degradante y dolorosa circuncisión femenina. En otros lugares, entretanto el esposo pasa la vida tranquilo y en holgazanería, la mujer debe procurarle alimentos y la satisfacción de sus caprichos y necesidades. En fin, después del pecado en Edén, y a medida del transcurrir del tiempo, a la mujer se le ha colocado en un estado de completa humillación, inundada enteramente de vejámenes.
Semejante desigualdad dio lugar al surgimiento del movimiento feminista en Europa con el propósito de contrarrestar el abuso del hombre. Así, el mal dio paso al surgimiento de otro mal.
Esta lacra social despótica del hombre es producto del pecado cometido en el Edén y ha alcanzado a la humanidad de todos los tiempos con las más variadas muestras de incompatibilidad con el propósito por el cual la ayuda idónea fue creada; no obstante, la calidad de vida alcanzada por quienes voluntariamente acceden a depositar sus cargas en Cristo (Mateo 11:28-29) beneficia a la pareja de muchas maneras, la principal es el bienestar espiritual y la atmósfera de libertad y comodidad, sabiendo que la virtud de la presencia del Señor gobierna el corazón y los pensamientos del hombre y de la mujer que conocen de antemano las razones por las cuales el matrimonio fue instituido por Dios.
Lo siguiente muestra varias consideraciones que debieran ser tomadas en cuenta por las personas próximas a contraer matrimonio, así como por aquellas que siendo ya casadas van por el camino de la vida necesitadas de refrescar sus mentes respecto a los requisitos que mantienen esa unión siempre fresca, saludable y sólida.
Pareciera como que la prisa por casarse es más fuerte en algunas mujeres que conocer primero lo suficientemente bien a la futura pareja. Para muchas personas el fin último es casarse, sin considerar tomar el tiempo necesario para conocer suficientemente bien quién es en realidad en candidato elegido.
Conocer, por ejemplo, si el hombre es inmaduro emocionalmente, si su edad psicológica va a la par de su edad cronológica, si es de carácter irascible (colérico), si busca oportunidades de comunicación de doble sentido con otras mujeres, si gasta más de lo que gana, si asiste a la iglesia con otros motivos que no son la santidad, si las deudas lo oprimen, si es profesional, o tiene trabajo estable, o si trabaja “de cualquier cosa”, si sus ingresos son estables y suficientes como para sostener el presupuesto del hogar, o si no trabaja; si ha estado casado y no se ha divorciado, si tiene hijos de relaciones anteriores, si es responsable en ayudarles económicamente o si simplemente los abandonó, si practica la mentira, si es informal en sus tratos, si es dado a las bromas e informalidades, si es responsable de sus compromisos, etc.
Si aún conociendo la realidad la mujer opta por formalizar relaciones, entonces está creando para sí serios problemas pues si las correcciones no se hacen inmediatamente muy difícil se harán en el futuro. Las promesas de corregir en lo futuro cualquier desajuste como estos o similares suena más a irresponsabilidad que a verdad pues tal acción debe llevarse a cabo inmediatamente, y la mujer que acepta tales promesas queda expuesta a la afrenta pues en el futuro el hombre podrá arremeter contra ella diciendo “sabías cómo era yo y así me aceptaste”, y quedará expuesta a situaciones desfavorables.
En verdad, poner la atención en alguien sólo por algunos rasgos físicos, o por que estudió en un colegio de prestigio o estudia en la universidad, o tiene carro, o por que no hay más para escoger, y aspectos semejantes, sin poner reparos en las consideraciones debidas, es cometer uno de los errores más graves para la estabilidad emocional pues el propósito es tomar como pareja a alguien con principios y estabilidad sólidos, con quien la compatibilidad funcionará para beneficio y felicidad de ambos y no para amargura y lamentos.
Apresurarse en tomar decisiones sin reparos en un asunto tan delicado en el cual la mujer se expone a grandes dificultades será un duro golpe que siempre recordará y lamentará.
Tomar el tiempo necesario para conocer a la persona lo mejor posible es decisión sabia pues el tiempo se encarga de poner al descubierto aquello que no se puede ver a simple vista.
Seguramente el hombre perfecto no existe y ninguna mujer debe buscarlo, pero para la mujer prudente eso no debe ser opción como para tomar la primera muestra del catálogo pues eso es lanzarse a una aventura que eventualmente le costará muchas lágrimas e infelicidad y un arrepentimiento para el cual será demasiado tarde. Pensar que “yo sé que él tiene sus defectos, pero con paciencia va a cambiar”, es sólo un albur del cual nadie garantiza buenos resultados.
Por su parte, el hombre tampoco debe permitir que su presión mental lo induzca a una elección de la cual al poco se frustrará. Es mejor analizar la situación con cautela, pensando qué espera de quien será su compañera de toda la vida que tomar una decisión arrebatada de la cual después se arrepentirá.
El soltero seguramente busca cualidades físicas en su elección lo cual es una aspiración de todo hombre, con todo, así como la mujer, también el hombre debe poner atención a pormenores críticos para elegir a su esposa. Entre eso se puede tomar en cuenta lo siguiente: ¿Importa si la mujer es virgen o no?, ¿si tiene hijos de previas uniones?, ¿si ella piensa soltar sus relaciones actuales por la conveniencia de la invitación de usted?, ¿si ella es conocida por haber sido “novia” de otros muchachos? ¿Qué tan obediente es a los padres?, si trabaja o permanece en casa. Etc. La clase de sentimientos que posee, los buenos sentimientos y la iniciativa. Asimismo se debe poner atención si es “amistosa” con los jóvenes (hombres) lo cual en determinado momento puede ser motivos para malos entendidos. Si minimiza o resta importancia a los errores que comete, y más.
En fin, la prisa por casarse de ninguna manera debe ser motivo para decidirse por alguien a quien no se conoce lo suficientemente bien. La erróneas decisiones son la causa por la cual miles de personas viven arrepentidas de haberse casado, y por ello se convierten en cristianos mediocres.
No se desestime esta sección como innecesaria, al contrario, ponerle la debida atención entes de concertar la formalización de relaciones evitará grandes problemas, desavenencias e incluso futuras inconformidades y resentimientos en la persona elegida a ser el consorte.
La diabetes, bastante común en nuestros días causa impotencia, agotamiento y otras dificultades para el normal funcionamiento del hombre; por consiguiente, los exámenes médicos son necesarios.
Otras enfermedades como herpes, migraña, epilepsia, deficiencia renal, anemia, trastornos estomacales frecuentes, presión sanguínea alta o baja y otros problemas de salud debieran ser motivo de atención médica antes de llegar al matrimonio para evitar dificultades económicas y hasta el divorcio.
Este asunto es serio, y debiera dársele toda la importancia posible con lo cual se evitarán desajustes emocionales futuros.
Esta, igual a las demás, es una situación enteramente delicada cuando se piensa en buscar la pareja con la cual se pasarán todos los años de vida de uno, ante lo cual las precauciones no deben pasarse inadvertidas.
Préstese atención a la necesidad de buscar edades afines, y aunque no es sensato sugerir hasta dónde pueden tomarse las edades de cada uno como afines, resulta aventurado pensar que diez años o más de diferencia entre personas no constituyen inconvenientes.
Ni la mujer, ni el hombre, deben concluir en que “la edad no importa, lo importante es que simpatizamos y nos llevamos bien”. pues no es lo mismo estar por concertarse en compromiso matrimonial que pasar años y años con una persona de más edad. La diferencia de edad ha sido en repetidas ocasiones motivos de adulterio o de conflictos constantes en la pareja. La diferencia de edad es más crítica en el hombre que en la mujer debido a la impotencia que sobreviene debido al paso de los años.
Pero no se crea que todos los casos son iguales. Hay veces en que la persona mayor se impone sobre la menor, en otras es al contrario. Claro que en algunas ocasiones, pocas por cierto, la relación de este tipo de parejas funciona con normalidad.
He conocido casos en los cuales el hombre pasa de los cuarenta mientras la mujer apenas alcanza los dieciocho, o el muchacho anda por los veintitrés y la mujer pasa de los cuarenta.
En estos casos no se trata de que la persona mayor haya alcanzado un triunfo conquistando a una persona joven, se trata de los problemas que eventualmente podrían resultar cuando a la persona joven, que se casó con alguien mucho mayor, le venga el momento de pensar en qué momento estaba cuando hizo su elección, allí comenzarán las desavenencias.
Hace años conocí un caso; la señora viajó a su país de origen y allá conquistó a un joven con el cual se concertó, a los días vino el matrimonio; la mujer se sentía en un mundo maravilloso con su joven esposo a la par. Con los meses vino la realidad, él reaccionó negativamente viendo a su alrededor mujeres jóvenes atractivas con quienes la afinidad de edad le facilitaba la comunicación; la dama, por su parte, optó por pretender ignorar la frialdad del joven hacia ella. No supe los resultados finales pues la comunicación entre nosotros se interrumpió, con todo, aquella unión entre personas de edades disparejas confirmó como verdad el inconveniente del cual se viene hablando.
El hombre maduro, por su parte, se arriesga a dolores psicológicos a los cuales tendrá que conformarse sin poder reclamar, pues si reclama obviamente se quedará solo. He conocido este tipo de casos en los cuales el hombre viejo ha visto cómo la esposa le es infiel, mas sin embargo su dignidad de hombre se ve empequeñecida ante la fuerza de ánimo de su esposa ante la cual prefiere guardar silencio y tolerar. Aún más, si por cuestiones de la vida la pareja procrea hijos, la persona de más edad seguramente tendrá que criarlos sola pues la otra persona, sea hombre o mujer se marchará en busca de una pareja de edad afin sin hijos.
A esto se le debe agregar una situación penosa en la cual millones de hombres viven y que por vergüenza no se atreven a denunciar, es decir, la disfunción o impotencia masculina la cual es motivada por diversas situaciones y por lo cual no pueden satisfacer la necesidad de la esposa. No hace falta pensar profundamente sobre los problemas a que ese hombre tendrá que enfrentarse.
Como quiera que sea, hombres y mujeres debieran pensar seriamente en evitar las dificultades a que se expondrán al elegir por pareja a alguien de edad sensiblemente diferente.
Las excusas tratando de anular estas realidades, nunca faltan, después de todo, si la conquista está hecha y por cualquier conveniencia el matrimonio es concertado, la experiencia dirá más adelante si la unión será efímera o duradera.
El incesto está definido como “Relación sexual entre familiares consanguíneos muy cercanos o que proceden por su nacimiento de un tronco común”, en otras palabras, el incesto no sólo se refiere a la unión entre padres y hijos sino entre familiares cercanos.
Dios no definió el incesto en el tiempo de los patriarcas, pero lo definió en la Ley de Moisés. En Levítico 18.6 está declarado:
Ningún hombre se llegue a parienta próxima alguna para descubrir su desnudez. Yo, Jehová.
Esta declaración abarca a hermanos, primos hermanos, sobrinos, medios hermanos, hijos de madrastra, nuera, etc.
La interrogante sin respuesta a cualquiera de estas declaraciones de ninguna manera valida la intención de anular la ley de Dios.
Otro factor sumamente delicado es concertarse en matrimonio con un hombre con hijos y con una mujer con hijos.
En varias ocasiones he escuchado decir “a nadie le gusta hacerse cargo de hijos ajenos”, y he podido constatar que eso es cierto. Aún más difícil se vuelve la situación cuando el hombre con hijos, o la mujer con hijos, mira el desprecio con el cual sus hijos son tratados por la nueva pareja.
Conocí una pareja, él era solo y ella tenía dos hijos de una previa unión. Pasaron los años juntos sin aparente conflicto y la pareja procreó un hijo propio de los dos y los años continuaron transcurriendo.
Aquellos tres hijos alcanzaron la adultez y hasta entonces se conoció la verdad que durante muchos años había permanecido oculta; la esposa delató el desdén del hombre hacia los dos niños que no eran de él.
A mí, —contó ella—, mi esposo me daba el gasto cada día, lo hacía a propósito pues el gasto diario sólo alcanzaba para mí y para el hijo de los dos; así que para que mis dos hijos comieran dividía mi parte de comida entre los tres. Eventualmente la mujer le fue infiel y se acompañó con otro hombre rasgándole con toda su fuerza el corazón al esposo. Obviamente aquellos dos hijos crecieron y formaron sus hogares. Seguramente el trato inhumano a que fueron sometidos nunca se les olvidó. Lo peor de todo es que incluso el hijo de ambos imitó a sus dos medio hermanos, hizo su vida y se alejó. Hoy el hombre, viejo y enfermo vive solitario.
La filosofía popular dice que todo mal que hacemos a su tiempo lo pagaremos; parece que eso es cierto. De manera que, la persona que opte por una pareja con hijos para formar su matrimonio debe tener cuidado de no repetir estos pasos pues de lo contrario a su tiempo cosechará lo que siembre.
Considero loable que una persona sola se concierte en matrimonio con otra con hijos de previas uniones, con todo, su galardón será grande si consigue aprender a amar a esos hijos como suyos propios; sin lugar a dudas la persona a quien pertenecen originalmente esos hijos guardará en lo más intimo de su corazón gran amor y gratitud conociendo que sus hijos no fueron estorbo para su nueva pareja.
Seguramente cada directiva local de iglesias debidamente organizadas posee sus propios lineamientos de conducta para las personas que planean unir sus vidas en matrimonio, con todo, un pequeño refuerzo a esos lineamientos no ofrece inconvenientes.
En toda comunidad organizada la directiva local se encarga de anunciar en un día de culto a toda la congregación que el hermano X y la hermana X han decidido entrar en un período de noviazgo en el cual se conocerán más de cerca para ver si les conviene contraer matrimonio o no. Este anuncio de ninguna manera significa autorización para que ambos ofrezcan espectáculos públicos como caminar tomados de la mano o abrazados o citas privadas o amasiato (vivir juntos y tener relaciones sexuales sin estar casados entre sí). Lo que se persigue con tal autorización es que ambos platiquen públicamente y expongan entre sí lo que en realidad son, y expongan sus defectos de carácter, enfermedades, desórdenes psicológicos, hijos no declarados, relaciones íntimas con otra persona en el pasado, y todo aquello que pueda repercutir negativamente en el normal desenvolvimiento de las relaciones como matrimonio.
Claro que en tal fase se hace extremadamente necesaria la honestidad de ambos para no ocultar aquello que de otra manera será motivo de disgusto constante o resentimiento perpetuo en la persona burlada.
“Eso nunca me lo dijiste”, “Por qué me ocultaste eso”, “Habría preferido tu sinceridad y aún así me habría casado”, “Varias veces te pregunté lo mismo y siempre lo negaste”. Etc. Son sentencias que serán guardadas por el cónyuge (hombre o mujer) con amargura o resentimiento oculto.
Hombre y mujer deben ser sinceros en esta etapa de noviazgo para no echar a perder la felicidad que se desea alcanzar, es en esta etapa donde todo debe quedar en claro, y cualquiera de los dos que por temor a no llegar al matrimonio no exponga lo que es vergonzoso, inconveniente o incómodo de declarar, expone a quien será su pareja al malestar de ánimo y posiblemente a la infelicidad. Es preferible declarar las dificultades o problemas escondidos que exponerlos sorpresivamente como un fuerte golpe cuando el matrimonio se ha realizado. Ocultar las cosas que no se deben ocultar es deshonestidad y en el evangelio es cosa que no se debe hacer. La sentencia dice que lo que comienza mal, mal termina, lo cual es cierto.
El deseo de llegar al matrimonio no debe ser la razón para acortar el tiempo de observación recíproca, o para soslayar cuanto es necesario poner el claro; de otra manera, esa unión matrimonial nacerá defectuosa y dentro de poco tiempo romperá lo que debe ser una unión de por vida.
Este período de observación de ninguna manera tiene el simple propósito de dejar pasar el tiempo, al contrario, sirve para medir el grado de honestidad e interés personal por corregir aquello que de no desaparecer antes de llegar al matrimonio hará tropezar el normal desarrollo de las relaciones entre ambos cónyuges.
Este factor es crítico y debe ser respondido por cada persona (hombre o mujer) antes de poner su mirada en quien podría ser su futuro consorte.
Se debe examinar si la fuerte atracción ejercida por la persona, y el afecto de la persona atraída no se deben a simple emoción pasajera.
¿En realidad deseo casarme con esta persona o lo que me motiva es la simple necesidad de encontrar pareja? ¿Lo que siento es verdadero enamoramiento o simple motivación por la atracción que siento? ¿No será esto que siento simple ilusión pasajera la cual terminará con el correr del tiempo? ¿Me gusta esta persona hasta el grado de que esa fuerza sea capaz de impedirme sentir atracción hacia otra persona?
Frecuentemente las personas llegan al matrimonio sin ser verdadero amor la causa, más bien, según he visto, al matrimonio se puede llegar por simple competencia, por compromiso, por despecho o conveniencia.
Conocí una pareja en la cual la esposa se casó porque quien sería su cuñada se oponía al matrimonio. Aquella mujer le dijo a esta algo así como: “voy a platicar con mi hermano para que sepa quién en verdad eres tú y no se case”. Ante aquella declaración esta replicó, pues aunque te opongas te aseguro que me casaré con tu hermano; lo cual así fue. El hombre no tomó en serio la prevención de su hermana y optó por casarse. El resultado le fue de dolor a aquel hombre pues la mujer en varias veces le fue infiel, incluso después de varios años de matrimonio lo abandonó y se unió en amasiato con otro hombre.
Si aquel hombre hubiera puesto cuidado al consejo, o prevención recibida, seguramente hubiera evitado ser el tema de conversaciones de otras personas y habría evitado cargar sobre sus hombros el oprobio y burlas de aquella mujer que tomó por esposa.
Cuando las causas del matrimonio no son el amor puro y sin fingimientos entonces las virtudes necesarias para consolidar la unión no están presentes. Más bien la pareja son simples compañeros de cuarto que cumplen funciones naturales y se mantienen juntos por el simple hecho de haber contraído matrimonio.
Poner cuidado al consejo vale la pena evitándose de esa manera arrepentirse de haber dado un paso tan serio como lo es el del matrimonio.
Pero claro, también se debe evitar ser víctima de las malas intenciones de personas a quienes les hace falta soltar su lengua en contra de personas inocentes; que fingen desear el bien pero detrás de ese fingimiento se esconden sentimientos perversos.
Es de honestidad, antes de concertar la unión, preguntarse a uno mismo ¿Por qué deseo casarme con esta persona? Esto es mejor en vez de pensar: No sé ni por qué quiero casarme. Voy a casarme por compromiso pues en son de bromas di mi palabra y cuando sentí ya era tarde para retroceder. Voy a casarme porque “X” es lo único que hay. Voy a casarme pues no tengo alternativa. Voy a casarme con “X” por necesidad económica pues al casarme mi situación cambiará. A la edad que tengo ya tiempos debería haberme casado, Etc.
Algunas veces la persona no mira alternativas, siente que al dejar pasar la oportunidad nunca más habrá otra.
En verdad, la decisión de casarse demanda verdadero sentido de responsabilidad y de conocimiento sincero de la realidad personal pues el matrimonio es un paso para siempre destinado a brindar felicidad personal, no es una acción de simple decisión por conveniencias.
Es importante y necesario que el matrimonio serealice causado por verdadero amor y no por simple ilusión, o por necesidad de satisfacer propósitos naturales, o de intereses cualesquiera que sean, si se hace sin que la verdadera causa sea el amor entonces ese matrimonio estará condenado al fracaso pues ninguno de los dos alcanzará la felicidad de haber formado una familia. Media vez cualquiera de los dos haya alcanzado su propósito, el interés por su consorte descenderá hasta niveles críticos; la melosidad de palabras, la atención cortés, los regalitos, y demás demostraciones similares mostradas en el noviazgo se irán poniendo al descubierto la verdadera imagen de la persona con la consabida desilusión de su pareja. Por eso, como se está diciendo, es necesario que el matrimonio se realice causado por verdadero amor. El fruto del amor es la felicidad.
La frialdad, la fuerza de la voz al hablar, los gestos para evidenciar disgusto, los ademanes, palabras de desagrado, el hastío, falta de cortesía, falta de consideración, manifestaciones de rechazo etc. pronto aparecerán si el matrimonio únicamente tenía el propósito de satisfacer propósitos naturales o materiales.
Por otra parte
Es necesario mirar otros cambios de afecto en la pareja que nada tienen que ver con el subtítulo anterior. Puede suceder que las demostraciones de afecto varíen media vez las personas se hayan casado. El cambio se debe al acondicionamiento de emociones experimentado por ambos cónyuges o por cualquiera de ellos lo cual se inicia días después del matrimonio cuando la pareja ya ha comenzado a darle forma al hogar.
La melosidad, los regalitos, la cortesía y todas aquellas demostraciones afectuosas del noviazgo que algunas veces son exageradas, desaparecen para dar paso a lo sobrio, a lo formal. Esto, naturalmente no se debe crisis en las relaciones sino a efectos naturales pues en el hogar la primera importancia, como es sacar adelante el hogar, frecuentemente toma el lugar de todo aquello que en el noviazgo era fantasía, significando que las cosas ahora deben ser tomadas con seriedad y responsabilidad. Repito, esto no se debe a falta de amor sino a efectos naturales pues la pareja está empezando a quererse con seriedad en vez de fantasía.
Para miles de millones de parejas la unión matrimonial no significa felicidad, estabilidad emocional y bienestar sino conflictos, frustraciones, amarguras, incompatibilidad de carácter, discusiones, agresiones físicas y verbales, gritos, desprecios (privar de valor a la persona), menosprecios (considerar a la persona indigna de aprecio), infidelidades y deseos de divorcio. Penosamente esta es la realidad que no se puede esconder y los divorcios son abundantes.
¿Podrá la pareja ser feliz si el plato preferido son las discusiones, los disgustos y las peleas? Recuerdo que en mis años de adolescencia conocí una pareja difícil de catalogar. Frecuentemente, cuando el marido llegaba de su trabajo al atardecer la mujer lo recibía cordialmente, ambos se alegraban y platicaban animosamente; de repente cerraban la puerta principal de su habitación, aquella animosidad desaparecía para dar paso a los gritos y quejas; las puertas se agitaban fuertemente al contacto de los cuerpos, los platos, la escoba, la plancha y electrodomésticos y cosas similares eran lanzados con fuerza. A la mañana siguiente la mujer aparecía con moretones en los brazos, en ambos ojos y los labios hinchados, el hombre aparecía con mordiscos en los brazos y arañazos en el rostro. La comunidad en lugar de sorprenderse sonreía pues el espectáculo les era para diversión sabiendo que las escenas se repetirían dentro de pocos días. De esa manera pasaron juntos muchos días hasta que por fin se separaron.
Asimismo, el mundo muestra cómo hay hombres que son humillados por la mujer sin que éste tenga capacidad de librarse de esa vergonzosa situación, él no se separa por que “la quiere”, o “por los hijos” o por que le teme y por eso se somete voluntariamente a cualquier vejamen; más parece que el hombre adopta actitudes masoquistas.
Igual acontece con muchas mujeres que, a sabiendas de su adicción al alcohol, a la violencia en su contra, de la adicción a la infidelidad del esposo lo tolera, y aún en medio de provocaciones prefiere tolerar las burlas del marido.
Seguramente el propósito del hombre, o de la mujer, al casarse, es de ser feliz, sin embargo, frente a un cónyuge tirano ese ideal en poco tiempo se esfuma para dar paso a los lamentos y al arrepentimiento de haber tomado la decisión de casarse, concluyendo que su pareja siempre le ocultó su verdadera personalidad y se había casado con alguien que al poco tiempo de casados comenzó a demostrar quién era en realidad, que si hubiera conocido como en realidad es jamás se habría casado.
En lo que la persona con propósitos ajenos a la santidad no piensa, al ocultar su verdadera identidad, es que al traicionar la confianza de su cónyuge se daña moralmente a sí misma cultivando en su conciencia egoísmo, falta de respeto, desestima e inmoralidad en su corazón contra su misma persona aunque no lo note; sus valores morales poco a poco se derrumban haciéndose intolerable entre sus compañeros de trabajo, en su círculo de amistades y demás personas. En lugar de sentir la estima de los demás siente intolerancia y rechazo como cualquier persona común y corriente; sus pensamientos son egoístas en menosprecio hacia otros; dolorosamente, en momentos de dificultades cuando necesita la fuerza estimuladora de la compañía de quienes forman su ambiente ésta no aparece. En fin, si la persona no aprende a relacionarse con su pareja como debiera, su misma actitud se encarga de retribuirle pagándole como realmente merece.
Antes de tomar un paso tan trascendental como es el matrimonio, la persona debiera examinarse a sí misma y sincerarse en aquellos aspectos negativos personales que de no ser cambiados serán pesadilla para sí misma y para su pareja. Es esto uno de los motivos por los cuales los jóvenes deben conocerse primero, de esa manera podrán identificar qué clase de consorte van a tomar.
El fin último del matrimonio es la felicidad, lo cual no es obligación de uno sino de ambos. Cada uno es responsable de evitar convertir esa unión en un instrumento de martirio para sí y para la pareja. Ese tipo de personas a su debido tiempo volverán a quedarse solas y a esperar la siguiente víctima.
Dejar a la ventura la idea de que un día la persona violenta va a cambiar es un riesgo bastante caro.
Desde que la persona se casa su mundo social necesariamente debe sufrir una transformación para equilibrar las relaciones afectivas con su pareja; descuidar este factor tan importante significa causarle desajustes emocionales, lo cual se debe evitar a toda costa si se desea evitar consecuencias desagradables a corto, mediano o largo plazo.
Hubo un caso en el cual el perdedor fue el esposo quien tuvo que sufrir mucho dolor emocional viendo cómo su esposa se divorciaba dejándolo sumido en total confusión pues nunca pensó que las cosas pudieran correr de esa manera. ¿A qué se refiere esto? Veamos.
El hombre era esposo fiel, responsable, cuidadoso en proveer todo lo necesario para el hogar hasta el grado de cuidar los más mínimos detallas. Su esposa siempre lo recibía con sonrisas, atención y cordialidad. Al parecer todo marchaba sin dificultad. Después de la cena la esposa se dedicaba a levantar los platos, a ordenar la cocina y a ver algo de televisión mientras el tiempo de dormir llegaba. Durante ese mismo período el esposo pasaba su tiempo platicando por teléfono con sus amigos o iba con ellos a practicar su deporte favorito.
Pero después de varios años de practicar esa rutina las cosas sorpresivamente cambiaron de una manera que nadie lo imaginaba e incluso los amigos del esposo se sorprendieron enormemente.
Un día al volver de la oficina el esposo se llevó la sorpresa de su vida pues la casa estaba en silencio lo cual en el tiempo de casados nunca había sucedido pues la esposa siempre estaba en casa y la cena preparada, la televisión funcionando y el niño jugando o yendo de aquí para allá; en esa vez nada de eso había. Varias veces llamó a la esposa pero ella no apareció por ningún lado. Sorprendido, fue al dormitorio para ver si ella o el niño estaban enfermos o dormidos pero tampoco los encontró. Con ojos de sorpresa notó que toda la ropa de ella y la del niño habían desaparecido, y entonces entendió que algo grave e inusitado había pasado. Nervioso y confundido volvió a la sala y sobre un mueble encontró un papel doblado. Con extremo nerviosismo lo desdoblo para leerlo: La esposa había tomado la decisión de irse a rentar un lugar para ella y para el niño declarándole que sus relaciones de esposos habían terminado y que en algunos días él iba a recibir los documentos para legalizar el divorcio.
¿Qué pudo haber sucedido para que la esposa tomara tan drástica determinación? Durante el tiempo de casados ella nunca se quejó de nada ni dio evidencias de insatisfacción, pero el momento llegó cuando la falta de atención a que estaba sometida colmaron su desesperación y optó por romper el esquema concluyendo que el esposo se interesaba más por estar con sus amigos que con ella, lo cual era parte del contenido de la nota. El error de no advertir que su esposa necesitaba de esparcimiento como él le costó al ahora ex esposo muchas lágrimas, tristeza, soledad, dolor y divorcio.
Por lo general casi siempre la persona que se siente desestimada nunca externa sus pensamientos ni sentimientos, más bien los va acumulando. No importa cuánto tiempo ese proceso pueda durar, seguramente tarde o temprano, cual bomba de tiempo, estallará causando severa destrucción.
Aquel esposo nunca tuvo tiempo para pensar que de la manera en que él necesitaba relajarse de la presión diaria así su esposa. Las atenciones que ella le brindaba para hacerlo sentir cómodo eran un claro mensaje solicitando ser correspondida lo cual él fue incapaz de entender.
Como este caso así miles similares, la falta de precaución destruye hogares y la felicidad.
Necesidad de cambio
Desde el momento en que las personas se casan deben saber que muchas cosas, incluyendo su mundo social necesariamente debe cambiar. Así, los amigos del hombre y las amigas de la mujer ceden paso para convertirse en amigos de la pareja, lo cual por supuesto no conlleva inconvenientes pues ambos, siendo temerosos de Dios, deben evitar cualquier doble sentido o intenciones excluidas de la santidad del matrimonio. Esta adaptación de ninguna manera significa oportunidad para cualquiera de los cónyuges de buscar acercamientos ilícitos con las amigas de la esposa o con los amigos del esposo, cuyo fin es blasfemar contra Dios y convertirse en esclavo del diablo. Jamás la amistad debe ser usada como medio para destruirse a sí mismo o a la pareja y a otros.
Aquellas amistades a las cuales no se les considere dignas de confianza es mejor relegarlas a segundo grado a fin de evitar imprudencias de su parte.
Modificar el mundo social es ampliar el campo en el cual la pareja se divierta junta socialmente, saliendo de compra juntos, visitando amistades o invitándolas a venir a casa, conversando, comentando la Palabra de Dios, saliendo de paseo, desarrollando actividades manuales (juegos), haciendo planes, y más; con este modo de proceder ambos están combatiendo la frustración, las dudas, el resentimiento, la indiferencia y muchos males que aquejan normalmente a las parejas que no toman cuidado de velar por la salud espiritual del matrimonio.
Salir juntos siempre que hay oportunidad es uno de los más grandes recursos para afianzar el afecto recíproco que no debiera tomarse sin importancia; pero no se trata aquí de aquellas salidas cuando la necesidad lo requiere (p. e. ir al hospital por alguna emergencia) sino de aquellas por las cuales no existe presión ni compromiso sino deseos y buen ánimo.
Desde el principio de las relaciones matrimoniales se debe evitar la incompatibilidad de caracteres; amanecer de malhumor cualquiera de los dos “por que no dormí bien” es uno de los errores que golpean las buenas relaciones y al cónyuge no se le bebe exponer a ese tipo de desconsideraciones.
Nunca es tarde para sepultar aquellos defectos de carácter, aspectos que por inadvertencia o por creerse sin importancia no fueron considerados durante el noviazgo.
Nunca el esposo debe contactar a una amiga de la pareja, sea soltera o casada, ni mucho menos citarse en algún lugar, ninguna excusa es válida para llegar a ese límite. Del mismo modo la esposa debe usar la misma discreción. Se debe tener presente que el diablo nunca desaprovecha las oportunidades de sembrar destrucción cuando menos se piensa. Este tipo de comunicación debe ser evitado a toda costa y si algo tiene que tratarse lo más recomendable es que el esposo se encargue de las comunicaciones con los hombres y la esposa con las mujeres.
¿Cuál podría ser la razón de la mujer casada para una conversación privada a uno de los amigos? Si en verdad el genuino amor motivó a ambos a formar un hogar entonces ambos deben tener sumo cuidado en velar por su integridad.
Este tipo de declaraciones suena anticuado, despótico y machista, y no debe formar parte del vocabulario de los redimidos en cuyo hogar no manda el hombre ni la mujer sino Cristo, y si Él manda entonces significa que manda la razón y el sentido común.
Frecuentemente es dejado a un lado el razonamiento sano e imparcial que debe predominar en el hogar cristiano para dar paso a la idea, absurda en muchas ocasiones, de ser el hombre quien debe mandar en el hogar con razón o sin ella, lo cual, por cierto, es un error que obscurece la dignidad del hombre quien al imponer su criterio sin razón lo único que consigue es degradar su calidad de cabeza del hogar y estropear el rumbo de las buenas relaciones con la pareja.
Hace muchos años conocí una pareja en la cual el hombre era borracho violento y vulgar, en una de sus sesiones donde el huésped especial era el licor invitó a venir a casa a unos amigos quienes alrededor de una pequeña mesa platicaban animosamente, con aires de gran señor el hombre daba órdenes a la esposa para que les sirviera algunos bocadillos; el momento llegó cuando los amigos se sintieron incómodos viendo los modales degradantes del hombre e inmediatamente se disculparon con la esposa ante lo cual inmediatamente el hombre respondió diciéndoles “no, no se preocupen, aquí mando yo”.
No pasaron muchos meses cuando aquella esposa le fue infiel con uno de los compañeros de trabajo de aquel hombre, poco después el matrimonio acabó en divorcio y los dos hijos procreados quedaron sin padre.
La pregunta es ¿para qué se casó aquel hombre? ¿qué imaginó que era la unión matrimonial? Viviendo sin temor de Dios ¿no se le dificultaba concertarse con otra mujer sin necesidad de llegar al matrimonio? Como este caso así millones en los cuales el matrimonio sólo sirve a algunas personas para dar escape a sus grandes conflictos de personalidad ensañándose en alguien de quien imaginan estará obligada a sufrir toda clase de improperios.
El sentimiento de macho, tirano y déspota de la casa no debe tener lugar dentro del cuerpo de redimidos por Cristo; es afuera de la iglesia ganada por Cristo donde tales sentimientos habitan.
Con el mismo significado, la mujer no debe abusar de la calidad de hombre pasivo y considerado del esposo. No sólo el hombre es la causa del desajuste en el matrimonio, la mujer también, quien imaginando tomar ventajas de la calidad de persona que es el esposo sobrepasa los límites de tolerancia hasta que finalmente la comunión se rompe.
Hace muchos años comenzó un hombre a visitar la congregación a la cual yo asistía. En cierta ocasión antes de comenzar el culto nos pusimos a conversar, por causas que no recuerdo, él me dijo, “cuando vengo a la iglesia me toca dormir afuera pues mi esposa cierra la puerta y no me permite entrar”. La mujer de esta historia era pagana e intentaba imponer en el hombre sus caprichos a como se le antojaban. Lo que no miraba aquella mujer era su propia situación desventajosa y crítica pues apuntaba a quedarse sola, pero su poco razonamiento no le permitía mirar su verdadera situación. Además, ni tenía profesión alguna ni trabajaba de lo que viniera a la mano sino que su única fuente de ingresos eran los del esposo. En su ceguera y con ese modo de ser muy pronto iba a romper su matrimonio, hasta entonces miraría el grave error cometido pues pronto iba a tener que ingeniárselas para conseguir su sustento. Siendo ya de varios años de edad, de imagen desaliñada y con un carácter intolerable, las probabilidad de conseguir el sustituto del esposo no parecían probables.
Hacer fuerzas para imponer el criterio personal a como de lugar es una aventura a la cual la pareja de redimidos no debe aventurarse. Eso de imponer caprichos o puntos de vista forzando el correcto razonamiento es peligroso pues desestima la razón proveniente del cónyuge, y las demás personas que miran la situación asentirán en la poca capacidad de razonar de la persona egoísta y darán la razón al otro cónyuge. Pero eso no es todo, lo peor viene cuando las decisiones impuestas y carentes de sentido dañan el normal funcionamiento del matrimonio, cuando las causas de una mala proyección ponen al descubierto el error cometido desperdiciando tiempo, dinero, calidad personal y la razón a la cual no se le permitió entrar.
Si, definitivamente, en el hogar de cada pareja de redimidos ni manda el hombre ni manda la mujer sino la razón; eso no rebaja en nada al hombre en su calidad de jefe del hogar ni encumbra a la mujer para despojar al hombre de su categoría de cabeza de hogar.
El movimiento feminista predominante es muchos países ha conseguido su más grande victoria al haber ganado para la mujer el derecho a ser independiente aun en el hogar.
En Canadá, por ejemplo (ignoro si en otros países), he conocido casos que, cuando el esposo regresa de su trabajo, la esposa, si lo desea, tiene derecho a salir a donde se le ocurra incluyendo los bares, durante su ausencia el esposo está en el deber de cuidar a los niños si los hay. Si el esposo quiere reclamar el derecho a ser recibido como piensa merecerlo, corre el riesgo de ser acusado por su esposa de violencia familiar y, dependiendo de su habilidad de comunicar sus ideas, el hombre puede incluso ir a la cárcel. Esto es poco común, con todo, existe, y esos hombres deben tener mucho cuidado para evitar el divorcio pues si eso llegare a ocurrir él con toda seguridad llevará todas las de perder.
Claro hay una serie de situaciones bastante extensa lo cual impide aquí los detalles, sin embargo, la igualdad de hombre y mujer en Norte América limita la autoridad del hombre incluso dentro del evangelio. En cierta vez, comentando acerca del velo para orar, un pastor evangélico dijo algo así como: “si yo le dijera a mi esposa que se debe cubrir para orar posiblemente me pediría el divorcio”; en otras palabras, aunque aquel esposo hubiera estado convencido de obedecer a Dios, no habría tratado de hacer que su esposa le entendiera por temor a su reacción. No sé hasta dónde sus palabras eran en serio o en broma, pero las dijo.
No corresponde a la naturaleza de este estudio hacer un repaso de situaciones por las cuales el feminismo peleó y ganó su batalla en algunas culturas; pero lamentablemente la situación modificó en la sociedad occidental el patrón bíblico en el cual el hombre es declarado cabeza de la mujer teniendo como resultado haber tomado la orden de Dios como cosa del pasado y para culturas antiguas.
De todos modos, es claro que en el hogar evangélico no pueden haber dos cabezas y no es opción de la mujer rechazar el diseño de Dios, después de todo, toda contraposición al diseño dado por el Creador causa grandes estragos, y el día vendrá en el cual la contraposición a la voluntad de Dios tendrá sus resultados.
El hombre, en calidad de cabeza de hogar, no es llamado a convertirse en déspota, irracional o necio sobre cosas que el sentido demanda el uso de la lógica común. Tomar decisiones requiere de experiencia, habilidad y buen tino, y cuando las cosas no parecen fáciles de discernir, el hombre está en su derecho de llamar a la esposa para dialogar sobre cómo proceder en algunas determinaciones.
Ser cabeza de hogar es ley de Dios en cuya asignación está la obligación del hombre de mantener los niveles de santidad más altos posibles, cómo educar a los niños en el temor de Dios y cómo mantener el interés de la esposa acerca de los valores espirituales.
Cuidar y considerar a la esposa en el período de embarazo es fundamental para evitar resentimientos posteriores que la esposa podría guardar en sus recuerdos.
Con el embarazo todo cambia en la mujer; sus órganos internos, su mente y su psicología sufren transformación para irse adaptando a la criatura en formación. Entre los efectos más comunes están las náuseas, el deseo de aumentar la cantidad de comida, sueño durante el día, mareos, y muchos otros inconvenientes. Claro, todos estos cambios no es norma general para todas las mujeres, la intensidad de las incomodidades es más fuerte en unas, incluso en algunas mujeres los cambios no se sienten. Durante ese tiempo la anemia por falta de hierro golpea fuertemente el ánimo de la mujer y se hace necesario visitar a la ginecóloga frecuentemente.
Es en este período donde el esposo debe darle a su esposa una cuota más alta de cariño, amor, comprensión y consideración; las conversaciones afines por parte del esposo se hacen muy necesarias pues sirven de gran estímulo. Su cuota en las tareas del hogar debe aumentar para aliviar las dificultades de la esposa.
En ocasiones la esposa, sabiendo lo agotador o extenuante del trabajo de su esposo, intenta impedir al esposo aumentar su participación en las tareas del hogar, es allí donde el hombre, en vez de darle gracias a la esposa por esforzarse en su trabajo del hogar, atinadamente y con dulzura la debe motivar al descanso pues a medida en que los días avanzan las incomodidades, los malestares e inconvenientes en la mujer se hacen más fuertes sobre todo en horas de la noche al tiempo de dormir.
Las molestias de ánimo del esposo están totalmente excluidas durante este período para ceder lugar a una dosis más elevada de comprensión hacia la esposa. La esposa siempre recordará con cariño y fuerte afecto todas las acciones de consideración mostradas a su favor de parte del esposo.
Es inadmisible la actitud insensible del hombre viendo a su esposa agotada y teniendo que cumplir con todos los quehaceres del hogar; necesaria y urgentemente el esposo debe estar cerca de ella para ayudarle en todo lo necesario. Incluso ayudarle a subir o bajar gradas es obligación incluida en las atenciones especiales.
Pareciera como que la siguiente etapa, después del parto, no es tomada con verdadera importancia por muchos hombres debido al poco conocimiento que respecto a este período se tiene.
La mujer no sólo tiene que adaptarse a una vida diferente en el proceso del parto sino también después cuando el niño o niña ha nacido; y por los estudios realizados desde el siglo pasado a la etapa postparto ya se le presta más atención, lo cual ha permitido a los esposos conocer más a fondo la crisis sufrida por la mujer de la cual casi por lo general ella opta por sufrir en silencio.
La siguiente es una transcripción tomada de fuentes profesionales por medio de la cual el esposo puede tener noticia de la situación en su hogar y proceder convenientemente.
¿Qué es la depresión postparto?
Se trata de depresión moderada o severa que se presenta luego de dar a luz. Por lo general empieza cerca de los tres meses postparto, pero puede darse inmediatamente o hasta un año después, y prolongarse por varios meses.
La depresión postparto afecta entre 10% y 15% de las mujeres en la etapa del puerperio (desde el parto hasta que vuelve a su estado que era normal antes de quedar embarazada, entre 45 y 60 días después del parto). Puede ser causada por factores hormonales, sociales o psicológicos.
¿Lo que siente es normal o es depresión postparto?
Después de dar a luz, la mujer tiene una etapa de sentimientos extremos e inquietudes. Se le suele llamar tristezas de la maternidad o baby blues (en inglés) y se debe a los cambios hormonales, el reajuste a su nueva vida y la emotividad de tener a su bebé. Este tipo de trastorno es bastante común (afecta a 80% de las nuevas madres) y no es de mayor gravedad (desaparece en cuestión de unas semanas sin necesidad de tratamiento).
Con moderación, los siguientes síntomas son normales después de dar a luz:
Un sentimiento de que la maternidad es una responsabilidad demasiado grande.
Los síntomas de la depresión postparto son similares a los de una depresión en cualquier otro momento de la vida, agravados por los cambios en el cuerpo y su nueva responsabilidad como madre:
Otros síntomas se relacionan con su actitud o sentimientos hacia el bebé:
Estos todos suenan como pensamientos muy extremos, pero son comunes y no pasan de ser pensamientos –por lo general no se concretan–, pero sí pueden evolucionar o ser más bien una complicación de la depresión postparto.
La psicosis postparto y otras complicaciones de la depresión postparto
Además de las posibles complicaciones de una depresión normal (como el riesgo que puede tener en la salud, vida social, laboral y económica), durante el postparto la condición de la madre puede también afectar a bebé, y ese es uno de los mayores riesgos.
Si la madre sufre depresión postparto quizá no sea capaz de cuidar a su pequeño apropiadamente, quizá sea negligente o le trasmita sentimientos de frustración, inseguridad e ira. Las consecuencias en el desarrollo del bebé incluyen falta de apego, retrasos en su progreso físico, afectivo, de lenguaje y cognitivo, llanto inconsolable, y problemas de comportamiento durante la infancia. Por eso es importante buscar ayuda cuanto antes.
En casos extremos, la depresión postparto puede convertirse en una psicosis postparto, que afecta de una a cuatro de cada mil mujeres después de dar a luz. Esta complicación incluye todos los síntomas de la depresión y además:
Otra complicación, llamada desorden obsesivocompulsivo postparto, lleva a las mujeres a tener miedos extremos. En la mayoría de los casos, este desorden se manifiesta como obsesión por la higiene y seguridad del bebé, que puede llevar a tomar medidas como lavarse las manos constantemente hasta hacerse daño, cerrar con llave puertas y ventanas por temor a intrusos, ocultar armas en casa para defenderse, o no bañar a al bebé por miedo a que se ahogue.
La psicosis postparto y el desorden obsesivocompulsivo postparto pueden ser tratados con éxito, pero requieren atención psiquiátrica inmediata.” (Tomado de About en español, Artículo ¿Qué es la depresión postparto? Síntomas, causas y complicaciones).
Frecuentemente es común y sin causar extrañeza ver que durante el paseo la madre carga con el niño de brazos y con la bolsa de pañales entretanto que el esposo camina libre de atrasos, lo cual, de no existir razón para eso la escena despierta sensaciones de repudio o malestar en los espectadores.
En mis años de juventud, cuando todavía faltaban algunos años para convertirme en pueblo de Dios, mientras viajaba en transporte público al calor del fuerte sol, pude ver una escena cuya naturaleza me impactó tan fuertemente hasta el grado que incluso el paso de los años no logró hacerme olvidar. Por el modo de vestir se conocía que eran evangélicos.
La esposa, muy flaca por cierto, caminaba tratando de alcanzar al esposo cuya apariencia reflejaba varias libras de peso extra y caminaba de prisa sin voltear su mirada hacia su esposa. Desde donde iban hasta su punto de destino necesariamente debían abordar transporte público, con todo, el trayecto lo hacían a pie bajo el agobiante sol, el rostro de ambos era sudoroso y agitado.
Aquella esposa a simple vista reflejaba pobreza en la alimentación, posiblemente anemia, mientras que la apariencia del esposo reflejaba lo opuesto. Lo increíble de todo era que la mujer estaba en estado de embarazo, llevaba en sus brazos otra criatura mientras que de uno de sus hombros pendía una bolsa de tela en la cual seguramente portaba los pañales del niño o niña, como si eso no fuera suficiente, sobre su cabeza iba cargando otro bulto de regular tamaño. Lo indignante y repulsivo era que el hombre únicamente iba cargando un pequeño portafolios donde llevaba su Biblia.
He de admitir que el paso de los casi cincuenta años desde aquella escena, no han conseguido borrar el repudio que siento por aquel irresponsable e insensible en cuyo corazón no existía ni amor ni compasión por su esposa.
¿Qué clase opinión se podía tener de aquel falto de amor y comprensión que públicamente se iba exponiendo como ejemplo de degradación emocional?
La insensibilidad, la falta de cariño y de consideración delata a muchos, gritando sin palabras lo que en realidad son, fingiendo ser redimidos por Cristo sin palabras gritan al mundo la falsedad de sus creencias.
Los hijos no llegan a adultos guardándole cariño y amor al padre por el simple hecho de ser los progenitores sino por el amor que se les infunde en sus corazones desde que comienzan a tener noción del mundo que les rodea.
El esposo, y no sólo la esposa, es altamente responsable del cuidado de los hijos en el hogar, en el paseo, en la iglesia y en todo lugar. Juntos con la esposa deben educar a los niños criándolos en el amor de Dios y por las cosas de Dios, y al asistir a los servicios o cultos ambos padres están en el deber de enseñar a los niños que la iglesia no es un lugar para ir a correr, a saltar, a gritar o a hacer desórdenes.
Existen hombres, posiblemente en número considerable, para quienes lavar utensilios de cocina o los platos, limpiar la casa, bañar los niños, lavar y planchar ropa, lavar inodoros y cosas similares resulta intolerable. En algunos segmentos culturales se piensa que las tareas del hogar son exclusivas de la esposa, la ignorancia es tal que si los amigos del esposo se enteran que él desempeña esas actividades se vuelve el centro de risas y comentarios desfavorables.
En cierta ocasión me encontraba dando una plática a una congregación sobre relaciones y actividades de los esposos en su hogar, el tema trataba de cómo el hombre no pierde ni categoría ni dignidad cuando atinadamente comparte con la esposa las tareas cotidianas tales como asear el piso, los inodoros y más. Por supuesto que las damas asistentes a la charla asentían a mi punto de vista y aunque no opinaban, pues el asunto no se trataba de dar opiniones, su ánimo de satisfacción era en verdad notorio y con su mirada y sonrisa me decían que prosiguiera con el tema sin importar si el tiempo del cual disponía habría de terminar pronto. Por su parte, los caballeros en sus asientos a cada instante cambiaban de posición, se miraban incómodos, sus asientos más parecían de piedra que sitios cómodos.
El tiempo de hacer una pausa llegó y salimos a tomar algunos refrescos, en ese momento se me acercó uno de ellos quien, después de los respetos debidos me dijo: “hermano, yo pienso que sería bueno que a las hermanas usted les aclarara más la situación, de lo contrario ellas nos van a tomar de... %@X*#”. En ese momento entendí que algunos de los presentes estaban más preocupados imaginando las posibles reacciones de sus esposas que en poner atención al significado correcto de mis palabras.
Por supuesto que las cosas no sucedieron como él las temía, pero me hizo pensar en la necesidad de que tanto el esposo como la esposa comprendieran que las responsabilidades del hogar no son exclusivas de uno solo. “Eso te toca hacerlo a ti y esto a mí”, “Yo ya hice mi parte, ahora tú has la tuya”, “Eso no me toca a mi”, “yo regreso cansado del trabajo”, y muchas más son posiciones irrelevantes en el hogar que impiden las demostraciones de afecto, cariño y comprensión entre la pareja y no deben ocupar lugar en la mente de ninguno de los dos.
Si se desea que el hogar esté adornado con armonía y felicidad entonces la pareja necesariamente debe concluir que en las responsabilidades del hogar no existen límites ni asignaciones exclusivas.
Es incongruente con el verdadero amor que la esposa esté cocinando, lavando ropa, cuidando a los niños etc. mientras tanto el hombre permanece insensible sentado mirando televisión, leyendo, etc.
¿Quién ha establecido que lavar los platos, barrer, lavar inodoros y demás quehaceres del hogar son degradantes para el hombre? Al parecer eso ha sido establecido por el sentido machista fuertemente enraizado en algunas mentes masculinas. Claro que en defensa de la supuesta dignidad masculina no faltará la contraparte argumentando que el hombre trabaja y la mujer se queda en casa y por lo tanto es a la mujer a quien le corresponden esas funciones.
En realidad cualquier conclusión a la que se llegue como excusa para no hacer lo que se debe no pasa de ser una opinión aislada que en miles de hogares (por no decir millones) desde hace mucho ha empezado a caer en desuso. Además, el hombre cristiano está excluido de cierto tipo de conclusiones que impiden compartir con la esposa la satisfacción de mirar su casa en orden, limpia y atractiva.
En países como este en el cual por gracia de Dios habito, este sentimiento clasista no existe. Al niño desde que está en el “day care”, o guardería infantil, se le comienza a enseñar el valor de los utensilios domésticos, mientras que a los jovencitos en los hogares se les enseña cómo lavar, planchar, cocinar, asear la casa y más. De allí que cuando la persona alcanza la juventud sus padres no tienen que pensar en servirles en aquellas labores que ellos ya han aprendido. De hecho, la idea acomplejada acerca de labores exclusivas para mujeres y hombres es desconocida. Así, cuando la persona opta por hacer su vida independiente, sabe cómo arreglárselas, si es desconocedora de esas labores se aventura a pagar por tales servicios que por cierto son sensiblemente caros o se aventura a vivir en el desorden y suciedad.
El siguiente subtítulo asume que la esposa se dedica a los quehaceres del hogar entretanto el esposo, con su trabajo, cubre el presupuesto familiar.
En no pocas veces he escuchado, y en igual número de veces he combatido, la idea de que el único que trabaja para el hogar es el hombre mientras que la mujer se queda en casa cocinando, y si hay niños, a cuidarlos. Esto claramente señala al hombre como el único de quien depende el sostenimiento del hogar, y la esposa, siendo el ama de casa no hace nada.
Por quedarse en casa haciendo los oficios correspondientes, generalmente, se piensa que la mujer no hace nada que pueda ser tomado como digno de aprecio o encomio mientras que el hombre recibe todos los honores. Sin embargo, este tipo de conclusiones necesita de algunas aclaraciones, al final de las cuales el sentido común puede determinar si en realidad están fundamentadas en la razón o si fueron construidas arbitrariamente.
En cierto modo el reclamo es justo, más en la mayor parte tiene sabor a injusticia, véanse las siguientes consideraciones.
Cuando el reclamo es justo
A algunas mujeres dedicadas a los quehaceres del hogar no les alcanza el tiempo diario para hacer todo cuanto tienen que hacer, y venido el momento de recibir al esposo que regresa de su trabajo es común la frase “no he podido preparar la cena, es que el niño no me deja hacer nada durante el día”. ¡Vaya qué cosa, cuidar a un niño se convierte en excusa para cubrir irresponsabilidades! Entretanto otras mujeres que tienen dos o más ni ños triunfalmente sacan delante todas sus obligaciones diarias. Esto que digo no son simples palabras, personalmente he visto ambas situaciones y he platicado con ambos tipos de mujeres, y las del segundo grupo se llevan los laureles.
“Vino fulana y se estuvo aquí casi todo el día y tuve que atenderla y no pude hacer nada”. “Fulana me pidió de favor que la acompañara a hacer unas compras y no pude negarme, por eso volví tarde a casa y no he tenido tiempo para cocinar”, “Fui a visitar a fulana, allí encontré a otras amigas que no dejaron que me viniera temprano, recién voy entrando y no he hecho nada”, “me levanté tarde, y cuando me di cuenta era medio día”. Etc.
¿Podrán excusas como estas ser razonables? ¡Por supuesto que no! Más bien reflejan abierto desprecio hacia el esposo que seguramente espera ser recibido de un modo diferente. En la Biblia, ese tipo de actitudes recibe el nombre de ociosidad.
Y también aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entrometidas, hablando lo que no debieran (1 Timoteo 5.13).
Para alternar con las amistades hay un tiempo específico que no es el tiempo cuando hay que cumplir con las responsabilidades del hogar, y como ya se ha mencionado en otro subtítulo, aquellas amistades cuyo fin es de poco provecho deben ser relegadas a segundo lugar pues son contraproducentes al normal funcionamiento de las relaciones entre esposos. Además, la esposa está en pleno derecho de rechazar cualquier invitación o actividad cuyo fin sea estorbar el buen funcionamiento de su hogar.
En fin, no hay excusas válidas para justificar este tipo de actitudes y la esposa con poca experiencia en el manejo de sus labores hogareñas necesita urgentemente la asesoría de mujeres experimentadas que la asesoren atinadamente.
Tales situaciones no son para divagar pensando si los reclamos del esposo son justos o injustos, más bien, esos desatinos de la esposa son puertas que eventualmente podrían abrirse para provocar el rompimiento del afecto y rompimiento del hogar.
El reclamo injusto
Por otro lado existe injusticia en el hombre que no comprende las múltiples actividades de la esposa en el hogar y le niega méritos, ese esposo necesita urgentemente asesoría de personas con experiencia al respecto. No me refiero a buscar consejeros matrimoniales pues este tipo de situaciones deben ser tratados poniendo por delante la experiencia en la práctica personal en vez de consejos teóricos sacados de libros.
Si se observa atentamente el trabajo de la esposa en el hogar fácilmente se concluirá en que, si bien no recibe remuneración alguna y no tiene horario de entrada, en nada es inferior al del esposo. Su trabajo es tan agotador y lleno de presión como el del hombre, y en muchos casos demanda más energías que el del hombre.
Comparar la habilidad de la esposa en alternar con múltiples labores y finalizarlas todas con éxito al final del día, y cederlas al hombre por algún tiempo podría ayudar a modificar la opinión negativa respecto a que las labores de las amas de casa son irrelevantes.
Aún más, el hombre trabaja ocho horas, las cuales empieza y termina de acuerdo al horario establecido por la empresa, y trabaja 5 o 6 días a la semana; en cambio el trabajo del ama de casa con facilidad alcanza las 12 horas y más, sin día de asueto. La pregunta es: ¿Por que no trabaja para una empresa comercial su trabajo no califica para ser considerado digno de aprecio? ¡Oh, Dios!
A esto hay que agregarle los días de incapacidad de que el hombre goza cuando se ausenta de su trabajo para recuperarse, en cambio para la mujer esos días de incapacidad no existen. ¿Y qué del tiempo de embarazo del cual ningún hombre posee capacidad para medir todas las dificultades e intensidad?, y aún así para la mujer no hay maneras de hacer menos soportable sus dificultades.
Esta pequeña consideración proporciona oportunidad para pensar en que si las circunstancias impidieran a la mujer con alguna frecuencia no alcanzar a cumplir con sus faenas ¿sería eso suficiente como para desacreditar su esfuerzo? El esposo que imagina que sólo él trabaja y su esposa no debiera pensar detenidamente en el grave error que comete y debiera modificar su pensamiento.
La experiencia demuestra cómo el hombre es incapaz de tener su habitación en debido orden, y cómo la esposa con su toque especial sabe cómo darle forma y calidad de hogar a su lugar de habitación. Nunca la razón asistirá al hombre si increpa a su esposa diciéndole que, por dedicarse a los quehaceres del hogar, no hace nada.
Si el amor y la necesidad de estar juntos mostrada durante el noviazgo no era simple ilusión, el siguiente paso después de alcanzada la unión matrimonial es la revisión del desenvolvimiento y actitud de cada uno.
Qué grado de interés mantiene cada uno por continuar siendo como lo fue durante el noviazgo.
Cómo el cambio de actitud, si lo hay, a afectado negativamente al consorte.
Cuál es el grado de interés por actualizar aquello que está decayendo debido al paso de los meses o de los años.
El amor ha venido a ser más sólido o ha sido sustituido por la conformidad de haberse adaptado entre sí desapareciendo todas las muestras de afecto del principio.
En fin, Si estos aspectos pasan desapercibidos o hasta inadvertidos la situación ha caído a niveles afectivos bajos y se hace necesario y urgente inyectar motivación para revertir el negativismo.
No se dice que estos cambios pueden motivar la ruptura de las relaciones matrimoniales pero sí pueden servir de eventual causa para llegar al desastre. En todo caso, si el propósito es mantener vivo el fuego nacido de la complacencia de haber formado un hogar es tenido como digno de atención, entonces vale la pena examinar si los cambios en el esposo o en la esposa requieren reajustes para volverlos a lo que entre la pareja ha sido normal; la conversación con alguna frecuencia es atinada.
El hogar ha sido diseñado por Dios para el hombre y la mujer; la inclusión de terceras personas son una grave amenaza para la estabilidad matrimonial y no se debe dar lugar a romper el esquema ordenado.
Hace muchos años conocí dos casos cuyos resultados fueron de gran amargura y abundantes lágrimas para la esposa. ¿Qué sucedió? Veamos el primer caso.
El hombre vivía para su esposa y dos hijos, trabajando devotamente y con alegría para suplir cuanto era necesario sin que las buenas relaciones fueran estorbadas por fenómeno alguno. La dama, por su parte, se encargaba del cuidado de la casa y de los dos niños; nada estorbaba la feliz comunión de ambos. Él llegaba de su trabajo y la esposa lo esperaba y juntos tomaban los alimentos; mientras ella lavaba platos él atendía a los niños, después miraban un poco de televisión; así concluían el día.
En cierto día la esposa tuvo la ocurrencia de ponerse de acuerdo con el esposo para que la hermana de ella, soltera y más joven, dejara de pagar renta y viniera a vivir con ellos “para que le ayudara a cuidar los dos niños, y para ayudarle a evitar pagar renta”; al principio todo caminó normal pues el hombre sólo tenía en mente a su esposa, sin embargo, poco a poco su mente fue cambiando pues la joven fue tomando algunas responsabilidades con las cuales justificar su estadía entre ellos; le servía la cena con verdadera atención, colaboraba en la limpieza de la casa; los tres sonreían como parte del grupo y conversaban con sentido natural, sin malicia. De esa manera la esposa continuaba confiada, pensando en la devoción hogareña del esposo y en la honestidad de su hermana, sin advertir cómo los sentimientos del esposo habían comenzado a modificarse.
Poco a poco, la comunicación entre el esposo y la joven comenzó cambiar de significado hasta que vino el momento de poner todo en claro, tristemente la joven tomó el lugar de su hermana. La esposa fue obligada a romper su hogar pues su presencia vino a ser innecesaria. El dolor y las abundantes lágrimas fueron su plato por muchos años.
Los niños quedaron bajo la tutela de la madre y el hombre formó un nuevo hogar. Hasta donde recuerdo, las décadas pasaron y la ex esposa, marcada por el estigma de la vergüenza, nunca volvió a casarse.
Aquella mujer pensó en hacerle un bien a su hermana soltera trayéndola a vivir bajo su mismo techo, ignorando que su decisión incubó un horrible monstruo que meses más tarde desgarró su alma sin compasión.
Esas consecuencias conducen a pensar detenidamente en el grave peligro a que se expone un hogar cuando cualquiera de los cónyuges, sin conocer los peligros a que expone a su matrimonio, decide traer una tercera persona al lugar donde el sentido común nos dice que el espacio es estrictamente sólo para dos.
Por supuesto que este caso no es único, más bien sucede frecuentemente, como tal, conocí otro en diferente tiempo y país de cuyo caso omito comentar pues su desarrollo fue exactamente igual y con las mismas dolorosas consecuencias.
Un tercer caso vale mencionar debido a las variantes que contenía pero con resultados similares.
Éste en mención se refiere a una pareja cuyas edades de ambos andaban por los cincuenta. El esposo se dedicaba a labrar sus tierras en tanto que la esposa se dedicaba a los oficios del hogar. Al medio día la esposa le llevaba los alimentos para que él no perdiera de trabajar y luego volvía a casa a continuar sus labores hogareñas.
Un día la esposa decidió traer a una sobrina a vivir con ellos cuya edad oscilaba entre la adolescencia y la juventud. Los días comenzaron a transcurrir y la señora, pensando en ahorrar energías, dispuso que la sobrina lavara la ropa del esposo, con el tiempo, el esposo empezó a darle algunas monedas a la joven como recompensa por su trabajo, lo curioso es que el dinero se lo daba a escondidas de la esposa. Viendo la esposa el éxito de su idea, pues el esposo no reclamaba si la ropa estaba bien lavada o no, decidió ahorrar más energías comisionando a la joven a llevar los alimentos del medio día al esposo. Conforme los días pasaron notó que la joven en ocasiones tardaba demasiado en ir y venir mas no notó nada extraño sino que pensó en que siendo joven, la muchacha tomaba tiempo para quedarse en el campo comiendo algunas frutas. Un día sintió curiosidad por saber el verdadero motivo de esas demoras. Después de narrar su historia, la pobre esposa, con muchas lágrimas en los ojos contó que fue a encontrar al esposo y a la sobrina en actividades que le destrozaron el corazón.
Como los casos anteriores, así este son ejemplos peligro de permitir la entrada de una tercera persona al lugar donde únicamente caben dos.
Otros casos
Por el otro lado, también conocí otros dos casos en los cuales, por su iniciativa, el hombre fue el perdedor.
En el primer caso El hombre invitó a casa a uno de sus amigos para presentarle a su familia (esposa e hijos); el invitado fue recibido de manera afable por la esposa, cenó con ellos y después de algunas horas de pláticas sobre tópicos varios se marchó.
El esposo era joven, de buena estatura, robusto, de buen parecer. Las dotes de la esposa estaban a la misma altura.
El amigo era soltero y en su trabajo tenía un horario diferente al del esposo a lo cual decidió sacar provecho para sus planes malvados. Así, con el pretexto de contactar al esposo, sabiendo que no se encontraba en casa, iniciaba pláticas con la esposa; poco a poco la situación fue cambiando de significado, y la esposa, quién sabe por qué motivos no puso en alto su dignidad de esposa sino que consintió en atender las llamadas del amigo, por fin, y para acortar el relato, comenzaron a tener relaciones las cuales duraron casi por un año. La mujer intentó librarse de aquella situación pero le fue difícil pues el perverso hombre la amenazó con contarle al esposo lo que pasaba presentándola a ella como la causante de la situación, quedando de esa manera a merced de los caprichos de aquel “amigo” que alegremente charlaba con el esposo sin evidenciar nada anormal.
Lo más grotesco es que él frecuentemente contaba en detalle a sus otros amigos todo cuanto sucedía con aquella esposa; de esa manera todo el círculo de amigos y los amigos de los amigos sabían lo que estaba pasando, menos el esposo.
Venido el tiempo, quién sabe cómo, aquel esposo supo lo que durante todos esos meses había estado sucediendo, y la esposa en recompensa recibió una severa paliza aunque no hubo separación. Notoriamente, a partir de aquel accidente, las relaciones entre ambos no volvieron a ser normales, el fantasma de la sospecha era el fiel acompañante de aquel esposo hasta que por fin se mudaron a otra ciudad. Tristemente, cambiarse de ciudad no fue ninguna solución para él, la esposa, cuyo temor a las uniones ilícitas había desaparecido, no vaciló en encontrar cómo iniciar otra experiencia similar hasta que por fin abandonó al esposo a cuyo cargo también quedaron dos hijos.
Este caso claramente dice que no todas las personas son dignas de confianza pues no todas poseen la fuerza moral de practicar la delicadeza mental que debieran reflejar. Así, el esposo debe cuidar la integridad de su esposa evitando exponerla a situaciones como la de este caso. De la misma manera la esposa debe evitar exponer a su esposo a similar peligro.
Las amistades necesariamente son parte del mundo social, mas no todas las personas deben recibir la confianza que les permita alcanzar aquello que podría destrozar la felicidad del hogar. Esto es cosa de tino personal. Recuérdese que al evangelio entra cualquier tipo de personas inclinadas a la falta de respeto de la dignidad de los matrimonios.
Aun otro caso más, interesante por cierto debido a la situación que lo originó.
El hombre no era profesional, ni siquiera oficio específico tenía, más bien trabajaba por días, de lo que le viniera a mano, lo cual no parecía perturbar su tranquilidad, se contentaba con ganar para apenas cubrir las necesidades básicas del hogar; por lo demás, la situación creaba muchas limitaciones a la esposa.
Éste tenía un amigo soltero que trabajaba en la noche en una fábrica; por la confianza habida entre ellos los visitaba casi todos los días y mirando la situación precaria de la pareja frecuentemente les llevaba algunas cosas del supermercado lo cual el hombre y su esposa recibían con buena satisfacción, además, la esposa era beneficiada pues viéndola en apuros financieros él le regalaba dinero lo cual el esposo miraba sin resquemores. Incluso era tanta la confianza que se tenían que el esposo salía a hacer sus trabajos esporádicos y el amigo se quedaba en casa charlando con la esposa.
No sé cómo aquel esposo consiguió ahorrar dinero para irse de vacaciones a su país de origen dejando a su esposa en casa. Cuando volvió de sus vacaciones apenas pudo llegar hasta la puerta a donde la esposa salió a recibirlo y de allí no pudo pasar hacia adentro pues desde su partida el amigo había tomado su lugar y la esposa, que por mucho tiempo había guardado silencio, por fin vio la oportunidad de desligarse de aquel esposo conformista.
En fin, otros casos más pueden ser presentados como demostración del peligro en el cual la estabilidad emocional de la pareja puede ser seriamente dañada si cualquiera de los dos no pone atención al peligro de traer extraños al hogar.
De mucha importancia para ambos esposos es cuidar la imagen personal a medida en que transcurre el tiempo, y combatir, en la medida posible, cualquier cambio significante o notorio de fisonomía o del cuerpo a lo cual todos estamos expuestos.
En cierta ocasión supe de una pareja en la cual el esposo no había tomado en serio esos cambios y su estómago comenzó a ser notorio. La vida para él transcurría sin novedad, mas a la esposa esa falta de preocupación le afectaba y aquella figura obesa le hacía sentirse incómoda, por fin el momento vino cuando aquel estómago resultó muy notorio ante lo cual la esposa lanzó una descarga preventiva diciéndole “o reduces tu estómago haciendo ejercicio hasta volver a como eras antes o nos divorciamos”. El esposo, que amaba a su esposa, se esforzó hasta el grado de evitar que aquella amenaza se convirtiera en realidad pues entendió que no se trataba de una broma y optó por corregir su figura.
Es claro que no todas las esposas, o esposos, optan por decisiones drásticas como el de aquella dama, pero el riesgo nace, y permanece allí, latente, sin, aparentemente, recibir atención, lo cual es como una fiera agazapada entre los arbustos esperando el momento para saltar sobre su presa. Sorpresivamente, y sin aparentes motivos, el golpe de una decisión inesperada abatirá a cualquiera de los dos.
Este mundo es un enorme catálogo donde son mostradas abundantes fisonomías y apariencias de entre los cuales la persona puede comparar y escoger lo mejor; figuras capaces de robar la atención de cualquiera de los cónyuges con resultados dolorosos, de esto se habla en el siguiente subtítulo.
Aunque pareciera sin importancia, problemas como el aumento de peso, obesidad, descuidos en el vestir, en el afeitado, mal aliento, falta de esmero en la higiene personal, manchas o sombras en el rostro y muchos aspectos como estos provocan la frialdad entre la pareja haciendo desaparecer el interés por las demostraciones afectivas de parte del cónyuge afectado, entretanto el cónyuge originador pensará dentro de sí, ¿por qué me rechaza?, ¿por qué disimuladamente se aleja de mí?, ¿por qué prefiere cualquier actividad personal en vez de estar junto a mí? ¿por qué aquellas atenciones de antes han desaparecido? Preguntas como estas, son una alarma que ha sido activada y las causas deben ser investigadas hasta conocer los motivos promotores. Si esa alarma no es desactivada corrigiendo las anormalidades los riesgos de graves accidentes pueden presentarse.
La falta de interés por el cuidado personal es en muchos casos la razón por la cual uno de los cónyuges corre el riesgo de promover el desinterés de su pareja y abrir la puerta para fomentar la falta de afecto e incluso el rompimiento de la unión matrimonial.
Ninguno de los cónyuges debe nunca concluir en que “ya somos casados y tiene que aceptarme como soy”, “yo sé que me ama y no creo que los cambios en mi fisonomía o en mi apariencia puedan ser motivos para la separación”, “ciertamente yo he tenido cambios, pero él (o ella) también los ha tenido)”.
El esposo o esposa nunca debe confiar en que el paso del tiempo es el mejor antídoto contra los cambios de este tipo que puedan ocurrir; de lo contrario la sorpresa podría venir cuando menos se espera.
La apariencia, fisonomía e higiene juegan un papel demasiado importante en la estabilidad emocional de la pareja, lamentablemente parece que el número de matrimonios que toman en cuenta esta situación no parece ser abundante.
Efectivamente, la competencia no sólo se refiere al aspecto deportivo sino a otras áreas de la vida: Competencia en el trabajo por alcanzar la nueva plaza creada pues el salario ofrecido es más alto. Competencia entre los solicitantes al empleo ofrecido el cual será otorgado al prospecto que ofrezca mejores calificaciones. Competencia por atraer la mirada al lucir los mejores zapatos o la mejor ropa. Competencia para ver quién compra el mejor o más grande televisor. Competencia para ver quien en el grupo alcanza mejor aceptación. Competencia entre dos mujeres por atraer el interés del galán o, de otra manera, competencia entre dos hombres por conseguir el interés de la atractiva joven.
La competencia está presente en todos lugares y es buena para despertar el interés de optar por lo mejor. La competencia pone en ventaja a algunos y en desventajas a otros.
Toda persona con deseos de alcanzar una mejor posición, opinión, o aquello que se propone, pronto siente la necesidad de buscar el camino hacia la consecución de sus aspiraciones, así, el profesional sabe que debe mantenerse al día con los últimos adelantos de su campo, de lo contrario corre el riesgo de perder actualidad y de ser sustituido por alguien mejor. Para alcanzar la posición más alta dentro de la empresa, el empleado no sólo debe conocer cómo desempeñarse en su trabajo sino ir más adelante hasta superarse por sobre el nivel de sus compañeros, y no sólo eso, también requiere de ser reconocido como el mejor entre los de su clase. Aún más, su visión debe ser de constante superación, yendo al día con los últimos adelantos, de lo contrario las sorpresas desagradables vendrán pues al poco tiempo su calidad de mejor desaparecerá y será sustituido por otro que se mantuvo al día. En breves palabras, ser siempre el mejor requiere de empeño constante, de lo contrario el peligro podría causar graves sorpresas.
Trasládese esto al matrimonio y adviértase que también en calidad de cónyuges ambos están en peligro de involucrarse, sin advertirlo, en competencia, ¿qué significa esto?, muy sencillo, en ocasiones frecuentes el hombre abandona a su esposa y se une a otra mujer o, en la misma condición, la mujer abandona al esposo por irse con otro hombre. ¿Por qué sucede esto? porque el cónyuge perdedor no se percató de la férrea competencia a su alrededor, y las preferencias de su consorte optaron por lo mejor, sí, aunque parezca falso la verdad apunta a la realidad.
Para que ese fenómeno competitivo entre en actividad se requiere de varios factores críticos, lamentablemente a estos no se les da la importancia necesaria y poco a poco van minando el afecto de los esposos hasta que por fin destruyen el hogar. El principal y más grande problema en el matrimonio es la pérdida de interés hacia el cónyuge, y si se conocieran las causas que originan ese desinterés posiblemente la persona causante evitaría con anticipación llegar al desastre.
¿Por qué se pierde el interés hacia el cónyuge?
(Para definir esta situación menciono a Y y a Z, cada letra corresponde a cualquiera de los dos cónyuges).
Varios factores han estado golpeando la mente de “Y” desde hace algún tiempo causándole la pérdida de interés que antes sentía hacia su pareja “Z”; el principal problema de esta situación estriba en que “Z” ha perdido el interés por mantener fresca la atracción que antes ejercía sobre su pareja “Y”. Evidentemente, “Y” ha dejado de ser la misma persona cariñosa de antes con “Z”, y ahora, aunque todavía están presentes algunas consideraciones de afecto y conversan entre sí, las relaciones son frías y sin ninguna motivación. “Z”, que ha notado esos cambios, hace conjeturas y siente preocupación pues ignora cuál podría ser la verdadera causa de tal enfriamiento, pero en lugar de abordar la situación para corregir el problema prefiere guardar silencio. En sus conjeturas, “Z” ha llegado al grado de pensar si alguien está perturbando la atención de “Y”; y la situación aunque no va acelerada, poco a poco se va haciendo más sensible.
Por falta de carácter, o quizás por desconocer cómo mantener fuerte e invariable el afecto mutuo en la vida matrimonial “Z” ha ignorado la importancia de la atracción que antes ejerció sobre “Y” cuando por vez primera ocurrieron los contactos audio visuales los cuales prosiguieron durante el noviazgo e incluso en los primeros tiempos del matrimonio.
“Z” piensa que el comportamiento frío de “Y se debe” al agotamiento físico o mental, o a su responsabilidad de cuidar de los aspectos generales del hogar. Trata de minimizar sus temores pensando en que “Y” nunca se irá de su lado pues el matrimonio es la unión de la pareja hasta que la muerte los separe; siendo esa la razón que le ha privado de pensar en la posibilidad de que sus mismos cambios físicos, o descuidos en sostener la misma imagen personal del principio, estén causando serias fracturas en el matrimonio (véase el subtítulo Cuidando la imagen personal).
Para comprender mejor la situación por la cual “Y” está atravesando, recordemos definir el mundo como un catálogo en el cual son presentados en número considerable hombres y mujeres de diferente estatura, condición física y económica, rasgos fisonómicos atractivos, educación, modales, cortesía, consideración, esmero en la apariencia, etc. que fácilmente atraen la atención del sexo opuesto y despiertan algún grado de simpatía e incluso mueven a la persona a comparar mentalmente a su pareja, en tal comparación la pareja comparada queda en desventaja.
A esto agreguémosle las otras deficiencias mencionadas acerca de la competencia, todo lo cual son un fertilizante efectivo para cultivar sentimientos otrora inexistentes hacia terceras personas y para enfriar peligrosamente el afecto entre parejas.
Y aún más, se debe agregar que si esta tercera persona muestra atenciones tales como conversaciones frecuentes, palabras de disimulada melosidad, corteses, algunas de ellas mostrando consideración, miradas que comunican diferentes mensajes, estilo de caminar, suspiros, palabras indirectas, esmero en el vestir, pequeños regalos que en apariencia son inofensivos pero que conllevan doble sentido, un rostro siempre dispuesto a la sonrisa y a la comunicación y cientos de mensajes similares, entonces la situación para “Z” en verdad es de total desventaja, y si no actúa prestamente haciendo un análisis imparcial de su vida, desde que se conocieron con “Y” hasta el presente y conocer cómo corregir los cambios que a “Y” le están afectando y por los cuales se está alejando, entonces, la infidelidad, o la ruptura de su matrimonio, ocurrirá tarde o temprano. Con verdadera frecuencia la persona que ha violado la integridad de su matrimonio demuestra lo que ha acontecido agregando una cuota sensible de desdén hacia su cónyuge.
Seguramente el interés por mantener fresca la imagen personal nunca debe menguar. Incluso el análisis periódico de relaciones de lo cual ya se ha hablado arriba debe estar siempre presente como punto de interés para ambos esposos, de lo contrario uno de los dos sufrirá dolorosamente.
Celos son distorsiones emocionales causadas en la persona que carece de fuerza de voluntad para controlar su mente carnal.
Este tipo de celos nada tiene que ver con la ley de los celos mencionada en Números 5.29, ni tampoco la ley de los celos es punto de apoyo para el celo carnal. Por su falta de afinidad con la realidad esa tendencia ha sido incluida por Pablo en lalista de frutos de la carne de Gálatas 5.20.
Los celos se originan en el egocentrismo incitado por imágenes creadas en la vaciedad del alma que desconfía del poder del Señor Jesús para fortalecer la fidelidad del cónyuge.
Los celos son desconfianza acerca de la honestidad y fidelidad del cónyuge sobre quien recae el peso de la desconfianza ante la incapacidad de ejercer dominio y control sobre sus pensamientos y sentimientos y de ejercer el derecho exclusivo sobre su voluntad.
Los celos ocasionan severos daños psicológicos a la persona que los padece y pueden causar enfermedades psicosomáticas como insomnio, parálisis, úlceras estomacales, presión arterial alta, diabetes, neurosis, para las cuales no existe medicina pues se originan en la mente. Lamentablemente, la persona celosa desestima estos resultados y descuida su fisonomía y figura.
La persona celosa sospecha de su pareja, inventa historias y escenas, y las toma como verdaderas. Pero no sólo las inventa y las toma como verdaderas sino que las divulga poniendo en conocimiento de otras personas las posibles anormalidades en sus relaciones matrimoniales o incluso sus propios desequilibrios emocionales.
El esposo o esposa que sufre de este desequilibrio emocional nunca debe enrostrar a su consorte pues eso es un grave error; en lugar de eso debe pedirle ayuda explicándole sus problemas y pidiéndole colaboración. Media vez ambos estén de acuerdo con trabajar acerca de ese problema la persona celosa debe trabajar para modificar su mente y debe orar mucho para llenarse de confianza.
En las páginas iniciales de este Estudio se ha sugerido tomar suficiente tiempo para conocerse recíprocamente y para exponer las dificultades que pueden aquejar y dificultar las buenas relaciones en el matrimonio.
Seguramente el hombre y la mujer tendrán suficiente tiempo para hacer comparaciones respecto a su imagen y cuidado personal antes y después de casados. Velar por mantener un matrimonio estable, dinámico, sano y vigoroso no es cosa de la ventura, ni de oraciones y ayunos sino de responsabilidad y determinación de ambos cónyuges.
Comparar cómo era la imagen y esmero personal antes del matrimonio con lo que se es después es velar evitando cualquier peligro de intrusión de una tercera persona en el matrimonio.
Seguramente durante el tiempo previo al matrimonio el hombre siempre se presentaba ante la futura bien afeitado, adecuadamente peinado y con visible cuidado en la higiene personal; sus modales corteses y educados hacían el complemento adecuado para atraer la atención y simpatía de quien sería su esposa. La mujer, por su parte tomaba suficiente tiempo para lucir siempre coqueta (dicho de una persona esmerada en su arreglo personal y en todo cuanto pueda hacerla parecer atractiva), extraordinaria ante los ojos de su galán, hasta que por fin sellaron su felicidad en el matrimonio.
De repente, después de casados, por cualquier causa la situación empieza a cambiar, y el interés por la imagen atractiva empieza a disiparse, el descuido en el correcto afeitado desaparece para dar paso a una imagen diferente, que en vez de atraer causa cierto grado de rechazo disimulado, las libras de peso extra y la grosura abdominal empiezan a aparecer, en fin, parece como que la compostura durante el noviazgo era algo así como una trampa para atraer a la futura esposa. El descuido en la higiene esmerada son la estampa que sella lo que la persona es en sí.
De igual manera la mujer deja de ser aquella mujer atractiva, de mirada irresistible e imagen difícil de esquivar para convertirse en lo opuesto. Aquella imagen e higiene esmeradas se fueron para nunca más volver.
La peor conclusión a que cada uno por su lado puede llegar, y por cierto la peor, es pensar que ya en calidad de casados el consorte tendrá que costumbrarse al cambio y aceptar la realidad. ¡Nada más errado que eso!
Aún estando en casa, si fuera posible, ambos deben vestirse y arreglarse como si fueran a salir de compras, como cuando ocurrieron los primeros contactos. Los andrajos no siempre pasan desapercibidos por el cónyuge cuya psicología es golpeada por imágenes de quien ha dejado de creer en que la buena imagen es determinante para mantener fresco el interés del consorte. ¿Es incómodo e innecesario el empeño por mantener la buena presentación incluso estando en casa?, posiblemente esa sea la opinión de muchas personas, más no por eso el impacto deja de ser negativo.
Hace años conocí en México una pareja de evangélicos en cierto modo excepcional. Ambos tenían la misma opinión sobre la importancia de la calidad en el vestir aun estando en casa como herramienta para mantener vivo el interés recíproco. Como tal, la hermana desde que comenzaba sus labores domésticas se vestía como si iba a salir de compras a las tiendas o almacenes. El empleo del esposo requería de vestir traje y corbata, lo sobresaliente era que vestía igual cuando estaba en casa. Observando al hermano les pregunté a ambos acerca de su compostura personal diaria. Sus palabras confirmaron mi punto de vista sobre el cual trata este subtítulo. “Al principio, me dijo él, me resistía a pensar que fuera necesario vestir de traje para estar en casa, pero como mi esposa se sentía satisfecha viéndome así, por fin me acostumbré y ahora me es normal”.
Aquella esposa sabía que el mundo es un catálogo de seres humanos y ella, que amaba a su esposo, sabiamente cubrió los posibles vacíos por donde cualquier persona intrusa pudiera entrar.
Recuérdese lo dicho en otros subtítulos de este Estudio referente a que el mundo es un catálogo variado en el cual pasan ante los ojos de la persona una variedad enorme de imágenes muchas de las cuales cautivan la mirada y, siendo un enorme catálogo, cada quien tiene oportunidad de admirar, escoger y adquirir lo que le atrae. Lo interesante es que todo catálogo proporciona oportunidad de mirar y admirar una y otra vez lo que se desea hasta que por fin las posibilidades se presentan.
¿Por qué sin haber existido motivos aparentes la esposa abandona el esposo para irse con otro hombre? ¿Por qué el hombre salió a su trabajo y nunca más volvió? Bueno, estas y muchas otras interrogantes dolorosas están escritas con tinta indeleble en el registro de la vida.
Aunque este subtítulo no proporciona la solución para evitar el tipo de golpes que causará dolor por muchos años, sí es un aviso para no descuidar la imagen personal en el hogar y afuera tanto del hombre como de la mujer pues admítase o no, a la pareja le toca competir, sin darse cuenta, fuertemente con personas que inadvertidamente se pueden convertir en muestras del catálogo que atraen la mirada del cónyuge.
Por todo esto, como se ha venido diciendo, para que la unión matrimonial permanezca imbatible se hace necesario que cada uno por su parte mantenga en alto los estándares de aceptación y atracción de su pareja.
Es verdaderamente encomiable cuando la esposa, viendo el esfuerzo de su esposo, opta por ayudarle contribuyendo con su esfuerzo a llenar el presupuesto del hogar; y es aún más encomiable cuando ambos mantienen en alto su fidelidad y lazos afectivos como en los primeros días de casados. Lamentablemente esto no se puede decir a nivel general pues muchos hogares sufren severos desequilibrios cuando la esposa trabaja ya sea en su profesión y en cualquier otro empleo.
¿Por qué este subtítulo empieza de un modo tan rudo? Bueno, empieza de esa manera debido al enfoque crítico sobre el cual el presente Estudio ha sido hecho.
Han sido los cambios sociales constantes, en muchos países, los responsables de obligar a la esposa a tener que buscarse un empleo para ayudar al esposo. Esto en ocasiones trae resultados inesperados.
En cierta ocasión me encontraba de visita en un hospital. Momentos más tarde una de las enfermeras se me acercó con preocupación reflejada en su rostro, deseaba conversar para buscar solución a su problema.
Accedí a escucharla; su problema era la actitud que su esposo había adoptado en relación al hogar y hacia ella.
“No entiendo por qué mi esposo, siendo en años anteriores amoroso, atento y servicial, hoy es todo lo contrario, y aunque yo trato de motivarlo regalándole la ropa que a él le gusta e invitándolo a comer el algún restaurante cuando convergemos en los días de asueto, y a que platiquemos para conocer el motivo de su cambio, no consigo hacerlo entrar en razón pues siempre esquiva el tópico”.
Para examinar la situación le pedí me hiciera un relato de los años de tranquilidad y felicidad, y desde cuándo él había cambiado.
Cuando se conocieron ella era profesional pero sin empleo, él empleado de una empresa. Aunque su salario era modesto alcanzaba para cubrir todas las necesidades del hogar, y todo marchaba con normalidad; ella lo esperaba y juntos tomaban los alimentos, después conversaban o miraban un poco de televisión hasta que venía el tiempo de dormir. Por fin, después de algunos años la esposa consiguió empleo en el hospital y, desde su perspectiva, los años de estrechez económica se habían ido, ahora podrían comprar mejor ropa, comprar los utensilios de cocina que hacían falta y hasta un pequeño vehículo.
Para el esposo aquello fue frustrante pues ya nadie había en casa esperándolo para compartir juntos los alimentos, para conversar, etc. Por el relato de la esposa inferí que cuando el esposo volvía de su trabajo su casa se miraba vacía, oscura, fría e inerte, y si tenía hambre debía cocinar, sin nadie con quien platicar para aliviar el peso de la fatiga. Para hacer el problema aún más grande, su esposa, siendo profesional tenía un salario superior.
Cuando por fin conseguían converger en los días de asueto las relaciones entre ambos eran frías, muy pocas palabras, el esposo mostrando abierta inconformidad y resentimiento y la mujer empeñada infructuosamente en contentarlo, lavando ropa, y aseando la casa, ante lo cual él o permanecía acostado o se iba al centro de la ciudad a caminar.
El problema no tenía solución, y se volvía aún más grande pues ella rechazaba aceptar que su empleo fuera el centro de las dificultades, justificaba su posición porque colaboraba en todo con su esposo para llenar sin dificultades el presupuesto mensual y darse los dos algunas comodidades. Ella sabía que tal colaboración incomodaba sobremanera al esposo pues se sentía subestimado, como insuficiente para sostener su hogar. Le pregunte a ella si el esposo podría estar dispuesto a conversar sobre el asunto, y la respuesta fue totalmente negativa. Él no estaba dispuesto a exponer ante terceros su dignidad estropeada.
En realidad este estudio no explora las conveniencias o inconveniencias surgidas en los hogares cuando la esposa trabaja, pero seguramente sirve para mostrar cómo surgen desajustes cuando no existe común acuerdo para que la esposa trabaje.
Si el común acuerdo existe y ella trabaja entonces es obvio que el esposo debe arreglar su mente para acomodarse a la situación, de lo contrario, el fantasma de la inconformidad se torna inquietante.
La unión matrimonial conlleva claramente la necesidad de mantener vivo el afecto recíproco; faltar a esa ley vuelve las relaciones monótonas, frías y hasta innecesarias pues el combustible por el cual las relaciones matrimoniales funcionan se termina y el matrimonio se vuelve nominal.
Cuando la separación por motivos de trabajo se da, la fuerza de la necesidad de estar juntos cede abriendo la puerta a posible enfriamiento afectivo y la persona se acostumbra a estar sola y a esperar sin expectación la fecha en que volverá a reunirse con su pareja.
Algunas compañías necesitan trasladar a algunos de su personal hacia lugares desde donde el empleado no puede volver a casa todos los días sino cada ocho o cada quince días o en períodos más prolongados. Claro, algunas compañías, conociendo la seriedad de esa situación, costean la estancia no sólo del empleado sino de su pareja, lamentablemente no todas hacen eso con lo cual vulneran la estabilidad matrimonial de sus empleados. A menos que la pareja haga planes para afrontar la situación de permanecer separados, el peligro es inminente. Sólo la fuerza determinante a mantener viva la integridad del atrimonio puede ayudar a evitar la destrucción la unión matrimonial.
Adiós al matrimonio
Dolorosamente es triste la realidad vivida por hombres y mujeres en muchos países en donde el trabajo escasea y los fondos económicos son demasiado insuficientes para mantener el presupuesto del hogar.
Paradójicamente, la peor idea resulta ser la más conveniente. “Me iré yo primero y después vengo por ti y por los niños o pago para que los lleven”. Quienes han tenido esta experiencia conocen mejor su desarrollo.
Así, la esposa o el esposo marcha hacia países lejanos con la esperanza de trabajar, de ahorrar y de reunir lo suficiente para reunirse nuevamente con su pareja y enviar dinero para el sostén del hogar
Quien se va causa un severo vacío y, frecuentemente, rotura de su matrimonio.
Al principio todo es sentimental, quien marcha en busca de nuevos horizontes desde la lejanía dice: “te extraño mucho”, “siento soledad”, “extraño a los niños”, “ojalá esta separación termine pronto”, “no te desalientes, al tener trabajo te voy a mandar para los gastos”; muchas otras declaraciones similares entran en el mundo de los separados en calidad de consuelo. Lamentablemente, muy a menudo las cosas no suceden como fueron planeadas aunque ciertamente el dinero comienza a fluir y fluirá por algún tiempo. Repentinamente esa fluidez parará.
Conforme los días pasan la comunicación va haciéndose menos frecuente y perdiendo interés; ante el reclamo, la persona en el extranjero se las arregla con cualquier argumento para justificar la falta de frecuencia: “me quedé sin trabajo”, “el trabajo es mucho, salgo desde la mañana y regreso hasta la noche completamente cansado”; hasta que finalmente la comunicación termina, la persona en el extranjero cambia su número de teléfono para evitar seguir recibiendo llamadas, mientras la persona que se quedó esperando debe entender aquel silencio como presagio de infortunio.
En algunos casos la persona que se quedó en casa se las arregla para ir en busca de su pareja, llevándose la sorpresa de su vida al descubrir que su consorte ya encontró quien tomara su lugar.
Si no puede ir en busca de su ser amado la única alternativa será resignarse a llorar en silencio y a entender que el amor, los planes y las esperanzas se fueron para no volver, y si hay hijos tendrá que buscar cómo alimentarlos hasta que llegue el momento en que puedan sobrevivir por sus propias fuerzas pues la persona que se marchó los dejó en el desamparo como cualquier objeto sin valor.
Así, el matrimonio termina en adulterio, el cual el mundo justifica pero el Altísimo Dios no. Pero la acción deleznable no para allí pues la persona adúltera sin ningún pudor se acerca a una iglesia ocultando su verdadero estatus, allí recibe apoyo y con los días se le dan privilegios. La congregación por lo general no se interesa por conocer a la persona, más bien le interesa aumentar la membresía. Así, el adúltero termina siendo predicador “celoso”, casado con su nueva pareja y adúltero sin haber denunciado su verdadera situación. Dios tarda pero no olvida, y ninguna entrega “de todo corazón” del adúltero al servicio de una congregación posee el suficiente peso como para validar ante Dios el adulterio. A fornicarios y adúlteros juzgará Dios (Hebreos 13.4). El mismo desarrollo se lleva a cabo con la esposa que abandonó a su esposo para hacer nueva vida en su nuevo país con la consabida sentencia: “Dios tarda pero no olvida”.
Claro que la excepción confirma la regla, es decir, algunas parejas consiguen su ideal de volver a reunirse según los planes previstos, pero parece ser mayor el número de fracasos que el número de aventuras terminadas en éxito.
Las parejas cuya condición económica sufre severo traspiés debieran analizar una y otra vez y con verdadera conciencia el eminente peligro al cual se expondrán al tomar la decisión de emigrar uno solo. Eso de que “hay veremos cómo nos arreglamos para soportar la separación” no es más que un sonsonete repetidamente trillado cuyos resultados terminan en adulterio y eventual divorcio.
El asunto aquí en mención se refiere a la infidelidad matrimonial a que están expuestos hombres y mujeres en sus lugares de trabajo. Parece que los centros de trabajo han venido a constituirse en la madriguera donde las pasiones desenfrenadas de ambos sexos viven al acecho.
Hace muchos años en mi país natal, por la naturaleza de mi trabajo, tenía oportunidad de interactuar con propietarios y gerentes de algunas empresas. Un día, mientras esperaba entrevistar al dueño de una fábrica, platicando con algunas empleadas, me decían, “pobrecito en señor X, mientras él viene por la tarde a esperar largo rato afuera en la calle a que su esposa salga para irse juntos a casa, ella está encerrada en la oficina con el dueño; al terminar su actividad sale alegremente, su esposo la tomaba del brazo gentilmente y se marchaban.
Desde la calle donde el esposo aguardaba se miraba la ventana de aquella oficina mas ver a las personas adentro no era posible y así, aquella mujer con alguna frecuencia hacía que su esposo la esperara pues el dueño de la fábrica requería de sus servicios que no eran de oficina por supuesto, después del cual iban a casa alegres. Pude saber, en otros dos casos que conocí, que la causa principal de infidelidad era la ambición a mejores puestos de trabajo con mejor salario. Con todo, esta no es la única razón para la infidelidad, como he expuesto más arriba, las razones abarcan otros motivos.
Realmente el caso de aquella esposa ni fue ni es el único. Viviendo en este país me he dado cuenta de cómo los matrimonios son vulnerables a este mal endémico y, curiosamente, los casos de infidelidad que he conocido de manera directa han tenido a las esposas como iniciadoras de esa penosa realidad.
Seguramente el promedio de infidelidad femenina surgida en el trabajo sea bajo en comparación con la infidelidad del hombre, sin embargo, no importa la cantidad ni la frecuencia, este señalamiento significa la existencia de ese problema, el cual no sólo ataca a hogares en general sino a hogares que se dicen evangélicos.
El problema de obtener un salario no depende de la cantidad ni de la frecuencia ni del uso que se le dé sino de la actividad mental y psicológica de la persona que lo gana.
Alcanzar una remuneración debido al trabajo en la fábrica, la oficina, laboratorio, etc. se hace con el propósito de alcanzar cierta libertad y satisfacción de las necesidades que se presentan.
Sin embargo, en algunos casos la situación se mira peligrosamente distorsionada cuando la persona prioriza su satisfacción personal en vez de hacer planes con su pareja cómo distribuir ese dinero.
He conocido algunos casos en los cuales el esposo o la esposa adoptan posiciones individualistas en detrimento de la solvencia del hogar, en el peor de los casos esto no sólo atañe a la gente en general sino a personas evangélicas. Decisiones como: “he decidido ir al retiro, me van a prestar el dinero para cubrir los costos y después lo pagaré”, “esa ropa me gusta y voy a comprarla, después veré cómo repongo el dinero”, etc. son desafortunadas y no debieran hacerse por el daño que ocasionan al presupuesto del hogar y a la dignidad de la pareja quien por lo general tiene que ingeniárselas para tener cuidado en el gasto de los fondos mensuales insuficientes percibidos por el esposo.
He conocido en este país a personas que han preferido comprar una cajetilla de cigarrillos en vez de comprar una jarra de leche para alimento de los hijos (en este país algunas cajetillas de veinte cigarrillos promedian los diez dólares mientras que la jarra de cuatro litros de leche anda por los cinco). El problema en estos casos surge cuando quien gana el dinero se cree con derecho de disponer en lo personal cómo gastarlo, sin importar las prioridades, y cuando la esposa sale en defensa de esas prioridades el esposo responde en forma descortés, altisonante y hasta insultante reclamando el derecho de gastar el dinero según sus deseos pues él es quien lo gana.
Lo peor de todo surge cuando la necesidad golpea al hogar y la esposa opta por pedir dinero prestado a escondidas del esposo. Ha habido situaciones en las cuales la esposa no ha tenido más opción que solicitar dinero prestado a un “señor” o a un “amigo”, lo cual es un grave riesgo por las consecuencias. En tal caso la irresponsabilidad del hombre provoca el peligro para la esposa.
Pero el problema no solo atañe a las decisiones personalistas del hombre sino también a las de la mujer cuando ella trabaja. La reacción negativa es exactamente la misma e incluso van más allá de la sorpresa cuando la exclamación inesperada golpea ruidosamente los oídos del esposo “para eso gano mi dinero, para comprar lo que yo quiero”. Otras reacciones, aunque no exactamente iguales pero con el mismo significado han sido estampadas en el monumento egocentrista de hombres y mujeres, para quienes la prioridad de gastar el dinero que ganan no sirve a los intereses del hogar sino a sus propios caprichos, y en lo personal me han hecho pensar hasta dónde la actitud irracional de las personas golpean duramente la salud del matrimonio y crea resentimientos.
No se desestimen las oportunidades de pasar juntos el mayor tiempo posible, esa es una de las claves para afianzar el cariño recíproco y la felicidad. Incluso sirve para aliviar la presión de las responsabilidades diarias tanto del hombre como de la mujer.
Pero se debe combatir la costumbre de algunas esposas de caminar detrás del esposo lo cual afea a la pareja y crea sentido de inferioridad en la mujer. Lo más atinado es caminar a la par, no como yendo de prisa sino con paso moderado y confortable para ambos. Ir de paseo es despojarse de todo sentido de prisa. Si el ambiente lo permite y la pareja lo practica, de buen gusto es que el esposo tome del brazo a la esposa o viceversa. Salir juntos es una de las mejores oportunidades para practicar los buenos modales, todo lo cual es una potente vitamina para fortalecer la salud del matrimonio.
¿Cual es la mejor determinante por la cual el matrimonio es un éxito que se sostiene invariable con el correr de los años? Bueno, seguramente existe más de una, pero en lo que a mí se refiere, una ha sido por excelencia la mejor y la insustituible y la recomendable; esta es, vivir el uno para el otro lo cual es el más poderoso cemento que ninguna circunstancia puede romper.
Saber vivir como esposos brinda la oportunidad de alcanzar la felicidad; es aprender a corresponderse recíprocamente en cualquier momento, de esa manera, la confianza y tranquilidad de ambos se fortalecen.
Esperar con ansias el momento de volver a casa para encontrarse con la esposa es en verdad un sentimiento maravilloso muy especial pues la esposa posee la misma ansia de recibir al esposo.
Pensar en todo momento cómo hacer feliz a la pareja es otro sentimiento maravilloso que impide a los malos espíritus dañar los cimientos del matrimonio.
En fin, muchas demostraciones de afecto están disponibles para ser practicadas por ambos cónyuges: Un beso en la mejilla al marchar al trabajo y otro al volver; sentir profundo agradecimiento hacia la pareja por su esmero a favor del hogar. Evitar traer al hogar las frustraciones o contrariedades del trabajo, o, por otra parte, evitar esperar al esposo para descargar sobre él las frustraciones o contrariedades del día.
Atender al esposo para mitigarle su cansancio cuando regresa de su trabajo es sabia decisión. Aprovechar la oportunidad de ayudar a la esposa con los quehaceres del hogar al volver del trabajo también lo es.
Mantener siempre fresco ese amor y fortalecerlo a medida en que los años pasan no son cosas nacidas por ventura, sino de la conciencia de ambos cónyuges que velan celosamente cuidando que nada ni nadie estropee la unión.
Ambos necesitan tener conciencia de las cosas agradables con las cuales hacer feliz a su pareja.
Las palabras de lisonja, de estímulo, de encomio y de agradecimiento deben ser frecuentes nunca deben perder actualidad.
Las palabras amables nunca deben ceder su lugar a las palabras ásperas.
Si los fondos económicos no alcanzan, un caramelo, o una pequeña fruta, dado de todo corazón, resulta un gran regalo. Lo que se valora es el amor y dulzura conque el cónyuge lo da.
Cometer errores frecuentes es cosa de humanos, perdonarlos como Dios nos perdona los nuestros
“¿Sabes?, —pensando en que a ti te gustan estos caramelos compré uno y aquí te lo traigo”. “¿Sabes?, —pensando en que esta es la comida que a ti te gusta, la cociné para ti”.
Para alguien que sabe apreciar, los grandes regalos no dependen del valor económico sino del sentimiento de amor con que se dan.
El egoísmo no existe cuando los cónyuges viven el uno para el otro. Ninguno de los dos deleita sus sentidos a solas (p. e., comer algo a escondidas), por el contrario, su delicia es compartir todo con su pareja.
Es maravilloso cuando el esposo no mira aquella camisa en la vitrina para comprársela sino que con espontaneidad prefiere que su esposa compre algo para ella que posiblemente tanta falta le hace.
En la elección de colores, tamaños y estilo de la ropa de cualquiera de los dos es atinado tomar la decisión entre ambos, después de todo, el modo de vestirse de cada uno no es para lucir a otra gente sino exclusivamente a su cónyuge. Esto podría evitar el error de comprarse una pieza de ropa que desencaja en el gusto de ambos. Además, es buena ocasión para mostrar cuánto vale su opinión.
El cariño y la compasión hacia el esposo, o hacia la esposa demanda comprensión del uno al otro en todo tiempo y no sólo cuando se está de buenas.
Maravilloso texto por cierto para el propósito de este estudio, especialmente los versículos 1-5 y 7 de los cuales es digno de hacer algunos comentarios.
En este texto, Pedro orienta su admonición a las personas casadas; palabras que siendo apropiadas para este Estudio merecen consideración.
Al dar instrucciones a la pareja Pedro está mirando el éxito de la iglesia, la cual, a su vez, posee como trasfondo la importancia de la comunión recíproca de los cónyuges para mantener un matrimonio unido, armonioso y saludable. Si la unión matrimonial es exitosa entonces el crecimiento de la iglesia es sólido y seguro.
Verso 1
Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen a la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,
Comienza dirigiendo sus palabras a la esposa, recomendándole plena sujeción a su esposo, pero claro, Pedro no está sugiriendo que esa obediencia signifique degradación o humillación sino aceptación del hombre como cabeza del hogar de lo cual ya se ha comentado brevemente más arriba.
Dos cosas persigue Pedro con su recomendación: apoyar el esquema administrativo ordenado por Dios lo cual Pablo también menciona en 1 Corintios 11:3. Segundo, tomar la sujeción de la esposa como herramienta para evangelizar, de manera que si los paganos no convertidos no creen en el mensaje de la buena noticia, el comportamiento de ustedes podrá convencerlos.
Pareciera como que algunas mujeres no convertidas eran libertinas y conflictivas con el liderazgo de sus maridos. Pedro aprovecha esas desavenencias para alcanzar provecho para el evangelio pues viendo los inconversos la actitud piadosa de las mujeres redimidas se sentirían atraídos a la iglesia.
Verso 2
al considerar vuestra conducta casta y respetuosa.
Pedro no omite declarar los resultados de esa obediencia, es decir, los inconversos notarían la diferencia entre las hijas de Dios y las mujeres inconversas, además les enfatiza el fin último de esa sujeción la cual es honrar a Dios quien ordenó que la mujer debía estar en sujeción al hombre.
Versos 3-4
Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,
sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios,
Contrario a lo que pudiera creerse en el sentido de que la mujer no se deba arreglar para mejorar su presencia, Pedro aquí no sugiere prohibiciones, más bien compara los beneficios excelentes del cuidado espiritual.
Es verdad que la belleza y adornos de la mujer atraen la mirada y alabanzas de otras personas. Pero adviértase cuidadosamente lo siguiente: el éxito en las buenas relaciones en la pareja no depende del modo cómo la esposa se atavíe sino de sus sentimientos de amor hacia su esposo como brevemente se ha expuesto en el subtítulo anterior.
Una mujer externamente hermosa y muy atractiva pero vacía de la virtud de ser excelente esposa la colocan en la categoría mencionada en Proverbios 11:22
Como zarcillo de oro en el hocico de un cerdo es la mujer hermosa pero falta de sentido.
Aunque parezca poco creíble, en las buenas relaciones matrimoniales la belleza física, la belleza de cuerpo y otros rasgos son secundarios. La belleza del alma es la que en verdad cuenta. Existen abundantes casos de mujeres cuya preocupación principal es lucir físicamente atractiva ante los ojos de quienes la miran olvidándose que esa vanidad significa vaciedad de virtudes por las cuales mostrar ser excelente mujer para su esposo.
Por supuesto que de ninguna manera estoy diciendo que la esposa no se debe adornar y embellecer, por el contrario, yo estoy plenamente de acuerdo en que la esposa debe lucir atractiva para su esposo en todo momento; pero si hace eso con intenciones de complacer al mundo que la mira en vez de hacerlo para el esposo exclusivamente, entonces sin intentarlo crea sentimientos de celo en su esposo lo cual hace peligrar la estabilidad del matrimonio.
Pero, otra vez, lo que en verdad cuenta en el matrimonio son los sentimientos tiernos de la mujer hacia su esposo, esto en verdad es altamente crítico y es lo que solidifica el matrimonio. Como declara Pedro, Esta belleza nunca desaparece, y es muy valiosa delante de Dios.
Verso 5
pues así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios estando sujetas a sus maridos,
Es decir, aquellas mujeres priorizaban lo espiritual por sobre lo material.
No es posible hoy en día identificar a todas las mujeres piadosas del pasado quienes por su espiritualidad en el hogar caminaban en concordancia con el esposo pues la Escritura no proporciona sus nombres. Apenas se podría identificar entre ellas a la mujer de Noé, Zara, Rebeca, Lea, Raquel.
Seguramente hubo más mujeres, miles de ellas como hubo hombres, pero el registro de las Escrituras no las nombra. Con todo, Pedro las menciona en términos generales como apoyo real a sus recomendaciones para la mujer piadosa en el evangelio no sólo en el siglo primero sino para la iglesia de todos los tiempos.
Por supuesto que estas palabras del apóstol aplican únicamente a las mujeres cuya experiencia personal está estrechamente relacionada con las enseñanzas del Señor Jesús, por lo cual, entre más cerca y constante es su experiencia, más fácil le es entender y dominar su papel de esposa con los consiguientes beneficios.
Verso 7
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.
Evítese pensar que Pedro sobrecarga a la mujer con responsabilidades más que al hombre, esa apariencia queda deshecha al considerar detenidamente la responsabilidad colocada sobre la conciencia del hombre y sobre su capacidad de conducir con sabiduría las relaciones con su esposa.
Habitar con la esposa sabiamente no significa posturas despóticas, carentes de sentido y egoístas pretendiendo ser quien manda aun a costas de tomar decisiones sin sentido basadas en ignorancia. Vivir sabiamente con la esposa significa responsabilidad de un hogar conducido sabiamente, sin coerción ni amenazas, ponderando a su esposa por la excelencia de su sabiduría en la conducción del hogar.
Dar honor a la mujer significa darle su puesto de dignidad; significa adornarla no sólo materialmente sino con palabras de gran estímulo valorando su dignidad de conductora de los hijos en ausencia del padre. La responsabilidad del hombre es doble pues a la par del tino para conducir el hogar debe sabiamente compartir con su esposa.
FIN.